Uruguay/ La derrota sucedió hace rato. Gane o pierda el Frente Amplio [Gabriel Delacoste]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Oct 25 11:40:09 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

25 de octubre 2019

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Uruguay

 

A solas en el cuarto secreto

 

¿Qué podemos elegir? 

 

Gabriel Delacoste *

Brecha, 4-10-2019

https://brecha.com.uy/

 

Habrá que decidir a quién ponemos en el gobierno. A veces nos olvidamos,
pero de eso y de nada más que de eso se tratan las elecciones. Lo único que
ocurre es que metemos esos papeles en las urnas y a la noche se anuncia un
gobierno. El voto no es un acto expresivo, no es una declaración de
adhesión, ni de amistad, ni de simpatía. Es, apenas, la elección de un
gobierno entre los que se proponen.

 

Uno podría preguntarse por qué son esas las opciones y no otras, pero
inmediatamente volvería la pregunta de por qué no construimos esas otras.
También uno podría preguntarse si podemos autogobernarnos de otras maneras,
y es una pregunta importante que tenemos que responder en la práctica. Pero
mientras lo hacemos, habrá un gobierno nacional que saldrá de algunos de los
que se presentan, y, salvo que pensemos que sucedería exactamente lo mismo
sin importar quien gane, nos conviene elegir entre las opciones que tenemos.

 

No pienso, dada la relación de fuerzas interna y lo que ocurrió en esta
tercera administración frenteamplista, que un nuevo gobierno del FA vaya a
significar grandes transformaciones en un sentido democratizador, ecológico
o socialista. Sé que el juego que está planteado es ofrecer concesiones
desesperadas al capital con la expectativa de sostener un crecimiento
económico que permita balancear el salario, las políticas sociales y los
servicios públicos. Pero también sé que cada cosa que se le pueda criticar
al FA desde la izquierda sería mucho peor con un gobierno de derecha. ¿Eso
quiere decir que hay que dejar pasar las cagadas del FA? No, todo lo
contrario. Pero basta ver a Argentina y Brasil para entender que una cosa es
resistir y responder a las concesiones del progresismo al capital y otra muy
distinta es sobrevivir a la ofensiva implacable de la derecha en el
gobierno.

 

En todo caso, no neguemos el devenir del gobierno del FA hacia posiciones
empresistas y tecnocráticas. Entremos de lleno en el problema, pero no para
hacer juicios moralistas que ven en todos lados traidores, cobardes,
corruptos o ignorantes. Si la explicación de un fenómeno es la maldad, es
porque estamos poniendo a nuestro narcisismo, nuestro creernos buenos, en el
lugar de la explicación. Aun si hubiera traiciones, cobardía, corrupción e
ignorancia, tendríamos que preguntarnos qué situaciones, qué procesos o qué
formas de organización las producen, y esa pregunta sería política, como
también sería político su remedio. Si la conclusión que sacamos de todo esto
es que pasó lo que pasó porque algunas personas son malas, es porque no
aprendimos nada, y por lo tanto es probable que todo esto nos vuelva a
pasar.

 

¿Qué nos ayuda a efectivamente entender la situación? Primero que nada,
salir de los eslóganes (ni “dos modelos de país” ni “son todos iguales”) y
meternos en los problemas: en los movimientos del capital transnacional, las
marañas jurídicas nacionales e internacionales que lo protegen, la forma de
organización del Estado, las luchas en los terrenos académicos y
pseoudoacadémicos que producen la hegemonía neoliberal en las tecnocracias,
el avance micropolítico de una cultura neoliberal y de la derecha cristiana,
la incapacidad de la izquierda para tener una fuerza de organización en el
territorio capaz de responder. No se trata de disculpar a quienes tomaron
las decisiones de tercerizar, firmar tratados que nos atan de manos,
inventarles zonas francas a multinacionales o reprimir manifestaciones, sino
de pensar qué tendríamos que hacer para intervenir en esos terrenos y lograr
resultados diferentes.

 

La derrota todavía no sucedió, y bien puede evitarse. Pero también sucedió
hace rato. La crisis del progresismo es un hecho, gane o pierda el FA, y no
sólo en Uruguay. La cuestión es qué viene después (pueden ser nuevas
izquierdas o un nuevo progresismo, más neoliberal aun), cómo se construye,
con quiénes, con qué formas organizativas, con qué ideas.

 

Por eso, más que histeriquear el voto, es mejor que cada uno decida rápido
qué va a hacer con esa cuestión, pero no deje de pensar en las cuestiones de
mediano y largo plazo, que necesitamos enfrentar más allá de lo que anuncien
las consultoras en la noche de los últimos domingos de octubre y noviembre.
Sabemos, por ejemplo, que el capital demanda ajuste del gasto público y del
salario, y que es necesaria alguna estrategia para responder. Sabemos
también que, si gana la derecha, intentará imponer en sus primeros días de
gobierno una ley de urgencia de cientos de artículos que va a implicar un
ataque desde todos los frentes. Y sabemos que los tejidos militantes de la
izquierda no están en su mejor momento.

