Nicaragua/ Testimonio. María Ruiz Briceño: "La Policía me amenazó todos los días en la cárcel" [Yader Luna]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Feb 3 00:07:43 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

3 de febrero 2020

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Nicaragua

 

“La Policía me amenazó todos los días en la cárcel”

 

La estudiante María Ruiz Briceño pasó casi seis meses detenida con presas
comunes. Los carceleros le exigían información de otros universitarios.

 

Yader Luna

Confidencial, 2-2-2020

https://confidencial.com.ni/

 

“Si no nos decís dónde están esos chavalos jodidos, vos sabrás. Pero podemos
llevarnos presos y desaparecer a tus hermanitos. Es mejor que nos digas
quién los financiaba y dónde están esos hijueputas”, era una frase que
escuchó decenas de veces María Ruiz Briceño, una estudiante universitaria,
de 22 años, que permaneció encarcelada por casi seis meses por la dictadura
Ortega-Murillo.

 

Las amenazas empezaron desde el 13 de julio del año pasado cuando fue
capturada junto a otros seis compañeros, mientras participaban en un plantón
en la catedral de Managua, para conmemorar un año del brutal ataque de
fuerzas paramilitares y policiales de la dictadura contra universitarios
atrincherados en la UNAN y en la parroquia Divina Misericordia.

 

“Estábamos saliendo en un taxi del plantón. Éramos siete en el taxi y vimos
como una Hilux nos iba siguiendo. Todos íbamos nerviosos, pero el taxero
más. De repente se detuvo y nos rodearon varias patrullas. A mí me
golpearon, me voltearon el brazo para la espalda. A mis compañeros los
empezaron ahorcar y a mí me apuntaron con un arma.  Nos preguntaban quién
era el líder, quién organizaba ese plantón”, recuerda.

 

Para María desde ese día empezaron las torturas psicológicas. En el grupo de
jóvenes arrestados había dos mujeres más, menores de edad. “Les dije que yo
era la líder para que dejaran ir a los demás”, afirma.

A ella la trasladaron al Chipote y tiempo después a la cárcel la Esperanza.
Desde entonces, cada día, los policías la sentaban a interrogarla. Unos días
le preguntaban por compañeros de la universidad con nombres y apellidos,
otros por líderes de la protesta y, otros solo la sentaban para humillarla y
decirle: “mirate donde estás, sola y nadie viene aquí con vos”.

 

Había días que la amenazaban con hacerle algo a su padre, un hombre que
padece insuficiencia renal crónica. “Sabemos a qué hora se hace las
diálisis, cómo se llama el doctor que lo atiende, la hora en que regresa a
su casa”, le decían.

 

“Eso me causaba terror. Pero trataba de mantenerme fuerte”, recuerda.

 

Sin ver a su familia

 

María pasó los primeros tres días en una celda del Distrito Uno. Ahí le
tomaron decenas fotografías. Durante ese tiempo no tuvo contacto con su
familia que la buscaba en todas las estaciones policiales. “Hasta trece días
después pude ver a mi mamá”, relata.

 

Esta joven originaria de Belén, Rivas, fue una de las atrincheradas de la
UNAN-Managua. Ella estuvo junto a otros universitarios encerrados en su casa
de estudios para exigir un cambio dentro de las autoridades estudiantiles de
la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN) y exigir la renuncia de
Daniel Ortega y Rosario Murillo.

 

“No ver a mi familia fue lo más duro todo el tiempo, porque yo temía que les
hicieran algo. Por mí no, porque yo sabía de todo lo que era capaz este
Gobierno”, explica.

 

Durante su encierro, que terminó hasta el 30 de diciembre del 2019 cuando
fue liberada junto a 90 prisioneros políticos, escribió varias cartas a sus
padres pidiéndoles perdón por ese “trago amargo” que les estaba haciendo
vivir.

