Chile/ Covid-19 y lucha de clases. Entre la revuelta de octubre y los riesgos de una recuperación neoliberal [Franck Gaudichaud/Alex G]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Abr 25 00:09:54 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

25 de abril 2020

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Chile 

 

Entre la revuelta de octubre y los riesgos de una recuperación neoliberal

 

Franck Gaudichaud/Alex G.*

NPA, 16-4-2020

https://npa2009.org/

Traducción de Viento Sur

https://www.vientosur.info/

 

Chile vivía desde octubre en una gran revuelta social y popular, con
manifestaciones masivas contra el régimen político, el neoliberalismo y
contra las fuertes desigualdades en las que está inmerso el país. Ese
proceso de rebelión consiguió lo que se podía interpretar como una concesión
del gobierno del multimillonario Sebastián Piñera, al mismo tiempo que como
un intento de recuperar el poder político: la convocatoria de un referéndum
el 26 abril para decidir si se cambiaba o no la Constitución, heredada, no
hay que olvidarlo, de la dictadura de Pinochet. Con la propagación de la
pandemia el referéndum ha sido pospuesto hasta el mes de octubre. Y como en
el resto del mundo, las medidas de confinamiento y los riesgos de contagio
han paralizado las manifestaciones y protestas que se venían desarrollando.

 

Epidemia y lucha de clases

 

El Covid-19 llegó a Santiago a través de las personas más ricas provenientes
de distintos países de Europa, China o de viajes en crucero.
Proporcionalmente, Chile es el país más afectado por la epidemia de toda
América Latina; sin embargo, su tasa de mortalidad es inferior a la de
Ecuador. Es de dominio público el no respeto del confinamiento por parte,
sobre todo, de las familias acomodadas que viajan entre sus residencias
principales y secundarias. Esto ha llevado incluso a la organización de
protestas y de la acción directa a través de barricadas: los habitantes de
los pueblos balnearios buscan de ese modo impedir la llega de los miembros
de la burguesía capitalina a sus zonas veraniegas. Durante el fin de semana
de Pascua, algunos miembros de la gran patronal, para evitar los controles
policiales, han llevado hasta el absurdo el escapar del confinamiento,
¡viajando en helicóptero a sus mansiones veraniegas de la costa!

 

Las numerosas asamblea locales que se pusieron en pie tras la revuelta que
estalló en octubre han permitido cuando menos cierto nivel de respuesta
popular para hacer frente a la crisis sanitario y dar continuidad a la lucha
contra Piñera y su mundo. Estos espacios autoorganizados desempeñaron un
papel fundamental durante la revuelta: garantizar el abastecimiento mientras
los comercios permanecían cerrados, garantizar la seguridad y la vigilancia
frente a la violación de los derechos humanos por parte de la policía y la
organización de las protestas. Con el paso del tiempo, estas asambleas se
convirtieron en espacios deliberativos y de debate político por abajo. Para
Karina Nohales, de la Coordinadora feminista del 8 de marzo, "con la
pandemia, las asambleas de barrio han permitido elaborar sin demora las
listas de personas mayores, de quienes se encuentran en situación de penuria
económica y de gente aislada y en situación de vulnerabilidad para organizar
la ayuda a las mismas. Sin embargo tampoco hay que pensar que en este
momento estas redes sociales barriales van a permitir una organización
paralela al Estado con un impacto social importante".

 

"El miedo que había desaparecido está de vuelta con la epidemia"

 

