Cuba/ Represión institucional a jóvenes artistas. ¿Dialogar para qué, entre quiénes, sobre qué? [Ernesto Daranas - Ailynn Torres Santana ]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Dic 14 14:55:08 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

14 de diciembre 2020

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Cuba



¿Qué está pasando en Cuba en estos momentos?



Ernesto Daranas *

La Cosa, 7-12-2020

https://jcguanche.wordpress.com/



Un joven saca una pancarta que dice: “Libertad. No más represión.
#free-Denis”. La enarbola frente a decenas de personas que hacen una cola en
pleno bulevar de San Rafael. Los policías que pasan por su lado no
interfieren. Algunos presentes sacan sus móviles y filman durante unos pocos
minutos hasta que los policías, ya con refuerzos, se deciden a detener al
muchacho. Entonces, varios de los presentes, sobre todo mujeres, comienzan a
exigir que lo suelten, a lo que se suman otros gritos opuestos al arresto.



De ese mismo modo he visto a Luis Manuel Otero Alcántara caminar sin
compañía por las calles de mi barrio. Algunos vecinos lo saludan y otros que
no lo conocen personalmente murmullan a su paso. Nadie le grita traidor,
terrorista o mercenario.



En Las Tunas, la gente protesta por la apertura de una nueva tienda en MLC.
En las redes, el académico y jurista Julio Antonio Fernández es defendido
por colegas, amigos y ciudadanos luego de haber sido cuestionado
públicamente por ofrecer asesoría legal al grupo 27N. En un centro de
estudios del país, los jóvenes se resisten a corear las arengas que les
propone uno de sus compañeros. El ensayista y crítico de cine Joel del Río
es censurado en el diario Juventud Rebelde por cuestionar -en Facebook- al
periodista Humberto López.



Nuestros medios no reflejan nada de esto, pero no pueden evitar referirse a
esas dos noches de desvelo en que los cubanos de la Isla y del mundo
compartieron las directas de las mujeres del MSI, seguidas de las imágenes
de los jóvenes frente al MINCULT.



¿Qué nos indican estos hechos? ¿Cuáles son las razones de esta crisis, más
allá del MSI y el 27N? ¿Por qué tanta gente empieza a reaccionar de otra
manera? ¿Cuál es la relación que los ciudadanos empiezan a tener con los
medios de comunicación y de qué manera esos medios están definiendo la
imagen que se tiene del Estado? ¿Qué está pasando realmente en Cuba en estos
momentos?



No dispongo de tiempo para organizar mis ideas. Sé que todos tenemos
nuestras propias respuestas a estas preguntas, pero no quiero dejar de
compartir algunas impresiones sueltas:



• Las demandas presentadas al MINCULT son la expresión del sentir de una
cantidad creciente de cubanos. De eso trata realmente este momento, mucho
más allá del MSI y de los artistas. El país no puede dividirse en torno a
eso y se deben abordar de una vez las diferencias. Compartir la misma visión
política o ideológica no puede ser una condición sine qua non para el
diálogo.



• Respaldar a cualquiera que sea sometido a represión por el libre ejercicio
de sus ideas no significa que necesariamente se piense como ellos. Lo que
ocurre es que el peso del Estado no puede caer de esa forma sobre todo el
que disiente. En Cuba hay juicios sumarios y gente presa, detenida, sitiada
o expulsada de su trabajo solamente por sus ideas. Eso debe cesar. Existen
derechos básicos que deben ser respetados, presentes en esa propia
Constitución de la que Granma, en su editorial del 1ro de diciembre, solo
cita el Artículo 4 referido a la traición a la Patria.



• El gobierno no es la Patria, pensar diferente al gobierno no es ser un
traidor a Cuba y ceder frente a la intimidación es someterse a los
intransigentes que han frenado los cambios que el socialismo cubano ha
demandado. Ellos también pueden ser vistos como contrarrevolucionarios,
autores de un interminable “golpe blando”. Son también responsables de esta
crisis.



