México/ Morir por el covid o morir de hambre. Los trabajadores ante la desprotección estatal [Eliana Gilet]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Abr 30 13:44:28 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

30 de abril 2020

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México

 

Los trabajadores ante la desprotección estatal

 

Morir por el covid o morir de hambre 

 

Con reducciones salariales del 50 y el 75 por ciento habilitadas por el
gobierno de López Obrador para frenar el desempleo, la clase obrera paga el
costo de la pandemia. En las maquilas, donde las firmas multinacionales
explotan a sus empleados en labores no esenciales, aumentan los contagios. 

 

Eliana Gilet, desde Ciudad de México 

Brecha, 24-4-2020

https://brecha.com.uy/

 

Trescientas cincuenta mil personas perdieron su trabajo en México entre el
13 de marzo y el 6 de abril. La posibilidad de “negociar” la rebaja de hasta
el 50 por ciento del sueldo y el recorte de otros derechos adquiridos
–abierta por la Secretaría de Trabajo Federal para contener esta caída del
empleo– no consideró la nula representatividad de los sindicatos que
negociaron las reducciones, ni cómo la decisión afectaría a los trabajadores
de las empresas chicas, quienes han tenido que aceptar (y hasta agradecer)
que les bajen el sueldo y no los corran a la calle.

 

La respuesta a los brotes de covid-19 en los lugares de trabajo ha sido
dispar. Mientras el personal de salud –que representa el 15 por ciento del
total de los contagiados confirmados del país– logró a fuerza de protestas
que se le pagara el 100 por ciento de su sueldo en caso de contraer el
virus, a muchos trabajadores de la maquila apenas les pagan el 25 por ciento
del salario al dejar de trabajar. Esto, a pesar de que el parate parcial fue
obligado por la muerte por covid-19 de varios trabajadores de estas empresas
multinacionales, ubicadas en los norteños estados de Baja California y
Chihuahua.

 

La ausencia de una política que apuntale a 25 millones de trabajadores
formales para que negocien condiciones dignas con sus patrones y que
prevenga que otros 31 millones de informales salgan diariamente en busca del
dinero mínimo para comer ha hecho de esta pandemia una enfermedad laboral,
una enfermedad que se contrae por no poder parar de trabajar. O como se dice
popularmente en México: por tener que elegir entre morir de hambre o morir
de covid.

 

Sindicato de uno 

 

Sandra tiene 28 años, dos hijos y ofrece su testimonio a Brecha mientras
recorre en transporte público los 30 quilómetros que separan su trabajo de
su casa. “Me da miedo a veces subirme a las combis vacías [utilizadas por
buena parte del transporte local en la capital y el conurbano] porque
piensas que en cualquier momento se pueden desviar y tú ya no saber nada;
eso también es parte de los peligros de salir”, contó mientras hacíamos el
trayecto, cuando hablar es una compañía.

 

“Yo estoy en un punto bizarro, porque a mí la preocupación económica me
llegó antes, cuando cerraron las fronteras en China”, explicó luego. Como
miles de mexicanos, Sandra trabaja para una empresa extranjera, dedicada en
este caso a la importación desde el gigante asiático y con negocios también
en Rusia y Chile. Su tarea es la de gestionar la logística: el movimiento de
los contenedores entre los puertos, el traslado desde el puerto mexicano a
la bodega y la organización de su descarga allí.

 

Todo eso implica coordinación entre sectores, pagar los impuestos en ambos
puertos y un montón de tareas en las que maneja dinero y que, por lo tanto,
conllevan mucha responsabilidad. “Tengo un sueldo fijo que no coincide con
lo que gano en realidad. Me tienen dada de alta [ante el Estado mexicano]
como vendedora, por un salario mínimo, y además me pagan una comisión por
contenedor de entre 400 y 600 pesos [entre 17 y 25 dólares]. Obviamente,
cuando China cerró fronteras y yo no tuve contenedores, me quedé sin ese
extra, que tampoco puedo reclamar porque es un acuerdo implícito entre
nosotros. No hay nada que pruebe que ellos me pagan por fuera. Entonces los
patrones me ofrecieron un préstamo, que fue leve en comparación con mis
compañeras. Endeudarse es el problema de la gente ahorita, volvemos a estar
como en las antiguas tiendas de raya, trabajando para pagar la deuda.”

 

Así vive Sandra ahora, con el dinero justo para pagar pasajes y comida,
porque tuvo que reforzar el gasto de la casa cuando el padre de sus hijos
quedó sin trabajo. “A mis compañeras les ofrecieron trabajar desde casa,
yendo a la oficina 15 días al mes y pagándoles la mitad, pero yo no acepté.
Les dije que si me descansan, renuncio. No estuve hablando sólo por mí, pero
mis compañeras me dijeron que siempre voy por la contraria y prefirieron
quedarse con menos por temor a perderlo todo”, analizó ya casi llegando a su
destino. “Quiero que se respete lo mínimo que están obligados a cumplir,
porque la empresa nos puede pagar el sueldo completo y declararlo sin
problemas. Ya ni siquiera nos vamos a jubilar ni a obtener el crédito para
una casa, porque ellos son libres de recontratarte cada tres meses, a
prueba. Ese es el régimen legal que le tocó a mi generación: eres un
empleado informal todo el tiempo.”

