Uruguay/ El caballo y la cruz. Los rituales en la asunción de Lacalle Pou [Gabriel Delacoste]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mar 7 00:40:46 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

7 de marzo 2020

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Uruguay



Los rituales en la asunción de Lacalle Pou



El caballo y la cruz



Asumió el gobierno presidido por Luis Alberto Lacalle Pou. Fueron días de
formalidades, ceremonias, visitas y mensajes simbólicos. El nuevo presidente
se mostró acompañado de dirigentes de la derecha y la ultraderecha
regionales, escoltado por jinetes y bendecido por sacerdotes, lo que dejó
claras las afinidades de su gobierno y señaló el retorno de cierta idea de
lo nacional.



Gabriel Delacoste

Brecha, 6-3-2020

https://brecha.com.uy/



Después de un discurso en el que habló sobre la libertad, Lacalle Pou salió
del Palacio Legislativo y se subió, junto con la vicepresidenta, Beatriz
Argimón, al viejo automóvil que perteneció a su bisabuelo Luis Alberto de
Herrera, en el que su homónimo padre había hecho ya el mismo recorrido. Dio
un rodeo por la Avenida de las Leyes y agarró por la avenida Libertador,
seguido de nada menos que 3.300 caballos con sus jinetes.



Hico hico



La caballería estaba organizada por delegaciones de los 19 departamentos.
Flameaban en manos de los hombres a caballo banderas de Uruguay y de
numerosas organizaciones. Cabalgaban también muchas mujeres (a menudo con
unas largas polleras que cubrían la totalidad del lomo del caballo) y niños.
Abundaban los ponchos, los facones y los gritos de algarabía. Por las ropas
y los cuerpos, se podía suponer la clase social de los jinetes. La clase
altísima desfilaba mezclada con los sectores populares del campo. En el
público se veían mucha gomina, muchos sombreros panamá y muchas personas
vestidas de blanco, a veces de la cabeza a los pies.



Los desfiles de caballería gaucha son comunes en el interior del país en
todo tipo de ocasión y conmemoraciones. Recuerdan al gaucho y las temibles
embestidas de jinetes que protagonizaron la guerra de independencia y las
muchas guerras civiles que le siguieron en el siglo XIX, que terminaron con
la revuelta de Aparicio Saravia (1), cuyo rostro aparece estampado cada vez
más sobre el blanco y el celeste de la bandera del Partido Nacional (PN). La
caballería gaucha evoca la lucha por la independencia y también un pasado
romantizado, el precapitalismo bárbaro de los hombres sueltos y los
caudillos, el mundo del aire libre y la carne gorda. Los jinetes del domingo
no son gauchos, como lo eran aquellos, sino habitantes del Interior actual,
alambrado, capitalista, tecnificado y mucho más urbano. Sin embargo, el
gaucho sigue siendo su representante.



No es usual que más de 3 mil caballos recorran el Centro de Montevideo. La
imagen del desfile de caballería fue, sin duda, impresionante y transmitió
cierto espíritu lúdico, aunque serio en extremo. Fue un espectáculo elegante
y alegre. Fue una demostración de fuerza, como lo puede ser una gran
multitud, pero no por la cantidad de gente (aunque había unas tres cuadras
de público en 18 de Julio). No eran meras personas aglomeradas, sino
representantes de lo que los blancos entienden como la verdad de la patria,
de su origen y de su riqueza. No es casual que los terratenientes del campo
(clase que, por cierto, hizo disciplinar y exterminar a los gauchos) tengan
una importante representación en el nuevo gobierno, encabezada por el
ministro de Ganadería y expresidente de la Asociación Rural, Carlos María
Uriarte (Partido Colirado).



Pero si el caballo representa la libertad y la patria, representa también la
conquista. No es menor que lo que la caballería evoca sea no la función
productiva del caballo, sino su dimensión militar. Lacalle entró a asumir el
gobierno nacional, visto muchas veces como algo lejano y hostil desde “el
campo”, y va a gobernar desde Montevideo, bastión electoral del Frente
Amplio. Fue una entrada triunfal en territorio hostil.



Entre el público predominaban las banderas del PN, pero había también un
importante contingente identificado con Cabildo Abierto (ocasionalmente, se
veía alguna insignia colorada). El eslogan extraoficial del gobierno, “se
acabó el recreo”, era gritado con alegría por los festejantes. Era un grito
no de libertad, sino de revancha, amenaza y afirmación de la jerarquía.
Orgullo de saberse botón. El único grito que se escuchó más que el del
recreo fue “viva la patria”. Y, ciertamente, si algo se celebró el domingo,
fue la patria. No la ciudadanía ni el pueblo, la patria.



