América Latina/ El agotamiento del desarrollo, la confesión de la CEPAL [Eduardo Gudynas]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Feb 15 18:01:08 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

15 de febrero 2020

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América Latina

 

El agotamiento del desarrollo, la confesión de la CEPAL

 

Eduardo Gudynas *

Rebelión, 15-2-2020 

http://www.rebelion.org/

 

Lo que puede ser interpretado como la confesión de una derrota que afecta a
toda América Latina ha pasado casi desapercibida. Se acaba de admitir que
todas las estrategias de desarrollo implementadas en la región están
agotadas. No sólo eso, sino que además se fracasó en todas ellas. Esa es la
confesión de la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América
Latina (CEPAL). 

 

A pesar de la gravedad de la declaración, no reaccionaron ni los gobiernos,
ni la prensa, ni los actores ciudadanos directamente vinculados a la
temática del desarrollo. Es más, la secretaria de CEPAL, Alicia Bárcena,
avanzó más afirmando que el extractivismo, o sea la exportación de materias
primas, es el que está agotado porque “concentra riqueza en pocas manos y
apenas tiene innovación tecnológica” (1). 

 

Estamos ante la confesión de la máxima autoridad del organismo económico más
importante del continente, el que por un lado tendría que haber contribuido
a evitar ese fracaso, y por el otro, haber asegurado el camino hacia lo que
ellos conciben como un desarrollo virtuoso que reduce la pobreza y la
desigualdad. Reconocer que nada de eso ha sucedido es admitir que la CEPAL
no tenía estrategias realmente efectivas para ese propósito, o si se asume
que sus propuestas eran las adecuadas, entonces los gobiernos serían los
culpables por no haberlas seguido. Cualquiera de las dos posibilidades
tienen muy graves connotaciones. 

 

La admisión del fracaso 

 

Resulta sorprendente que semejante confesión pasara desapercibida. Habría
que preguntarse si la secretaria ejecutiva de la CEPAL reconoce eso en
público porque ya todos los saben, y como muchos que son responsables de un
modo u otro, nadie se ofenderá ni exigirá asumir las responsabilidades por
ese fracaso. Es que hay un aire de fatalismo creciente en el continente que
se siente en estas y otras situaciones que hacen a las estrategias de
desarrollo. 

 

Esto contrasta con el entusiasmo con que se discutía sobre desarrollo en el
pasado reciente, tanto por políticos como académicos y militantes. Desde
inicios de los años 2000 proliferaron en América Latina todo tipo de ensayos
sobre otros modos de organizar el desarrollo, incluyendo cambios en el papel
del Estado, la regulación de los mercados y las políticas públicas. Aquel
ímpetu estuvo directamente asociado con los gobiernos progresistas, y a
medida que éstos languidecieron, las expectativas con sus versiones del
desarrollismo también menguaron. 

 

La CEPAL navegó bajo distintas tensiones y ambigüedades frente a los ensayos
desarrollistas del siglo XXI. Nunca fue una promotora entusiasta de algunas
de sus versiones, coma la bolivariana, pero contribuyó a legitimar los modos
más moderados, como el de Brasil bajo Lula da Silva. No abandonó sus propias
propuestas, como las que en los años noventa postulaban la “transformación
productiva” o la inserción en la globalización comercial. Más allá de los
énfasis, la CEPAL se mantuvo fiel al credo del crecimiento económico como
motor indispensable del desarrollo, y ponía su esperanza en ciertas
regulaciones para educir la pobreza y la desigualdad. 

 

Crecimiento económico y extractivismos 

 

Asegurada la adhesión al crecimiento económico, se hacen concesiones que no
lo pongan en riesgo. En ello está el origen de la aceptación de los
extractivismos. De ese modo, la CEPAL llegó a apoyar el concubinato de los
extractivismos con todo tipo de planes y estrategias de desarrollo,
conservador o progresista, enfocándose en que se mejorara la gestión
tecnológica (más limpios), se aumentara el dinero recaudado (económicamente
más beneficiosos), y que se apaciguara la protesta ciudadana (menos
conflictivos). Toleró los extractivismos a pesar que ello iba en contra de
la temprana prédica cepalina que cuestionaba un desarrollo basado en
exportar materias primas. Lo hizo porque esperaba que permitiera acumular
capital que de alguna manera sirviera a cambios estructurales y a reducir la
desigualdad. Como consecuencia, la CEPAL nunca fue una voz enérgica en
denunciar sus severas consecuencias negativas. 

 

Por ello, es tremendamente llamativo que ahora, en 2020, se reconozca que
los extractivismos concentran la riqueza, apenas tienen innovación
tecnológica y son parte de ese desarrollo que fracasó. Todo eso es lo que
han dicho las organizaciones ciudadanas, unos cuantos políticos y un puñado
de académicos, desde hace más de una década, sin ser reconocidos por la
CEPAL. 