 

“Quiero que sepas que hice, al menos, lo que querías. Me preparé hasta donde
pude y le eché ganas para que un día te sintieras orgullosa de que criaste
una mujer de bien (…) pero por los principios que vos y Dios me inculcaron
no podía quedarme callada al ver todo lo que sucedía con los estudiantes”,
escribió en una hoja a su madre.

 

Le pedía perdón a Dulce Briceño, su madre, porque por su culpa ella tenía
que ausentarse de su trabajo en una zona franca, para viajar desde Rivas
hasta la cárcel de mujeres la Esperanza.

 

“Mis padres no sabían que yo estaba protestando y cuando hablaba con ellos
les contaba todas las barbaridades que esta dictadura hacia contra
universitarios y contra la población. Ellos se negaban a ver, hasta que
pudieron confirmarlo con lo que me hicieron a mí”, dice.

 

Instigaban a presas para que la golpearan

 

A María la quisieron obligar a firmar un documento en el que admitía su
culpa. La acusaban de robo agravado de un celular. “Es irónico porque me
acusaban de robar un celular más barato que el que me quitaron y robaron
finalmente”, afirma.

 

Contrario a la situación de la mayoría de las presas políticas, que han
estado en celdas compartidas, María estaba sola en un galerón lleno de
desconocidas. “Cuando llegué a la prisión algunas mujeres me decían: ‘aquí
no queremos a presas políticas’. Una mujer me empujó en el brazo ese día y
cuando le reclamé me volvió a gritar que no me querían ahí. Entonces yo le
contesté: ‘dígale a su comandante que me venga a sacar’”, recuerda.

 

Pero los maltratos de las presas comunes hacia ella además fueron instigados
por los mismos policías. “Llamaban a las presas comunes, después de todos
los interrogatorios diarios que me hacían, para decirles que yo decía cosas
de ellas, para que ellas me golpearan. Luego ellas llegaban a reclamarme y
me amenazaban”, dice. Sin embargo, ellas les suplicaba: “Nunca haría eso, yo
soy cristiana y lo único para lo que me llaman es para que les dé
información sobre estudiantes”, les contaba.

 

Negaban que era presa política

 

Esta joven, que estudiaba Banca y Finanzas en la Universidad Nacional
Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) por las mañanas e Ingeniería
Electrónica en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) por las noches,
fue durante varios meses conocida como “la última presa política”.

 

Ella era la única mujer encarcelada por la dictadura tras la liberación de
la mayoría de presos políticos bajo la polémica Ley de Amnistía promovida
por la dictadura.

 

“Tuve problemas con las funcionarias, porque me decían ‘aquí no hay presos
políticos’ todo el tiempo. Nunca aceptaban que la dictadura me tenía
encarcelada injustamente por salir a manifestarme”, cuenta.

 

Al sentirse sola, empezó a protestar desde su celda y les gritaba:
“¡libertad para los presos políticos!”, “¡libertad para mí!”. También rayaba
sus sabanas con frases alusivas a la lucha cívica.

 

“Con una pintura de uña pinté en blanco el trastecito con el que comía con
la frase ‘no más dictadura’. Pero de inmediato empezaron a quitarme todas
mis cosas. Yo les dije: ‘¡qué absurdo que me quiten mis cosas por
expresarme!’”, recuerda.

 

Narra que por eso la mandaron a llamar advirtiéndole que se olvidara de
andar protestando y le dijeron: “Ahora estás aquí bajo nuestras órdenes y
además sos una rea común, sos una delincuente”, le gritaron.

 

Tras su excarcelación a María no le informaron sobre su situación
carcelaria. Admite que sigue siendo víctima de hostigamiento, pero asegura
que seguirá firme en la lucha.

 

“Siempre tengo temor porque cuando salí no firmé ningún documento de
libertad, no tengo un documento que diga soy libre. No sé si voy a llevar un
proceso judicial. Mi miedo es que de pronto a esta gente se le meta el
diablo y me vengan a sacar de la casa”, insiste.

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