Uruguay/ Del encierro a la "salvación": las congregaciones religiosas en la cárcel de mujeres [Camila Zignago]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Ene 17 14:09:40 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

17 de enero 2020

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Uruguay 

 

Del encierro a la “salvación”: las congregaciones religiosas en la cárcel de
mujeres.

 

Gracias a Dios 

 

La feminización de lo religioso sigue vigente y su expresión no escapa al
rezago del país: las cárceles. La Unidad 5, habitada por mujeres, es el
centro penitenciario que recibe más iglesias. Las y los predicadores –que
con el presupuesto de sus congregaciones refaccionan áreas de la cárcel,
entregan kits higiénicos, ropa y comida, o abordan el consumo problemático
de drogas– muestran un camino de egreso posible: los hogares Beraca y Remar.

 

Camila Zignago

Brecha, 17-1-2020 

https://brecha.com.uy/

 

Un ejército de mujeres vestidas de negro rodea a una de ellas.“Yo destruí mi
vida por una mala decisión. Mejor me mato. Merezco estar acá, pero quisiera
sacar el odio de mi alma. ¡No doy más!”, grita la acorralada mientras cae al
suelo y se hace un ovillo. Como si las nubes oscuras se corrieran y dejaran
que los rayos de sol prevalecieran, se acerca otro ejército, pero esta vez
de rosado y con la insignia de la Iglesia Universal. El nuevo ejército peina
a la mujer que languidece, luego le da una Biblia, le coloca un chaleco del
mismo rosado, con la misma insignia, y, por último, la levanta.“Es posible
nacer de nuevo. Nosotras creemos en eso”, vociferan al mismo tiempo.

 

La Iglesia Universal es una de las congregaciones religiosas que asisten a
la Unidad número 5, la cárcel de mujeres. El culto de despedida de año en la
unidad comenzó con esa obra de teatro que, perfectamente, podría describir
el trabajo de las iglesias en los centros penitenciarios. En los 26
actuales, 46 congregaciones distintas hacen visitas cuasi diarias. De estos,
la cárcel de mujeres es la que recibe más, aun teniendo una población de 372
personas, cantidad que es cuadruplicada por la Unidad 1 y es nónuplo en la
Unidad 4.

 

Los datos son difusos: los números proporcionados a Brecha por el Instituto
Nacional de Rehabilitación (Inr) y descritos anteriormente no coinciden con
los brindados por la encargada del área eclesiástica de la unidad, Ana
Martínez. El Inr aseguró que la cárcel de mujeres recibe 11 y Martínez, 17.
Pero, aunque la cantidad difiera, en ambos casos prevalece la afirmación de
que es la cárcel que recibe más congregaciones. La Unidad número 9, de
madres con hijos, es la tercera: sólo 19 mujeres la habitan y recibe nueve
iglesias.

 

Podría ser casualidad o tener una relación con el pasado: la cárcel de
mujeres de Cabildo estuvo conducida por las monjas del Buen Pastor hasta
1989. Pero en la línea del tiempo la transformación no ha sido la norma.
“Desde fines del siglo XIX hay una feminización de lo religioso. Por la
condición sexual, pareciera que hay ciertas características de
comportamiento y temperamento que plantean a la religiosidad como parte de
la esencia femenina”, explicó a Brecha la historiadora Inés Cuadro.

 

“Las mujeres privadas de libertad tienen una condena doble: una jurídica, la
penalizable, y una que tiene que ver con la sensación de que han perdido una
fracción de su esencia, porque en el fondo se cree que las mujeres
tendríamos una superioridad moral que nos haría más difícil caer en el
delito”; por eso se las considera “doblemente perdidas”, sostuvo Cuadro.
Para Martínez, la mujer es más“abandonada” que los hombres privados de
libertad: “La familia deja a la mujer; lo podés ver en las visitas. La
iglesia busca ayudarlas e incentivarlas para que surja un cambio en ellas”.

 

Modus

 

Lunes, martes, jueves y viernes, en los cinco pisos de la cárcel de mujeres
deambulan las iglesias. Entre dos y cinco horas, cada una tiene su día y
horario para no chocarse con las demás y para que el salón comedor de cada
piso esté disponible para el encuentro. Junto a Martínez hay dos
funcionarios más, que se encargan del área eclesiástica, pero también del
programa socioeducativo Nada Crece a la Sombra y de apoyar el área laboral.

