México/ La batalla de Culiacan. Primera gran crisis del gobierno de AMLO [Manuel Aguilar Mora]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Oct 22 11:03:00 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

22 de octubre 2019

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México

 

La batalla de Culiacan

 

La primera gran crisis del gobierno de AMLO 

 

Manuel Aguilar Mora *

Ciudad de México, 21-10-2019

 

El 17 de octubre, el “jueves negro de Culiacán”, es ya la primera fecha en
la cual Andrés Manuel López Obrador (Amlo) trascendió en forma claramente
negativa ante la opinión pública nacional e internacional. Se confrontó con
la primera gran crisis de su gobierno. Con ello podría decirse que ha
llegado a su fin la luna de miel que disfrutó hasta esa fecha en el seno de
las amplias capas de la población mexicana, proyectando así una imagen más
de acuerdo a su carácter sumamente contradictorio que para muchos había
permanecido oculto. El impacto nacional y mundial que produjeron los hechos
de violencia desatados como consecuencia de la operación de las fuerzas
militares y policíacas (incluidos destacamentos de la recién fundada Guardia
Nacional-GN) del gobierno mexicano para capturar a Ovidio Guzmán López, hijo
de Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo, ha producido una catarata de
opiniones, comentarios y toda clase de interpretaciones que en su mayoría
pueden sintetizarse como profundamente críticas de Amlo y su política de
“seguridad nacional” puesta en práctica fallidamente durante las jornadas de
ese día.

 

La estrategia obradorista de la seguridad nacional

 

Las versiones de lo ocurrido la tarde del jueves 17 varían en los detalles
pero todas coinciden, incluso la oficial en que una patrulla de militares,
por su cuenta, sin autorización de los jefes gubernamentales del gabinete de
seguridad, actuaron precipitada y sin orden de cateo que debía otorgar un
juez, sin tener la menor idea de la reacción que su operación tendría por
parte de los sicarios. Culiacán, la ciudad de los acontecimientos es la
capital de Sinaloa, el estado del noroeste sede del cártel que lleva su
nombre en donde imperó El Chapo y hoy dominan El Mayo Zambada y los
Chapitos, los tres hijos de Joaquín Guzmán. La detención de Ovidio, uno de
ellos, detonó una contraofensiva de los sicarios que duró varias horas a
partir de las 15.00 horas y convirtió a la ciudad en un campo de batalla.
Durante toda la batalla, la iniciativa fue de los sicarios. Las fuerzas
represivas quedaron arrinconadas y en minoría. 

 

El hecho que los militares y guardias nacionales fueron estrepitosamente
superados en número y en armamento por las fuerzas de los sicarios determinó
que a la captura de Ovidio siguiera su liberación con las justificaciones
del gabinete de seguridad, avaladas por Amlo, en el sentido de que se evitó
una masacre.  Afirmó Amlo en su primera declaración el día posterior a los
hechos de Culiacán, emitida desde Oaxaca, en el extremo opuesto del país
donde se encontraba: “no se puede apagar el fuego con el fuego, esta es la
diferencia de esta estrategia con la que han hecho los anteriores gobiernos.
Nosotros no queremos guerra […] la estrategia  que se estaba aplicando
convirtió al país en un cementerio […] La decisión la tomó el gabinete de
seguridad de manera conjunta, colegiada. Yo respalde esta postura porque
considero que lo más importante es la protección de las personas, que no
haya muertos”. Y en los días siguientes sigue machacando en sus mañaneras y
en todos los lugares en que se presenta su argumentación central
justificadora de su decisión de liberar al líder narcotraficante: “fue una
decisión difícil pero muy humana”, “somos humanos, muy humanos”, “mi
doctrina es amor al prójimo”, “el poder no es prepotencia, el poder no es
violencia, el poder es humildad”, “si no se actúa como se decidió, iba a
haber una masacre” y sus seguidores no escatiman elogios a la decisión que
consideran digna de “un gran humanista, que le preocupa el tema de la vida
antes que de la muerte”, como señaló un profesor en Oaxaca. 

