Israel/Palestina/ El "Acuerdo del siglo". Un plan diseñado a la medida de Tel Aviv [Jonathan Cook]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Feb 2 22:07:36 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

2 de febrero 2020

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Israel/Palestina

 

El “acuerdo del siglo” 

 

Un plan diseñado a la medida de Tel Aviv 

 

Jonathan Cook *

Brecha, 31-1-2020 

https://brecha.com.uy/

 

El largamente anunciado “acuerdo del siglo” de Donald Trump no fue, en su
mayor parte, ninguna sorpresa. A lo largo de los últimos 18 meses, algunos
funcionarios israelíes habían filtrado muchos de sus detalles. La llamada
“visión para la paz” revelada este martes tan sólo confirmó que el gobierno
de Estados Unidos ha adoptado como propio y de manera pública lo que en
Israel ya es un consenso establecido: que ese país tiene derecho a conservar
de forma permanente los territorios de los que se apoderó ilegalmente
durante los últimos 50 años y cuya apropiación niega a los palestinos
cualquier esperanza de un Estado.

 

La Casa Blanca ha descartado así su tradicional pose de “mediador honesto”
entre Israel y los palestinos. Los líderes de estos últimos no fueron
invitados a la ceremonia del martes, y de haber sido invitados no habrían
ido. Este fue un acuerdo diseñado en Tel Aviv antes que en Washington y el
punto era precisamente ese: asegurarse de que no habría socio palestino del
otro lado de la mesa.

 

De qué se trata el acuerdo 

 

“Visión para la paz” le dará a Israel el permiso de Washington para anexar
la totalidad de sus asentamientos ilegales, actualmente esparcidos a lo
largo y ancho de Cisjordania, así como la vasta cuenca agrícola del Valle
del Jordán. Israel continuará además con su control militar sobre toda
Cisjordania. El primer ministro Biniamin Netaniahu ha anunciado su intención
de presentar tal plan de anexión ante su gabinete lo más pronto posible. Sin
lugar a dudas, este será el pilar fundamental de su campaña de cara a la
disputada elección israelí del próximo 2 de marzo.

 

El acuerdo de Trump también aprueba la ya existente anexión de Jerusalén
Este por Israel y espera que los palestinos finjan que una aldea cisjordana
en las afueras de esa ciudad es su capital Al Quds. Hay indicios
incendiarios de que incluso se le permitirá a Israel dividir por la fuerza
el complejo de la mezquita Al Aqsa para crear un espacio de rezo para los
judíos extremistas, como ya ha ocurrido en Hebrón.

 

Además, la administración Trump considera, al parecer, dar luz verde a las
viejas esperanzas israelíes de rediseñar las fronteras de manera tal de
transferir a Cisjordania a cientos de miles de palestinos que ahora viven en
Israel como ciudadanos de ese país. Tal cosa se trataría, ciertamente, de un
crimen de guerra. El plan tampoco contempla el derecho al retorno de los
refugiados palestinos. Por lo pronto, sus firmantes esperan que el mundo
árabe se encargue de compensar a millones de ellos.

 

Un mapa compartido el martes por Estados Unidos con los eventuales
resultados territoriales del “acuerdo del siglo” muestra enclaves palestinos
conectados por un caótico entramado de puentes y túneles, incluyendo uno que
uniría Cisjordania y Gaza. El único beneficio acordado para los palestinos
son las promesas estadounidenses de ayudarlos a fortalecer su economía. Dado
el espantoso estado de las finanzas palestinas tras décadas de robo de
recursos a manos de Israel, no es una gran promesa.

 

El fin de la farsa de Oslo

 

Todo esto ha sido disfrazado como “una solución de dos Estados realista”,
que le ofrece a los palestinos cerca del 70 por ciento de los territorios
ocupados –los que a su vez representan apenas el 22 por ciento de su patria
original. Dicho de otra manera: a los palestinos se les pide aceptar un
Estado en el 15 por ciento de la Palestina histórica, luego de que Israel se
ha apropiado de las mejores tierras agrícolas y de los recursos hídricos.

 

Como toda oferta “por única vez”, esta colcha de retazos bajo el nombre de
Estado –sin ejército, y en el que Israel controla la seguridad, las
fronteras, las aguas territoriales y el espacio aéreo– tiene fecha de
vencimiento. Debe ser aceptado en los próximos cuatro años. De lo contrario,
Israel tendrá vía libre para empezar a saquear incluso más territorio. Pero
la verdad es que ni Israel ni Estados Unidos esperan, o quieren, que los
palestinos acepten.

