Debates/ Una persistencia radical. Judith Butler y el abandono de la violencia [María José Olivera Mazzini]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Dic 13 01:22:41 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

13 de diciembre 2020

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Debates



Judith Butler y el abandono de la violencia



Un persistencia radical



Una persistencia radical. La fuerza de la no violencia fue publicado en
febrero y traducido recientemente al español. En este ensayo, Judith Butler
se pregunta por los modos de representación de los que disponemos para
aprehender la violencia y propone, frente a ellos, una disputa semántica. La
filósofa parte de la premisa de que la interdependencia es una condición
inherente a los seres humanos y plantea la necesidad de apostar a una ética
y una política de la no violencia, en tanto desobediencia civil radical
frente al individualismo.



María José Olivera Mazzini

Brecha, 11.12-2020

https://brecha.com.uy/



Judith Butler (Cleveland, 1956) es una intelectual prolífica. Su producción
abarca libros y artículos académicos, reflexiones sobre la coyuntura al
calor de las circunstancias y las demandas, colaboraciones y libros en
coautoría. Forma parte de múltiples espacios de debate académico, publica
periódicamente en distintos formatos de divulgación, participa activamente
en la escena pública y aborda distintos problemas teóricos y discusiones
éticas. Una de las principales características de su obra es que, a partir
del diálogo con los debates que produce y las críticas que se le hacen, está
en permanente proceso de escritura y reformulación.



En el libro Dar cuenta de sí mismo (2005) la propia autora desarrolla el
devenir de su pensamiento. Comienza destacando las lecturas de los
idealistas y de la teoría marxista, continúa explicitando el hito que
significó Simone de Beauvoir para su trabajo y llega hasta la instalación de
sus preocupaciones actuales, vinculadas al mundo social, la tensión entre
estructura y acción, y la responsabilidad ética. Es una obra atravesada por
el psicoanálisis, la teoría del discurso, la filosofía del lenguaje, el
posestructuralismo, el psicoanálisis y la teoría de género.



Butler empezó trabajando sobre Hegel (al que dedicó su tesis doctoral) para
luego abordar los problemas del género, el lenguaje y el cuerpo en relación
con el deseo y el reconocimiento. En la última etapa de su producción se ha
centrado en problemas éticos y políticos vinculados a la gestión de la vida
y la muerte. La repercusión que ha tenido su trabajo se evidencia en la
enorme cantidad de textos que se dedican a presentar, organizar, analizar y
discutir sus principales ejes conceptuales. Al mismo tiempo, su figura, su
vida íntima y pública, así como su presencia en diversos acontecimientos
sociales y su apoyo en numerosas manifestaciones han suscitado diferentes
reacciones a escala global. En Butler la teoría no es un modo transparente
de representación, sino una condición que produce sentidos posibles frente a
la pregunta por la transformación social.



Vulnerabilidad, violencia y resistencia



La fuerza de la no violencia se abre con tres epígrafes, uno de Mahatma
Gandhi, otro de Martin Luther King y otro de Angela Davis. El libro se
divide en una introducción y cuatro capítulos: «No violencia, duelidad y
crítica al individualismo», «Preservar la vida del otro», «La ética y la
política de la no violencia» y «La filosofía política en Freud: guerra,
destrucción, manía y la facultad crítica». Para finalizar, incluye una
posdata titulada «Repensar la vulnerabilidad, la violencia y la
resistencia».



Butler comienza planteando preguntas sobre cómo ha sido definida la
violencia. Expone la necesidad de cartografiar las apropiaciones semánticas
del término para comprender a qué sujetos, actualmente, se les atribuye
conductas violentas: «No podemos precipitarnos al fenómeno en sí sin pasar
por los esquemas conceptuales que deciden el uso del término en varias
direcciones, y sin un análisis de cómo operan esas decisiones». Con este
procedimiento inicial, busca interpelar las justificaciones que se han
realizado, desde cierto pensamiento de izquierda, del uso de la violencia en
tanto herramienta estratégica frente a las violencias estructurales e
institucionales. A través de las ideas de Walter Benjamin, advierte que la
defensa instrumentalista de la violencia alimenta el problema de la
destrucción en un mundo que se nos presenta como un campo de fuerza. En este
sentido, además de develar que las representaciones de la violencia suelen
estar sujetas a definiciones instrumentales que sirven a determinados
intereses, subraya que la violencia contiene una ética egológica y una
política individualista. Según la autora, en la actualidad ciertos discursos
radicales de la defensa de la libertad personal se encuentran íntimamente
ligados al derecho de hacerles daño a los demás y alimentan el impulso de la
muerte en el contexto del mercado y la necropolítica.



