Ecuador/ El ghetto de Guayaquil [Jorge Vicente Paladines]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Mar 30 15:55:14 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

30 de marzo 2020

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Ecuador



El ghetto de Guayaquil



Jorge Vicente Paladines *

Página/12/, 30-3-2020

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Describir al dolor con palabras forma parte de una narrativa aislada, de un
testimonio que intenta acercarnos a una realidad que sólo existe en el
papel. Los padecimientos de quienes sobrevivieron al holocausto apenas
quedan en la memoria. Se reproducen únicamente cuando son invocados por la
investigación social. Ahí las largas filas para la provisión de alimentos,
la imposibilidad de salir más allá de lo delimitado, las restricciones
policiales a lo sanitario y la intervención militar a la desobediencia. Al
mismo tiempo, junto a lo que se muestra como un “orden”, también coexiste el
caos. Personas que son golpeadas por lo que son más que por lo que hacen –o
no hacen–, sobrevivientes que comienzan a sentir hambre y muertos que yacen
en las veredas a la vista de todos. Una imagen en blanco y negro que nos
traslada definitivamente al ghetto de Varsovia.



75 años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, la alcaldesa de
Guayaquil esgrimió un lema que se convertiría en una sentencia para su
propia ciudad: “nadie entra y nadie sale”. Aunque la prerrogativa de dictar
el estado de excepción le compete exclusivamente al presidente de la
República, el pánico por la propagación del coronavirus impulsó a la
burgomaestre a radicalizar esta medida a la medida de la ciudad más grande y
poblada del Ecuador. Pronto Guayaquil quedaría aislada por cielo, mar y
tierra. En efecto, el 18 de marzo el vuelo 6453 de la compañía Iberia fue
impedido de aterrizar. Sobre la pista estaban apostados varios policías
municipales, materializando aquel lema devenido en sentencia. A pesar que
esta acción pudo poner en riesgo la vida de los tripulantes y la seguridad
de un vuelo internacional, aquella medida iba a significar el comienzo de
una pesadilla.



Más allá de la anhelada libre movilidad humana y del mundo cosmopolita que
las políticas migratorias y visados aún niegan, la globalización ha
significado también la imposibilidad de restringir el comercio. Con ello,
los vuelos internacionales subordinados a la fórmula de las ganancias que
reportan las empresas. En este sentido, la relación entre Ecuador y Europa,
el continente que ahora es el foco de la infección por encima de China y
Asia. Los países donde el Covid-19 mostró los precarios sistemas de salud
son, precisamente, aquellos donde reside la mayor cantidad de ecuatorianos:
Italia y España. De ahí que, así como algunas enfermedades llegaron con los
barcos de la colonización española, el coronavirus habría de llegar en los
aviones que transportaban a nuestros migrantes a casa.



Pero volver al Ecuador no iba a ser igual. Hace mucho tiempo que el país
había adoptado una política de economía de libre mercado. De este modo, la
no-intervención del Estado para la libertad de empresas y bancos, así como
su reducción a un aparato burocrático militar y policial, desplazando la
idea de un Estado Social que maximiza la inversión pública en salud y
educación, porque para los economistas del mercado esto es un problema
definido como “gasto”.



Ecuador no se representa sólo como la Mitad del Mundo. Desde el gobierno de
Lenín Moreno fue el punto de partida para desmantelar la Unión de Naciones
Sudamericanas (Unasur), priorizando la relación con los Estados Unidos de
Norteamérica bajo la administración de Donald Trump, así como con la
Organización de Estados Americanos (OEA) a través de su secretario general,
Luis Almagro. Entre tanto, el gobierno de Moreno generó también un
acercamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y sus traumáticas
recetas, lo que produjo la legítima protesta social el pasado mes de
octubre. No obstante, el carácter neoliberal del gobierno no fue afectado.
En su lugar, cualquier resquicio a Socialismo del Siglo XXI sería
demonizado. Así, en coincidencia con la apertura de procesos penales contra
los líderes de la protesta pública, los médicos cubanos habrían de ser
despedidos.



En este Ecuador se profundizó aún más las brechas sociales (trabajo
informal, subempleo, desempleo), pero cuyo foco es más palpable en su ciudad
más desigual. Con una cifra que supera los 2.698.077 habitantes al interior
de los límites urbanos (INEC, 2020), Guayaquil se caracteriza por tener las
mayores contradicciones sociales del país. Y aunque paradójicamente es
gobernada durante más de veinte años por la derecha ecuatoriana (Partido
Social Cristiano – Madera de Guerrero), en esta ciudad conjugan los extensos
asentamientos humanos –carentes de acceso a servicios básicos– junto a
apoteósicas mansiones construidas en ciudadelas amuralladas, dentro de un
imaginario que la proyecta a nivel nacional como una urbe moderna de grandes
edificios y de casas con techos de cartón.



Luego de Brasil y de los Estados Unidos, Ecuador reporta la tasa de contagio
de coronavirus más elevada de América Latina que, tomando en cuenta su
densidad y pequeña extensión territorial, lo podría convertir en el país con
el mayor número de infectados por cien mil habitantes. Si el coronavirus se
agudiza en poblaciones con débiles sistemas de salud –no “sistemas” en
realidad–, Guayaquil sería el peor lugar para el origen y propagación de la
epidemia en Ecuador. Una mezcla entre agua y aceite que expone la relación
entre la vida y la muerte en el escenario de una verdadera catástrofe. Sin
embargo, la ciudad más grande del Ecuador fue aislada. El exponencial
incremento de casos –en una ratio que se acerca al 80% del promedio
nacional– la convirtió en una zona de seguridad nacional, una denominación
que le permite a las Fuerzas Armadas asumir el control del espacio público,
restringir por horarios el acceso a supermercados, imponer toques de queda e
intervenir a ciudadanos que lo incumplan. Una realidad que se acerca a las
imágenes en blanco y negro del pasado.



Aquellas imágenes se recrudecen cuando dentro del aislamiento el “sistema”
de salud no logra dar respuestas. En Guayaquil las farmacias no tienen más
mascarillas que vender; los laboratorios –en gran medida privados– no se dan
abasto para realizar los test a quienes se sienten infectados; y, los
hospitales permanecen abarrotados de pacientes que esperan en los pasillos,
mientras otros reclaman por respiradores para sobrevivir. De otro lado, los
“muertos con suerte” permanecen por días con familiares que exigen a las
autoridades sean retirados para brindarles al menos sepultura; al tiempo que
los “sin suerte” se muestran como cadáveres apostados sobre las aceras,
exigentes al menos de ser rotulados como NN.



La catástrofe de Guayaquil ha llevado al gobierno a hablar de cremaciones
masivas y de fosas comunes. Una realidad que reconoce la insostenible
situación de la pandemia en la ciudad más moderna del Ecuador, donde el
estado de sitio y la intervención militar eclipsa al deficiente sistema de
salud. Así, quien haya dicho que en la modernidad no hay lugar para el
infierno se equivoca. Hoy el puerto principal de la Mitad del Mundo
reproduce a color lo que debía quedar en blanco y negro. En su presente se
vive la muerte y se presencia inescapablemente el dolor, porque por ahora
sus tres millones de habitantes están obligados a permanecer en el ghetto de
Guayaquil.



* Jorge Vicente Paladines es profesor de la Universidad Central del Ecuador.

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