Estados Unidos/ Nerón en la Casa Blanca [Pablo Bustinduy]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Jun 2 12:53:57 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

2 de junio 2020

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Estados Unidos



Nerón en la Casa Blanca



Pablo Bustinduy

Público, 1-6-2020

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"Cuando empieza el saqueo empieza el tiroteo". Así reaccionó Donald Trump a
las imágenes de la revuelta en Minneapolis. Su tuit no era solo una amenaza
explícita a quienes se manifiestan en las calles del país. Era también una
referencia a las declaraciones de un policía segregacionista en 1967, el año
del long hot summer (una serie de durísimas revueltas raciales que acabaron
con el ejército estadounidense tomando la ciudad de Detroit). Con el país en
llamas por el asesinato de George Floyd, la respuesta del presidente es
movilizar el imaginario de los años de plomo estadounidenses, apelar a los
momentos más duros de la lucha por los derechos civiles – poniéndose del
lado segregacionista. El resultado es imaginable: queroseno sobre el fuego.
Es intencionado y efectivo.



La pandemia ha arrasado el marco al que Trump había fiado la reelección: el
desempleo en mínimos históricos, la Bolsa por las nubes, seis años de
crecimiento económico ininterrumpidos. Esas cifras velaban la imagen de un
país desgarrado por la desigualdad, donde el 10% de la población acapara
casi el 80% de la riqueza, 40 millones de trabajadores y trabajadoras son
pobres, y el patrimonio medio de una familia blanca es 10 veces superior al
de una familia afroamericana. El durísimo choque que ha generado la pandemia
(más de 100.000 muertes, 45 millones de empleos perdidos) ha hecho saltar
por los aires el orden económico y social norteamericano. La herida perpetua
de la segregación racial, el gran multiplicador de las desigualdades, ha
funcionado como espita. Estados Unidos vive una revuelta social sin
precedentes desde los años 70.



La reacción de Trump ha sido inequívoca: combatir el fuego con fuego.
Primero construyó la imagen de un enemigo exterior: China fabricó el virus,
la OMS colaboró en su propagación, los inmigrantes lo trajeron al país (a
día de hoy, Trump ha cerrado las fronteras y suspendido los programas
legales de inmigración y asilo). Después vino el enemigo interior: el
presidente llamó a movilizarse, en nombre de la libertad, contra las medidas
que su propio gobierno había adoptado, en una cruzada declarada contra la
ciencia y el sentido común que por desgracia nos resulta familiar. Hoy, con
el país fracturado y sublevado por la cuestión racial, Trump apela al
imaginario del desorden, el caos social y la anarquía, y llama abiertamente
a la mano dura y la militarización del país.



Su última provocación, declarar Antifa (como se conoce en Estados Unidos al
movimiento antifascista y libertario) como grupo terrorista, sitúa a un
enemigo abstracto dentro de casa, asienta la idea de un orden social
amenazado, y legitima un durísimo discurso de excepción contra cualquier
forma de oposición o disidencia. Tampoco es algo del todo nuevo: en 2017
Trump describió como "very fine people" a los supremacistas blancos que se
manifestaron en Charlotesville, y dijo que la culpa de los enfrentamientos
que se produjeron entre el KKK y los antifascistas era de "los dos bandos".
Quizá les suene también.



La doctrina del America First, una idea agresiva de la soberanía entendida
como repliegue nacional, siempre tuvo un componente económico y otro
identitario. La izquierda mundial leyó con dificultad esa estrategia de dos
patas, que anticipó la fase ideológica de la desglobalización y sirve de
guía y modelo a la extrema derecha del mundo entero. Guerra comercial y
muros infranqueables, plantas industriales y jaulas en la frontera. Con las
elecciones de noviembre en el horizonte, ante el colapso de su proyecto
económico, el discurso gira radicalmente al polo identitario. El otro entre
nosotros es el enemigo interior. Trump hace del miedo al desorden el centro
del debate político; para ello profundiza cuanto haga falta el desgarro
social.



Con los Estados Unidos en llamas, Trump ha decidido ser Nerón. Pero como en
2016, para derrotarlo en las urnas no bastará con no ser Trump. Sucederá en
Estados Unidos en noviembre y lo veremos en Europa también. El partido
demócrata debe ofrecer un horizonte concreto para la reconstrucción social y
democrática del país, para abordar la cuestión racial y redistribuir el
poder y la riqueza, o volverá a ser derrotado por Donald Trump.

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