América Latina/ Pandemia y quiebre de la democracia [Raúl Zibechi]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Jue Ago 6 12:02:51 UYT 2020
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Correspondencia de Prensa
6 de agosto 2020
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América Latina
Pandemia y quiebre de la democracia en América Latina
Los golpes de Estado tradicionales no son ya la norma. El último de estos
golpes, el de Bolivia en 2019, es el más similar a los de viejo estilo. Pero
en la mayoría de los países asistimos a una regresión democrática por la vía
electoral y por la llegada al poder de personajes de la ultraderecha,
digamos, de manera legal pero ilegítima.
Raúl Zibechi
Naiz, 2-8-2020
https://www.naiz.eus/eu/
La calidad de la democracia en América Latina, salvo excepciones, siempre
estuvo cuestionada. Los Estados-nación creados con las independencias
mantuvieron el colonialismo interno y lo que Aníbal Quijano denominó
«colonialidad del poder». Que puede resumirse en que las repúblicas criollas
dieron continuidad a las opresiones sobre pueblos y personas no blancas.
Ese sector, minoritario en la mayoría de las nuevas naciones, se reservó la
propiedad de las mejores tierras, los cargos de poder en aparatos estatales
destinados a conservar los privilegios, en alianza con la Iglesia y las
fuerzas armadas. Las oligarquías que sucedieron a la dominación española y
portuguesa, agravaron incluso la situación de los pueblos originarios y
negros, pero también de la amplia camada de mestizos.
A grandes rasgos, los blancos conforman las elites, los mestizos la clase
media y los indígenas y negros los sectores populares. La estructura social
del continente superpone clase social con color de piel, con la relativa
excepción de Argentina y Uruguay.
En los países andinos, el monopolio de la representación parlamentaria
perteneció hasta poco tiempo atrás a la casta blanca, así como el aparato de
justicia, los grandes medios de comunicación y las burocracias estatales. En
uno de los países más «democráticos» del continente, Uruguay, la minoría
negra (10%) está casi ausente entre las profesiones mejor pagadas, entre los
parlamentarios y jueces, pero sobrerrepresentada entre las empleadas
domésticas, los obreros de la construcción y en las periferias urbanas.
Las democracias fueron apenas un ejercicio electoral que no consiguió
democratizar las sociedades, menos aún en países de mayorías negras como
Brasil, donde la esclavitud se terminó recién a fines del siglo XIX, dando
paso a un apartheid que continúa hasta hoy.
Las libertades democráticas fueron conseguidas gracias a la presión de las
clases trabajadoras organizadas en sindicatos y partidos de izquierda, pero
fueron brutalmente suprimidas y menoscabadas por golpes de Estado y masacres
en todos los países, sin excepción.
En estos momentos vivimos un agudo retroceso de las democracias, similar al
que sufrimos en las décadas de 1960 y 1970, aunque con características
diferentes.
Los golpes de Estado tradicionales no son ya la norma. El último de estos
golpes, el de Bolivia en 2019, es el más similar a los de viejo estilo. Pero
en la mayoría de los países asistimos a una regresión democrática por la vía
electoral y por la llegada al poder de personajes de la ultraderecha,
digamos, de manera legal pero ilegítima.
Hay cuatro procesos que están erosionando las frágiles democracias
regionales. El primero es la militarización y el aumento de la represión. El
Foro Social Brasileño de Seguridad Pública señala que en abril pasado se
registró un 53% de aumento en abusos policiales y militares, en comparación
con el mismo mes de 2019, con 381 muertos en un mes. La institución asegura
que una de las causas de esta violencia es la militarización de la policía
con la lógica de «la eliminación de los enemigos de la sociedad»
En Argentina, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), cercano al
gobierno de Alberto Fernández, asegura que desde el inicio de la cuarentena,
«en distintos lugares del país las policías provinciales y las fuerzas
federales reiteraron prácticas violentas, algunas graves como torturas y
ejecuciones. También ocurrieron muertes de detenidos en comisarías y la
desaparición de una persona que fue hallada asesinada»
La Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI)
denuncia «golpizas, torturas, asesinatos, violaciones y hasta desaparición
forzada» desde la instalación de la cuarentena en marzo. «El incremento de
las detenciones, se traduce en un aumento de las denuncias por imposición de
tormentos en comisarías y también se refleja en una mayor cantidad de
personas muertas en dependencias policiales», con 23 casos de muertes en
lugares de detención, de los cuales 8 corresponden a comisarías y 15 a
cárceles de todo el país .
En Colombia la ola de violencia contra líderes sociales y ex combatientes de
las FARC desmovilizados viene creciendo de forma exponencial. Indepaz
presentó un informe en el que asegura que durante el confinamiento por la
pandemia se han registrado 82 homicidios. Desde que se firmó la paz, en
noviembre de 2016, son 971 los indígenas, campesinos, afro, sindicalistas,
mujeres y ambientalistas asesinados (https://bit.ly/339BuEN).
La segunda cuestión es que en los gobiernos empiezan a ocupar cargos
relevantes personas de la ultraderecha o vinculadas a las dictaduras. En la
cuarta reestructuración de su gabinete, el presidente Sebastián Piñera
entregó el gobierno a la derecha pinochetista. El Ministerio de Interior
recayó en un exalcalde de la dictadura de Pinochet, Víctor Pérez, que en su
primera alocución amenazó con «mano dura» contra los manifestantes y el
pueblo mapuche .
La situación de Brasil es la más elocuente. En el Gobierno de Bolsonaro hay
2.897 militares, un número superior al que los uniformados tuvieron en
cargos oficiales durante toda la dictadura militar .
El tercer tema es el crecimiento de la desigualdad durante la pandemia, en
el continente más desigual del mundo. En Brasil hay 49 millones de personas
en la informalidad y 50 millones bajo la línea de pobreza, en un país de 210
millones de habitantes. De los 12 millones de desempleados, sólo 500.000
reciben seguro de desempleo.
Estas tres tendencias son estructurales: no dependen de quién o quienes
ocupen los gobiernos, aunque deben establecerse matices.
Por último, la división de las izquierdas agudiza la crisis de las
democracias. Este vacío lo están aprovechando las clases dominantes, las
iglesias evangélicas y los aparatos represivos para imponer una dominación
sin límites sobre los sectores populares.
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