Todos juntos en capilla



Al día siguiente se celebró una “oración interreligiosa por la patria” en la
Iglesia Matriz. Participaron en ella sacerdotes católicos, protestantes y
judíos, con la intención de bendecir el nuevo gobierno. La catedral no llegó
a llenarse. Las figuras políticas, que tenían asientos reservados en las
primeras filas, desfilaban por el pasillo que se formaba entre los asientos,
haciéndose aplaudir y saludar. El primero en recibir este tratamiento fue
Guido Manini (Cabildo Abierto) lo siguieron Pablo Mieres (Partido
Independiente) y el ya mencionado Uriarte. En el público se destacaban
figuras de la derecha cristiana, como Álvaro Dastugue, y oligarcas, como
Ignacio de Posadas y Laetitia D’Arenberg, además de autoridades varias. La
ovación más grande, con los celulares en alto, fue para el presidente.



La ceremonia comenzó con una bienvenida a la catedral por parte del cardenal
Daniel Sturla: “Esta iglesia está cargada de historia. La construcción de
esta iglesia comenzó en 1790 y esta fue bendecida en 1804. Cada día es
visitada por mucha gente que encuentra aquí testimonio de nuestro pasado.
Allí está la pila bautismal donde fue bautizado el primer jefe de los
orientales, y en el atrio una placa recuerda la muerte heroica de Francisco
Lavandeira, defendiendo la urna depositaria de la voluntad popular”. Siguió:
“Rezamos porque amamos la patria y deseamos para todos los orientales y
todos los que viven en este suelo lo mejor, una sociedad más libre, más
justa. Por ello invocamos a Dios, nuestro señor”.



Una presentadora no identificada pidió “ponernos en presencia de Dios” y se
leyó del Primer Libro de los Reyes, de la Biblia, un pasaje dedicado a la
coronación de Salomón, que, angustiado con que “Dios me ha hecho rey en el
lugar de mi padre”, pide “un corazón comprensivo para juzgar a mi pueblo,
para discernir entre el bien y el mal”. Dios responde: “Porque tú has pedido
esto y no una larga vida, ni riquezas, ni la vida de tus enemigos, sino el
discernimiento necesario para juzgar con rectitud, yo voy a obrar conforme a
lo que dices. Te doy un corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido
nadie como tú antes de ti ni habrá nadie como tú después de ti. Y también te
daré lo que no has pedido: tanta riqueza y gloria que no habrá nadie como tú
entre los reyes”. Se omitió leer la frase que sigue inmediatamente a este
fragmento: “Si sigues mis caminos, cumpliendo mis leyes y mandamientos, como
lo hizo David, tu padre, te daré larga vida”. Cuando se trata de la lectura
bíblica, hay que interpretar. Se le habla al presidente sobre un rey (los
reyes como ejemplo para los presidentes) cuyo padre también lo fue, a quien,
por pedir consejo a Dios, se le prometió la gloria (y la riqueza), y se deja
de leer justo a tiempo, antes de decir que tiene que gobernar según la ley
de Dios. El mensaje es religioso y político. En este encuentro, los
sacerdotes le hablaron directamente al presidente.



Pasó al estrado el rabino Daniel Dolinsky, que contó la historia de Balac,
otro rey que, temeroso de la llegada del pueblo judío liderado por Jacob a
los territorios de su reino, Moab, contrató los servicios del maldecidor
Bilaam para que maldijera a los israelitas. Bilaam, en diálogo con Dios,
decidió, en lugar de maldecirlos, bendecirlos. El rabino reflexionó: “¿Por
qué muchas veces nos empeñamos en desear el mal al otro en vez de
preocuparnos por construir nuestro propio bien? ¿Por qué a Balac se le
ocurre que el encuentro con ese pueblo de Israel va a ser negativo en vez de
preocuparse por construir un Moab fuerte que pudiera encontrarse sanamente
con el pueblo de Israel?”. Destacó que la bendición de Bilaam a los
israelitas fue “cuán bellas son tus residencias, oh, Jacob” (omitió que la
bendición seguía con “devora las naciones enemigas, les quiebra los huesos,
las atraviesa con sus flechas”) y que “no es que las casitas o las carpas
eran bellas”: “La belleza estaba en el interior, en la construcción de
sociedad, en lo especial que tenía esa gente para construir la mejor
sociedad”. Terminó identificando el pueblo bíblico de Israel con el
uruguayo, deseando que pronto podamos decir: “Cuán bellas son tus
residencias, oh, pueblo uruguayo” –“y no hablamos de las viviendas, hablamos
de la esencia que nos invita a construir sociedad”– y ofreciendo “nuestro
compromiso de acompañamiento permanente y nuestro aporte responsable y
honesto” “a quienes comienzan esta nueva etapa conduciendo los destinos de
la República”.



