El Salvador/ Silla equivocada. Nayib Bukele en la encrucijada [José Ramírez Fuentes]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Feb 14 13:55:04 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

14 de febrero 2020

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El Salvador

 

La encrucijada del presidente Nayib Bukele

 

En la silla equivocada 

 

Como el parlamento, a su criterio, estaba demorando más de la cuenta la
aprobación del presupuesto para seguridad, el presidente salvadoreño declaró
el asunto “emergencia nacional”. Luego convocó una asamblea extraordinaria,
entró a la sede legislativa flanqueado por soldados y policías, y pretendió
dirigir la sesión. Como no lo logró, rezó. Aunque el hecho, evidentemente,
no pasó desapercibido, tampoco resultó extraño si se tienen en cuenta las
características tradicionales del sistema político salvadoreño.

 

José Alfredo Ramírez Fuentes

Brecha, 14-2-2020 

https://brecha.com.uy/

 

Durante el siglo XX, muchos países latinoamericanos han sufrido serias
dificultades para mantener un equilibrio entre los órganos del Estado, se
han hecho grandes esfuerzos para que el presidente no acumule demasiado
poder, y es ahí donde vienen a la mente nombres como el de Fulgencio
Batista, Perón, Stroessner, Porfirio Díaz, Pinochet o, en el caso de El
Salvador, Maximiliano Hernández Martínez. Son personajes que, de una u otra
forma, manejaron o manipularon a los otros poderes del Estado para
mantenerse en la presidencia. De ninguna forma se está asegurando que Nayib
Bukele sea un dictador, más bien se trata de no dejar pasar un evento
significativo de nuestras tradiciones políticas.

 

Donde no lo llaman 

 

El Salvador es un país con serios problemas de seguridad pública, aunque
también padece de falta de fortalecimiento institucional, extrema pobreza y
sistemas de salud y educación deficientes. Sin embargo, las primeras décadas
del siglo XXI dan señales de mejoras sustanciales. La guerra civil
(1972-1992) dejó un sistema democrático bipartidista, en el que la derecha
neoliberal quedó representada por Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y
la ex guerrilla formó el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
(Fmln). El primero gobernó por 20 años con cuatro presidentes distintos, y
el Fmln logró la alternabilidad en 2009 y gobernó por ocho años.

 

En 2019 un joven empresario de ascendencia palestina apareció –luego de
militar en el Fmln– como una opción fresca y nueva que ofrecía soluciones a
los problemas del país. Este personaje aseguraba ser distinto a “los mismos
de siempre”, como llamaba a los partidos tradicionales. El 1 de junio de
2019 Nayib Bukele llegó a la presidencia, aprovechando su política fresca y
su simpatía construida en redes sociales, sin mayor oposición. No tuvo
problema en ganarle al Fmln y Arena gracias a su campaña, pero también en
gran medida gracias al desgaste de los partidos antes mencionados.

 

Aun con una victoria muy celebrada nacional e internacionalmente, la
expectativa continúa a ocho meses de gobierno. La evaluación a 100 días de
gobierno expuso las promesas incumplidas. Los medios de comunicación más
críticos acusaron a Bukele de no lograr la extradición del expresidente
Mauricio Funes de la vecina Nicaragua, quien es buscado por la justicia
salvadoreña por enriquecimiento ilícito durante su mandato (2009-2014).
Funes se nacionalizó nicaragüense para evitar ser extraditado.

 

Por otra parte, prometió perseguir la corrupción a través de una comisión,
pero no la ha llevado a cabo. En ese sentido, sus antecesores dispusieron de
una cantidad no especificada de dinero, para usarla a su criterio. Esa
“partida secreta”, como se la denominó, fue muy criticada, y Bukele prometió
desmantelar la estructura que promovía el clientelismo político. Pero hasta
el momento no hay novedades. Su gestión, sin embargo, ha tenido una buena
evaluación a nivel regional e internacional, porque se ha enfocado en la
seguridad pública a través del combate a los homicidios en el país más
peligroso y violento de América Latina, según cifras de la Oficina de
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.

 

Bukele lo ha logrado, al menos eso sostienen su gobierno y simpatizantes. En
su primer mes lanzó un plan de seguridad de tres fases y logró bajar los
asesinatos de 231 en junio a 87 en julio de 2019, según los estimados más
altos. La primera fase del plan consistió en enfocar los esfuerzos de la
policía en 12 localidades con altos niveles de violencia, así como atacar,
en cierta medida, las redes de financiamiento de las pandillas. Además, se
trasladó reos que dirigían operaciones ilícitas desde las cárceles y se
interrumpió los servicios telefónicos en los centros penales. Con esto logró
disminuirse la incidencia de los miembros de las pandillas, presos por sus
crímenes. La segunda fase consistió en expandir el área de despliegue de la
policía y el ejército a espacios concretos, como urbanizaciones y colonias
que se veían afectadas por el accionar de las pandillas. Esta fase tuvo, al
parecer, resultados favorables, aunque su alcance es aún materia de debate.

