Análisis/ 2020: una catástrofe capitalista devastadora [Manuel Aguilar Mora]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Dic 29 13:35:51 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

29 de diciembre 2020

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Análisis



2020: una catástrofe capitalista devastadora



Manuel Aguilar Mora *

Ciudad de México, 29-12-2020



2020 estará ya para siempre junto al otro año histórico de las grandes
crisis (depresiones) del capitalismo. Con el año de 1929, 2020 compartirá el
dudoso honor de ser un annus horribilis especial en la larga y turbulenta
historia del capitalismo. Años de catástrofes sólo superadas por las de las
dos guerras mundiales. Pero como todo hecho histórico 2020 tiene sus
especificidades: la crisis de este año comenzada a fines de 2019 con las
pulsiones económicas anunciadoras de una fuerte depresión y con los
estallidos de movilizaciones y cuasi rebeliones populares en varios países,
en marzo-abril de 2020 esos procesos económicos y políticos convergieron con
la erupción explosiva de la pandemia del coronavirus. Así la situación
devino en una profunda, triple crisis alimentada por sus vertientes:
económica, política y sanitaria. Y también como la de 1929 la crisis de este
año tuvo en Estados Unidos (EUA) su fuente principal, cuya culminación en
una depresión desastrosa ha sido resentida mundialmente más rápido y con más
fuerza por la globalización capitalista mucho más avanzada en el siglo XXI
que en los años treinta del siglo XX.



La omnipresencia del coronavirus



No es la primera vez que una pandemia azota a la humanidad. Pandemias ha
habido desde la antigüedad y en el siglo XX aparecieron nuevas expresiones
de dichas epidemias globales. El rasgo específico de la pandemia del
coronavirus en 2020 es su estallido simultáneo y virulento con el de una
gran crisis económica. De nuevo hay que señalar el rasgo específico que
determina el nivel de la mundialización de la economía, con todos los
aspectos decisivos que esta situación significa, para entender como un brote
de la pandemia en lo profundo del país-continente que es China aparecido en
octubre-noviembre de 2019, sólo cuatro meses después se había desparramado
por todo el mundo. El ataque sanitario a las pandemias tampoco es nuevo:
aislamiento, confinamiento inmediato de los brotes y sus espacios. El
gobierno chino así lo hizo en forma eficaz. No sucedió lo mismo en los demás
países: el coronavirus se extendió con redoblada fuerza en los países
capitalistas más avanzados hasta llegar a EUA en donde su devastación ha
sido proverbial: es el país con más muertos víctimas de la pandemia, con más
contagiados y el que mostró al mundo, con la actuación de los gobernantes
residentes en Washington, comenzando por el ocupante de la Casa Blanca, el
grado de torpeza criminal al que pueden llegar los gobiernos capitalistas
del mundo.



La contradicción a la que se han enfrentado todos los gobiernos capitalistas
con más o menos crudeza es la de atacar a la pandemia sin dañar a la
economía. Es decir, la razón de ser del capitalismo es la existencia de
ganancias, a lo cual todo está subordinado. Por supuesto hasta las vidas
humanas. Los métodos para controlar y liquidar la pandemia exigen
confinamientos que afectan tajantemente a las actividades económicas
capitalistas: cierres, restricciones de todo tipo, etc. Fue en EUA el país
en donde está contradicción se expresó con más fuerza encarnada en el
negacionismo criminal (“es una simple gripe”) del presidente Donald Trump y
en las actitudes dementes de empresarios que abiertamente decían que
preferían morir afectados por el coronavirus a cerrar sus negocios.



Con el desarrollo mortífero de la pandemia se ha revelado con todo su horror
la situación a la que la búsqueda de ganancias conduce la dinámica del
sistema capitalista: la salud humana como fuente de ganancias, la creciente
privatización de los sistemas sanitarios, la subordinación de la cura de las
enfermedades a la obtención de beneficios monetarios. Estos procesos
llevados al extremo en los últimos cuarenta años de la dominación de la
política económica neoliberal han estallado. Se están expresando en los
momentos actuales cuando se eleva con una propaganda planetaria la idea de
de la salvación final: la aparición de la vacuna anticoronavirus, una vacuna
producida por las gigantescas compañías de la industria farmacéutica,
precisamente firmas favorecidas en medio de la crisis con la obtención de
superganancias extraordinarias. Pero la vacuna, ciertamente importante, no
tendrá efectos inmediatos, tardará meses para llegar a toda la población y
no representa de ningún modo la solución real para superar el colapso total
de los sistemas sanitarios prácticamente en ruinas.



