Palestina/ Gestionar la ocupación y ocultar crímenes de guerra: cómo Israel ha transformado el paisaje [Clothilde Mraffko]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Ago 10 14:08:47 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

10 de agosto 2020

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Palestina



Gestionar la ocupación y ocultar crímenes de guerra: cómo Israel ha
transformado el paisaje en Palestina



Vegetación, arquitectura, carreteras, muros…El proyecto sionista ha
remodelado el paisaje en Israel y en los territorios ocupados, creando
complejos entrelazados en los que se oculta la presencia palestina, cuando
no se mantiene bajo vigilancia o encerrada.



Clothilde Mraffko

Midde East Eye, 1-8-2020

https://www.middleeasteye.net/fr/

Traducción de Faustino Eguberri - Viento Sur

https://vientosur.info/



Para el viajero europeo que desembarca en el aeropuerto de Tel Aviv , entrar
en Jerusalén ofrece un panorama extrañamente familiar. Poco antes de que la
ciudad santa descubra sus primeras colinas, la carretera se ondula en medio
de montañas verdes. Aquí, los árboles recuerdan más a los bosques de Europa
que los paisajes del vecino Líbano. Pinos y cipreses bordean los relieves,
lejos de la imagen bíblica de los campos de olivos.



Incluso antes de la creación de Israel en 1948, “las y los inmigrantes
sionistas que vinieron aquí desde Europa, especialmente Europa del Este,
querían que el paisaje fuera más verde, con árboles, para parecerse a lo que
conocían», recuerda Noga Kadman, investigadora independiente y autora del
libro Erased from Space and Consciousness: Israel and the Depopulated
Palestinian Villages of 1948.



Mucha gente emigra con un mito en mente: Palestina es una tierra sin pueblo
para un pueblo sin tierra, el pueblo judío. Salvo que, en realidad, al
comienzo de 1948 unas 900.000 personas palestinas vivían dentro de las
fronteras de lo que se convertiría en Israel.



A pesar de todo, queda en el imaginario de la gente recién llegada la «idea
de que el país había sido descuidado durante cientos de años», continúa Noga
Kadman. Por lo tanto, las y los inmigrantes comenzaron a plantar de todo en
el territorio, utilizando principalmente dos especies de árboles: eucaliptos
y el pino de Alepo o pino de Jerusalén.



Importado de Australia, el eucalipto se planta primero por todas partes: se
utiliza para drenar las marismas y, sobre todo, crece muy rápidamente. Pero
no está realmente adaptado a Palestina, al ser demasiado sediento de agua.



Se reemplaza gradualmente por el pino de Alepo que, al contrario de lo que
su nombre sugiere, tampoco es una especie local. Lo encontramos más bien en
el oeste del Mediterráneo , en el sur de Francia, por ejemplo. También crece
rápidamente, es tolerante a la sequía, pero también es más vulnerable a los
incendios.



Como consecuencia, el paisaje se va transformando gradualmente, bajo el
impulso del Fondo Nacional Judío (FNJ). La agencia, creada a principios del
siglo XX para adquirir tierras en Palestina para las y los inmigrantes
judíos, fue encargada después de 1948 de ocupar las tierras de las que
fueron expulsados las y los palestinos, designadas como propiedades del
Estado en ausencia de sus dueños.



Hoy, el Fondo gestiona en particular los bosques en Israel y se enorgullece
de haber plantado «cientos de millones de árboles«, defiende uno de sus
portavoces, Alon Brandt, en una carta de respuesta a Middle East Eye.
Especifica que la organización no solo ha plantado pinos de Alepo, sino
también olivos, la especie local por excelencia.



Pero algunos críticos señalan que las plantaciones del FNJ no han creado un
verdadero ecosistema. Por el contrario, debido a que las especies no son lo
suficientemente variadas, estos espacios no tienen la apariencia de bosques
reales; los pinos han hecho que los suelos sean ácidos, y los animales
realmente no habitan en aquellos lugares donde la pequeña vegetación no ha
echado raíces.



«Tomar posesión de la tierra»



Pero el FNJ no solo está tratando de reverdecer Palestina. «Plantar árboles
era una forma de tomar posesión de la tierra», analiza Noga Kadman. Incluso
hoy, en «localidades palestinas en Israel, si no se quiere que las ciudades
crezcan con la construcción de nuevas casas, se plantan bosques a su
alrededor», agrega.



En el Negev, en el sur de Israel, las autoridades israelíes demolieron
incluso un pueblo entero para reforestar el desierto. El pasado 12 de
febrero, la aldea de al-Araqib fue destruida por 175ª vez. En las parcelas
que declaraban poseer las y los aldeanos, israelíes árabes beduinos,
descendientes de las y los palestinos que permanecieron en sus tierras en
1948, el FNJ comenzó a plantar árboles en 2006; a medio plazo planea
establecer allí dos bosques.