 

De un Estado fallido a uno vencido

 

Esta “estrategia” obradorista ha sido pasada por la criba por expertos y
políticos y la contundencia de las críticas es abrumadora. En conferencia de
prensa conjunta Alfonso Durazo titular de la Secretaria de Seguridad y
Protección Ciudadana (la dependencia de la Guardia Nacional) y su par de la
Defensa Nacional, general Luis Cresencio Sandoval admitieron el fracaso del
operativo en el que temporalmente fue detenido Ovidio Guzmán. Pero Durazo
insistió en que “no hay pacto con los criminales, no hay un estado fallido,
lo que hubo fue un operativo fallido”. Declaración que ha sido comentada de
diversas maneras como lo hizo un periodista cuando en una variación de la
misma escribió: “ya no se trata de un Estado fallido, sino de un Estado
vencido”. (El Universal, 19.10-2019) Y en la cauda de comentarios, análisis,
interpretaciones que recorren los medios de comunicación y las redes por
miles en México y el mundo se han agregado otros adjetivos: Estado “falto de
liderazgo”, “arrodillado”, “débil”, “capitulador”, “irresponsable”,
“impotente”, “derrotado” y siguen otros calificativos que van en el mismo
sentido.

 

La demostración de fuerza que dieron los carteles de delincuentes en
Culiacán llegó a un punto culminante que determinará un nuevo capítulo de la
lucha contra el crimen en el país. Hizo evidente la insuficiencia de las
políticas gubernamentales en sus diferentes versiones, que finalmente no
divergen mucho entre ellas. Pero los hechos de Culiacán han puesto de
manifiesto, en especial,  las limitaciones de la política de “abrazos y no
balazos” preconizada por Amlo supuestamente de alternativa a la de los
gobiernos anteriores que “convirtió a México en un gigantesco cementerio”.
Argumento que choca sin remedio con el hecho de que 2019, comparado con los
últimos veinte años será el peor año en materia de homicidios dolosos, de
feminicidios, de robo a negocios, de trata de personas, de narcomenudeo y
una cauda de delitos que acompañan a los anteriores (extorsiones, secuestros
y robos violentos). Simplemente en los días inmediatamente anteriores al
jueves negro de Culiacán se produjeron acciones en Aguilillas, Michoacán en
donde fueron emboscados y murieron 13 policías estatales el 15 de octubre y
al día siguiente en Tamaulipas presuntos sicarios del cártel del noreste
atacaron a elementos de la GN con un saldo de cuatro delincuentes muertos.
Poco antes de los hechos anteriores la disputa por el control de Guerrero,
estado en donde se encuentra la zona amapolera más grande el país, sigue
provocando matanzas y crímenes como los de Tepochica, sin que el gobierno de
Amlo haya avanzado nada significativamente en la clarificación del destino
de los 43 desaparecidos de la normal de Ayotzinapa.

 

El saldo de la batalla de Culiacán, tal y como fue reportado en los días
siguientes fue de 8 muertos (dos civiles, un soldado, cinco delincuentes),
13 soldados heridos, 39 presos fugados después que los sicarios estrellaron
un blindado en una pared del reclusorio de Culiacán. Los ataques con
metralla se registraron en las instalaciones de la Secretaria de la Defensa
Nacional (Sedena), de la Procuraduría estatal y de la policía municipal así
como en espacios del centro de la ciudad. Se quemaron vehículos, se amenazó
con represalias a civiles en escuelas y unidades habitacionales. Pero
circulan cifras diferentes de otras versiones, así como circulan versiones
de acontecimientos que ocurrieron y que las versiones oficiales ignoran o no
hacen públicas.

 

Muchas cuestiones han quedado al descubierto cuyas consecuencias serán más
evidentes en el transcurso de los días siguientes. El impacto muy negativo
en las filas del ejército, la marina y la GN, las piezas maestras de la
política de seguridad nacional del gobierno, está por verse. Desde hoy ya se
aprecian hechos directamente causados por el jueves negro: familias de
militares abandonan Culiacán. La alta jerarquía militar ha producido un
video en donde afirman “no nos rajamos” ya que encaramos 850 delincuentes
con sólo 350 efectivos. 

 

Trump y Amlo

 

Los grupos traficantes no sólo son de la droga, sino de diversos negocios
sumamente lucrativos vinculados a la delincuencia (derecho de piso, trata de
blancas, secuestros, tráfico de órganos). Se trata de un sector de los
grupos dominantes que gozan de ganancias extraordinarias en la etapa actual
de desarrollo del capitalismo tardío decadente en que nos encontramos. No
son grupos externos a la estructura capitalista, sino ocupan espacios
insertos en su tejido mismo, un tejido que no sólo es nacional sino
internacional, en especial extendido hacia Estados Unidos. El papel de
Washington y en general del mercado capitalista de la droga del país vecino,
el más rico del planeta, es fundamental.