Entre discurso y discurso, suena música sacra. Durante las oraciones,
algunos miran el celular, otros cierran los ojos, otros unen sus manos en
oración. Una señora besa su rosario, muchas baten sus abanicos. Habló el
pastor luterano Jerónimo Granados, que hizo un elogio de la libertad y
celebró a los gobernantes que, como Federico el Sabio, católico, protegió a
su súbdito Lutero aun cuando era considerado un hereje.



Siguió a Granados el presidente de la Conferencia Episcopal, Arturo Fajardo,
que citó profusamente a Artigas, pidió al Señor que pusiera “todo al
servicio de la nación, reconociendo a la política como la más preciosa forma
de la caridad”, y propuso: “En una sociedad que muestra signos de
fragmentación y pérdida de sentido, busquemos construir puentes”.



Luego habló el pastor evangélico Pedro Lapadjian, que tuvo como tarea hacer
la introducción al padrenuestro: “La oración del padrenuestro […] comienza
reconociendo la autoridad de Dios que los primeros cristianos declararon,
‘rey de los siglos inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y
sea la gloria’. Pero inmediatamente las manos que se elevan al cielo se
extienden con un compromiso solidario hacia el prójimo y se extienden por
tres necesidades humanas: la primera de ellas, dadnos hoy el pan de cada
día”, que luego interpretó como trabajo, salario, salud, vivienda, educación
y seguridad. Llamó a perdonar, reparar las separaciones “producidas por
diferencias políticas, filosóficas, religiosas y laborales”, y pedir a Dios
“lo mismo que pidió Salomón al iniciar su mandato: sabiduría, la cual es
imprescindible para gobernar y generar el bienestar de nuestro prójimo”.
Después de su discurso, el padrenuestro retumbó en la iglesia, recitado con
energía por el público presente.



El rabino Max Godet hizo un breve discurso, intercalado con cánticos en
hebreo y el toque del shofar, un “simple y milenario instrumento que era
tocado en tiempos bíblicos en las coronaciones de los reyes de Israel y
también antes de cada batalla”. Antes de tocar (virtuosamente) el cuerno
ritual, dijo: “El que concede victoria a los reyes y dominio a los
gobernantes, y su dominio es toda la existencia, que bendiga, ayude y exalte
al presidente de la República, Luis Lacalle Pou, y a todos los ministros de
esta nación. Que el rey de los reyes los sostenga, los libre de toda
desgracia y los inspire para que traten al pueblo con bondad y gobiernen con
sabiduría. Que sea esta la voluntad de Dios”.



Sturla cerró la ceremonia con una breve bendición.



Invocados



Dios y la patria fueron invocados en estos rituales. Por ser entidades más
bien abstractas y difíciles de ver a simple vista, es necesario hacer
complejos rituales para convocarlas, y no es claro si efectivamente
estuvieron presentes. El presidente fue ungido por su base de apoyos, que
puso toda la carne simbólica en el asador: miles de caballos que rodearon el
Palacio Legislativo y cinco altos sacerdotes que le dieron consejos y lo
apuntaron con las palmas de las manos.



Hubo protestas contra la oración en la Iglesia Matriz: la Iglesia metodista
anunció que no participaría, algunas organizaciones laicas difundieron
comunicados y algunos dirigentes del Partido Colorado advirtieron sobre los
peligros para la laicidad. Si la laicidad, más allá de los formalismos, es
limitar el poder político de la religión y evitar que los gobiernos actúen
con criterios religiosos, este fue un acto de desafío abierto a ese
principio constitucional. Pero constatar eso no va a hacer mucha mella en el
gobierno: la derecha decidió hace un tiempo que laicidad no quiere decir
esto, sino limitar las expresiones políticas de los estudiantes de la
educación pública.



Los rituales de esta semana performan la idea medieval del buen gobierno: el
rey y su ejército a caballo, aconsejado y limitado por los sacerdotes para
felicidad del pueblo. De un lado, el cuerpo, la conquista, el poder
temporal; del otro, el alma, la oración, el poder eclesiástico. Estas viejas
ideas sobreviven debajo de una fina capa de modernidad. Todo lo que la
campaña de Lacalle ocultó detrás de una imagen innovadora, dinámica, de
gerente canchero, se mostró ahora como un desahogo.



Nota



1) Aparicio Saravia (1857-1904), caudillo rural, político y militar,
principal figura histórica del Partido Nacional. En 1904 se levantó en armas
contra el primer gobierno de José Batlle y Ordoñez (1856-1929) principal
dirigente histórico del Partido Colorado, señalado como el fundador del
Estado capitalista moderno, y reivindicado hasta hoy -incluso por la mayoría
de la izquierda- como el impulsor de las leyes progresistas que marcaron por
décadas el “Estado de bienestar”. Con la derrota militar de Saravia en la
batalla de Masoller (setiembre 1904), se puso fin a la última guerra civil.
(Redacción Correspondencia de Prensa)

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