Venezuela/ Construir una Asamblea Nacional para el cambio [Plataforma Ciudadana]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Feb 15 18:29:37 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

15 de febrero 2020

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Venezuela

 

Construyamos una Asamblea Nacional para el cambio

 

Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución

Aporrea, 14-2-2020

https://www.aporrea.org/

 

Maduro y Guaidó promueven la abstención  

 

De acuerdo a todas las principales encuestas de opinión, la mayor parte de
la población venezolana cree en la necesidad de una salida negociada a la
crisis y afirma estar dispuesta a participar en las elecciones
parlamentarias que deben realizarse este año. Podría resultar un tanto
paradójico que desde los dos extremos que hoy, con apoyo de intereses
económicos nacionales e internacionales, se disputa el poder político, desde
los liderazgos, tanto del gobierno como de la oposición guaidoísta, se esté
buscando estimular la reducción al máximo de la participación electoral,
promoviendo, cada uno a su manera, la abstención. 

 

El dilema del gobierno  

 

Son varias las razones por las cuales el gobierno requiere que se realicen
elecciones parlamentarias. Dado el extraordinario aislamiento internacional
en el cual se encuentra, le interesa convocar unas elecciones medianamente
creíbles con las cuales reivindicar su apariencia democrática. Igualmente,
requiere una nueva Asamblea Nacional que pueda darle legitimidad a las
diversas decisiones que ha venido y sigue tomando mediante las cuales, en
violación de la Constitución, de las leyes de hidrocarburos, ambiente,
pueblos indígenas, y de las atribuciones de la Asamblea Nacional, se han
entregado concesiones, realizado privatizaciones de facto y se han firmado
múltiples contratos con empresas transnacionales con el fin de atraer nuevas
inversiones al país. Más allá del contenido de estos diversos acuerdos, es
muy poco probable que estas nuevas inversiones lleguen en ausencia de una
seguridad jurídica que en la actualidad no existe. Las contrapartes,
empresas y gobiernos exigen que estas inversiones estén protegidas en caso
de que ocurra un cambio de gobierno. Para ello es necesario que estos
contratos sean aprobados por la Asamblea Nacional. 

 

Para cumplir con estos objetivos, se requiere no sólo que se lleven a cabo
las elecciones parlamentarias previstas constitucionalmente para este año,
sino igualmente que esas elecciones tengan un mínimo de credibilidad, lo
cual requeriría que una parte significativa de los factores políticos y
partidos opositores participen. Para lograr ese propósito es probable que el
gobierno esté dispuesto a hacer algunas concesiones, siendo las más
importantes el nombramiento de un nuevo Consejo Nacional Electoral negociado
con sectores de oposición, la actualización del registro electoral, la
recuperación de la representación proporcional establecida en la
Constitución y la autorización de la presencia de organizaciones nacionales
e internacionales que acompañen estas elecciones. 

 

Pero, igualmente, el gobierno está consciente que no puede abrirse a unas
elecciones plenamente libres y confiables, porque en esas condiciones se
estimularía una alta participación electoral. En ese escenario es probable
que algunos sectores de la oposición que están dudosos sobre si participar o
no, opten no sólo por participar sino que se movilicen para lograr la mayor
participación posible. De ser así, es previsible, y el gobierno lo sabe, que
a pesar del ventajismo con el cual cuenta y de las múltiples maniobras que
pueda realizar, podría perder estas elecciones con una votación en contra
aún mayor que en las parlamentarias del 2015. El rechazo al gobierno de
Maduro registrado por todas las encuestas de opinión no deja dudas al
respecto. El gobierno, a pesar de su minoritario, pero sólido bloque de
apoyo, sus recursos y su aceitada maquinaria electoral, sólo tiene
posibilidades de controlar la nueva asamblea si hay un elevado nivel de
abstención. Esto define difíciles dilemas al gobierno y le exige un
cuidadoso cálculo político. Ante su necesidad de realizar estas elecciones,
¿cuánto ceder en las condiciones que se le exigen para la realización de
unas elecciones mínimamente confiables, ante partidos de la oposición y ante
sectores internacionales, para que éstas sean reconocidas como unas
elecciones válidas? Pero, a la vez, su dilema es cómo limitar estas
concesiones de manera tal que no se genere demasiada confianza en que éstas
podrán ser elecciones libres, de manera tal que los partidos de oposición se
dividan entre quienes deciden participar y quienes llamen a la abstención, y
con ello se refuerce la desconfianza en relación al proceso electoral y, tal
como ocurrió en las elecciones presidenciales del 2018, sea muy elevada la
abstención de quienes se oponen al gobierno garantizando así la victoria de
éste. 