Butler rompe con la idea de que la no violencia perpetúa el statu quo y, a
lo largo del texto, entiende que su fuerza –idea que filia con la satyagraha
o «fuerza del alma», de Gandhi– es una potencia colectiva superadora: «Como
respuesta a la objeción de que una posición a favor de la no violencia
sencillamente no es realista, esta línea de argumentación sostiene que la no
violencia requiere una crítica de lo que se considera realidad y afirma el
poder y la necesidad del antirrealismo en momentos como este». A lo largo
del libro, insiste en advertir que existen formas de fantasmagoría política
que implementan una «lógica defensiva impregnada de paranoia y odio» con el
objetivo de legitimar el uso de la violencia por los poderes que siempre la
han ostentado.



Uno de los ejes de su argumentación parte de su lectura crítica de la
filosofía política contractualista. La autora sostiene que «algunos
representantes de la historia del pensamiento liberal nos pueden haber hecho
creer que aparecemos en este mundo político y social desde un estado de
naturaleza» y llama la atención sobre la ruptura entre la ética y la
política. El valor de los relatos de un estado primario natural de los seres
humanos, sostiene, radica en el poder de estas ficciones, que «nos provee de
una condición contrafáctica para evaluar nuestra situación contemporánea».



A través de una noción de interdependencia psicoanalítica y social, Butler
desarrolla una aguda crítica del individualismo abstracto que caracteriza
nuestra actualidad. Articula las ideas de Freud sobre la pulsión de muerte,
el duelo y la melancolía con los trabajos de Melanie Klein, para comprender
cómo ha sido la relación entre ética y violencia. Luego de ese recorrido,
propone que el sujeto se encuentra siempre en una relación de
interdependencia con otros y, por ende, resulta indispensable el
reconocimiento de su condición de precariedad.



El análisis acerca de la tensión entre las nociones de vulnerabilidad y
resistencia constituye uno de los núcleos del libro. La vulnerabilidad,
generalmente, es entendida como la condición de ser potencialmente dañados.
Butler apunta que, además, debe referir al carácter interdependiente de
nuestras vidas. Si el individualismo se correlaciona con la economía de
mercado, la interdependencia debe ser pensada a partir de principios de
habitabilidad, igualdad y libertad social. La desigualdad supone mayores
posibilidades de morir, por eso una política de la no violencia es
necesaria. El pensamiento tradicional, que entiende la resistencia como una
actividad pura que vence un estado de subyugación, pasa por alto que esa
resistencia no implica la desaparición de la vulnerabilidad. Así, Butler
sostiene que no se debe concebir la vulnerabilidad como una condición y que
debe ser el fundamento de la acción política.



El duelo



El enfoque del valor igualitario de la vida, la perspectiva relacional, la
autoconstitución del sujeto a partir de otros y la gestión de la vida y la
muerte son asuntos que Butler viene desarrollando desde su libro Vida
precaria (2004). Allí, llamó la atención sobre el borramiento en la
representación pública de los nombres, las imágenes y las narraciones de los
asesinados por Estados Unidos y, a partir de la recuperación de Emmanuel
Lévinas, elaboró sus concepciones de vulnerabilidad y ética de la
responsabilidad, que se articulan con el concepto de duelo.