 

Desde 2013 las congregaciones deben tener personería jurídica y quienes
ingresen, estar identificados, debido a que el Inr aprobó un protocolo,
elaborado por instituciones religiosas, que regula su ingreso. “Hacemos
mucha cosa a la vez, pero también un seguimiento de las iglesias para ver
qué actividad hacen, más aun cuando llevan masculinos”, contó Martínez. Aun
así, afirmó que, debido al buen comportamiento de las privadas de libertad y
las diversas tareas que tienen a cargo, suelen dejarlas solas.

 

La expansión de las iglesias evangélicas también se percibe en las cárceles.
En lo general y en lo particular, son mayoría. De las 17 que asisten a la
cárcel de mujeres, 14 son evangélicas: siete pentecostales, cuatro
neopentecostales, dos bautistas y una tradicional conservadora. “Los
violentos son los que no van a la iglesia. Ellos están atrapados en
Satanás”, les dijo a las privadas de libertad el pastor Juan Rocha, de la
Confraternidad Carcelaria, en el salón “multiuso”, el espacio que pueden
utilizar todas las congregaciones. Fue durante el culto de fin de año, al
que Brecha pudo asistir. Hoy todavía se asoma el material por el marco de la
puerta de madera. Hay un pizarrón y una ventana que da hacia un muro: no
entra luz. Las sillas son blancas y las paredes también.

 

La Confraternidad Carcelaria es una red internacional que trabaja en
distintas cárceles del país y sus alrededores. No es una denominación per
se, sino que se conforma de varias iglesias, que tienen en común,
mayormente, ser evangélicas de corte pentecostal. Martes y jueves Blanca
Ferreira y Katherine San Juan estacionan en la unidad. Ferreira es de la
iglesia Vida Nueva y San Juan, de Misión Vida, esta última correspondiente
al neopentecostalismo.

 

Cielo terrenal

 

“El amor de Dios se demuestra a través de Kathy y Blanca. Ellas vienen a
rescatar sus almas”, las presentó el pastor Rocha en el último culto de
2019. Ferreira tenía una remera que en la espalda decía: “El fruto del amor
es el servir”. Se describió a sí misma y a su compañera como “obreras”,
porque van a “servir al Señor”. San Juan y el pastor vestían un chaleco rojo
en el que, en el lado del corazón, reposaba el símbolo de la Confraternidad.

 

Ferreira y San Juan siguen una dinámica específica: los martes, el programa
de Justicia Restaurativa y los jueves, El Caminar del Prisionero, con una
duración de cuatro horas cada día. Ferreira describió este último como
“evangelístico” y el primero como “secular”. San Juan explicó a Brecha que
en El Caminar del Prisionero se predica y es cuando “realmente se conoce a
Jesús”. Sobre Justicia Restaurativa, contó que se basa en llevar “a una
víctima para que cuente su experiencia, y eso hace que todas empiecen a
hablar”: “Es para que se piense en el daño que cada una se hizo a sí misma y
a la sociedad”.

 

A estas instancias suelen asistir entre 15 y 20 privadas de libertad. El día
del culto eran 19. “Dios las ama”, decía una torta rectangular que reposaba
sobre la mesa, debajo del pizarrón. Al comienzo llegaban de a tres o cuatro
con las operadoras penitenciarias, que las traían de los distintos sectores.
La bienvenida era un abrazo duradero para cada una de las “obreras”. El
pastor se mantenía en una posición más lejana, sobre un rincón.

 

El salón multiuso se convirtió en un agite de barrabrava, pero con luces de
discoteca. “Eres grande y majestuoso; no hay nadie como tú. Eres mi luz y mi
solución”, cantaban moviendo los brazos una y otra vez, hasta que el pastor
–que también es el subdirector de la Confraternidad Carcelaria en Uruguay–
tomó la palabra. Las reclusas que estaban paradas en filas horizontales se
sentaron e hicieron silencio. Antes de eso, mientras la música avanzaba,
algunas miraban al techo y, en vez de cantar la letra, oraban, con los
párpados apretados y el mismo énfasis de una hinchada después del gol.

 

“Si tú crees en Él, hay cosas que ya no puedes hacer más”, les decía. Las
cabezas asentían. “Tengo una Biblia que se llama ‘La biblia de la libertad’;
de ahí leo todo”, contó una de ellas. “Yo antes no sabía decir que no. Ahora
sí”, afianzó. También tienen una guía de estudio que se titula “Evangelio de
Marcos, la peregrinación del prisionero”. Ella va por la página 54. Hay una
frase cortada de la Biblia, y ella tiene que continuarla. Hay una pregunta,
y ella tiene que responderla.