 

La tercera fase se ha complicado. Presentada en agosto de 2019, buscó
modernizar y tecnificar a la policía y el ejército con equipo de última
generación para que sus acciones fueran más eficientes. Pero Bukele no ha
dado detalles, y los diputados exigen información; hasta ahora se sabe que
se busca adquirir helicópteros, un barco, armas, chalecos antibalas, cascos
de visión nocturna y cámaras de videovigilancia. Todo lo anterior con un
presupuesto de 109 millones de dólares, por lo que el presidente urge la
aprobación de la autorización para gestionar un préstamo con el Banco
Centroamericano de Integración Económica. Los parlamentarios le han dado
largas a las discusiones, aprobando y retractándose de su decisión, y Bukele
se desesperó. El domingo 9 de febrero utilizó el poder del Ejecutivo para
que su Consejo de Ministros convocara una sesión extraordinaria de la
Asamblea Legislativa, con la justificación de una emergencia nacional ante
el prolongado período de discusión del presupuesto para seguridad. Las
acciones del domingo por la tarde no favorecieron al presidente: los
diputados de Arena y del Fmln –los políticos peor calificados por la
población salvadoreña– se rehusaron a asistir a la Asamblea y sólo se
presentaron 29 de los 84 legisladores.

 

El presidente, que realizó un evento político afuera del parlamento, terminó
entrando al salón de la Asamblea, flanqueado por medio centenar de soldados
y policías armados que se tomaron la sede legislativa, y se sentó en la
silla del presidente de la Asamblea. Desde allí llamó a sesión parlamentaria
y, al darse cuenta de que no había suficientes diputados, se dispuso a orar:
aseguró que Dios le había dicho que tuviera paciencia. En El Salvador, donde
la enorme mayoría de la población es católica y evangélica, las acciones de
Bukele fueron una burla a la religión. Al abandonar la sede parlamentaria,
Bukele siguió señalando a los diputados como corruptos e irresponsables por
no aprobar el presupuesto para seguridad pública.

 

Entre el lunes 10 y el miércoles 12 de febrero, los formadores de opinión
–desde los diarios y noticieros– acusaron a Bukele de irrespetar la
Constitución, la institucionalidad democrática y de dar muestras de
autoritarismo. Pero vale recordar que estos males son, lamentablemente,
características tradicionales del sistema político salvadoreño. Si bien
después de la guerra civil se realizaron reformas importantes para
evitarlos, nuestra sociedad tiende a su tradicional caudillismo, que
fácilmente degenera en autoritarismo o incluso en dictaduras.

 

Límites 

 

Las consecuencias no paran ahí. La sala de lo constitucional del órgano
judicial emitió cuatro medidas cautelares contra el presidente y sus
ministros: le prohibieron hacer convocatorias a la Asamblea emitidas por el
Consejo de Ministros, suspender cualquier acuerdo tomado en la sesión del 9
de febrero de 2020, que el presidente se abstenga de hacer uso del ejército
y la policía, y al ejército y la policía no acatar órdenes fuera de sus
labores constitucionales. Así los equilibrios de poder republicanos parecen
restablecerse, pero el sistema aún falla y necesita fortalecerse. La
democracia no es un destino, sino una construcción constante que debe ser
vigilada.

 

Las lecciones para aprender de este episodio de la vida republicana
salvadoreña son importantes. Siguiendo la tradición caudillista, Bukele
aprovechó su carisma y capital político para llegar a la presidencia. Tanto
la Asamblea Legislativa, que tiene una mala aceptación a nivel nacional,
como el Ejecutivo, que goza de una relativa aceptación por parte de la
población, se vieron muy mal al insultarse públicamente y dañar la frágil
institucionalidad del país. Por último, conviene decir que la sociedad civil
es la llamada a mediar y exigir una discusión real y consensuada de los
planes de gobierno y de la aprobación de préstamos a organismos
internacionales, y a evitar la injerencia de un órgano de Estado en otro.
Además, quedó demostrado que la Asamblea y los partidos de oposición ahí
representados tienen fuerza y apoyo de sus bases para asumir, junto con la
sociedad civil, el debido control de los gobiernos democráticamente
elegidos.

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