En La fuerza de la no violencia la idea de duelo no se limita a una
necesidad personal de llorar una pérdida. El ejercicio del biopoder, en
alianza con la necropolítica, gestiona la vida y la muerte y, por ende,
decide qué vidas son dignas de ser lloradas y cuáles no. Es el duelo público
lo que otorga valor a las vidas de las personas. Butler sostiene que hay una
distribución diferenciada de la duelidad –neologismo utilizado en las
traducciones para referir al concepto grievability–, que refiere al derecho
de una persona a tener una vida que importa y cuya pérdida merece ser
llorada. La desigualdad manifiesta en la gestión de la vida y la muerte hace
que, a veces, cuando las muertes no son reconocidas, el duelo público asuma
la forma de protesta. Así sucede, ejemplifica la autora, en «Women in Black,
en las Abuelas de Plaza de Mayo, en Argentina, y en los familiares de los 43
de Ayotzinapa». Se trata de colectividades que no solamente reclaman el
derecho a la duelidad, sino que ponen de manifiesto la existencia de una
distribución diferencial del valor de la vida que deviene en la constatación
de que ciertos cuerpos no importan.



La duelidad en Butler es un acto de lucha contra la desigualdad, una
práctica de memoria que se opone a la lógica de guerra, a las
desapariciones, a las violencias estatal, racista y de género, al dejar
morir: «No podemos asumir sin problemas una definición de violencia y luego
comenzar nuestros debates morales sobre justificaciones sin haber examinado
antes críticamente cómo ha quedado circunscripta la violencia y cuál de sus
versiones funciona como presupuesto». Además de analizar la violencia
racista y eventos geopolíticos de relevancia actual, Butler aborda en este
libro el tema del feminicidio, analiza su carácter sistémico, la impunidad
estructural, y lo describe como una forma extrema de terrorismo sexista.
Destaca lo que sucede en Brasil, Honduras, Guatemala, Argentina y Venezuela,
y da cuenta de que, pese a la violencia, persisten entramados de solidaridad
colectiva que les dan un carácter transversal a las alianzas.



La autora argumenta por qué la no violencia es diferente a la violencia
destructiva: la no violencia requiere desarrollar un nuevo imaginario que
asuma la interdependencia de las vidas humanas y no humanas. Su postura
consiste en buscar una forma de vivir en el mundo que pueda dar cuenta del
enojo y la agresividad conducidas a la transformación de las estructuras que
garantizan un sistema desigual: «Aun cuando ninguno de nosotros está
liberado de la capacidad de destrucción, o precisamente porque ninguno de
nosotros está exento de ella, la reflexión ética y política desemboca en la
tarea de la no violencia. Es precisamente porque podemos destruir que
tenemos la obligación de saber por qué no».



Persistencia radical



Desde que El género en disputa fue publicado, en 1990, ha causado múltiples
controversias en distintos campos del saber. En 1999 el libro fue reeditado
con un prefacio en el que Butler da cuenta de las críticas y los debates que
venían provocando sus planteos. Se le señaló, en el mundo angloparlante, la
excesiva influencia del pensamiento francés. También se le criticó el
lenguaje poco claro y, en las lecturas críticas, hubo una tendencia
generalizada a confundir la noción de performatividad utilizada por la
autora con el término referido a las artes de escenificación pública.



Durante esos nueve años, una de las controversias más extendidas surgió de
la recepción del libro en Alemania, donde se la acusó de negar la
materialidad del cuerpo. A pesar de que tanto en Cuerpos que importan (1993)
como en Deshacer el género (2004) la autora desarrolla exactamente la
posición contraria, algunos discursos y posiciones feministas aún insisten
en que su crítica del género es antimaterialista y relativista. Este
malentendido se hizo aún más evidente con el problema de las traducciones y
del vocabulario disponible en cada idioma para referir a sus conceptos. Sin
ahondar en cuestiones específicas, es importante subrayar que, para Butler,
la relación entre el cuerpo y el lenguaje está configurada como quiasmo. El
cuerpo excede la captura del esfuerzo lingüístico, pero, al mismo tiempo,
está disponible en el mundo mediante la descripción. La idea del género como
acto político performativo –emplazada en la interpretación derrideana de
John Langshaw Austin– supone reconocerles agencia a los cuerpos que han sido
desplazados, oprimidos y dominados. A lo largo de su obra, Butler desarma
configuraciones naturalizadas como las de sexo e identidad y plantea una
crisis respecto a la noción de género. No niega la materialidad del cuerpo:
encuentra en la lectura del género y su representación un problema histórico
y político.