• La estrategia de descrédito impune frente a cualquier disidencia está
agotada, sobre todo, cuando se niega el derecho a réplica de los que están
siendo acusados. Las redes han cambiado definitivamente la manera en la que
los ciudadanos, en especial los más jóvenes, se relacionan con los medios.
Es una generación habituada a acceder a fuentes, contrastarlas, emitir sus
criterios y reconocer el de otros.



• Pese a haber transitado por una crisis que ya toma más de tres décadas, el
ideal de la Revolución sigue latente en muchos cubanos. Sin embargo, la
gestión gubernamental quizás nunca ha sido tan cuestionada como en estos
momentos, incluso por los propios revolucionarios. La sociedad cubana está
ofreciendo claras señales de la necesidad de un modelo mucho más
participativo, que traduzca en hechos concretos ese Estado de Derecho al que
aspiramos.



• Desde su mismo origen, la Revolución ha sido objeto de programas de
injerencias externas, pero meter cada crítica en ese mismo saco la aísla de
su propia realidad, con el contrasentido de que depende cada vez más del
aporte del exilio y de la normalización de las relaciones con los Estados
Unidos. ¿Hasta cuándo va a dilatarse entonces la posibilidad de un diálogo
interno que asuma de una vez nuestra rica diversidad nacional y el derecho
del cubano a ser el máximo responsable de su propio desarrollo?



• La economía es la mejor expresión de la política, mientras que la cultura
es el espacio donde las verdaderas inquietudes de la nación son expresadas,
más allá de lo que reflejan nuestros medios. Frente a eso, la existencia de
una prensa y un arte independientes resulta imprescindible.



• El Estado debe resolver las contradicciones entre su discurso político y
su proyección económica. Son los hechos los que demuestran el rumbo que
realmente van tomando las cosas. La presencia militar en la economía, su
impopular dolarización, el freno a la iniciativa privada, los hoteles de
lujo levantados entre vecindarios en ruinas y una inversión en turismo muy
superior a la que se realiza en la agricultura son solo algunas de las
contradicciones de las reformas en un país con serios problemas en materia
de alimentación, insumos, vivienda y derechos civiles. Buena parte de la
censura que padecen los artistas se debe al abordaje de estos temas, por lo
tanto, hablar de cultura es imposible sin tocar estos aspectos.



• Entre nuestras más caras realidades está el éxodo masivo de jóvenes en
busca de las oportunidades que han debido encontrar en su país. Si la crisis
de los últimos 30 años no comienza a revertirse, muchos de los que
estuvieron en el Parque Trillo y en el MINCULT terminarán emigrando por
igual. Simplemente, no hay dos juventudes cubanas, del mismo modo en que no
hay dos pueblos. Cuba es una sola, un gran recipiente con cerca de 14
millones de voces, visiones y criterios dispersos por el mundo. El Estado
debe representarlos a todos, y cada cubano ha de tener claro que sus
compatriotas no están obligados a pensar y actuar como ellos. Durante
décadas, la necesidad de subsistir nos ha privado de la noción de futuro, la
que ha sido reemplazada por la obsesión de partir. Ese futuro es ahora el de
los jóvenes de hoy, sin excepción de ninguno. Cuba ha de ser para cada uno
de ellos un lugar de oportunidades, esperanzas y sueños.



Conozco a muchos de los jóvenes que estuvieron frente al MINCULT y comparto
la esencia de las demandas presentadas. A diferencia de lo que ha pasado con
muchos de ellos, una parte de mi obra la he hecho con las instituciones de
la cultura cubana; no me han faltado encontronazos, pero hasta hoy ninguna
ha sido objeto de censura. Eso es lo que exijo para todo artista y para
cualquier cubano.



La Habana, 7 de diciembre.



* Ernesto Daranas, director cubano de cine. Entre su filmografía se
encuentran los largometrajes 'Los dioses rotos', 'Conducta' y 'Sergio y
Serguei'.