 

Pero lo único que debe preponderar es la palabra del pastor.“Yo no te voy a
hablar si vos no me dejás hablar a mí”, dijo, ante la interrupción de una de
las mujeres. Entre historias de Dios en un lenguaje coloquial, en un
momento, la pregunta se diseminó, pero la respuesta fue clara: “¡Yo! ¡Yo ya
fui al campamento de Beraca!”, contestaron varias, al mismo tiempo que
saltaron de sus asientos y levantaron las manos.

 

Adhesión, adicción 

 

Según la directora del Inr, Ana Juanche, el consumo problemático de drogas
en las cárceles se trabaja a partir de un dispositivo tripartito: con la
Administración de los Servicios de Salud del Estado, la Junta Nacional de
Drogas, el Inr y una dupla técnica que supervisa la aplicación del programa.
En 2015 comenzaron una experiencia piloto en la cárcel de mujeres. La
modalidad empezó con grupos abiertos, para luego, como en la actualidad,
pasar a trabajar con grupos cerrados. Juanche explicó que se selecciona a
las mujeres a través de un protocolo de evaluación de riesgo de reincidencia
que “mira en profundidad la escala de uso problemático de drogas, la
longitud, el estilo de pensamiento y el comportamiento”. El programa dura 16
o 20 sesiones, se ingresa a él voluntariamente y se lleva a cabo mediante
“la reducción del daño, no de la abstinencia”.

 

Martínez, sin embargo, afirmó que, a falta de ese programa, recurrieron a la
Confraternidad Carcelaria, vinculada con los hogares Beraca, y a la de Dios
es Cristo, vinculada con los hogares Remar. “Nosotras les preguntamos: ‘¿Vos
querés cambiar?, ¿vos querés algo diferente?’”, dijo Martínez. Ferreira, de
la Confraternidad  y que desde el año pasado es terapeuta en adicciones,
contó que a fines de noviembre hicieron entrevistas iniciales sobre el
consumo a las privadas de libertad, para presentarle un proyecto a su
congregación y al Inr.

 

En el ínterin, “a las que están por salir las vamos preparando, cuando
oramos y en las reuniones, para que sepan a dónde van a ir y lo que se va a
vivir”, sostuvo San Juan. Agregó que si desean internarse, piden fecha y
hora para tener una entrevista con un pastor, una psicóloga y “la persona
que las ayuda”. Ellos deciden si dar el sí a su ingreso. “Si vos no querés
ir, vas a seguir haciendo lo mismo y vas a caer presa de vuelta. Lo que
hablo con ellas es eso”, aseguró San Juan.

 

En 2017, la Institución Nacional de Derechos Humanos recomendó a la Suprema
Corte de Justicia y al Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (Inau)
“el cese inmediato de las derivaciones” a los hogares Beraca. En 2015 y 2018
el Juzgado de Familia solicitó al Inau que alejara a algunos adolescentes de
los hogares. Las razones se fueron acumulando a lo largo de los años:
explotación laboral infantil, manipulación psicológica, violencia física y
utilización del discurso religioso para el beneficio de la institución. Una
de las privadas de libertad pasó por Beraca antes de caer presa y narró a
Brecha: “Veía cómo la mujer del pastor se compraba pizza y fainá, y a
nosotros nos daban sobras de arroz. Veía fangotes de plata y más plata, y a
nosotros, que la trabajábamos, no nos llegaba nada”.

 

Universo Universal

 

El blanco reluciente en el salón multiuso pasa inadvertido frente al espacio
que está del otro lado de la pared. “Jesucristo es el señor”, se lee junto a
una iglesia pintada. Adelante, un atril de madera que espera todos los
viernes a Susana Rubio, la pastora de la Iglesia Universal. En diálogo con
Brecha, Rubio dijo que su iglesia tiene sede en la mayoría de las cárceles
del mundo, por lo que “aquí, en Uruguay, también quisimos buscar esa
oportunidad”. Invirtieron más de 60 mil pesos y lo que era un depósito pasó
a ser propiedad suya, utilizado únicamente para sus reuniones, un espacio
para entre 80 y 90 privadas de libertad, sumado a dos baños. El de la
pastora está resguardado con un candado.

 

“Me hace bien salir”, dijo Sonia, una de las casi cien mujeres que
asistieron a la jornada de Retrospectiva, una especie de despedida de año y
bienvenida del que viene, de la Universal. “No nos sacan hace como dos días.
La cosa es venir a tomar un poco de aire”, gritó, desde lejos, otra mujer.
Sonia es de Salto y habla suave y lento. Recién había terminado de limpiar
el salón comedor, en el que la actividad se llevaría a cabo. Después, cuando
todo finalizara, volvería a limpiarlo con otras compañeras.