Recientemente, otro acontecimiento público –esta vez en América Latina–
volvió a demostrar que Butler importa en tanto figura que irrumpe, provoca e
incluso convoca a quienes jamás la leyeron. Para el 7 de noviembre de 2017
estaba anunciada una conferencia suya en el coloquio «Los fines de la
democracia», en el centro cultural SESC Pompeia, de San Pablo. Se trataba de
una actividad coorganizada por la Universidad de California en Berkeley y la
Universidad de San Pablo. Desde que fue difundida, varios grupos
conservadores solicitaron al SESC que cancelara el evento. Se hicieron
campañas en redes sociales con el hashtag #ForaButler y la petición creada
en el portal Citizen Go para que el seminario fuera revocado logró más de
350 mil firmas. El día de la conferencia hubo una manifestación en la que,
al grito de «¡Quemen a la bruja!», se quemó una muñeca que simulaba una
bruja con la cara de Butler, y la intelectual debió ser escoltada. También
circuló un video en las redes sociales que la mostraba en el aeropuerto de
Congonhas siendo agredida con gritos contrarios no sólo a su visita, sino
también a sus ideas.



Luego de lo sucedido, Butler se refirió al hecho en la revista Folha de São
Paulo, de Brasil, y el suplemento «SOY» de Página 12, de Argentina, en una
nota titulada «El fantasma del género»: «Desde el comienzo hubo una charla
imaginaria en lugar de la conferencia real, y se decía que yo iba a dar una
ponencia, cuando, en verdad, yo era la organizadora de un evento
internacional sobre populismo, autoritarismo y la impresión contemporánea de
que la democracia está siendo atacada. No sé cuánto poder le atribuyeron a
la charla que yo supuestamente iba a dar. Habrán tenido la idea de una
conferencia muy poderosa, dado que aparentemente era para atacar a la
familia, la moral e incluso la nación».(1) La conferencia de Butler, tal
como ella misma se encargó de aclarar, no trataba sobre teoría de género,
sino sobre los fines de la democracia. Sin embargo, quienes se manifestaron
en su contra portaban crucifijos, Biblias y carteles que proclamaban el «fin
de la ideología de género», poniendo el foco, nuevamente, en una
interpretación muy pobre de su producción.



Vale la pena, entonces, trazar la historicidad de la obra y el activismo de
Butler para reconocer que lo que pasó en Brasil no fue un malentendido y que
se enlaza, justamente, con el problema de la violencia al que dedica sus
trabajos. Si el actual estado de excepción y transparencia encuentra su
alianza perfecta en la amenaza del caos, la inseguridad y el exterminio, es
necesario ponderar y reconocer el lugar de quienes, a través de su
pensamiento, provocan una ruptura y hieren el engranaje. Desde la crítica a
la ocupación en Palestina, los conflictos en Turquía, las desapariciones en
América Latina y el movimiento antirracista hasta la crítica al
voluntarismo, la ética belicista de Estados Unidos, los muertos de Irak y la
denuncia del discurso provida y del individualismo como moral destructiva,
Butler da cuenta de cómo teoría y activismo pueden hacer emerger una praxis
necesaria para la transformación social.



En tiempos en los que parecería que el término intelectual está agotado y
sus usos no pueden ser resignificados, Butler interviene con el saber, en lo
público, de manera política. Esa intervención tiene forma de divulgación y
acto pedagógico, en el campo académico, en los medios de difusión masivos y
alternativos, y a escala global. La autora articula los saberes con la
praxis, y su llamado refiere a una desobediencia civil enmarcada en la no
violencia. Es una intelectual comprometida con el derecho a persistir, a que
todas las vidas importen, a que no haya vidas que no puedan ser lloradas, a
la habitabilidad sostenible del planeta. Para Butler, esos derechos sociales
deben ser reclamados desde la ética de la no violencia: «Interdependiente,
nuestra persistencia es relacional, frágil, a veces conflictiva e
insoportable, a veces plena y gozosa. Mucha gente dice que no es realista
plantearse la no violencia, pero tal vez estén demasiado fascinados con la
realidad».



Nota



1). Butler, Judith (2017), «El fantasma del género», en el suplemento «SOY»
de Página 12. Buenos Aires.
https://www.pagina12.com.ar/77673-el-fantasma-del-genero

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