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¿Dialogar en esta Cuba?



Ailynn Torres Santana *

OnCubaNews, 30-11-2020

https://oncubanews.com/



Noviembre ha sido un mes clave para la política cubana. En más de un
sentido, inaudito. Una ojeada rápida a la prensa sobre el país verifica la
existencia de conflictos de alta intensidad, agravados.



Ya hay cronologías sistemáticas del eje que comenzó con la detención el 9 de
noviembre en La Habana de un ciudadano cubano, Denis Solís, rapero y
activista opositor al gobierno; su enjuiciamiento y condena por el delito de
desacato; la acción colectiva pacífica de un grupo de personas articuladas
en torno al Movimiento San Isidro (MSI) y luego su acuartelamiento y
declaración de huelgas de hambre y/o sed en protesta a lo que denuncian como
un juicio injusto y hostigamiento de actores gubernamentales; la amplia
cobertura mediática de la prensa independiente de distinto signo político,
de la prensa internacional y, luego, la de la prensa oficial; los
pronunciamientos de Mike Pompeo, secretario de Estado de los EEUU y del
Parlamento Europeo; Luis Almagro desde la OEA y del embajador de Estados
Unidos en La Habana a favor los huelguistas; la publicidad oficial de un
fragmento de interrogatorio a Solís para mostrar vínculos entre él y
personas con historial de terrorismo radicadas en Estados Unidos (hasta el
momento Solís no ha sido acusado por ello); el desalojo de quienes estaban
en la sede del MSI con el argumento de la violación de protocolos sanitarios
establecidos para la COVID-19; los pronunciamientos públicos de parte de la
ciudadanía pidiendo diálogo y salvar las vidas, y apoyando la garantía de
juicio transparente para Solís, y mucho más… hasta hoy.



Uno de los últimos hechos fue el plantón y vigilia del 27 de noviembre
(27-N) de centenares de personas, en lo fundamental artistas e
intelectuales, exigiendo diálogo político con autoridades del Ministerio de
Cultura (MINCULT) para asegurar un juicio justo a Solís, garantías y
derechos para el MSI, y otro pliego de demandas conectadas pero no
exclusivas de lo que había sucedido días antes.



Hubo presión ciudadana. El primer paso del diálogo se produjo. El proceso
sigue y trae novedades continuamente. A medida que transcurren las horas y
suceden las cosas, se van procesando en el acto. No hay certeza alguna del
camino por venir. Al día de hoy, cada paso es cuestionado. Las respuestas
contingentes a la marea de preguntas van definiendo el curso. Entre las
interrogantes más audibles de las últimas horas han estado ¿es el diálogo un
camino político en esta circunstancia? ¿dialogar para qué, entre quiénes,
sobre qué?



¿Dialogar para qué?



El diálogo propuesto, exigido e iniciado entre personas provenientes del
campo cultural cubano y las instituciones estatales del mismo, cuenta con
detracciones, apoyos, optimismos y escepticismos.



La noche siguiente al plantón, el 28 de noviembre, la televisión estatal
dedicó un espacio a los sucesos donde, en línea gruesa, se afirmó la
narrativa del mercenarismo para explicar lo sucedido en San Isidro. Lo
ocurrido en el MINCULT recibió notablemente menos atención. En el segmento
dedicado a ello, se invitó solo a una de las partes: el viceministro del
MINCULT. No hubo participación de quienes estaban del otro lado de la mesa
de diálogo que, al día siguiente, organizaron su propia conferencia de
prensa y denunciaron allá el temprano incumplimiento de lo acordado. Frente
a eso han aumentado, con base razonada, las detracciones y los escepticismos
respecto al diálogo. Un resultado posible es una huelga de silencio, la
castración de lo iniciado el 27-N. Esa opción cuenta con al menos dos
pilares.