La carencia de hospitales, sus escatimados recursos, el desabastecimiento de
medicamentos de sus farmacias y ante todo la precaria situación de los
insuficientes médicos y enfermeras hasta los anestesiólogos y camilleros, de
la abrumadora mayoría del personal sanitario no están siendo enfrentadas
debidamente. Mientras exista el capitalismo nunca lo serán. La construcción
de un verdadero sistema de salud pública, universal, dotado con todos los
recursos que exigen el cuidado y el mantenimiento de la salud del pueblo
debe ser una demanda de transición en la lucha del personal sanitario y de
todos los trabajadores. Esto es así porque los intereses de los
capitalistas, sus políticos y sus diferentes agentes siempre se impondrán
antes que ceder y aceptar que una sociedad sin un riguroso cuidado sanitario
cuya población esté azotada por cada vez más enfermedades nunca podrá ser el
asiento de una economía sana.



La contrarrevolución del coronavirus



Depresiones y catástrofes como la que atravesamos han sido siempre periodos
de rupturas que afectan terriblemente y de modo decisivo a los trabajadores
y en general a los sectores explotados y oprimidos. El desempleo se dispara
llegando a inauditas cotas millonarias, la precariedad y el hambre se
apoderan de poblaciones desprotegidas enteras. Los trabajadores son
arrinconados y su lucha cotidiana cuesta arriba por la supervivencia se hace
más penosa. El confinamiento masivo al que obliga la torpeza criminal de los
gobiernos divide y enclaustra a los trabajadores que se ven en dificultades
para organizar sus protestas. La presión para controlar la pandemia se
convierte en justificación de medidas coercitivas. Ante el escenario
político se yergue la sombra del autoritarismo gubernamental. Las
estructuras políticas tradicionales crujen, la confusión y los conflictos se
acentúan en el seno de los partidos. En medio de esta tragedia social se
abre paso con más fuerza que nunca una decisión de los sectores dirigentes y
gobernantes: esta crisis no debe superarse a nuestra costa sino a costa de
las masas populares. Pero éstas también comienzan a inquietarse, de hecho
precisamente en 2019 se dieron en varios países movimientos de masas de
protesta y rebelión con la participación de miles de hombres y
particularmente en muchos casos de mujeres que el estallido de l pandemia
frenó abruptamente. Pero no del todo. En 2020 incluso EUA fue escenario de
protestas masivas históricas con motivo del asesinato a sangre fría por un
policía racista del trabajador negro George Floyd en mayo. Se calculó que en
estas protestas participaron veinte millones de personas en decenas de
ciudades de EUA. Un hecho masivo inaudito ocurrido en pleno periodo de
confinamiento exigido por la pandemia.



Todos los aparatos de Estado son impactados por estos procesos. Los sectores
dirigentes y gobernantes se adaptan a estos nuevos tiempos de crisis. Se dan
cambios en la forma tradicional e imperante de los gobiernos (neo)liberales,
profundizando y acelerando la tendencia que venía produciéndose desde la
gran crisis financiera anterior de 2008. Las pulsiones autoritarias hacen
más evidentes los límites desbordados de las formas tradicionales de
gobierno. Surgen gobiernos como los de Donald Trump en EUA, de Jair
Bolsonaro en Brasil, recrudecimiento de conflictos con sectores populares e
inter gubernamentales como en Perú, Guatemala, Bielorusia, Polonia, Hungría,
Hong Kong  y otros casos más. Se habla mundialmente de un ascenso del
“populismo” una fórmula algebraica que esconde la tendencia del surgimiento
de gobiernos autoritarios de tipo bonapartista, muchos de ellos con
pulsiones claramente prefascistas.



El escenario de las pugnas inter burguesas es otro poderoso factor que hace
aún más complejo el panorama. La Unión Europea se resquebraja con la salida
del Reino Unido británico y las tendencias centrífugas de varios países de
Europa oriental. Pero la pugna inter capitalista mayor entre EUA y China
está en el fondo subyacente, una pugna colosal económica que, por supuesto,
tiende a desbordarse hacia otros espacios.



