Italia/ Bérgamo, la masacre que la patronal no quiso evitar [Alba Sidera]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Abr 11 01:39:16 UYT 2020


  _____

Correspondencia de Prensa

10 de abril 2020

https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

germain5 en chasque.net <mailto:germain5 en chasque.net>

  _____



Italia



Bérgamo, la masacre que la patronal no quiso evitar



El área de Italia más devastada por la Covid-19 es un gran polo industrial.
No se declaró nunca zona roja debido a las presiones de los empresarios. El
coste en vidas humanas ha sido catastrófico



Alba Sidera, en Roma

CTXT,10-4-2020

https://ctxt.es/es/



Hay imágenes que marcan una época, que quedan grabadas en el imaginario
colectivo de un país. La que no podrán olvidar en años los italianos es la
que fotografiaron los vecinos de Bérgamo desde sus ventanas la noche del 18
de marzo. Setenta camiones militares cruzaron la ciudad en medio de un
silencio sepulcral, uno detrás de otro, en una marcha lenta en señal de
respeto: transportaban cadáveres. Los llevaban a otras ciudades fuera de
Lombardía porque el cementerio, el tanatorio, la iglesia convertida en
tanatorio de emergencia y el crematorio en funcionamiento 24 horas al día ya
no daban abasto. La imagen plasmaba la magnitud de la tragedia en curso en
el área de Italia más afectada por el coronavirus. Al día siguiente, el país
amaneció con la noticia de que era el primero en el mundo en muertes
oficiales por Covid-19, la mayoría en la Lombardía. Pero, ¿por qué la
situación es tan dramática precisamente en Bérgamo? ¿Qué es lo que ha pasado
en esa zona para que en marzo de 2020 haya habido un 400% más de muertos que
el mismo mes del año anterior?



El 23 de febrero los positivos en coronavirus en la provincia de Bérgamo
eran 2. En una semana, llegaban ya a 220; casi todos en Val Seriana. En
Codogno, población lombarda donde el 21 de febrero se detectó el primer caso
oficial de coronavirus, bastaron 50 casos diagnosticados para cerrar la
ciudad y declararla zona roja. ¿Por qué no se hizo lo mismo en Val Seriana?
Porque en este valle del río Serio se concentra uno de los polos
industriales más importantes de Italia, y la patronal industrial presionó a
todas las instituciones para evitar cerrar sus fábricas y perder dinero. Y
así, por increíble que parezca, la zona con más muertos por coronavirus por
habitante de Italia –y de Europa– nunca ha sido declarada zona roja, a pesar
del estupor de los alcaldes que lo reclamaban, y de los ciudadanos, que
ahora exigen responsabilidades. Los médicos de cabecera de la Val Seriana
son los primeros en hablar claro: si se hubiera declarado zona roja, como
aconsejaban todos los expertos, se habrían salvado centenares de personas,
aseguran, impotentes.



La historia es aún más turbia: quienes tienen intereses en mantener las
fábricas abiertas son, en algunos casos, los mismos que tienen intereses en
las clínicas privadas. La Lombardía es la región italiana que más representa
el modelo de mercantilización de la sanidad y ha sido víctima de un sistema
corrupto a gran escala liderado por el que fue su gobernador durante 18 años
(del 1995 al 2013), Roberto Formigoni, miembro destacado de Comunión y
Liberación (CyL). Era del partido de Berlusconi, quien le definía como
“gobernador vitalicio de la Lombardía”, pero contó siempre con el apoyo de
la Liga, que gobierna la región desde que Formigoni se fue, acusado –y luego
condenado– por corrupción en la sanidad. Su sucesor, Roberto Maroni, inició
en 2017 una reforma de la sanidad que recortó aún más las inversiones en la
pública y que prácticamente ha abolido la figura del médico de familia,
sustituyéndolo por la del “gestor”. “Es verdad, en los próximos 5 años
desaparecerán 45.000 médicos de cabecera, pero ¿quién va todavía al médico
de cabecera?”, dijo impertérrito en agosto del año pasado el político de la
Liga Giancarlo Giorgetti, entonces vicesecretario de Estado del Gobierno
Conte-Salvini.