 

Trump habló, después de varios intentos, con Amlo, en la madrugada del
viernes 18 pues éste se encontraba en la sierra de Oaxaca. Después se volvió
a comunicar con él el sábado 19 y le pidió que ambos gobiernos debían
colaborar estrechamente para detener el tremendo tráfico ilegal de armas
estadounidenses a México, mostrando así la ingenuidad extraordinaria de Amlo
con respecto a los verdaderos intereses de Trump, un aliado clave de la
poderosa asociación que promueve y defiende la venta de armas en EUA. 

 

Las informaciones son escasas pero las que han salido a la superficie son
contundentes. Una se refiere al jefe de la DEA (la agencia contra las drogas
de EUA) Uttam Dhillon quien estuvo en Culiacán semanas antes de los hechos
del jueves 17 de octubre y se reunió con el gobernador de Sinaloa y con
jefes militares. La otra se trata de Chris Landau, el nuevo embajador
estadounidense, una de cuyas encomiendas que trasmitió al gobierno de México
fue la solicitud de Washington de la detención de Ovidio López con fines de
extradición. Hasta hoy es todo lo que se ha filtrado a los medios. Tanto
Amlo como Marcelo Ebrard, quien es el protagonista más importante de estos
acontecimientos sólo después de su jefe, han permanecido herméticos al
respecto. Una cosa es sin embargo clara: su dependencia con respecto a
Washington se mantiene. La GN seguirá de asistente de la border patrol de
Trump vigilando las dos fronteras para detener las oleadas de
centroamericanos, caribeños y hasta africanos que desean atravesar el país
para llegar a EUA. 

 

Situación de inestabilidad

 

El impacto político mayor de la batalla de Culiacán ya se está viendo sólo
días después de ocurridos los acontecimientos. Hay una clara división
nacional sobre la decisión de Amlo de liberar al Chapito Ovidio. En la
primera encuesta publicada por el diario Reforma, de inclinación pro
empresarial y claramente independiente del gobierno, ante la pregunta ¿está
de acuerdo o en desacuerdo con la decisión del gobierno? 49% dicen que están
en desacuerdo y 45% de acuerdo. Y ante la pregunta: Hoy en día ¿a quién ve
más fuerte? El 56% contesta “al crimen organizado” y 33% “al gobierno”.
(Reforma, 21.10.2019). Seguirán otras encuestas, seguramente no muy
diferentes en sus resultados. Se producirá en el país un ambiente de
confusión y desorientación en sectores que habían confiado por completo en
el liderazgo obradorista.

 

Su confrontación con los sectores de derecha más conservadores se ha
incrementado. Pero una recuperación del PRI o del PAN es mucho muy difícil,
por tanto los elementos democráticos del sistema se debilitarán en favor de
los autoritarios. La dependencia del ejército aumentará en condiciones no
tan favorables para Amlo. A  poco más de un mes de cumplir el primer año de
su gobierno, el balance no es ni mucho menos como el que se proyectaba en
los primeros días de apoyo y confianza de amplísimos sectores populares. El
desgaste que ha experimentado y que el jueves negro de Culiacán ha acelerado
indudablemente tendrá consecuencias profundas. Han surgido en amplios
sectores dudas sobre lo adecuado o no de su estrategia de seguridad nacional
y está siendo muy evidente que, aparte de la retórica confusa, su estrategia
no es cualitativamente diferente a la de Calderón o de Peña Nieto. Más bien
ha reforzado la militarización de tal estrategia con el agravante de que la
batalla de Culiacán tiene como una de sus consecuencias el surgimiento de
cierto malestar en el ejército por la forma en que actuó.

 

El gobierno tiene el imperativo de detener al Chapito. Debe realizar un
fuerte recambio de jefes, empezando por Durazo. El Movimiento de
Regeneración Nacional (Morena), el cual en estos días está realizando su
primera prueba como una fuerza capaz de organizar democráticamente su
Congreso sin la directa tutela de su caudillo, está fallando
estrepitosamente. Crecen las disputas entre los dirigentes, varias asambleas
distritales en varios estados (Guerrero, Morelos Tlaxcala) se han suspendido
por la violencia entre sus miembros, acusaciones de que se llevan
acarreados, organización deficiente de las instalaciones incluso en la
Ciudad de México. Y en todo el país las deficiencias son crecientes dejando
mucho que desear al esfuerzo por forjar a Morena como una fuerza firme y
cohesionada capaz de acompañar el liderazgo de Amlo. Al contrario, está
dando muestras tremendas de incapacidad ya no sólo política sino
organizativa. 

