Uruguay/ La inflación de los pobres y de los ricos [Fernando Esponda]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ago 8 12:55:19 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

8 de agosto 2020

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Uruguay



La inflación de los pobres y de los ricos



En 2020 se verificó la mayor separación entre la inflación de ambos grupos
de los últimos diez años.



Fernando Esponda, grupo Jueves

La Diaria, 8-8-2020

https://ladiaria.com.uy/



Había en los precios una pista, un indicio, un rastro que invitaba a ser
seguido. Una percepción en los almacenes, un movimiento diferencial en las
góndolas, un mensaje en la letra chica de los datos. Una intuición basada en
dos premisas básicas y sencillas.



Por un lado, lo que nos cuenta la ley de Engel. A mediados del siglo XIX,
Ernst Engel describió algo bastante intuitivo: cuanto más pobre es una
familia, mayor es la proporción de su ingreso que gasta en comida.



Por otro lado, un hecho actual: la dinámica inflacionaria uruguaya del
último tiempo vino impulsada por los alimentos. Mientras que desde abril de
2020 la inflación superó el 10%,(1) la variación del precio de los alimentos
rozó el 20% (y la carne sobrepasó el 30%, como bien mostraron los análisis
del Índice de Precios del Asado con Picadita).



Estos dos elementos mostraban una pista, una posibilidad que se escondía
bajo la inflación promedio: que la inflación que afecta a los sectores más
humildes de Uruguay fuera mayor que la de los sectores más ricos.

Este artículo sigue esta pista y propone una forma de ver si efectivamente
esto sucede, mediante la construcción de dos índices de precios: uno para
los pobres y otro para los ricos. Allá vamos.



Los cálculos: el Índice de Precios de los Pobres y el Índice de Precios de
los Ricos



La inflación se calcula con algo que se llama Índice de Precios al Consumo
(IPC), que es el resumen de los precios de una canasta promedio nacional.
Allí hay de todo: carne, talco para pies, diccionarios, queso untable,
sandalias de cuero, desodorantes, pilas, ramos de flores, taxis, esponjas.
Todos estos productos y más tienen su lugar en el IPC, y el Instituto
Nacional de Estadística (INE) va recabando información sobre sus precios, la
junta y hace un promedio para calcular la inflación. ¿Cómo hace ese
promedio? A cada producto le asigna un peso diferente. Por ejemplo, la carne
pesa 7,3% de la canasta; el desodorante, 0,34%; y el ramo de flores, 0,16%.



Si se suman todos los alimentos y las bebidas no alcohólicas, estos
productos ocupan 26% de la canasta. Pero todos consumimos diferente, y en
particular el peso de los alimentos depende del nivel de ingresos de las
personas, como dijo el bueno de Engel. Entonces... ¿cuánto pesan los
alimentos en hogares que no son el promedio? La respuesta, según la encuesta
sobre la que se basó la construcción del IPC, es la siguiente: en el primer
decil (el 10% más pobre de la población) los alimentos pesan 35%; en el
último decil (el 10% más rico) los alimentos pesan sólo 11%. (2)



De esta forma –y abandonando eufemismos y tecnicismos que siempre hacen
aburridos los nombres de los índices–, podemos construir tanto el Índice de
Precios de los Pobres (IPP) como el Índice de Precios de los Ricos (IPR),(3)
modificando en la canasta del IPC el peso de los alimentos y bebidas no
alcohólicas (y reponderando el resto de los componentes).(4)



Los resultados: en 2020 se verificó la mayor separación entre la inflación
de los pobres y los ricos de los últimos diez años

En el gráfico se muestra la inflación de los pobres y de los ricos de los
últimos diez años. Como se puede observar, en algunos períodos la inflación
de los pobres fue menor que la de los ricos (por ejemplo, durante 2017,
cuando la inflación de los pobres llegó a ser de 4,6%) y en otros momentos
fue al revés (por ejemplo, en los últimos meses).(5)



En los últimos tiempos la inflación de los pobres siempre superó a la de los
ricos, e incluso se llegó a un récord hace tan sólo tres meses, en plena
pandemia, cuando en el mes de mayo la distancia entre las inflaciones de
ambas poblaciones alcanzó el 2,7%. En dicho mes la inflación general fue de
11%, la inflación de los ricos fue de 9,4% y la inflación de los pobres
alcanzó el 12,1%.