 

Por eso es que se incluye, además de la anexión de los asentamientos, un
conjunto de condiciones irrealizables para que Palestina –lo que quede de
ella– pueda ser reconocida: los grupos políticos palestinos deben entregar
sus armas y Hamás debe ser desmantelado; la Autoridad Palestina, encabezada
por Mahmud Abás, debe quitarles a las familias de los presos políticos la
ayuda económica; y los territorios palestinos deben reinventarse como una
Suiza de Oriente Medio, con una democracia floreciente y una sociedada
abierta y tolerante, todo ello bajo la bota de Israel, claro.

 

El plan de Trump termina con la farsa de que el proceso de Oslo, de 26 años,
tenía como objetivo algo más que la capitulación palestina. Alinea
completamente a Estados Unidos con los esfuerzos israelíes, perseguidos por
sus principales partidos políticos durante muchas décadas, para sentar las
bases del apartheid permanente en los territorios ocupados.

 

Cálculos y beneficios

 

Trump invitó a Netaniahu, primer ministro interino de Israel, y a su
principal rival político, el exgeneral Benny Gantz, para el lanzamiento del
acuerdo. Ambos estaban ansiosos por expresar su apoyo irrestricto. Entre los
dos representan cuatro quintos del parlamento israelí, y la principal
batalla en las elecciones de marzo será en torno a quién de los dos puede
afirmar que está en mejores condiciones para implementar el plan y, por lo
tanto, asestar un golpe mortal a los sueños de un Estado palestino.

 

En la derecha israelí, sin embargo, también ha habido voces discordantes.
Algunos grupos de colonos entienden que el plan está “lejos de ser
perfecto”, una visión que seguramente Netaniahu comparte en privado. Es que
en Israel la extrema derecha se opone a cualquier mención de un Estado
palestino, por ilusoria que sea.

 

No obstante, Netaniahu y su coalición derechista se agarrarán alegremente de
lo ofrecido por la administración Trump. Mientras tanto, el inevitable
rechazo del plan por los líderes palestinos servirá en el futuro para
justificar la apropiación de más tierras por Israel.

 

Hay además otros beneficios, más inmediatos, del “acuerdo del siglo”. Al
permitir que Israel mantenga las ganancias ilícitas obtenidas tras su
conquista de los territorios palestinos en 1967, Washington ha dado su
respaldo oficial a una de las mayores agresiones coloniales de la era
moderna. De este modo, el gobierno de Estados Unidos ha declarado una guerra
abierta contra las ya débiles restricciones que impone el derecho
internacional.

 

Trump también se beneficia en lo personal. Esto proporcionará una
distracción frente a las audiencias de su impeachment, al tiempo que
ofrecerá un potente estímulo a su base evangélica obsesionada con Israel y a
los principales financistas de campañas –como el magnate de los casinos
Sheldon Adelson–, en pleno período previo a las elecciones presidenciales.

 

Además, el presidente de Estados Unidos le está dando una mano a un útil
aliado político. Netaniahu espera que este empuje de la Casa Blanca permita
a su coalición ultranacionalista hacerse con el poder en los comicios de
marzo e intimide a los tribunales israelíes que evalúan los cargos penales
en su contra. La forma en que planea extraer ganancias personales del plan
de Trump se vio con claridad el martes: Netaniahu reprendió al fiscal
general de Israel por acusarlo de corrupción y alegó que el funcionario
ponía en peligro un “momento histórico” para el Estado de Israel.

 

Mientras tanto, Abás saludó el plan con unos “mil no”. Trump lo ha dejado
completamente expuesto. O bien la Autoridad Palestina abandona su papel de
proveedor de seguridad tercerizada al servicio de Israel y se disuelve a sí
misma, o bien continúa como antes, pero no sin abandonar primero de forma
explícita la ilusión de que en realidad busca convertirse en un Estado.

 

Abás intentará de todos modos aferrarse a su puesto, con la esperanza de que
Trump sea derrotado en las elecciones de este año y de que un nuevo gobierno
estadounidense vuelva a fingir apoyo al ya difunto proceso de Oslo. Pero si
Trump gana, las dificultades de la Autoridad Palestina aumentarán
rápidamente. Nadie, y mucho menos la Casa Blanca, cree que este plan
conducirá a la paz. Una preocupación más realista es qué tan rápido allanará
el camino hacia un mayor derramamiento de sangre. 

 

*  Periodista británico residente en Nazaret y autor de diversos libros
sobre el conflicto palestino-israelí. Artículo publicado originalmente en
inglés en el blog The View from Nazareth. Traducción y titulación de Brecha.

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