 

Perspectivas 

 

La batalla de Culiacán como la primera gran crisis del gobierno de Amlo es
ya un hito de la historia mexicana presente. Se da en un contexto complejo
en el cual hay muchos elementos de inestabilidad social, política, económica
que se acumulan nacionalmente en un momento en el que al nivel internacional
(Chile, Hong Kong, Siria, Ecuador, Barcelona incluso en cierta forma Francia
con los chalecos amarillos sólo para nombrar los casos más notables) el
ascenso de la lucha de clases no es ya sólo una potencialidad inserta en las
contradicciones del capitalismo sino una realidad que emerge a la superficie
y que estremece al mundo.

 

La historia de México en los últimos treinta años ha arrinconado a las
alternativas socialistas revolucionarias e independientes a los márgenes de
la política. Los trabajadores han experimentado procesos políticos que los
han llevado a la actual situación de enorme confusión, pero que también han
sido experiencias que dejaron importantes lecciones por lo menos en ciertos
sectores si no de grandes masas, sí de grupos importantes con arraigo e
influencia política. Están las experiencias antipriistas de los años
ochenta, las importantes movilizaciones con motivo del alzamiento
neozapatista y, por supuesto, la lucha contra el PRIAN que a partir del año
2000 los grupos dominantes, asesorados por Washington, pactaron para
intentar imponer un proyecto de democracia burguesa a la  mexicana. Las
elecciones de julio del año pasado arrasaron con ese proyecto de transición
democrática pactada. El régimen experimenta con el gobierno de Amlo una
nueva experiencia, compleja y contradictoria que se desarrollará con altas y
bajas. Los acontecimientos de Culiacán son un signo de estos tiempos
contradictorios.

 

El estilo personal de gobernar de Amlo se proyecta como el del clásico
caudillo que en la tradición mexicana tiene un largo abolengo a raíz de la
instauración del sistema de dominación bonapartista que dominó durante la
mayor parte del siglo XX. La crisis y decadencia del PRI fue mortal para esa
forma de bonapartismo surgido como consecuencia de la revolución mexicana.
Pero el periodo del 2000 al 2018 de “transición democrática” pactada, con su
culminación en el odiado, asesino y corruptísimo gobierno de Peña Nieto,
fueron el jaque mate de la endeble “democracia” mexicana. Estamos
atravesando un híbrido político en el cual los anhelos de la reinstauración
de un bonapartismo con Amlo son evidentes como lo son los obstáculos que
impiden su consolidación. México ya no es el país campesino de hace 80 e
incluso 50 años, la burguesía mexicana es hoy una clase que no existía en
tiempos de Cárdenas, los trabajadores son la abrumadora mayoría de las
grandes ciudades que concentran más del 70 por ciento de la población
nacional y el imperialismo estadounidense quiere un gobierno por completo
subordinado al sur de su frontera. Hay poco margen para un bonapartismo
populista Y si agregamos que la personalidad del mismo Amlo ni de lejos se
compara con los caudillos del auge del régimen posrevolucionario, por más
que quiera reflejarse, con su Cuarta Transformación, en esos anales
heroicos, tenemos que los años próximos anuncian tiempos inestables, llenos
de conflictos. 

 

Serán tiempos en los que, por fin, esa lucha de clases que no sólo asoma la
cabeza, sino que se yergue poderosa en el mundo entero en estos momentos, se
exprese también en México. Ya hay anuncios precursores de lo que viene como
las huelgas de los trabajadores de la fronteriza Matamoros, como la
resistencia caótica pero indoblegable de las secciones de la CNTE y de miles
de maestros en todo el país que se mantienen insurgentes, de los sectores
estudiantiles que permanecen alertas desde siempre, de los familiares y
solidarios que luchan por los desaparecidos y por la libertad de los presos
políticos y de los numerosos grupos de mujeres y hombres activistas que
constituyen el oro molido de los cuadros militantes que serán la diferencia
en los próximos ascensos de las luchas. Son los escenarios posibles que la
voluntad rebelde y la acción revolucionaria estratégica podrán hacer
realidad y transformar a México en el país independiente, democrático
socialista e internacionalista por el que han luchado y luchamos tantas
generaciones de revolucionarios. 

 

* Militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS). Profesor de la
Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), En 1968 integró el
Comité de lucha de Filosofía y Letras al lado de José Revueltas. Fue
fundador del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Autor de
numerosos libros sobre la historia política y social de México.

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