Brasil/ Frei Betto sobre la situación política y la carta de los obispos católicos contra las medidas de Bolsonaro [Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ago 15 11:36:00 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

15 de agosto 2020

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Brasil



Frei Betto y el pronunciamiento de obispos católicos contra las medidas de
Bolsonaro



El religioso brasileño presenta un libro en el que aborda la situación
política de su país.



Marcela Robaina/Nicolás Iglesias Schneider

La Diaria, 15-8-2020

https://ladiaria.com.uy/



Frei Betto, fraile dominico, de fecunda trayectoria junto a los movimientos
sociales, participó en el programa Hambre Cero, durante el gobierno de Luiz
Inácio Lula da Silva; sin embargo, siempre tuvo una actitud autocrítica
hacia la izquierda brasileña. El escritor de numerosos libros sobre
teología, política y literatura conversó con la diaria sobre el llamado
mundial de solidaridad ante la situación actual de Brasil, la que define
como un “genocidio”. En consonancia con esta preocupación, comentó algunos
contenidos del duro pronunciamiento reciente de 152 obispos brasileños que
critican el gobierno de Jair Bolsonaro.



-¿Cuáles son los actores protagónicos en la trama del poder en Brasil? ¿Qué
papel juega el fundamentalismo religioso?



En el congreso brasileño se destaca un grupo parlamentario conocido como la
“Bancada de la B”: buey, bala, Biblia, banco y bola (el fútbol). Representa
las más ricas y poderosas corporaciones del país, que están siempre en el
poder, incluso cuando no están en el gobierno, como en los 13 años de
gobierno del Partido de los Trabajadores. Estas corporaciones concentran las
actividades económicas que mueven la economía brasileña, una economía que
beneficia a los más ricos y sacrifica a los más pobres: 103 millones de
personas, la mitad de la población del país, viven en la pobreza.



Esas fuerzas se articularon para derrocar a Dilma Rousseff y, luego, elegir
a Bolsonaro, al que llamo BolsoNero. Este poder lo han construido desde dos
trincheras: las redes digitales, con poder para controlar bots y algoritmos,
y los sectores cristianos fundamentalistas. Este tema lo trato en mi
reciente libro El diablo en la corte. Lectura crítica del Brasil actual.



-¿Cuál es la imagen de Dios que está en la base del discurso político de
Bolsonaro y cuáles son sus principales argumentos y objetivos
político-religiosos?



Desde los años 70, la política de seguridad de Estados Unidos contó con el
importante apoyo de la CIA y otras agencias, cuando se dieron cuenta de la
importancia del factor religioso en la población, sobre todo entre los
pobres. Estos grupos, que no tienen acceso a la educación de calidad, son
influenciados fácilmente por una visión de mundo centrada en la religión y
que desconfía de la ciencia.



En este contexto, surge la iglesia “electrónica”, iglesias con un uso
intensivo de las redes sociales y los medios de comunicación, y
canalizadoras de un discurso fatalista. Estas iglesias cumplen una
importante función en la estrategia del sistema capitalista, influyendo en
las personas para que cambien la libertad por el miedo. El miedo se impone
por una imagen de Dios vengador y castigador, y –en especial– con un
discurso sobre el diablo, que es el que nos pondría las trampas.



Estos grupos religiosos, además, son afines a la teología de la prosperidad,
según la cual cuanto más rica es una persona, más está bendecida por Dios.
Han desarrollado una fuerte demonización del Partido de los Trabajadores, y
reforzado una óptica antipetista generada a partir de la Operación Lava
Jato.



-La carta reciente comienza diciendo que hay un genocidio contra el pueblo
brasileño, ¿cómo se está usando el discurso religioso e incluso
anticientífico para atacar los derechos humanos?



¡En Brasil hay un genocidio! Es posible que, mientras leas esta entrevista,
las muertes ya superen las 100.000 personas. Cuando recuerdo que en la
guerra de Vietnam, durante más de 20 años, se sacrificaron 58.000 vidas del
personal militar de Estados Unidos, tengo una justa medida de la gravedad de
lo que sucede en mi país. Este horror causa indignación y enojo. Todos
sabemos que las medidas preventivas y restrictivas, adoptadas en tantos
otros países, podrían haber evitado tal número de muertos.



Este genocidio no es el resultado de la indiferencia del gobierno de
Bolsonaro; es intencional. Bolsonaro está satisfecho con la muerte de otros.
Cuando era diputado federal, en una entrevista televisiva de 1999, declaró:
“¡Al votar no cambiarás nada en este país, nada, absolutamente nada!
Desafortunadamente, sólo cambiará si un día vamos a una guerra civil aquí, y
hacemos el trabajo que el régimen militar no hizo: matar a unos 30.000”.

Debemos recordar que Bolsonaro, al votar a favor del juicio político contra
la presidenta Dilma Rousseff, dedicó su voto a la memoria del torturador más
notorio del Ejército: el coronel Carlos Brilhante Ustra. Está tan
obsesionado con la muerte que una de sus principales políticas
gubernamentales es el libre comercio de armas y municiones. Cuando se le
preguntó, en la puerta del palacio presidencial, si no le importaban las
víctimas de la pandemia, respondió: “No creo en esos números” (27 de marzo,
92 muertes), “Todos moriremos algún día” (29 de marzo, 136 muertes), “¿Y
qué? ¿Qué quieres que haga?” (28 de abril, 5.017 muertes).



En la carta que se envió recientemente para solicitar la denuncia
internacional, se compara a Nerón y el incendio de Roma con Bolsonaro y la
lógica sacrificial. ¿Cómo se instaló en nuestras sociedades esta lógica
sacrificial?



-¿Por qué esta política necrofílica?



La lógica sacrificial está muy bien trabajada en las obras de René Girard y
Michel Foucault. Como se dice en la carta, Bolsonaro está obsesionado con la
muerte ¡de otros! Para él, liberar el comercio de armas es mucho más
importante que liberar recursos para salvar la vida del pueblo brasileño. Y
es intencional de parte de él ahorrar recursos con la muerte de pobres,
viejos y personas con tratamientos cubiertos por el sistema nacional de
salud.



Desde el principio, declaró que lo importante no era salvar vidas, sino la
economía. De ahí su negativa a declarar un cierre, cumplir con las pautas de
la Organización Mundial de la Salud e importar respiradores y equipos de
protección personal. El Supremo Tribunal Federal tuvo que delegar esa
responsabilidad en los gobernadores y alcaldes.



Bolsonaro ni siquiera respetó la autoridad de sus propios ministros de
Salud. Desde febrero, Brasil ha tenido dos, ambos despedidos por negarse a
adoptar la misma actitud que el presidente. Ahora, al frente del ministerio
está el general [Eduardo] Pazuello, que no entiende nada sobre temas de
salud: trató de ocultar los datos sobre la evolución del número de víctimas
del coronavirus; empleó a 1.249 militares en funciones clave del ministerio,
sin que estos tuvieran las calificaciones requeridas, y suspendió las
conferencias de prensa, que eran la vía para que la población recibiera
orientaciones.



Las razones de la intencionalidad criminal del gobierno de Bolsonaro son
evidentes: dejar morir a los ancianos, para ahorrar recursos de la seguridad
social; dejar morir a quienes tienen enfermedades preexistentes, para
ahorrar recursos del SUS, el sistema nacional de salud; permitir que mueran
los pobres, para ahorrar recursos del programa de Renta Familia y otros
programas sociales para los 52,5 millones de brasileños que viven en la
pobreza y los 13,5 millones que están en la pobreza extrema (según datos del
gobierno federal).



Mucho antes de que lo hiciera el periódico The Economist, en las redes
digitales trato al presidente como BolsoNero porque, mientras Roma arde, él
toca la lira y anuncia que la cloroquina, un medicamento sin eficacia
científica, pero cuyos fabricantes son aliados políticos del presidente, es
efectiva contra el nuevo coronavirus.



-¿Qué expresiones culturales, políticas y religiosas han salido a la disputa
u ofrecen resistencia al régimen de “BolsoNero” en Brasil?



En la cultura, son oposición a Bolsonaro la mayoría de los artistas –de
cine, teatro, telenovela, pintura, música, danza, etcétera– más conocidos.
El problema está en las fuerzas políticas progresistas, que no llegan a una
articulación y están todavía muy centradas en elecciones, en la disputa
entre sí. No tienen un proyecto de Brasil. Una lástima. Hoy la principal
oposición religiosa son los obispos católicos progresistas. En la carta, que
firmaron 152 obispos de Brasil, hay críticas muy duras al gobierno y se
denuncia la situación que vive el país, que denominan la “tormenta perfecta”
[ver recuadro].



-¿Cuál es el papel que pueden cumplir o cumplen los movimientos religiosos
de la liberación en la disputa con el fundamentalismo y en alianza con los
movimientos sociales?



Pienso que no hay que “disputar” espacios con los fundamentalistas. Lo más
importante es volver al trabajo de base popular, a la metodología de
educación popular (de Paulo Freire) y a rescatar los segmentos populares
que, en los 70, 80 y 90, eran la base que sostenía al Partido de los
Trabajadores y los movimientos populares como el MST [Movimiento de los Sin
Tierra]. Pero ¡qué difícil es convencer a gente de izquierda de la
importancia del trabajo de base! Muy pocos quieren meter los zapatos en las
calles rotas de las favelas.



***



La carta de los obispos



En la misiva a la que adhirió Frei Betto, los religiosos brasileños definen
la situación de Brasil como “la combinación de una crisis sanitaria sin
precedentes con un abrumador colapso económico y la tensión que sacude los
cimientos de la República, provocada en gran medida por el presidente de la
República y otros sectores de la sociedad, lo que resultó en una profunda
crisis política y de gobernabilidad”.



En la carta, los obispos brasileños denuncian que la vida de los sectores
más vulnerables y excluidos, en esta sociedad estructuralmente desigual,
injusta y violenta, está en peligro y ellos no pueden ser indiferentes.
Incluso “la casa común [la tierra] está constantemente amenazada por la
acción sin escrúpulos de madereros, buscadores de oro y minerales, mineros,
terratenientes y otros defensores de un desarrollo que desconoce los
derechos humanos y los de la madre tierra”.



Sobre el abordaje de la situación de pandemia, denuncian “los discursos
anticientíficos, que intentan naturalizar o normalizar el flagelo de los
miles de muertes por covid-19, tratándolo como fruto del azar o un castigo
divino”, así como “el caos socioeconómico que se avecina, con el desempleo y
la hambruna que se proyectan para los próximos meses, y los arreglos
políticos que apuntan a mantener el poder a cualquier precio”.



Asimismo, los 152 obispos católicos brasileños (un tercio de la Conferencia
Episcopal de Brasil) critican la incapacidad del gobierno federal para
enfrentar estas crisis, ya que el modelo neoliberal que se practica sólo
aumentó el privilegio de los poderosos. “Las reformas laborales y de la
seguridad social, que deberían mejorar la vida de los más pobres, resultaron
ser obstáculos que hicieron aún más precaria la vida de las personas. Es
cierto que Brasil necesita medidas y reformas serias, pero no como las que
se hicieron, cuyos resultados empeoraron la vida de los pobres,
desprotegieron a los vulnerables, autorizaron el uso de plaguicidas
anteriormente prohibidos, aflojaron el control de la deforestación y, por lo
tanto, no favorecieron el bien común y la paz social”.



Citando al papa Francisco, afirman que el sistema de gobierno actual no pone
en el centro a la persona humana y el bien de todos, sino la defensa
intransigente de los intereses de “una economía que mata”, centrada en el
mercado y las ganancias a cualquier precio. Los obispos continúan su
denuncia señalando que la incapacidad e incompetencia del gobierno federal
para coordinar acciones se ve agravada porque se opone a la ciencia, a los
estados y municipios, a los poderes de la República, y se acerca al
totalitarismo al utilizar métodos ilícitos, como apoyar y alentar actos
contra la democracia.

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