 

“Jerusalén, qué bonita eres […]. Ven, ven, ven, espíritu de Dios, y lléname
de ti”, suenan los parlantes al ritmo de una cumbia villera. Se alzan las
palmas, se mueven levemente las caderas. “¡Apodérame!”, dicen en el
estribillo. “Nosotras seguimos la palabra de Dios de que hay que estar con
los perdidos, los sufridos, aquellos de los que nadie quiere estar cerca”,
dijo a Brecha la pastora. “Les enseñamos la verdadera fe de creer que Dios
puede quitar ese dolor y ese sufrimiento que sienten”, explicó. El día de la
Retrospectiva había, además de la pastora, 25 voluntarias, un varón que
tocaba el teclado, otro que lo ayudaba y cargaba los materiales, y el
pastor, que sólo va en ocasiones especiales. Pero en la cotidianidad Rubio
es la pastora fija, y con ella van ocho o diez voluntarias, que rotan por
semana entre las 50 que son.

 

“¡Quita la maldición!”, gritó el pastor desde adelante, en portuñol y con el
micrófono bien alto. El ejército de rosado comenzó a dispersarse por la
sala; cada una elevó el brazo derecho y abarcó con la mano las cabezas de
las reclusas. “Bendícela, Jesús. Ahora está en manos de Dios. Bendícela”,
exclamaban. Luego pidieron que se abrazaran unas con otras. “Jesús te ama”,
decían al unísono. La cumbia de cierre, al canto de “Él me saca de esta
cueva”, dio paso al momento cúlmine del día: una bandeja, para cada una, con
sanguches, torta y escones. También una bolsita con un pan dulce y un
paquete de galletas.

 

Marisa dijo que le ayuda ir, que le sirve, que le sirve para “pedirle cosas
a Dios”. Contó que son muchas, que a veces la escuchan y a veces no, pero
que hay un infaltable: el kit de los viernes. La Iglesia Universal, que
asiste a la cárcel desde hace tres años, ha llevado 6 mil kits higiénicos:
pasta de dientes, jabón, papel higiénico, a veces comida, a veces el Diario
Universal. También ha llevado 4 mil bolsas de ropa y útiles escolares para
las que tienen hijos. Esos datos los pasaron en una pantalla grande para
terminar la jornada. Rubio lo reafirmó y agregó que donaron cuatro
lavarropas.

 

Marisa dijo que, al ir los viernes, les dan “esas cosas” que no tienen.
Sonia dijo que el kit sirve, sobre todo, para las que no reciben visitas.
“Ahora, si te creés o no todas las palabras, eso es cosa tuya”, aseguraron
desde el costado. “No es que una iglesia nos da más y otra menos. Yo te
puedo asegurar, incluso en papeles, que todas nos dan lo mismo, que todas
nos ayudan por igual”, afirmó Martínez.

 

“Cuando ellas salen, estamos prontas para recibirlas. La atención es para
todas, pero a las que se aproximan más podemos ayudarlas más de cerca”,
contó Rubio. En verano, la actividad diaria en la cárcel de mujeres se
reduce al mínimo: no hay educación formal ni informal; quedan sólo un taller
de murga y las congregaciones. 

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Sitio en disputa

 

Las iglesias y las operadoras van a buscar a las mujeres a sus celdas para
reunirlas. Además de recorrer los primeros cuatro pisos, pueden llegar al
quinto: el área de máxima reclusión y, por ende, de aislamiento. Hace poco
más de tres años, el quinto piso de la cárcel de mujeres estaba inhabilitado
por malas condiciones. Hace tres años fue refaccionado por privadas de
libertad con presupuesto de las iglesias y donaciones, con un monto de 1
millón de pesos.

 

La idea original: un piso en el que las congregaciones religiosas tuvieran
su espacio y las reclusas pudieran realizar actividades laborales. Se llegó
a invertir más de 500 mil pesos, hasta que el Inr pidió una orden de
desalojo por haberse pasado del tiempo de construcción. Así lo contó
Martínez, que lo justificó diciendo que les habían dado un año y medio, y
recién iban ocho meses. Juanche aseguró que hace cuatro años que está en el
instituto y desde entonces “las refacciones se han hecho con nuestro
presupuesto, pero tendría que averiguarlo ” . Ya con la instalación de
waters, electricidad, cañerías y cuartos, el quinto piso volvió a ser lo que
era antes de quedar inhabilitado: el sector de máxima seguridad.

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