Los árboles también se utilizan para ocultar los estigmas del violento
nacimiento de Israel. «La prioridad de la política de reforestación llevada
a cabo por el FNJ es ocultar sus crímenes de guerra, para que Israel sea
considerada como la única democracia en el Medio Oriente», denunció en 2005
el activista israelí por los derechos civiles Uri Davis.



Entre 1947 y 1949, entre 750.000 y 800.000 personas palestinas fueron
desalojadas de sus tierras por las milicias sionistas, expulsadas por la
fuerza o huyendo de la lucha para buscar refugio en los países fronterizos.
En mayo de 1948, se creó el Estado de Israel; para las y los palestinos,
esta fecha oscura se conmemora como la Nakba, la catástrofe en árabe.



Más de 400 aldeas fueron destruidas, recuerda Noga Kadman. “La mitad de
estas aldeas están enterradas bajo ciudades israelíes o se han integrado en
ellas”.



Pero una parte, 68 según ella, se encuentra hoy en tierras pertenecientes al
FNJ, de las cuales “46 están enterradas bajo un bosque”. Después de 1948, se
plantaron árboles rápidamente sobre las ruinas de las casas palestinas;
Israel espera así disuadir a las y los refugiados de intentar regresar y
reconstruir sus hogares.



Una política que continuó en 1967. Durante la Guerra de los Seis Días, las
batallas de Latrun permitieron a los israelíes apoderarse de toda Jerusalén.
También arrojaron a los caminos del exilio a unas 10.000 personas que vivían
en ese enclave, entonces bajo control transjordano, muy cerca de la ciudad
santa.



Hoy en día, tanto la gente palestina como la israelí en su mayoría conoce el
lugar porque es una de las áreas recreativas más bellas de Jerusalén: 700
hectáreas con cascadas, pistas para bicis y mesas de picnic con sombra.



Pero lo cierto es que el Parque Ayalon está construido sobre las ruinas de
dos pueblos palestinos , Amwas y Yalu, completamente arrasados en 1967, así
como sobre la tierra de una tercera localidad, Beit Nouba. Hoy en día solo
quedan un santuario y algunas higueras que, en Palestina se utilizaron para
demarcar parcelas familiares. Siluetas espinosas con bayas rojas y
amarillas, que paradójicamente le dieron a los israelíes su apodo (sabra),
salpican los caminos del parque, como para recordar que las aldeas
palestinas estuvieron una vez allí.



De esta trágica historia, las y los generosos donantes canadienses que
ayudaron a construir el Parque Ayalon, inaugurado por el FNJ en 1976, no
sabían nada.



En 1991, un reportaje de la televisión canadiense reveló al público del otro
lado del Atlántico que el parque no solo se construyó parcialmente más allá
de la Línea Verde, que sirvió como la frontera internacionalmente reconocida
en 1949 entre un futuro estado palestino e Israel, por lo tanto, en
territorios ocupados, sino que se usaba principalmente para enterrar las
ruinas de más de mil casas destruidas. El FNJ se vio obligado a disculparse,
pero no ha respondido a las preguntas de MEE sobre este punto.



También será necesario esperar hasta 2006 y una decisión de la justicia
israelí para que las y los visitantes puedan finalmente tener conocimiento
de la trágica historia del lugar, resumida en hebreo en carteles de madera.
La organización israelí Zochrot, recuerdos en hebreo, ha presentado una
demanda contra el FNJ para obligarlo a no borrar los recuerdos de Amwas y
Yalu.



Una segregación visible



Si bien cientos de aldeas palestinas fueron arrasadas con la creación de
Israel, las grandes ciudades se conservan, pero se las despoja de cualquier
presencia árabe. Así, informa el historiador israelí Illan Pappé en su libro
La limpieza étnica de Palestina (hay traducción al español ndt), 227 casas
fueron demolidas en Haifa en 1948, junto con el mercado cubierto, «uno de
los mercados más bellos de su tipo», y cerca de otras 500 casas palestinas
fueron reducidas a polvo en Tiberíades, en el noreste del país, en Jaffa e
incluso en Jerusalén Oeste.



Israel se construye pues alrededor de un principio: no hay mezcla entre
israelíes judíos y quienes son llamados árabes israelíes, descendientes de
palestinos que permanecieron en sus tierras en 1948 y que vivieron bajo
administración militar hasta 1966.



Con raras excepciones, a menudo en las zonas más pobres, «hay segregación
entre israelíes y palestinos en todo el país», dijo a Middle East Eye Efrat
Cohen-Bar, arquitecto de la ONG israelí para la defensa de los derechos
humanos Bimkom. Piensa que la idea principal, «es que no queremos estar
juntos, y es válido en ambos lados». A cada cual su propio barrio, a cada
cual su propia ciudad.