En la última década, el otro período en el que la inflación anual superó el
10% fue entre febrero y julio de 2016. El IPP y el IPR nos muestran dos
situaciones diferentes en momentos de similar inflación: mientras que en el
período de 2016 la inflación fue parecida para las personas con diferentes
ingresos, durante 2020 la inflación de los pobres alcanzó el 12%, mientras
que la de los ricos nunca superó el 10%.

Finalmente, cabe señalar que de los 104 meses analizados, en 70 meses la
inflación interanual de los pobres fue mayor que la de los ricos. Es decir,
de cada tres meses de la serie, en dos la inflación interanual de los pobres
fue más alta que la de los ricos.(6)



La inflación de los pobres en las crisis



Este fenómeno de mayor inflación de los pobres durante la actual crisis nos
lleva a pensar si no habrá sucedido lo mismo en la crisis de 2002. Para
responder esta pregunta se puede aplicar el mismo método, pero para el IPC
de aquel momento. Lo que se encuentra es que pasó algo similar: entre julio
de 2002 y abril de 2005 la inflación de los pobres fue siempre superior a la
de los ricos, y se alcanzó una distancia de 2,3 puntos porcentuales entre
ambas inflaciones (en valores de inflación anual que llegaron a superar el
25%, muy por encima de los valores actuales).



Sofisticaciones posibles y comentario final



Quedan entonces presentados y a disposición del lector, de la comunidad
económica y de toda la ciudadanía los índices de precios IPP e IPR. Se
presentan en su primera versión, y como todo ejercicio humano pueden ser
mejorados. Dejo al final, a pie de página, por si al lector le interesa, un
conjunto de comentarios técnicos que podrían mejorar los índices. Tratan
sobre formas alternativas y más complejas de construirlos, consideraciones
sobre el lugar de compra, la encuesta a utilizar, la propia definición de
ricos y pobres, la posibilidad de chequear con otros indicadores.



Dejo escritas estas sofisticaciones posibles del indicador para contar que
estos ejercicios pueden ser mucho más complejos. Sin embargo, hay una
pintura gruesa que no cambia ante eventuales precisiones técnicas: la
inflación interanual en el primer semestre del año, que superó el 10%, vino
empujada por los alimentos, y esto golpea más a quienes mayor proporción de
su gasto dedican a estos productos, que son los pobres. Y es más relevante
aún en la medida en que se da en un contexto de inflación más alta que el
promedio de los últimos años, en medio de una importante crisis económica
con una enorme pérdida de puestos de trabajo, récord histórico del seguro de
paro, caída del ingreso de los hogares y aumento de la pobreza. Son un
elemento más de economía descriptiva para ayudar a comprender mejor la
coyuntura reciente.



La construcción de estos índices también invita a hacerse preguntas que
podrían disparar otros ejercicios. ¿Qué sucedería si algunos cálculos se
realizaran con estos índices de precios, como por ejemplo el salario real de
los trabajadores más sumergidos, o la evolución real del salario mínimo?
¿Sería razonable utilizarlos como indexadores de algunas políticas sociales
(la tarjeta Uruguay Social del Ministerio de Desarrollo Social, por ejemplo,
no se ajusta por IPC, sino que se ajusta por la evolución del precio de los
alimentos)? ¿El descenso de la pobreza en Uruguay en 2017 puede haber tenido
que ver con la menor inflación de los pobres que hubo ese año?

El IPP y el IPR no buscan sustituir al IPC, sino ser sus amigos naturales,
compañeros de camino para intentar mostrar cómo, a veces, lo que pasa en el
promedio puede esconder diferencias entre los de arriba y los de abajo.
Porque, como ya sabemos, en el mar de los promedios se ahogan los enanos.