Para el gobierno la crisis sanitaria ha sido una buena oportunidad para
recuperar relativamente la iniciativa política y de comenzar a gobernar tras
meses de parálisis y protestas. Es lo que, de forma simbólica, testimonia la
imagen de Sebastián Piñera paseándose y haciéndose fotos en la Plaza de la
dignidad, epicentro de las manifestaciones y de los enfrentamientos con la
policía desde octubre. Como recuerda Karina Nohales, "Durante los meses de
la revuelta, todo lo que decía el gobierno alimentaba la revuelta y
aumentaba la rabía de la gente movilizada. Ahora mismo, frente a la
pandemia, el país está más o menos obligado a obedecer los dictados del
gobierno. Esto no significa que las decisiones gubernamentales sean asumidas
acríticamente, pero no tenemos la posibilidad de manifestarnos. Aunque, por
su parte, el gobierno no las tiene todas consigo. Una expresión de ello es
la agudización de las medidas represivas y el reforzamiento del estado de
excepción que ya estaba en marcha desde octubre. Piñera sabe que solo puede
gobernar gracias a la excepcionalidad del momento". En efecto, la pandemia
emerge como un momento de ruptura con la normalidad en el seno de una
situación ya excepcional. Según las distintas encuestas de opinión, el
índice de aprobación del presidente del gobierno se sitúa por debajo del 8%,
es decir, el nivel más bajo desde el fin de la dictadura en 1990. Hay que
señalar que la gestión de la pandemia esta siendo catástrófica, con
erráticas medidas de confinamiento que varían de una ciudad a otra, de un
barrio a otro y de una calle a otra; y que, sobre todo, están dictadas por
el imperativo de mantener la actividad económica bajo la presión de la
patronal local. Mañana y tarde, el metro de Santiago está abarrotado de
trabajadores y trabajadoras pobres y precarios, y las calles llenas de
trabajadores y trabajadoras del sector informal que no tienen otra opción
que ir a trabajar para ganar unos pocos pesos.

 

La ministra de la Salud ha multiplicado las declaraciones optimistas a pesar
de que la pandemia no ha hecho mas que comenzar y que el sistema sanitario
público no tiene capacidad para absorber una afluencia masiva de enfermos
por el Covid-19. Más en general, la red sanitaria está extremadamente
segmentada y abandonada a la lógica del mercado y de las aseguradoras
privadas, mientas que las clases populares deben contentarse con hospitales
abarrotados y mal equipados. "Es por eso que el miedo que había desaparecido
está de vuelta con la epidemia", como indica Karina Nohales. "Por tanto,
nuestro desafío político es vincular las protestas acumuladas a lo largo de
estos últimos meses y la forma como la pandemia pone al descubierto, de
forma brutal, todos los elementos de la crisis. Pero no es fácil lograr esa
politización de masas".

 

Los trabajadores y trabajadoras pagan la crisis

 

La combinación de la crisis sanitaria y crisis económica conduce a la
mayoría de la población chilena a una situación catastrófica. La
Administración de los fondos de pensiones (AFP) que gestionan las pensiones,
todas ellas privatizadas desde los años 1980 –si excepturamos ¡la de los
militares!- ya han perdido el 20% de sus fondos. Y esto no ha hecho más que
empezar. En 2008, durante todo el período de la crisis económica, las
pérdidas llegaron al 40%. Las medidas económicas anunciadas por el gobierno
se refieren a tres elementos definidos en función de las exigencias de la
gran patronal (los Luksic, Matte, Angelini y otros que controlan la
economía):

 

•Ayudas a las empresas, facilitándoles créditos a un tipo de interés bajo;

 

•Ayudas al sector informal, y a las y los autónomos, si bien con cantidades
ridículamente bajas y sólo para un sector reducido de los mismos.

 

•Para la gente asalariada, se ofrece la posibilidad de suspender el contrato
de trabajo, pero ¡sin derecho al salario! La única obligación de las y los
empleadores es de cotizar a las AFP, al Fondo Nacional de Salud y al seguro
de desempleo, pero al 50%. Así pues, es la gente asalariada quien paga la
crisis, porque su única fuente de ingresos es el seguro de desempleo,
financiado por los propios trabajadores y trabajadoras. Todo ello, teniendo
en cuenta que el importe que van a recibir no se corresponde de lo que han
cotizado, como es lógico en el sistema de capitalización e individualización
que existe en Chile. Más de 23.000 empresas se han acogido a esta medida que
afecta a 350.000 personas; la mayoría de ellas no cobrará más que la mitad
del salario mínimo.

