Grecia/ La batalla de Lesbos. El ataque reaccionario contra los refugiados [Miguel Urbán Crespo]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mar 6 18:43:46 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

6 de marzo 2020

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Grecia



La batalla de Lesbos



En espacios fronterizos como el de Lesbos se está disputando el futuro de
Europa y la agenda reaccionaria lleva la delantera. O tomamos partido
urgentemente o perderemos la partida definitivamente.



Miguel Urbán Crespo

El Salto diario, 6-3-2020

https://www.elsaltodiario.com/



Estamos a principios de 2015. El joven gobierno de Syriza intenta sacudirse
el corsé austericida que impone la UE y que ahoga a un pueblo griego que
lleva años sufriendo recortes sociales. Un ejército de hombres de negro del
Comando Troika desembarca en Atenas para dar una lección política a toda la
izquierda europea: no se puede. Un golpe de Estado financiero tan veloz,
efectivo y plagado de recursos como los rescates a los bancos.



Estamos a finales de 2015. Las guerras, el hambre y el cambio climático
llevan años expulsando a miles de personas de sus lugares de residencia.
Algunos intentan llegar a Europa. La Unión Europea (UE) entra en pánico. Esa
pretendida súper potencia mundial dice ser incapaz de lidiar con unos
cientos de miles de personas que huyen de la muerte. De repente, por sus
cuatro costados a Europa le sangran las fronteras y le brotan las
alambradas. Se suceden las reuniones de alto nivel, las propuestas y las
bonitas palabras. Pero nada llega, solo los muros y el dinero para
militarizar el Mediterráneo y subcontratar policías de fronteras en países
alejados de los focos bienpensantes. Tanta velocidad y recursos despliega
esta UE para rescatar a bancos, como lentitud y racanería para rescatar
personas. Y así pasan los años, mientras el mensaje dominante pasa del
Refugees welcome a aquel Do not come to Europe expresado por el presidente
del Consejo Europeo, Donald Tusk, justamente en Grecia, poco antes de firmar
el “acuerdo” de la vergüenza entre la UE y Turquía.



Saltamos en el tiempo y volamos al presente. Estamos en marzo de 2020. La
guerra en Siria sigue abierta. Los recortes en Grecia siguen haciendo
estragos sociales. Quienes huyen de la muerte siguen intentando llegar a
Europa. Pero esta vez las instituciones europeas no titubean: en lugar de
convocar la enésima reunión de urgencia que termina en nada, los presidentes
de la Comisión, el Consejo y el Parlamento Europeo vuelan a la frontera
greco-turca. Allí la policía griega está gaseando y disparando a quienes
intentan cruzar, familias y menores incluidos.



Muy cerca, en la costa, los guardacostas se niegan a rescatar a quienes
flotan a la deriva, acusándoles y provocando naufragios mortales. En las
playas, grupos fascistas amenazan a quienes intentan desembarcar y apalean a
quienes lo consiguen. Cuando se cansan, queman locales de ONG solidarias,
realizan checkpoints en las carreteras parando a todo aquel que no parece
griego y persiguen a periodistas para que no den testimonios incómodos. Las
autoridades europeas dan todo su apoyo a la respuesta del Gobierno griego,
que acaba de anular de facto el derecho al asilo. La prioridad absoluta,
dicen desde Bruselas, es “defender las fronteras europeas”. Ni una palabra
ante la violación de los Derechos Humanos o el auge de la
institucionalización de la xenofobia.



Donde hace unos años había hombres de negro, hoy hay aplausos. Donde
entonces había una injustificable violación del Pacto de Estabilidad y
Crecimiento, hoy hay silencio ante la suspensión del Derecho Internacional
Humanitario. Estos días niños han muerto en las costas griegas, pero ya no
sabremos si se llamaban Aylan, porque no llenan portadas.



Este miércoles estuvimos en Lesbos. No podíamos quedarnos sentados viendo la
barbarie. Intentamos visitar oficialmente el campamento de refugiados de
Moira, pero nos negaron la entrada, así que tuvimos que recorrerlo guiados
por sus propios moradores. Quizás la negativa buscaba evitar que viésemos
que una parte ha sido reconvertida en un centro de internamiento
semi-clandestino para las deportaciones que contempla la nueva legislación
griega denunciada por vulneración de derechos por parte de organizaciones de
abogados/as. O para que no fotografiásemos unas instalaciones ya precarias
para acoger a 3.500 personas en las que hoy malviven 27.000. Solo tres
médicos para todo el campo. Una letrina por cada 500 personas. Y por todos
lados basura acumulada y niños corriendo.



Parece un basurero. Pero un basurero de derechos. Las ONG que aún aguantan
tienen miedo: diariamente son amenazadas por milicias fascistas, algunas
llegadas desde toda Europa para reforzar esa Internacional Reaccionaria en
ascenso. La población local está cansada de ver cómo la UE es incapaz de
aportar ninguna solución y les dejan solos entre la solidaridad con quienes
llegan del mar y los recortes que llegan de Atenas. Ya nadie habla de cuotas
de reubicación y el dinero solo va para comprar más barcos de Frontex. El
caldo de cultivo de la guerra de los últimos contra los penúltimos; la pelea
por recursos cada vez más escasos. Poner a los de abajo a competir por
migajas hasta que vean el enemigo en quienes llegan de fuera con las manos
vacías y no en quienes les expolian desde arriba con las manos llenas.



Hace unos años, en plena secuencia electoral que culminó con la segunda
vuelta de las Presidenciales francesas entre Macron y Le Pen, se hablaba de
una dicotomía entre el neoliberalismo europeísta y el nacionalismo
reaccionario. Algunos ya decíamos entonces que aquello era una falacia, una
trampa que ocultaba más sinergias que diferencias, un pretendido binomio
funcional a un relato pluralista que convenía a ambas partes pero que
escondía dos caras de una misma moneda. Hoy al menos ya no hay trampa:
Macron, las instituciones europeas y todos los ministros del Interior que el
miércoles se reunían de urgencia en Bruselas aplauden a los gobiernos de
Grecia y Hungría, que están simple y llanamente aplicando las propuestas que
defendía Le Pen en aquella campaña electoral o Salvini cuando aún era
ministro italiano. La extrema derecha gobierna hoy la UE desde el extremo
centro. Aquella dicotomía tramposa ha mutado en un neoliberalismo
autoritario de nuevo cuño. La Internacional Reaccionaria ya no necesita
ganar las elecciones para que sus medidas electorales sean programa de
gobierno.



Hasta hace poco hablábamos de la “lepenización de los espíritus” como la
peligrosa capacidad creciente de la ultraderecha para marcar la agenda
social y política. Hoy Europa vive una lepenización acelerada. Y la barbarie
de Lesbos, el sumidero de derechos de Moria, las muertes en el Egeo o las
patrullas fascistas en Mitilene solo son su cara más visible. Viejos
fantasmas recorren de nuevo Europa. Y la UE los abraza ya sin miramientos.
Nos estamos jugando el presente y el futuro. Y la crisis política y de
derechos que se vive en las fronteras y en los CIE solo es la punta del
iceberg. La pelea por determinar quién tiene derecho a tener derechos ha
entrado en una fase determinante. Ellos están organizados, tienen un
programa y toda la determinación. Si no estamos a la altura, puede que
dentro de muy poco simplemente ya no estemos. O tomamos partido urgentemente
o perderemos la partida definitivamente.



* Eurodiputado y militante de Anticapitalistas.

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