Antecedentes nacionales e internacionales



Uruguay contó con un índice de precios similar a uno de los que se presentan
en esta nota. Era el Índice de Precios de Consumo para Hogares de Menores
Ingresos de Montevideo, que fue elaborado por el Instituto de Estadística
(Iesta) de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la
Universidad de la República. Era un índice del tipo Laspeyres, tomaba la
estructura de consumo de los primeros cinco deciles, el propio Iesta
relevaba los precios, comenzó a monitorearse en el 1988 y fue discontinuado
en 2012.



A nivel internacional también existen experiencias de índices de precios
para subpoblaciones de ingresos. En Brasil existe el INPC (Índice Nacional
de Preços ao Consumidor), que toma como referencia a familias con ingresos
de entre uno y cinco salarios mínimos. En Estados Unidos existió el ejemplo
del IPC de los pobres elaborado por Thesia Garner, David Johnson y Mary
Kokoski, del Bureau of Labor Statistics. En su artículo recuerdan a Keneth
Arrow, quien en 1958 ya planteaba la necesidad de “contar con índices de
precios diferenciales para distintos niveles de ingreso”.



Agradezco los comentarios y aportes de Álvaro Fuentes, Maira Colacce,
Cecilia Parada, Andrea Vigorito, Victoria González, y los integrantes del
grupo Jueves. Los posibles errores y omisiones son de mi exclusiva
responsabilidad. Esta y otras notas del Grupo Jueves pueden encontrarse en
grupojuevesuy.wordpress.com.



Notas



1.Salvo que se explicite lo contrario, cuando me refiera a inflación estaré
hablando de inflación interanual.

2.Decidí utilizar la Encuesta Nacional de los Gastos e Ingresos de los
Hogares (ENGIH) 2005-2006 porque es la base del actual IPC. Cuando se
actualice el IPC con la nueva encuesta de gastos y hogares, sería bueno
actualizar también el IPP y el IPR a partir de dicha encuesta. De todas
formas, probé también realizar el ajuste con los pesos de la nueva encuesta,
y el resultado se mantiene en términos cualitativos.

3.La exactitud del uso de los términos “pobres” y “ricos” es discutible, por
varias razones: (i) estrictamente, según la definición del INE, los pobres
en 2005 eran mucho más que 10%; (ii) no tenemos ninguna definición técnica
de quiénes son los ricos (no hay una “línea de riqueza”). Sin embargo,
mantengo el uso de los términos para simplificar la comunicación, y también
por un criterio estético: llamarlos “Índices de precios del primer y último
decil” es menos didáctico y entretenido, y bastante más feo.

4.Hay un par de formas alternativas para construir de forma más fina las
canastas. La primera es construirlas modificando todos los componentes según
la tabla de la página 140 del informe de la ENGIH. Hice esto como prueba y
los resultados son prácticamente iguales a ajustar sólo por alimentos (y
reponderando el resto de los productos). La segunda es entrar en la ENGIH y
ponerse a programar para obtener las canastas que uno desee. Esto implicaría
cambios no solamente entre los grandes rubros, sino también dentro de la
propia canasta de alimentos, que en la realidad difiere entre pobres y
ricos. Un tercer comentario es que las personas compran en lugares
diferentes: el lugar de adquisición de alimentos de los pobres es
fundamentalmente en almacenes, mientras que el de los ricos es en
supermercados. Todos estos agregados implicarían muchísimo más trabajo, que
podría ser muy interesante para un trabajo de tesis, pero excede lo
necesario para un humilde artículo de prensa de dos páginas. De todas
formas, ninguna de estas sofisticaciones alteraría sustancialmente las
conclusiones a las que se arriba con este procedimiento sencillo.

5.Hay dos índices adicionales que se podría elaborar y comparar con los
presentados en este artículo. El primero, para los pobres, es comparar el
IPP con el deflactor implícito de la línea de pobreza (lo que exige hacer
una canasta promedio única de las decenas posibles, ya que la canasta de la
línea de pobreza varía según zona y cantidad de personas en el hogar). El
segundo, para el IPR, es comparar su evolución con la de la canasta
gerencial de Búsqueda.

6.Si se observa la inflación mensual también sucede lo mismo, pero 57% de
las veces.

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