 

El dilema de las oposiciones  

 

Desde el punto de vista de la oposición representada en la Asamblea Nacional
en sus dos versiones, más plural y heterogénea que el gobierno, los dilemas
son igualmente complejos. Después del estrepitoso fracaso de las engañosas
soluciones mágicas del mantra ofrecidas por Guaidó, después del fiasco de
los intentos golpistas del 23 de febrero y del 30 de abril de 2019, y ante
la probabilidad incierta de una intervención militar externa, que es
rechazada por una amplia mayoría de la población, esta oposición se
encuentra muy dividida. En términos generales hay un sector que reconoce
–como lo hace hoy la mayor parte del electorado- que la salida a la crisis
que vive el país tiene que ser necesariamente pacífica, negociada, electoral
y constitucional. Este sector defiende la necesidad de participar en las
elecciones parlamentarias que sean posibles, aunque no se logren todas las
garantías deseables. Otro sector, encabezado por Guaidó y alentado
(¿dirigido?) por el gobierno de Trump, rechaza tanto una salida negociada
como la participación en las elecciones parlamentarias, porque insiste en la
salida previa del poder de Nicolás Maduro, lo cual sólo sería posible a
través de un golpe de estado o una intervención de EEUU y sus aliados. Aquí
es donde se produce, por la vía de los hechos, la gran coincidencia de este
sector extremista con el objetivo del gobierno, porque dicha postura deriva
en una política abstencionista, al generar el máximo posible de desconfianza
en el proceso electoral venidero. Desde esta política inmediatista y
maximalista, la única vía para superar la crisis sería la salida de Maduro.
Cualquier otra opción es caracterizada como “colaboracionista”, como
tendiente a un proceso de “normalización” que implicaría la “consolidación”
del gobierno de Maduro, cuando históricamente se ha demostrado que es todo
lo contrario. Con ésta política, reforzada por el reciente apoyo de
republicanos y demócratas en el Congreso de Estados Unidos y por parte de
Trump en la Casa Blanca, se pretende de manera irresponsable y antinacional,
dejar el futuro de Venezuela en manos externas. La salida a la crisis se
buscaría por la vía de la acentuación de las sanciones económicas
profundizando el drama social de los venezolanos, una renovada amenaza de
intervención militar, o acuerdos entre Trump y Putin sobre los cuales
venezolanas y venezolanos no tendríamos nada que decir. 

 

Si se descarta la opción electoral, aun en condiciones muy poco favorables
para su realización, la única opción que queda es la violencia, sea esta por
la vía de un golpe militar, una invasión extranjera, o una guerra civil,
ninguna de las cuales son salidas reales y más bien agudizarían la crisis
hasta llevarla a niveles inimaginables comprometiendo la integridad
territorial y la soberanía de la Nación.  

 

La opción democrática  

 

Tal como opina hoy la mayor parte de la población, las elecciones
parlamentarias, a pesar de los obstáculos y limitaciones que confrontarán,
constituyen el mejor instrumento a corto plazo con el cual cuenta hoy la
sociedad venezolana para incidir sobre el rumbo del país. 

 

Dada la solidez tecnológica del sistema electoral automatizado de Venezuela,
un fraude electoral en gran escala es difícil a menos que se deje todo el
proceso electoral en manos del gobierno, con pocos electores y sin testigos
en los diferentes niveles desde las mesas electorales, hasta las
totalizaciones regionales y la nacional. Es por eso que se dice: “¡Gentío
mata fraude!” 