Un credo aún más marcado en Cisjordania, territorio palestino bajo ocupación
israelí desde 1967. Aquí, dos mundos se cruzan pero nunca se encuentran: las
y los colonos israelíes y las y los palestinos bajo ocupación. Una
segregación inscrita, de una manera mucho más brutal, en el paisaje.



Así, desde la salida de Jerusalén de camino a Belén, el símbolo más obvio de
estos paisajes bajo ocupación aparece desde el primer túnel cruzado: a veces
bloques de hormigón, a veces una valla apenas más alta que las barreras
acústicas de las carreteras  o un muro imponente, el muro de separación
construido por Israel en la década de 2000, considerado ilegal por la Corte
Internacional de Justicia, cierra el horizonte. Difícilmente se pueden
distinguir las casas palestinas detrás.



Esta frontera, inscrita en el paisaje, incorpora todas las demás estructuras
militares que las y los palestinos encuentran tan pronto como se aventuran
fuera de sus ciudades y pueblos: barricadas, puestos de control, torres de
vigilancia, barreras…



Por el contrario, a través de un astuto laberinto de túneles, carreteras
reservadas para automóviles israelíes y puentes, las y los colonos israelíes
pasan de una colonia a otra, sin estar nunca en contacto con una localidad
palestina. Un estado de hecho que la anexión de las colonias, prometida por
Israel en los últimos meses con el apoyo de los Estados Unidos, debería
consolidar. La segregación será aún más llamativa.



La ubicación misma de las colonias cuenta esta historia de dominación. «Las
aldeas palestinas, históricamente, se construyeron alrededor de fuentes de
agua, por lo que generalmente no se hizo en lo alto de la colina», analiza
Efrat Cohen-Bar.



Pero prácticamente todas las colonias israelíes comenzaron en la cima. Otra
forma de decir: somos dueños de esta tierra, es nuestra. Las cumbres de las
colinas, menos fértiles, también son a menudo el lugar más disponible para
nuevas construcciones.



La ocupación israelí se está expandiendo de forma estratégica; el paisaje
cambia a medida que evolucionan los intereses israelíes.



“Al principio fue un intento de controlar el terreno, casi como si los
asentamientos fueran tanques y bases militares. Luego, se posicionaron de
tal manera que bloquearan la creación de un espacio palestino continuo,
destruyendo así la posibilidad de un Estado «, dijo a Middle East Eye Eyal
Weizman, fundador de Forensic Architecture , una organización que investiga
las violaciones de los derechos humanos utilizando, entre otras cosas, la
arquitectura.



El mapa del estado palestino imaginado por Donald Trump como parte de su
plan de paz es, además, la culminación de esta estrategia: hay un conjunto
de islotes palestinos unidos entre sí por túneles y puentes, sin coherencia
geográfica.



En Cisjordania, el visitante puede identificar dos mundos de un vistazo: por
un lado, las casas con techos planos palestinos, dispersas en la ladera, en
los campos, por el otro, las colonias, a menudo un conjunto de edificios
idénticos, identificables por sus techos rojos, inclinados, de estilo
occidental, encaramados sobre los relieves.



«No necesitamos este tipo de techos en Israel, estos techos son útiles para
la nieve», señala Efrat Cohen-Bar. “Pero no queríamos ser como ellos [los
palestinos], queríamos diferenciarnos.»



Eyal Weizman sostiene que los techos rojos eran obligatorios : permiten que
el ejército israelí localice rápidamente las colonias desde el cielo y, por
tanto, los lugares que no deben ser bombardeados.



Las casas de las y los colonos israelíes están desplegadas en un círculo y
«tienen vistas al paisaje para vigilar, por razones militares y de
seguridad, y para disfrutar del panorama», resume. “Por un lado, las y los
israelíes no quieren gente palestina allí, han destruido su cultura y
quieren verles fuera de allí. Pero por el otro, leen los elementos
tradicionales del paisaje, como los olivares y las casas de piedra, como
representaciones bíblicas».



Porque Israel, aunque modificó profundamente el paisaje palestino para sus
necesidades estratégicas, continúa vendiendo a las y los turistas y a sus
habitantes la imagen de una tierra virgen, idéntica a la que vivían las y
los judíos en tiempos bíblicos.



“Cuando hacen publicidad [para que la gente se vaya a vivir a las colonias],
dicen: ‘Ven a vivir en la naturaleza, ven a vivir en la tierra de la
Biblia'», dice Eyal Weizman. Un paisaje que ha sido conformado sin embargo
por aquellas personas a las que no quieren ver: las palestinas. «Es una
paradoja», concluye el arquitecto.

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