Uno, lo que se considera una sistemática inoperancia de ese camino. Esa
tesis se argumenta con contenidos diversos; desde “otros diálogos no han
producido cambios” hasta “con el régimen no se dialoga”. Dos, las
detracciones frente al diálogo en este momento abrevan en una lectura del
campo político institucional como una sola cosa, un solo actor, un solo
orden; si en menos de 24 horas se incumplieron acuerdos, nada nuevo habrá
bajo el sol. Para lo segundo hay razones, la unanimidad y el verticalismo
han sido tomados como valores de la política al uso. La unanimidad ha sido
interesadamente confundida con el consenso y el verticalismo cristaliza una
regulación bélica de lo civil. Cierto que en la guerra no es procedente la
democratización de la conversación política. Cierto también que el gobierno
cubano, y el pueblo, han estado sitiados por los gobiernos estadounidenses,
y este no es un asunto menor, pero ni eso hace deseable o sostenible una
administración bélica, por vertical, de la vida civil.



Pero ambas razones para cortar el diálogo tienen problemas.



Primero, la historia no se repite aun cuando los muros sean estructurales y
los cimientos robustos. Si el diálogo emergió como opción, es porque sigue
considerándose tal. Y así se ha afirmado por al menos un sector con
aspiración de que este diálogo expanda sus posibilidades. La apuesta por el
diálogo puede tener muchas razones distintas detrás: confianza persistente
–parcial o total– en lo institucional, convicción de que no es posible
democratizar la política sin tocar el Estado, temor a que sin diálogo se
derive en un conflicto civil más agudo, urgencia por salvaguardar vidas, y
muchas otras. El resultado es que el diálogo emergió como clamor de parte de
distintos actores. Puede haber desacuerdos al respecto, pero es
incuestionable su legitimidad.



Respecto al segundo argumento para romper el diálogo —el rápido
incumplimiento de los acuerdos—, no podemos perder de vista que el poder
institucional no es un actor único. Lo que desde la ciudadanía
experimentamos como canales ágiles que replican órdenes unívocas, dictadas
por las mismas voces que hablan en coro, no es cierto.



En lo institucional también hay destiempos, fracturas, tensiones, poderes
dentro de poderes, poderes que impugnan otros poderes y poderes que
funcionan en paralelo, a veces sin tocarse, aunque estén bajo la misma
sombrilla. Los compromisos establecidos en un lado pueden no querer ser
cumplidos en otros. En esas plazas donde se establecieron los compromisos
hay líneas también quebradizas, texturas de lo no dicho.



Por lo mismo, el diálogo no puede ser un gesto. Es necesaria una política
sistemática del diálogo. Exigir que se cumpla lo acordado, volver sobre las
demandas, ganar organicidad también entre quienes demandamos. Advertir
nuestras propias contradicciones y las contradicciones que instituyen a los
otros actores con los que se busca dialogar.



Un derecho se vuelve reivindicación viable cuando se elaboran demandas
sociales constantes, cuando se verifica la capacidad de negociar sobre los
beneficios y costos, recompensas y castigos significativos, cuando se
producen alianzas razonadas que aseguren las garantías para esas demandas,
cuando es perdurable la existencia de los actores que reclaman. Si se
fractura el diálogo, la vigilia del 27-N será un sopor y nada más, al menos
en el corto plazo.



¿Dialogar entre quiénes?



Entre todas las expansiones posibles de lo sucedido en San Isidro (digo
expansiones, porque no había modo de que lo ocurrido se apagara sin más) la
del plantón y vigilia en el MINCULT fue la más desafiante y probablemente
una muy deseable. El 27-N complejizó el escenario y, en mi lectura, eso era
justamente lo que hacía falta.



Los dos actores protagonistas del conflicto agravado habían estado
verificando una política polar que escalaba en intensidad con el paso de las
horas. Uno de los problemas de la política polar, o escenificada como tal,
es que hace parecer que las agendas de los actores en el primer plano de la
disputa son las únicas que están en juego.