 

Si hay una masiva participación electoral, y a pesar de ello, el gobierno se
decide por un fraude generalizado y opte por desconocer los resultados, una
masiva reacción de respuesta de la población sería inevitable… 

 

Las elecciones parlamentarias pueden ser transformadas políticamente en un
referéndum en contra el gobierno de Maduro, quién difícilmente pudiese
reivindicar apoyo popular ante una aplastante derrota electoral. Pero
igualmente, en un referéndum en contra de los liderazgos de los partidos
políticos de la oposición que no sólo han contribuido a bloquear la
posibilidad de salidas negociadas a la crisis, sino que se han convertido en
peones de la política del gobierno de Trump hacia Venezuela, promoviendo y
apoyando las sanciones económicas que están afectando tan severamente a la
población, e incluso llamando abiertamente a una intervención militar
estadounidense, o multilateral por vía del TIAR (Tratado Interamericano de
Asistencia Recíproca), a pesar de las devastadoras consecuencias que ello
tendría para Venezuela, tal como nos lo demuestran las recientes
experiencias de Iraq, Afganistán, Libia y Siria. 

 

Tenemos el reto de impulsar la conformación de una nueva Asamblea Nacional
que exprese genuinamente a la pluralidad de la sociedad venezolana que hoy
no se siente representada por los partidos políticos, ni del gobierno ni de
la oposición. Donde estén presentes los liderazgos y movimientos sociales y
políticos democráticos, estudiantiles, gremiales, sindicales, feministas,
indígenas, afrodescendientes y organizaciones de derechos humanos,
ambientales, culturales y otras múltiples voces de la sociedad. Donde se
exprese la sociedad que hoy está silenciada e invisibilizada por la
polarización política que dejó hace tiempo de expresar a la mayoría del
país. Una asamblea donde se debatan desde la heterogeneidad/pluralidad de
esta sociedad, los principales problemas del país, no los que hoy ocupan a
la élite política dominante en su disputa por el poder. Un lugar de
encuentro, como ámbito político por excelencia, espacio donde recuperar la
política que ha sido aplastada por la lógica de la guerra y la polarización
en estos años. Un terreno de confrontación democrática de ideas y
propuestas, de procesamiento de diferencias, para buscar acuerdos, de
reconocimiento de los otros y las otras. Un ámbito para la recuperación de
la democracia, de la soberanía, de la Constitución que ha venido siendo
sistemáticamente violentada y para iniciar el proceso de
reinstitucionalización del país. Un lugar desde el cual contribuir a
pensar/decidir sobre la reconstrucción de Venezuela hacia la superación del
modelo económico rentístico extractivista petrodependiente primario
exportador y del modelo político clientelar corrupto. Para construir un
consenso alrededor de un programa y un plan de acción inmediata para
enfrentar la emergencia social compleja, que le dé respuesta a las
necesidades que demanda urgentemente la sociedad venezolana en materia de
alimentación, salud, servicios básicos, educación y seguridad. 

 

La polarización existente entre gobierno y oposición guaidoísta nos está
llevando inercialmente a la profundización de la crisis, con el agravante de
que ambos han colocado en manos de factores geopolíticos externos las
decisiones sobre el futuro de la Nación, el cual sólo incumbe a los
venezolanos. En esas condiciones es cuando más se requiere que irrumpa en el
escenario el protagonismo del pueblo soberano, para retomar la conducción de
su propia historia a través de la participación masiva en las elecciones
parlamentaria. Por ello, el llamado a la desmovilización electoral que
implícitamente promueve el gobierno y explícitamente hace la oposición
guaidoísta, no es una opción si de lo que se trata es de buscar una salida
pacífica, democrática, constitucional y soberana. Nuestro llamado es a unir
voluntades para construir una participación electoral masiva que permita
integrar una Nueva Asamblea Nacional que impulse el proceso de
reinstitucionalización del país, el cambio político y, el rescate de la
soberanía popular y nacional.  

 

NO A LA DESMOVILIZACIÓN ABSTENCIONISTA!!! 

 

PARTICIPACIÓN ELECTORAL PARA RESCATAR LA SOBERANÍA!!! 

 

Esteban Emilio Mosonyi, Juan García Viloria, Edgardo Lander, Gustavo Márquez
Marín, Oly Millán Campos, Ana Elisa Osorio, Héctor Navarro, Roberto López,
Santiago Arconada Rodríguez. 

 

Caracas, febrero 2020.

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