 

No es lo mismo criticar que intentar desmarcarse por anticipar una derrota,
por no querer participar de ella. Queramos admitirlo o no, todos los que en
algún momento de estos 15 años formamos parte de los logros, las peleas y
las discusiones de la izquierda uruguaya tenemos algo de esa derrota. Si no
la asumimos como propia, no la vamos a poder entender, no vamos a poder
cambiar lo que necesitamos en nuestro pensamiento y nuestras prácticas. Gane
o pierda el FA.

 

Las redes sociales suelen parecerse más a una combinación de catarsis y
propaganda que a la crítica. Tenemos que entender que estamos siendo
alentados a responder a estímulos de determinada manera. Y que el escándalo
de la semana, lo que dijo uno y otro político, no tiene ninguna importancia
para las tareas que tenemos por delante. Es todo ruido. Si pensamos,
ingenuamente, que lo que sucede en las redes tiene algo que ver con la
expresión o la autenticidad, estamos en problemas.

 

Tomemos el caso de las famosas fake news. Los más ingenuos creen que se las
derrota refutándolas (por suerte, porque alguien tiene que hacerlo). Pero el
error es creer que alguien cree en las fake news. Quienes las comparten
saben perfectamente que son falsas, y ningún desmentido va a detenerlos. Los
votantes se piensan a sí mismos no como receptores, sino como agentes de la
propaganda. Millones de “duranbarbas” (1) se intentan manipular entre sí,
siempre pensándose a ellos como genios tácticos, imaginando que hay un otro
a quien propagandear. Estos genios tácticos no se dan cuenta (o se dan
cuenta perfectamente) de que compraron un paquete ideológico, el del
elitismo cínico, vendido por todo un armado mediático-intelectual que va
desde House of Cards hasta los análisis despolitizados de la ciencia
política.

 

Y que, por si es necesario decirlo, es una práctica de derecha. Hay toda una
didáctica política en la forma como se “habla” de política desde los medios
y la propaganda. Todo se analiza desde a qué candidato perjudica o si es
técnicamente correcto, nunca participan fuerzas sociales, intereses o
tradiciones. El abismo entre “los políticos” y “la gente” se repite todo el
tiempo. Su función es ocultar la posibilidad de que las personas comunes
hagan política, y funciona aun cuando se habla mal de “los políticos”. La
serie de TV Ciudad Historias de campaña, por ejemplo, muestra la campaña
como centro de la política y al publicista como su protagonista. Las
multitudes aparecen, pero siempre son narradas por la voz en off del
publicista. El candidato es el producto, trabajado por equipos de I+D y
marketing, y la gente es consumidora, pero, al igual que a los consumidores
de otros productos, se les invita a fidelizarse, a dar likes, a contarles a
sus amigos.

 

Para pensar en qué hacer políticamente en una situación así, tenemos que
dejar de pensarnos como receptores y reproductores de propaganda que eligen
un candidato y se alegran si gana. Hay muchas cosas para hacer que están a
la mano de cualquiera: participar de (o crear) espacios de discusión y
acción, recortar pedazos de la realidad que nos son relevantes y en los que
nos es posible intervenir, tener una idea de cuáles son los campos de
disputa a nuestro alrededor (y siempre los hay, en cada facultad hay una
derecha académica, en cada barrio hay un Pare de Sufrir (2) comiendo oreja,
en cada muro hay un pequeño escuadrón de disciplinados cínicos, derechistas
y provocadores) y pensar qué nos gustaría transformar de nuestras vidas y
las de los mundos en los que nos movemos, grandes o chicos. Y aunque quizás
no sea lo más importante, también votar a quien pensemos que nos apoyaría
más o nos heriría menos en estas tareas. 

 

* Gabriel Delacoste, sociólogo, integra el colectivo “Entre”, y la revista
Hemisferio Izquierdo (https://www.hemisferioizquierdo.uy)
<https://www.hemisferioizquierdo.uy/>  espacios de análisis y debates, muy
críticos de la subordinación de la izquierda y de los gobiernos del Frente
Amplio, al régimen neoliberal. (Redacción Correspondencia de Prensa)

 

Notas  

 

1) Alude a los adeptos del ecuatoriano Jaime Rolando Durán Barba, gurú de la
consultoría y el marketing político. Desde el 2005, es el principal
“estratega comunicacional” de Mauricio Macri. 

2) Se refiere a una rama evangélica con implantación social en barrios de la
periferia urbana, y fuerte influencia en sectores del Partido Nacional.
(Redacción Correspondencia de Prensa)

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