Quienes protagonizaron el 27-N impugnaron esa polarización sin colocarse en
el centro entre los hasta entonces protagonistas. Sin pensarse como centro.
Sin serlo. Sin estructurarse como tal. En su diversidad, defendieron
contenidos específicos de la agenda de San Isidro sin necesariamente sumarse
a su narrativa sobre la política y sin aspirar a administrarla ni
obscurecerla. El MSI estuvo allí corporeizado en personas concretas y sigue
existiendo en sí mismo. La defensa de la integridad de sus miembros en el
marco de una ley justa era parte de la voz colectiva.



A la vez, los actores del 27-N demandaron otros caminos de solución,
incorporaron otras preocupaciones y temas, y desplegaron repertorios de
acción colectiva asombrosamente ágiles. Produjeron ensamblajes entre la
contingencia y la historia, su propia historia. Exigieron diálogo y lo
produjeron.



Pero no se trata de un diálogo dócil, insulso, pasivo. El diálogo es puja,
transparenta la desigualdad de poderes, busca transformar la gramática de la
política. Eventualmente puede hacerlo.



¿Dialogar sobre qué?



Que hayan sido personas del campo de la Cultura quienes agenciaron el 27-N y
estén en este camino no quiere decir que los problemas del país empiecen o
terminen allí. Tampoco que los problemas que afrontamos, y a los que podemos
contribuir, sean solo aquellos relacionados con las libertades civiles.
Pensar solo en ellas es peligroso porque despacha problemas de
redistribución y de reconocimiento que no se consideran habitualmente dentro
de una agenda estrictamente política ni cultural, aunque lo sean.



Si tomamos el dato oficial como guía, entre hoy y el 31 de diciembre unas
cinco mujeres serán asesinadas por sus parejas o exparejas en Cuba. Al menos
una de ellas habrá hecho denuncias formales y habrá tropezado con barreras
en las instituciones policiales y el sistema de justicia que se denunciaron
también en el MINCULT por otra vía. Otras, no habrán buscado ayuda porque no
creen en nada. Esas cinco vidas que van a perderse también importan. Sobre
ellas también hace falta diálogo y acción a muchas manos.



Una preocupación similar podríamos tener por las y los migrantes internos
irregularizados. Por mejorar la situación de nuestros hospitales, frente al
desabastecimiento brutal de medicamentos que hay en el país. Por contribuir
a que con la administración de Biden reinicie el proceso de normalización
entre los gobiernos de las dos orillas. Por denunciar el bloqueo al tiempo
que pujar porque las pequeñas y medianas empresas privadas nacionales pueda
existir y porque quienes trabajan ahí de forma asalariada tengan garantías
para sus derechos laborales. Por democratizar la empresa estatal. Por mirar
a nuestros campos y a quienes trabajan allí.



No es que los gremios de artistas e intelectuales tengan que ser voz ni
representación del pueblo entero y todos sus sectores. Pero tampoco somos
una corporación. El campo cultural ha abierto un camino para pensar
colectivamente un país mejor y exigir más participación en él. La agenda de
los derechos civiles es parte de ello, solo parte. Quizás sea posible
redoblar la apuesta y preguntarnos cómo contribuir a un programa integral de
justicia social dentro del campo cultural y, también, en sus ensamblajes con
la sociedad que tenemos.



Las dos cosas a la vez. Ni más ni menos. No mirar hacia un solo punto ni
hacia un solo lado. Estar frente al mismo muro y el mismo mar, a veces no es
suficiente.



Diálogo puede ser una palabra grande, un dispositivo potente, un programa
justo para todas las personas.



* Ailynn Torres Santana, académica y militante feminista cubana, es
investigadora del International Research Group (IRGAC) de la Fundación Rosa
Luxemburgo y de Flacso en Ecuador, integra el comité de redacción de Sin
Permiso. .

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