 

Por el contrario, la comisión contribuyó a un nacionalismo de los recursos
naturales, que sobre todo desde el discurso progresista insistía, en las
exportaciones de materias primas para asegurar el crecimiento económico, y
desde allí desplegar planes sociales. La discusión se centró, por ejemplo,
en la recaudación fiscal sobre los extractivismos y no en el tipo de
desarrollo que éstos implicaban. No se entendió que ese modo de apropiación
de recursos naturales tienen impactos locales de todo tipo, pero que además
generan condiciones que impiden una diversificación productiva. 

 

Como ya se adelantó, esta situación es llamativa porque esa adhesión a los
extractivismos en cierto modo contradice la prédica inicial de la CEPAL a
favor de la industrialización y la autonomía comercial. Recordemos que el
mandato fundacional de la comisión, en 1948, y luego bajo Prebisch en la
década de 1950 y parte de 1960, se volcó a defender una industrialización,
la revisión de los términos de intercambio, e incluso un mercado común
continental. No es que estuvieran en contra de grandes emprendimientos
mineros o petroleros, sino que consideraban como condición de atraso que
éstos sirvieran únicamente al papel de proveedores de materias primas hacia
el mercado internacional. Los extractivismos, en cambio, debilitan las
opciones para una industrialización y a la vez imponen subordinaciones en el
comercio externo, ya que deben aceptarse todas sus reglas si se quieren
seguir exportando materias primas. 

 

Cambio de rumbo y vuelco estructural 

 

Con el paso del tiempo, la CEPAL poco a poco se apartó de aquellos
propósitos para atender otras prioridades en el desarrollo. Por ejemplo, las
propuestas cepalinas de la década de 1990 de una “transformación productiva
con equidad” sumó un abanico tan enorme de metas, que varias de ellas
terminaron siendo contradictorias entre sí (2). Por ejemplo, su adhesión a
la globalización entorpecía su propuesta de industrialización, mientras que
la insistencia en el crecimiento económico hacía imposible una
sustentabilidad real. El “regionalismo abierto” de la CEPAL acentúo esos
problemas (3). Las propuestas cepalinas nunca tuvieron un contenido teórico
ni un apoyo político que permitiera atacar los obstáculos a la
industrialización o a otra inserción comercial. 

 

Más recientemente parecería que la CEPAL se recuesta más sobre el debate
global acerca del desarrollo, como el que ejemplifica la Agenda 2030 para el
Desarrollo Sostenible o los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Sin duda,
nadie puede estar en contra de perseguir algunas de las metas en esas
plataformas, como asegurar el agua potable o el saneamiento, pero esos
esquemas no suplantan ni resuelven las especificidades latinoamericanas. 

 

Entonces no puede sorprender que la CEPAL tenga muchas dificultades en
lidiar con la coyuntura actual y se sienta más cómoda en el pasado reciente.
Se lanzan múltiples estudios sobre asuntos muy actuales, como el impacto de
China en el continente, pero a la vez se sigue apuntando al neoliberalismo
de las décadas de 1980 y 1990 como explicación de los problemas de hoy. Es
así que cuando Bárcena admite que América Latina perdió las opciones de
industrializarse, de promover la innovación y de reducir la brecha de
desigualdad (otra confesión demoledora), lo explica culpando al
neoliberalismo, que a su vez refiere a Milton Friedman y el Consenso de
Washington. 

 

Al hacerlo de ese modo, es como si se olvidara que en siglo XXI la región
pasó por una fase de fenomenal crecimiento económico y en varios países se
desmontaron unas cuantas de aquellas reformas de mercado. En sus
explicaciones se desvanece la variedad de regímenes políticos que se
sucedieron en el continente, cada uno con su ensayo sobre el desarrollo,
desde Néstor Kirchner en Argentina a Juan Manuel Santos en Colombia, o desde
Hugo Chávez en Venezuela a la irrupción de la extrema derecha en Brasil.
Cualquier análisis del desarrollo actual requiere analizar estas
circunstancias latinoamericanas. 

 

Del mismo modo, no está nada claro si realmente se entienden todas las
implicancias que tiene confesar el agotamiento del programa extractivista en
particular y del desarrollo en general. Es que Bárcena afirma que hace falta
una “vuelta estructural del modelo” para revertir ese agotamiento. Ese es
otro propósito compartible, pero la duda está en qué entienden por
“estructural” y por cambio en la CEPAL. Una reversión en las estructuras que
resultan en las exportaciones de materias primas implicaría, por un lado una
desvinculación selectiva de la globalización, y por el otro una integración
regional dentro de América Latina aunque bajo otras premisas en organizar la
industrialización. Es necesaria una postura muy distinta frente a la
globalización, a los mercados globales y a su institucionalidad, como los
acuerdos de la Organización Mundial de Comercio. La CEPAL nunca avanzó
decididamente en ese tipo de cuestionamientos y alternativas, y por ello no
está claro cuán estructural es el cambio que pregonan. 