La epidemia en la zona de Bérgamo, la llamada Bergamasca, se inició
oficialmente la tarde del domingo 23 de febrero, aunque los médicos de
cabecera –en primera línea de la denuncia de la situación– aseguran que ya
desde finales de diciembre atendían muchísimos casos de pulmonías anómalas
en personas incluso de 40 años. En el hospital Pesenti Fenaroli, de Alzano
Lombardo, un municipio de 13.670 habitantes a pocos kilómetros de Bérgamo,
ese 23 de febrero llegaron los resultados de los tests de coronavirus de dos
pacientes ingresados: eran positivos. Dado que ambos habían estado en
contacto con otros pacientes y con médicos y enfermeros, la dirección del
hospital decidió cerrar las puertas. Pero, sin ninguna explicación, las
reabrieron pocas horas después, sin desinfectar las instalaciones ni aislar
a los pacientes con Covid-19. Es más: el personal médico estuvo una semana
trabajando sin protección; un buen número de sanitarios del hospital se
contagió y extendió el virus entre la población. Los contagios se
multiplicaron por todo el valle. El hospital resultó ser el primer gran foco
de infección: pacientes que ingresaban por un simple problema de cadera
acababan muriendo por haberse contagiado de coronavirus.



Los alcaldes de los dos municipios más golpeados de la Val Seriana, Nembro y
Alzano Lombardo, esperaban cada día a las siete de la tarde que les llegara
la orden de cerrar la población, que era lo que habían acordado. Todo estaba
listo: las ordenanzas redactadas, el ejército movilizado; el jefe de la
policía les había comunicado los turnos que se harían en las guardias y las
tiendas estaban montadas. Pero la orden no llegó nunca, y nadie supo
explicarles por qué. En cambio, sí llegaron continuas llamadas de los
empresarios y dueños de las fábricas de la zona, preocupadísimos por evitar
a toda costa el cierre de sus actividades. No se escondían.



Sin ningún pudor, el 28 de febrero, en plena emergencia por Coronavirus –en
5 días se habían alcanzado los 110 infectados oficiales en la zona, ya fuera
de control–, la patronal industrial italiana, Confindustria, inició una
campaña en redes con el hashtag #YesWeWork. “Tenemos que bajar el tono,
hacer entender a la opinión pública que la situación se está normalizando,
que la gente puede volver a vivir como antes”, dijo el presidente de
Confindustria Lombardía, Marco Bonometti, en los medios.



El mismo día, Confindustria Bergamo lanzó su propia campaña dirigida a los
inversores extranjeros para convencerles de que allí no sucedía nada y de
que ni de broma iban a cerrar. El eslogan era inequívoco: “Bergamo non si
ferma / Bergamo is running” (Bérgamo no se detiene).



El mensaje del vídeo promocional para los socios internacionales era un
despropósito: “Se han diagnosticado casos de Coronavirus en Italia, pero
como en muchos otros países”, minimizaban. Y mentían: “El riesgo de
infección es bajo”. Echaban la culpa a los medios por un injustificado
alarmismo, y mientras mostraban a obreros trabajando en sus fábricas
presumían de que todas las fábricas continuarían “abiertas y a pleno
rendimiento, como siempre”.



Tan solo cinco días después estalló el enorme brote de contagios y muertes
que acabó siendo el más importante de Italia y de Europa. Pero ni así
retiraron la campaña, ni mucho menos se plantearon cerrar las fábricas.
Confindustria Bergamo agrupa a 1.200 empresas que emplean a más de 80.000
trabajadores. Todos fueron expuestos al virus, obligados a ir a trabajar, en
buena parte sin medidas adecuadas –hacinados, sin distancia de seguridad ni
material de protección–, poniéndose en peligro a ellos mismos y a todo su
entorno.



El alcalde de Bérgamo, Giorgio Gori, del Partido Democrático, también se
había unido al clamor de no cerrar la ciudad y el 1 de marzo invitaba a la
gente a llenar los negocios del centro con el eslogan “Bérgamo no se
detiene”. Más adelante, frente a la evidencia de la catástrofe, se
arrepintió y reconoció que había tomado medidas demasiado blandas para no
entorpecer la actividad económica de las potentes empresas de la zona.



El 8 de marzo los contagios oficiales en la Bergamasca habían pasado, en una
semana, de 220 a 997. Por la tarde se filtró que el Gobierno quería aislar
la Lombardía. Después de horas de caos en que muchos abandonaron Milán en
estampida, Giuseppe Conte apareció, ya de madrugada, en una confusa rueda de
prensa a través de Facebook para anunciar el decreto. No era lo que
esperaban los alcaldes de las poblaciones de la Val Seriana: nada de zona
roja, sino naranja. Es decir, se restringían las entradas y salidas de los
municipios, pero todo el mundo podía seguir yendo al trabajo.