Las enseñanzas de la historia



Todas las depresiones anuncian nuevos tiempos. Se abren ante las luchas
políticas y sociales nuevos posibles destinos, representan momentos en que
la contrarrevolución y las esperanzas revolucionarias se confrontan
directamente, sin mediaciones. La historia no se repite pero es el
laboratorio en el que el estudio de su pasado ayuda a la humanidad para
comprender con plenitud su presente y atisbar su futuro. Lo sucedido a
partir de la depresión de 1929 es una experiencia trágica que enseña muchas
lecciones que no deberíamos olvidar. El estallido de la depresión económica
de 1929 detonó una crisis mundial que diez años después culminó en el inicio
de la Segunda Guerra Mundial, el acontecimiento bélico devastador más grande
y sangriento de la historia humana. Fueron diez años de terribles conflictos
y derrotas de los trabajadores que culminaron en la peor contrarrevolución
posible, una guerra mundial. En 1933 la llegada de Hitler al poder en
Alemania determinó que un conflicto bélico mayor se anunciaba
inevitablemente. Los trabajadores y los sectores oprimidos y explotados
aliados lucharon contra el fascismo y por tratar de que el precio del
proceso de fascistización fuera el menor posible. Desgraciadamente
fracasaron ante acontecimientos tremendos que finalmente impusieron la
hecatombe de 1939-45. En 1935 el imperialismo japonés invadió Manchuria y en
1937 incursionó profundamente hacia el sur de China desatando un conflicto
sangriento en Asia. En 1936 los trabajadores en Francia y España lucharon
contra la contrarrevolución fascista pero fueron derrotados. Fue
especialmente trágica la derrota de la revolución en España en donde los
trabajadores protagonizaron una sangrienta guerra civil que se convirtió en
el preludio de la guerra mundial. Todas estas derrotas fueron profundizadas
por lo que paralelamente sucedía en la Unión Soviética en donde el proceso
intenso y profundo de burocratización de la revolución culminó en la
imposición de la terrible dictadura de Stalin que significó también una
victoria contrarrevolucionaria.



Insistimos, la historia no se repite. Pero la súper-crisis del 2020 se ha
dado en un sistema capitalista cuya decadencia es la fuente de muchas
fuerzas y tentaciones malignas y bárbaras. En el casi siglo que ha
transcurrido de 1929 a nuestros días otros procesos han surgido como
consecuencia de la dinámica cada vez más mortífera del capitalismo. Destaca
entre ellos el cambio climático con su cauda de anuncios apocalípticos. Y
como siempre la amenaza de nuevas y mortíferas guerras está suspendida sobre
el futuro de la humanidad. Ciertamente hoy como en 1929 es necesario seguir
luchando contra la desigualdad social, por la reducción de las horas de
trabajo para que disminuya drásticamente el desempleo, contra el secreto
bancario para efectuar una profunda e igualitaria distribución del producto
nacional y por la instauración de un gobierno de los trabajadores y sus
aliados en los sectores explotados y oprimidos. Todo ello dentro de un
proyecto internacionalista para vincular las luchas del pueblo de México con
las de sus hermanos de América Latina, de Estados Unidos y de todo el mundo.



La responsabilidad de los revolucionarios



Vienen años difíciles pero plenos de oportunidades. La triple crisis que
atravesamos es una experiencia que seguramente impacta ya y lo seguirá
haciendo a la conciencia de los trabajadores y de todos aquellos que padecen
sus flagelos. Será la fuente para el surgimiento de una conciencia de clase
anticapitalista ante el evidente desastre que presenciamos y padecemos.



Los socialistas revolucionarios deberán unirse y permanecer firmes mientras
el transcurrir de la triple crisis se desarrolla y la influencia de su
propaganda y de sus ideas programáticas crezca hasta abarcar a sectores
importantes de los trabajadores. Manteniendo con firmeza su independencia de
la burguesía de su Estado, de sus partidos y de los dirigentes conciliadores
los socialistas revolucionarios sabrán  preservar su decisión de ser los
aliados de los trabajadores en la lucha crucial por su emancipación y la
puesta en pie de un gobierno de los trabajadores y de sus aliados mujeres,
indígenas, jóvenes y demás sectores oprimidos.



* Manuel Aguilar Mora, militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS),
profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), En 1968
integró el Comité de lucha de Filosofía y Letras al lado de José Revueltas.
Autor de numerosos libros sobre la historia política y social de México.

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