 

Sindicato charro 

 

Es otra forma coloquial de llamar “amarillo” a lo que oficialmente se
denomina “sindicato de protección patronal”: “Un sindicato que no representa
a los obreros, sino que simula una negociación colectiva y hace acuerdos a
modo del interés patronal”. La definición es de la politóloga de la
Universidad Nacional Autónoma de México Andrea E García, quien dedicó buena
parte del mes de diciembre de 2019 a investigar las condiciones de trabajo
precario en la zona maquilera en los estados de Chihuahua (norte) e Hidalgo
(centro), particularmente en la fábrica Lear Río Bravo de Ciudad Juárez,
donde 14 trabajadores han fallecido tras contagiarse de covid-19. Las
reporteras de Chihuahua Gabriela Minjares e Itzel Ramírez publicaron una
investigación (“De Europa a Juárez: el virus que desató contagios dentro de
una maquiladora”, en Verdad Juárez, 23-IV-20) en la que vinculan el brote en
esa maquila con la visita de un grupo de empresarios europeos en plena
pandemia.

 

Lear es una de las compañías multinacionales más grandes del sector
automotriz, dedicada a la confección del sistema eléctrico y las vestiduras
de automóviles para abastecer al mercado estadounidense, sobre todo a
General Motors. Concentra en México la mayor parte de sus actividades, donde
emplea a 52 mil trabajadores en 25 centros distintos. “Es una compañía
enorme que estaría en condiciones de permitir a sus trabajadores ir al
resguardo domiciliario pagando el 100 por ciento de los salarios”, afirmó
García a Brecha.

 

Este tipo de industria es una pieza clave del proceso de globalización
capitalista. En México la magnitud de ese proceso es tal que se asemeja a un
Uruguay entero trabajando en una maquila. De los 3 millones de personas que
estas empresas emplean en México, 1 millón está en el sector automotriz.

 

Huberto Juárez, economista e investigador de la Universidad Autónoma de
Puebla, señaló a Brecha que a mitad de abril sólo 141 de las 900 maquilas
ubicadas en el llamado “corredor” entre Tijuana y Mexicali habían parado sus
actividades. Sin embargo, ninguna de ellas es considerada una actividad
esencial excluida del paro preventivo de actividades pautado por la
Secretaría de Salud Federal.

 

Coincidentemente, es en esos municipios de Baja California donde se
concentra el segundo número más alto de contagios y fallecimientos por el
nuevo coronavirus (después de la capital, que tiene el mayor brote del
país). “Tal como está organizada la producción de este tipo de industrias,
es imposible distribuir a los operarios de forma tal de mantener la sana
distancia de metro y medio. Las máquinas están en círculo para permitir
pasar la pieza al otro trabajador, no hay forma de reorganizar la producción
para mantener la distancia sanitaria requerida sin un proceso de
reingeniería industrial de la línea, que todavía no se ha hecho”, explicó
García. Para las maquilas que han cerrado, el convenio acordado entre los
sindicatos charros y los patrones transnacionales permitió reducir el pago
de salarios al 65 por ciento. Pero García comentó a este semanario que según
los sondeos telefónicos que ha hecho con trabajadores de Lear, en Ciudad
Juárez apenas están recibiendo por la quincena entre 800 y 1.000 pesos
mexicanos [entre 34 y 43 dólares], “lo que no representa ni el 25 por ciento
del salario completo, que en la maquila está apenas encima del mínimo. En
términos reales, no es nada”. Sin embargo, tanto García como Huberto Juárez
señalaron a Brecha que hay un despertar de formas democráticas de
organización entre los trabajadores de la maquila, quienes ven una
oportunidad en medio de esta crisis. 

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Patrón azteca

 

Rodolfo Huvy Cruz, de 30 años, murió el 27 de abril a causa de la covid-19.
Trabajaba como tercerizado y por el salario mínimo en el call center de
Elektra, tienda del Grupo Salinas, uno de los conglomerados empresariales
más poderosos de México. Sus compañeros responsabilizan a la patronal de
negligencia por no permitirles trabajar desde la casa. El dueño del Grupo
Salinas, Ricardo Salinas Pliego, es el segundo hombre más rico de México y,
entre otras empresas, es también propietario de varios medios comunicación.
El pasado viernes 17 protagonizó una movida “inédita” contra el gobierno
federal cuando uno de sus presentadores estelares de noticias llamó a desoír
a la autoridad sanitaria, al grito de “ya no haga caso [al subsecretario de
Salud, Hugo] López Gatell”. Según señaló el periodista mexicano Luis
Hernández Navarro a Brecha, “el propio Salinas Pliego ha insistido en lo
mismo, que se debe seguir trabajando”, y lo del viernes fue sólo una
transmisión pública de ese mensaje. “Lo paradójico es que Salinas Pliego ha
sido uno de los grandes empresarios beneficiados por el gobierno actual”,
concluyó Hernández Navarro.

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