Al cabo de dos días, el confinamiento se extendió a toda Italia por igual. Y
nada cambió en la zona de la Bergamasca, donde los contagios crecían y
crecían al mismo ritmo imparable de sus fábricas funcionando a toda máquina.
“Cuando todos en la zona, sobre todo en Nembro y Alzano Lombardo, daban por
descontado que se iba a declarar la zona roja, algunas empresas importantes
de la zona hicieron presión para retrasarla lo más posible”, cuenta Andrea
Agazzi, secretario general del sindicato FIOM Bérgamo, en el programa
Report, de la RAI. Y añade: “Confindustria jugó sus cartas y el gobierno
eligió de qué parte iba a estar”.



Los contagios y las muertes aumentaron imparables, especialmente en las
zonas industriales de la Lombardía situadas entre Bérgamo y Brescia. Un mes
exacto después del primer caso oficial de coronavirus en Italia, el sábado
21 de marzo, se llegó al triste récord de casi 800 muertos diarios. Los
gobernadores de la Lombardía y el Piamonte –otro gran polo industrial–
declararon que la situación era insostenible y que era necesario detener la
actividad productiva. Conte, que hasta entonces se había mostrado contrario
a la medida, apareció por la noche abrumado para decir que sí, que ahora sí,
se cerrarían “todas las actividades económicas productivas no esenciales”.



Confindustria se activó de inmediato e inició una ofensiva de presión al
Gobierno. “No se pueden cerrar todas las actividades no esenciales”, decían
en una carta al premier detallando sus exigencias. Los industriales lograron
que el decreto tardara 24 horas en ser aprobado y que Conte aceptara sus
condiciones. En efecto, el Gobierno había elegido de qué parte estar, y no
era la de los trabajadores.



Los sindicatos, en bloque, se pusieron en pie de guerra y amenazaron con una
huelga general si no se cumplía el cierre real de las actividades
productivas no esenciales. Confindustria había conseguido que se añadieran a
la lista de actividades que podían seguir funcionando muchas que no eran de
primera necesidad, como las de la industria de armas y municiones. Además,
incluyeron una especie de cláusula que permitía, en la práctica, que
cualquier empresa que declarase que era “funcional” para una actividad
económica esencial pudiese permanecer abierta. Esto hizo que solo en un día,
en Brescia, la otra provincia lombarda golpeada por el coronavirus, más de
600 empresas que no estaban en la lista de las esenciales iniciasen los
trámites para poder continuar en funcionamiento.



”No entiendo los motivos por los que los sindicatos querrían hacer huelga.
El decreto ya es muy restrictivo: ¿qué más se tendría que hacer?”, dijo,
poco empático, el presidente de Confindustria, Vincenzo Boccia. Y añadió:
“Ya perderemos 100.000 millones de euros al mes; no detener la economía
conviene a todo el país”. Annamaria Furlan, secretaria general del sindicato
CISL, trató de explicárselo: “Hace 40 años que soy sindicalista y no he
pedido nunca el cierre de ninguna fábrica, pero es que ahora está en riesgo
la vida de las personas”.



Los trabajadores de las fábricas iniciaron protestas y paros mientras los
sindicatos negociaban con el Gobierno, que al final recapacitó. Se
eliminaron algunas actividades de la lista de las más de ochenta
consideradas esenciales, como la industria armamentística o los call-centers
que venden por teléfono ofertas no requeridas, y se restringieron las
industrias petroquímicas. También se acordó que no era suficiente la
autocertificación de una empresa para pasar a ser considerada funcional para
una esencial, y el compromiso de tutelar el derecho a la salud de los
trabajadores que continuasen en las fábricas. Con todo, quedaron puntos
ambiguos en el decreto y hay una zona gris que permite a muchas fábricas
continuar abiertas. Del mismo modo, muchos obreros continúan trabajando sin
la debida distancia de seguridad ni el material adecuado.



Las fábricas de la Bergamasca continuaron prácticamente todas abiertas hasta
el 23 de marzo, cuando los contagios oficiales en la zona ya eran casi
6.500. Una semana después, el 30 de marzo, a pesar del decreto de cierre de
“todas las actividades productivas no esenciales”, había 1.800 fábricas
abiertas y 8.670 infectados oficiales en la zona.