 

Esta suspensión del contrato de trabajo ya se aplica en las cadenas de
comida rápida (Stark Bucks, Burger King). También se han dado despidos
masivos en el sector hotelero, de la restauración y del comercio. Cuando se
activó el confinamiento en los barrios ricos de Santiago, hubo una ola de
despidos masivos en el sector de la construcción debido a que se pararon
todas las obras.

 

Los sindicatos no están a la altura

 

La respuesta sindical no ha estado a la altura de la situación. Su
intervención ha estado centrada fundamentalmente en intentar conservar los
puestos de trabajo sin plantear el derecho a abandonar el trabajo [mientras
no se cumplan las condiciones sanitarias necesarias] y sin plantearse cómo
garantizar un confinamiento digno y seguro para millones de personas. Muchos
sindicatos han continuado apalancados en la lógica de que el confinamiento
podría poner en riesgo el empleo. Sin embargo otras organizaciones
sindicales han impulsado demandas judiciales para proteger los derechos
fundamentales y la salud de sus afiliados y afiliadas. Los tribunales
laborales han dictado resoluciones por las que autorizan a los trabajadores
y trabajadoras a no acudir al puesto de trabajo, sin perder su salario, si
las condiciones de higiene y seguridad no estaban garantizadas. Pero, a
pesar de ello, aún muchos sindicatos no se acogen a ellas.

 

La Coordinadora feminista del 8 de marzo, en relación con otras
organizaciones feministas, lanzó una campaña para responder a la violencia
machista y de género en el período de confinamiento. Este espacio feminista
unitario, que reunió a millones de personas el 8 de marzo último, también
impulsó la huelga en defensa de la vida; es decir, una huelga para exigir la
puesta en pié de un plan de urgencia social y sanitaria para hacer frente a
la pandemia y a sus consecuencias.

 

Semanas que definen el futuro

 

Sin duda, tanto en Chile como en Francia, el fin del confinamiento estará
marcado por la vuelta de las manifestaciones, de las huelgas y de las
movilizaciones sociales. Las clases dominantes chilenas tratan de aprovechar
bien la pandemia para hacer avanzar su propia agenda y organizar la
recuperación de la iniciativa que les permita canalizar y neutralizar la
crisis política actual, al mismo tiempo que continúan con la represión. Y
todas las ocasiones serán buenas para ello. Un ejemplo de ello es la lucha
de numerosas familias y militantes para exigir la liberación de cientos de
presos y presas políticas de la revuelta de octubre , dado que las prisiones
constituyen un riesgo añadido para el contagio. Finalmente, una parte de las
personas detenidas en el país, consideradas como no peligrosas, pasarán a
una situación de detención domiciliaria debido a la urgencia sanitaria, sin
que se haya dado una respuesta concreta a quienes están en prisión por haber
participado en la movilización social. Aprovechando esta coyuntura, varios
parlamentarios de la derecha exigieron al poder la necesidad de liberar
también a los responsables de la sistemática violación de los derechos
humanos de la dictadura que se encuentran en prisiones de lujo. Frente a la
indignación social creada y a pesar del apoyo a esta medida por parte de
jueces pinochetistas, el gobierno tuvo que dar marcha atrás.

 

Así pues, las próximas semanas serán, sin duda, determinantes (tanto desde
el punto de vista de la salud pública y sanitaria del país, como de la
capacidad del movimiento popular para continuar a impulsar las
reivindicaciones emanadas de la revuelta de octubre), para hacer recular a
la derecha y a la extrema derecha nostálgica de la dictadura, al mismo
tiempo que se exige un plan de urgencia para hacer frente a la Covid-19.

 

El otro desafío se sitúa en la capacidad para aprovechar este tiempo de
transición, aún inestable, para comenzar a tejer formas de organización
política por abajo que puedan ofrecer una perspectiva clara, democrática y
radical a la fuerza de las luchas que se vienen expresando en las calles
desde hace meses con un régimen político en plena descomposición y contra el
modelo neoliberal. 

 

* Franck Gaudichaud, profesor de historia y civilización de América Latina
en la Univesidad de Toulouse, del comité editorial de ContreTemps y
militante del NPA. Alex G. Militante del NPA en Toulouse.

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