 

Los fantasmas de Prebisch 

 

¿Qué dirían los fantasmas de Prebisch y sus compañeros de aquella CEPAL si
escucharan que hoy se reconoce que todas las opciones de desarrollo
fracasaron? ¿Qué sentirían al constatar que las materias primas siguen
siendo los principales rubros de exportación de América Latina? ¿Cómo
reaccionarían al observar la sucesión de planes de industrialización que no
llegan a consolidarse? 

 

Estas y otras interrogantes están vigentes porque la mirada de aquel
estructuralismo inicial y los debates sobre el desarrollo de cuño
prebischiano siempre criticaron la dependencia en exportar materias primas
propia de los extractivismos. Una y otra vez intentaban apartarse de esa
adicción. 

 

No puede negarse que la situación actual de América Latina es muy distinta a
la de 1948, cuando se creó la CEPAL. Por lo tanto es comprensible que las
propuestas actuales difieran de las de aquellos años. Del mismo modo, las
ideas de Prebisch de aquel tiempo, enfocadas en un “desarrollo hacia
adentro”, no pueden ser trasladadas a la actualidad como un todo, aunque
muchos de sus aportes siguen vigentes, y varios de los que fueron desechados
merecerían ser resucitados. Tampoco puede olvidarse que el mismo Prebisch
actualizó sus concepciones sobre el desarrollo, como lo hizo en 1981 en uno
de sus últimos libros, “Capitalismo Periférico” (4). 

 

Pero lo que sí se echa de menos son actitudes como las de Prebisch y su
equipo en aquella CEPAL, avanzando en análisis críticos y rigurosos,
independientes pero a la vez comprometidos con América Latina, y enfocados
en buscar alternativas. Decía Prebisch en 1963: “Es todavía muy fuerte en
América Latina la propensión a importar ideologías, tan fuerte como la
propensión de los centros a exportarlas”, y para ser más claro agregaba:
“Ello es residuo manifiesto de los tiempos de crecimiento hacia afuera”. No
rechaza el aporte desde otros ámbitos y regiones, pero insistía en que “nada
nos exime de la obligación intelectual de analizar nuestros propios
fenómenos y encontrar nuestra propia imagen en el empeño de transformar el
orden de cosas existente” (3). 

 

Aquella “vieja” CEPAL producía ideas novedosas como respuestas a los
problemas más agudos de su tiempo, y muchas de ellas fueron muy incisivas y
por ello fueron tan resistidas. Los gobiernos no eran indiferentes, algunos
las rechazaban otros intentaban aplicarlas cada uno a su manera. Había una
visión, una aspiración y hasta un sueño de una gran narrativa de cambio, el
“empeño” en transformar el orden actual, y es ese talante el que se fue
desvaneciendo con el paso de los años. 

 

Es esa postura, esa intransigencia en buscar el camino propio, la que más se
necesita hoy en día dado que se reconoce que la propia idea de desarrollo
está en crisis. No solo ha colapsado la concepción del crecimiento económico
perpetuo, sino que eso también ha arrastrado en su caída a la categoría
desarrollo. La confesión muestra que la CEPAL de alguna manera lo comprende,
y que seguramente también lo entienden muchos dentro de unos cuantos
gobiernos latinoamericanos. Es insostenible la tesis simplista de un
crecimiento económico que asegura el desarrollo, ya que casi todos los
países pasaron recientemente por una fase de expansión pero sin solucionar
problemas como formalidad del empleo, equidad o industrialización. Hoy
también es evidente que la propia idea de desarrollo está agotada. Se ha
probado de todo, y el resultado final ha sido muy magro. 

 

Este reconocimiento sería una oportunidad notable para abordar otro tipo de
alternativas que estén ubicadas más allá del desarrollo. Pero como todos son
más o menos responsables de este agotamiento, parece ser que siguen operando
las barreras que impiden dar ese paso. Tal vez sea necesario rescatar del
olvido a los fantasmas de Prebisch para, como él decía, “encontrar nuestro
propio camino”  

 

* Analista en temas  de ambiente y desarrollo en el Centro Latino Americano
de Ecología Social (CLAES).

 

Notas

 

1) América Latina ha perdido el tren de la política industrial y la
innovación, I. Fariza entrevista a A. Bárcena, El País, 7 febrero 2020. 

2) La transformación productiva con equidad. La tarea prioritaria del
desarrollo en América Latina y el Caribe en los años noventa. CEPAL,
Santiago, 1990. 

3) El regionalismo abierto en América Latina y el Caribe. La integración
económica al servicio de la transformación productiva con equidad. CEPAL,
Santiago, 1994. 

4) Capitalismo periférico. Crisis y transformación. R. Prebisch. México,
Fondo de Cultura Económica, 1981. 

5) Hacia una dinámica del desarrollo latinoamericano. R. Rebisch. México,
Fondo de Cultura Económica, 1963 (2da ed., 1971), pág. 20. 

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