Pongamos nombre a las fábricas que no quisieron cerrar. Una de las empresas
de la zona es Tenaris, líder mundial en la fabricación de tubos y servicios
para la exploración y producción de petróleo y gas, con una facturación de
7.300 millones de dólares y sede legal en Luxemburgo. Emplea a 1.700
trabajadores en su fábrica de la Bergamasca y pertenece a la familia Rocca,
con Gianfelice Rocca, el octavo hombre más rico de Italia, de propietario.
En la provincia de Bérgamo, como en toda la Lombardía, la sanidad privada es
muy potente. En la Bergamasca, en concreto, la mitad de los servicios
sanitarios pasan por la privada. Las dos clínicas privadas más importantes
de la zona, que facturan más de 15 millones de euros anuales cada una,
pertenecen al grupo San Donato –cuyo presidente es nada menos que el
ex-viceprimer ministro italiano Angelino Alfano, exdelfín de Berlusconi– y
al grupo Humanitas. El presidente de Humanitas es Gianfelice Rocca, también
propietario de Tenaris, la industria que no ha querido mandar sus
trabajadores a casa. La sanidad privada bergamasca no se activó por la
emergencia Coronavirus hasta el 8 de marzo, cuando, por decreto, se tuvieron
que posponer todos los servicios no urgentes. Solo entonces empezaron a
hacer sitio para los pacientes con Covid-19.



Brembo es otra gran empresa con fábricas en la Bergamasca. Pertenece a la
potente familia Bombassei, también metida en política: Alberto, el hijo del
fundador, fue diputado por Scelta Civica, el partido de Mario Monti. Tiene
3.000 trabajadores en sus fábricas de la zona de Bérgamo, donde producen
frenos para coches. Factura 2.600 millones de euros. No quisieron cerrar.



La Val Seriana fue industrializada en gran parte por empresas suizas hace
más de 100 años, por lo que la presencia de fábricas ligadas a Suiza es aún
importante. Otra gran empresa que tiene más de 6.000 trabajadores en Italia,
más de 850 en la Bergamasca, es ABB, con capital suizo y sueco. Líder en
robótica, factura 2.000 millones de euros. El 30 de marzo seguía abierta con
total normalidad.



Persico, empresa italiana que produce componentes de automoción, con 400
trabajadores y 159 millones de facturación, tiene sede en Nembro, el
municipio con más muertes por Covid-19 por habitante de Italia. Pierino
Persico, el propietario, fue uno de los que más se opuso a que se declarase
la zona roja.



En Nembro, en marzo de 2019 murieron 14 personas. El mismo mes de este año
han sido 123 (un aumento del 750%). Y aun así, los infectados oficiales son
solo 200. En Alzano Lombardo, en marzo del 2019 murieron 9 personas; este
marzo, 101. En la ciudad de Bérgamo (de 120.000 habitantes) los muertos este
marzo han sido 553, mientras que en marzo del 2019 fueron 125. Los datos de
infectados no son fiables porque no se hacen tests, y desde la Protección
Civil italiana –que ofrece los recuentos– se advierte que los números
deberían multiplicarse al menos por diez. Según un estudio publicado por el
Giornale di Brescia, en esta provincia lombarda la cifra de infectados sería
20 veces mayor que la oficial, un 15% de la población. Y lo mismo con los
muertos. Según este estudio, serían el doble de los oficiales, es decir
3.000 solo en la provincia de Brescia. La falta de tests –a los vivos y a
los muertos– hace imposible efectuar un recuento fiable. Lo que sí se sabe
es que Italia es el país del mundo con más fallecidos por Covid-19,
alrededor de 18.000, y la mayoría son de la zona del norte industrial.



Ahora, frente a los miles de cadáveres y a una población que empieza a
convertir su dolor en rabia, todos se sacuden las culpas. El gobernador de
la Lombardía, el leghista Attilio Fontana, culpa al gobierno central y
asegura que no fue más estricto porque no le dejaron. En realidad, si
hubiera querido habría podido serlo, como lo fueron los gobernadores de
Emilia Romaña, Lacio y Campania, que decretaron zonas rojas en sus regiones.
La verdad es que ninguna autoridad ha estado a la altura, excepto los
alcaldes de las poblaciones pequeñas, que son los únicos que han reconocido
–y denunciado públicamente– las presiones de los industriales, que les
asediaban a llamadas para intentar de todas todas evitar o posponer el
cierre de las fábricas. Desde una Bérgamo herida y aún en shock, los
ciudadanos empiezan a organizarse para pedir que se esclarezcan los hechos y
que alguien asuma, al menos, la responsabilidad de haber permitido que los
intereses económicos primasen sobre la salud –es decir, la vida– de los
trabajadores de la Bergamasca. Muchos de ellos, por cierto, precarios.

  _____





--
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20200411/4ea4464e/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa