Uruguay/ Ollas populares durante la pandemia: entre la solidaridad y las disputas de poder [Sergio Israel]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Ago 23 01:07:51 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

23 de agosto 2020

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Uruguay



Las ollas populares y la distribución de alimentos durante la pandemia:
entre la solidaridad y las disputas de poder



Sergio Israel

Búsqueda, 20-8-2020

https://www.busqueda.com.uy/



Es martes de noche y hace frío, pero Claude Enguyen, un afinador de pianos
parisino y poeta que reside desde hace seis años en Montevideo, aguarda
durante una hora y media en la fila sin hesitar y a cambio obtiene, de manos
solidarias, una porción de guiso, un pancito y una naranja.



Mientras espera con la paciencia de un soldado, Claude, de 62 años, afirma
que en este país hay grandes músicos y explica que es natural que su trabajo
haya descendido durante la pandemia. Ya vendrán tiempos mejores, parece
decir su actitud, mientras comenta del libro de un autor francés que ha
recibido de obsequio otro día, junto con la cena, en la librería Diomedes,
en Parque Rodó.



Una media hora antes de que la camioneta de reparto escolar diera una vuelta
por bulevar España y finalmente descargase las aromáticas cajas con comida
de esa noche, el francés se ha quitado con delicadeza los guantes de lana y
el tapabocas y ha masticado, como todos, el pancito extra que repartió el
encargado, para hacer base.



En la misma espera, otros cuatro comensales, que se conocen de antes,
conversan acerca de las magras prestaciones sociales del Banco de Previsión
Social y de la oferta alimentaria que existe en las cercanías. También
husmean en el teléfono de uno de ellos y hacen comentarios respecto a las
nalgas de unas chicas que se ofrecen en Facebook a cambio del dinero que
ellos no tienen.



Lucio Méndez es un periodista jubilado. En su billetera, donde otros tienen
las tarjetas de crédito, guarda con orgullo los carnés que lo acreditan en
Torre Ejecutiva (sede de la presidencia de la República) bajo diferentes
gobiernos. Algunos colegas lo recuerdan como parte del grupo llamado Los
Perejiles, así llamados porque estaban en todas las comidas. Ahora hace la
cola como cualquiera, a pesar de sus 88 años, y espera el pollo con arroz y
garbanzos que le ofrece la olla que monta martes y jueves el sindicato
bancario AEBU y no oculta su condición de blanco herrerista.



En la olla de la esquina de Camacuá y Reconquista, los usuarios son en su
mayoría desocupados o personas con empleos precarios, algunos cubanos y
venezolanos y población en situación de calle, algunos con adicciones.



Oscar Jesús Martínez Romano tiene 47 años y hace ya bastante que ha decidido
ser un hombre libre: no tiene patrón ni familia. Tampoco casa, aunque ha
viajado por casi todos los países de América y muchos del mundo.



“Estuve en selvas y desiertos, así que esto no me asusta, ni siquiera en
pandemia, aunque la cosa está brava para nosotros”, advierte, mientras
espera en la plaza Juan Ramón Gómez del barrio Palermo, que también se
conoce como la plaza de los vagos, la llegada de los representantes de la
radio comunitaria A Pedal, que desembarcan con cocoa, tortas y bizcochos en
un carrito de súper.



Todos rodean a los voluntarios recién llegados y reciben la merienda,
bromean un rato, luego agradecen de forma educada y se van, como si tuvieran
un plan ya determinado. No falta quien se queje, sin mucho eco, porque
también ofrecen comida a los extranjeros.



Gustavo Fernández es uno de los operadores de la olla popular más vieja del
país, que existe desde hace 21 años en el Centro Social El Galpón de Villa
Española. Los sábados ofrece merienda y los domingos comida. Durante la
pandemia pasaron de 50 a 100 usuarios, que llevan unas 250 comidas y, quizás
debido a que otras ollas cerraron, en los últimos días tiene más demanda.



Lucía Álvarez tiene 19 años y estudia Educación Física. Aunque no va a las
ollas populares de Malvín Norte, su trabajo es muy eficiente: vende tortas
fritas los sábados en Rivera y Colombes y suma la ganancia a las donaciones
que siguen llegando al comité de base del Frente Amplio ubicado en Solano
López y Nancy.



La cercanía de un supermercado ayuda a que muchos vecinos compren comida
allí y la donen, aunque también llega dinero, como pasó hace unos días con
un adherente que se apareció con 30.000 pesos recolectados en su trabajo,
una empresa de ingeniería.



Esta semana, en el comité convertido en centro logístico esperaban un
cordero de Cardona (departamento de Soriano), que pensaban dividir entre las
cinco ollas que atienden, pero en lugar de eso llegó queso semiduro,
chorizos, morcillas, huevos de ganso, acelga, dos bolsas de papas y otros
productos del campo. “Terrible donación” comenta en WhatsApp Pedro Varela,
un veterano militante en Buceo y Malvín Norte, aunque añora el ovino.



Enfundado en un gorro de lana, en el barrio Lavalleja, no muy lejos de José
Batlle y Ordóñez e Instrucciones, Tito enciende el fuego con unos
costaneros, mientras sus compañeros arriman la olla de 60 litros a la que se
suma una apenas más chica.



Para ese entonces, las cinco de la tarde del miércoles, ya han picado
cebolla, morrón, carne de cerdo, gallina, zanahorias y el resto de lo que
dos horas más tarde será un potente guiso de cien porciones que los vecinos
más necesitados valoran en su justo término.



Tito, de 66 años e integrante de la cooperativa de viviendas Tacuabé, y
Denis, uno de los estudiantes de Ciencias Sociales que coopera como
voluntario dos días a la semana, forman parte de la recién creada Red
Solidaria Barrio Lavalleja, que maneja con orden prusiano un centro de
distribución de donaciones de sindicatos, empresas, comerciantes de la zona
y vecinos y que ante la demanda instalaron su propia olla.



Además de cocinar y distribuir alimentos crudos y montar una feria de
trueque y un taller de plástica, la Red aprovechó el terreno disponible en
el teatro de verano del barrio y la experiencia profesional de una
voluntaria para plantar lechugas, zanahorias, rabanitos y espinaca.



“No hay fecha de terminar”, responde Denis seguro, sin dejar de trabajar,
aunque ya cerraron cinco de las 11 ollas de la zona por falta de gente para
atenderlas. Tito insiste en que a pesar de la inexperiencia en manejar
comida para tanta gente pudieron avanzar rápido gracias a venir del trabajo
cooperativo. “Dar tu tiempo y esfuerzo tiene el premio de la realización
personal. No es como cuando das lo que te sobra en casa. Es otra cosa”
explica.



Guillermo Pastor, el encargado de la olla de AEBU, uno de los sindicatos que
respaldan al barrio Lavalleja, cuenta que, aunque antes hicieron otros
trabajos en el territorio, es la primera vez que emprenden la tarea de
montar una olla popular propia. Reciben el apoyo de la ONG Idas y Vueltas y
la solidaridad no solo de los trabajadores del sistema financiero, afiliados
o no, sino también de donantes que van desde la Fundación Zelmar Michelini,
que llega cada semana, hasta la fábrica de pastas Los Dos Leones, que un día
desembarcó con comida para cien personas.



Límites reales e imaginarios



Sin contar con las canastas y viandas que entrega el sistema de comedores,
el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), las intendencias y hasta el
Ejército, las respuestas ante la emergencia alimentaria surgieron de tres
sectores de la sociedad que corren por vías casi siempre paralelas: las
iglesias, los sindicatos y otras organizaciones sociales y nuevas ONG como
Canastas.uy, Colaborá desde Casa y Unidos para Ayudar, que gestionaron
Lorena Ponce de León y Leticia Lateulade, las esposas del presidente Luis
Lacalle Pou y del secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, junto con
Viviana Robegno, entre otras.



Los sindicatos y las organizaciones sociales, en general, consideran que la
solidaridad es algo natural en los trabajadores, pero se cuidan de dejar
claro que las ollas también son una denuncia de lo que el Estado no hace. El
momento en que lo expresaron más claro fue cuando el 21 de julio montaron
dos carpas frente a la Torre Ejecutiva y entregaron la comida allí, para
llamar la atención del gobierno y los medios por la demanda, hasta ahora sin
éxito, de una renta básica universal.



Los voceros del nuevo gobierno han insistido en la “sorpresa” que representó
que tanta gente viviera de trabajos ocasionales sin cobertura social,
mientras desde el Frente Amplio se responde que en realidad se bajó del 40%
al 24% la informalidad, una de las más bajas del continente.



Para Santiago Otaiben, uno de los creadores del exitoso proyecto solidario
Canastas.uy, “hay mucho para hacer” y por eso no se debe perder “energía en
quejarse”. La idea original de los tres amigos que comenzaron la tarea en
plena pandemia era distribuir 800 canastas, pero ya llegaron a 300.000.



Otaiben, igual que Tito, del barrio Lavalleja, cree que la gratificación
está en poder ayudar y eso lo hace “más feliz” que cuando cierra un negocio
en su propia empresa.



Sin llegar a tanto, el empresario de la alimentación Daniel Rama, que, junto
con su familia de origen gallego, es dueño de la marca El Emigrante, fue uno
de los tantos que respondió a las demandas de la sociedad, donando sus
propias canastas o vendiendo productos a un precio muy ventajoso.



Tanto Rama como la empresaria del transporte Virginia Staricco (Mirtrans)
vivieron la experiencia de que no solo ellos sino sus propios empelados
donaron horas de trabajo para la emergencia alimentaria durante la pandemia.



“Mercadeo de la solidaridad” y choripanes



Sin embargo, no todo es tan armonioso. La iniciativa encabezada por Santiago
Pérez Gazzano, que llamaron Uruguay Adelante, se vio frenada por una fuerte
resistencia presentada por sindicalistas e integrantes de organizaciones
sociales.



Entre los frenteamplistas e integrantes del movimiento sindical son mayoría
los que piensan que Uruguay Adelante es una iniciativa que busca respaldar
al gobierno desde un terreno que hasta ahora fue tradicional de la
izquierda.



Pérez Gazzano, aunque reconoce su militancia en el Partido Nacional hasta
2016, insiste en que los principios de su organización dejan afuera
cualquier proselitismo político o religioso en relación directa con la
entrega de comida.



Sin embargo, no solo este especialista en marketing deportivo, sino también
Gabriel Rozman, de la Fundación Senior, son vistos como más cercanos a la
coalición multicolor y en otros proyectos los jóvenes voluntarios aparecían
con banderas del partido de Manuel Oribe. .



Esteban Corrales, miembro de la olla popular de Palermo, escribió en la
diaria que “distintas iniciativas aparecieron con un lenguaje cuidado de
marketing” en las cuales empresarios se presentaron para “el mercadeo de la
solidaridad” con “sonrisas por doquier y hasta choripanes” (chorizo al pan)
e “hicieron fila para aparecer en la foto”? La referencia a los choripanes
es una crítica a la iniciativa de Canastas.uy, que organizó una jornada con
el respaldo del frigorífico Sarubbi y los vendió para poder aumentar el
número de donaciones.



A contrapelo del marketing, a comienzos de agosto, las redes de ollas
organizaron su primer encuentro y ya están preparando el segundo para
intercambiar experiencias.(
https://correspondenciadeprensa.com/2020/08/11/uruguay-encuentro-de-redes-so
lidarias-de-ollas-populares-puntapie-para-la-creacion-de-una-coordinadora/)
<https://correspondenciadeprensa.com/2020/08/11/uruguay-encuentro-de-redes-s
olidarias-de-ollas-populares-puntapie-para-la-creacion-de-una-coordinadora/>
“No queremos aplausos desde los balcones, queremos un mundo nuevo, ‘porque
llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones’” escribió Corrales, citando
al anarquista español del siglo pasado Buenaventura Durruti.



Pérez Gazzano ha contado que fue calificado como “representante del
neoliberalismo empresarial explotador” y Otaiben está orgullo de haber
apoyado con canastas a los presos, al Ejército, a los municipios con
alcaldes de todos los partidos y a ollas populares que funcionan en locales
del Frente Amplio.



Durante una entrevista en el programa En la mira (VTV), el economista
Gabriel Odonne dijo que subsiste un déficit de alimentación debido a “un
problema de coordinación”. En el pequeño proyecto de la librería Diomedes,
que entrega 120 comidas, el problema lo tienen resuelto: allí pelan papas
juntos frenteamplistas con militantes de Cabildo Abierto en un local de la
Orden de Malta.



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Las cifras de la comida solidaria



Alrededor de 40.000 personas comen en unas 220 ollas populares, según una
estimación realizada por el grupo de cientistas sociales Solidaridad.uy.



Al 17 de agosto, el Ministerio de Desarrollo Social lleva entregadas 722.443
partidas de $ 1.200 (30 dólares) desde que se declaró la crisis por
Covid-19. Un informe presentado al ministro Pablo Bartol (Partido Nacional)
el martes 18, al que accedió Búsqueda, indica que los usuarios del sistema
de comedores de Montevideo pasaron de 1.700 a 2.700, mientras que, en el
resto del país, de 7.800 se pasó a 18.500.



Un convenio con el Ejército permite entregar comida diaria a 1.000 personas
en Colonia y Salto, 500 en San José, 200 en Florida y 550 en Rocha, los
fines de semana.



Las viandas entregadas pasaron de 45.000 mensuales a 85.000.



El Instituto Nacional de Alimentación (INDA) recibió donaciones que suman
unos 216.000 kilos de manzanas, papas, gallinas, azúcar, leche en polvo,
harina de maíz y salsa de tomate.



También se entregaron 65.000 canastas de emergencia y otras 30.000 están en
proceso, 15.000 de ellas para entregar en setiembre.



La organización Canastas.uy, que llegó a 300.000 entregas y continúa con
2.000 semanales a un valor de $ 250 (6.dólares) cada una, está discutiendo
una nueva estrategia. El proyecto Uruguay Adelante, que colabora con 13
ollas, también se propone comenzar con capacitación con el apoyo de la
Universidad de la Empresa, un equipo de psicólogos y la Fundación Seniors.

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