Brasil/ "Las milicias bolsonaristas no aceptarán una derrota y las izquierdas deben prevenirse" [Daniel Aarão Reis - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Mayo 17 03:12:51 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

17 de mayo 2020

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Brasil



Entrevista al historiador Daniel Aarão Reis



"Las milicias bolsonaristas no aceptarán una derrota y las izquierdas deben
prevenirse”



Laércio Portela

Revista UIH Online, 15-5-2020

http://www.ihu.unisinos.br/

Traducción de Ernesto Herrera - Correspondencia de Prensa



Bolsonaro constituyó un dispositivo de milicianos y paramilitares vinculados
a la Policía Militar que no aceptarán -para el caso de una derrota en el
proyecto de reelección del actual presidente- la alternancia pacífica en el
poder. El análisis es del historiador Daniel Aarão Reis, profesor de
historia de posgrado en la Universidad Federal Fluminense (UFF),
especialista en revoluciones socialistas del siglo XX e investigador de las
izquierdas y de la dictadura de 1964 en Brasil. Autor de libros de
referencia sobre la dictadura militar, Aarão Reis critica la posición de los
ex presidentes Fernando Henrique Cardoso, Lula y Dilma Rousseff en relación
con las Fuerzas Armadas brasileñas. "Nunca hubo una investida en serio para
exigir a las Fuerzas Armadas que discutan su papel en la democracia y
reformulen sus planes curriculares. Los gobiernos siempre han sido muy
indulgentes y cívicamente cobardes al enfrentar esas cosas”. La entrevista
de Laércio Portela, fue publicada por Marco Zero Conteúdo, 13-05-2020.



-¿Y cómo puede esta reflexión explicar el bolsonarismo?



Para la comprensión del bolsonarismo he introducido la necesidad de
reflexionar sobre otras dos dimensiones, sin dejar de lado esta tradición
estructural. Una de ellas es lo que yo llamo la gran coyuntura, que va desde
el proceso de transición a la democracia hasta el año 2018, cuando hubo las
elecciones que consagraron a Bolsonaro. Se trata de una gran coyuntura de 30
años, en cuyo contexto se han tomado muchas decisiones políticas que han
contribuido gradualmente, por una parte, al mantenimiento de estas
tradiciones autoritarias y, por otra, a una cierta desilusión con el sistema
que se construyó sobre la base de la Constitución de 1988.



Este sistema tuvo mucho prestigio, mucha adhesión, pero progresivamente la
confianza en él se ha ido erosionando y esto, en mi opinión, se debe a que
nuestro proceso de redemocratización, la llamada Nueva República, ha
generado dos partidos de vocación reformista, el PT y el PSDB. Estos dos
partidos nacieron anunciando proyectos reformistas y, durante el tiempo que
gobernaron, a pesar de haber logrado algunas cosas muy positivas, no
emprendieron las reformas que anunciaron y que la población esperaba.
Reformas que podrían transformar realmente este país, que presenta tasas de
desigualdad de las más extremas del mundo. La reforma política es un
ejemplo. Un amigo mío, Carlos Vainer (sociólogo y economista), acuñó una
expresión con la que empecé a trabajar. Refiriéndose a las izquierdas
institucionales, a los partidos políticos, habla de una "izquierda de
Estado" a la que antepone una "izquierda social". La izquierda estatal fue
la izquierda que se dejó reclutar, cooptada por el juego institucional, por
los calendarios electorales. Y gradualmente perdió contacto con la sociedad.
Trabajé en la universidad durante 35 años, y todavía trabajo en la escuela
de posgrado, y observé esta pérdida gradual de la esperanza en la juventud.
Esto también es muy claro en los estratos populares.



El PT y el PSDB no fueron capaces de articular una alianza entre ellos y
cada uno, a su manera, buscó lo peor de las tradiciones brasileñas para
fortalecerse en el juego institucional y se contaminaron con ello. De
partidos reformistas pasaron a ser partidos gestores, siempre con la
salvedad de que al gestionar la sociedad lo hacían mejor que las llamadas
fuerzas del atraso, pero al alinearse con estas fuerzas del atraso perdieron
la perspectiva de la reforma política, de la reforma económica, de la
reforma fiscal, de la reforma policial, del sistema penitenciario... Este
tipo de comportamiento hacía que acabaran siendo vistos como uno más entre
los demás.



-¿Perder apoyo en la sociedad?



Ellos fueron perdiendo el capital que los diferenciaba. Nunca se interesaron
en abrir una discusión en la sociedad sobre la dictadura, sobre las
tradiciones autoritarias, sobre las Fuerzas Armadas. Las Fuerzas Armadas se
mantuvieron alejadas, removiendo sus resentimientos, y formando sus
jefaturas en patrones totalmente anacrónicos y autoritarios. Nunca hubo una
investida seria para exigir a las Fuerzas Armadas que discutan su papel en
la democracia y reformulen sus planes curriculares. Los gobiernos siempre
han sido muy indulgentes y cívicamente cobardes al enfrentar estas cosas. La
idea era: dejémoslos a un lado y con el tiempo haremos los cambios. Los
cambios iban a ocurrir naturalmente, pero nada en la historia ocurre
naturalmente. La intervención humana es fundamental y se quedaron allí para
remover estos resentimientos. Recuerdo la primera vez que me impactó esto,
en los años 90, cuando leí en el periódico que los cadetes de la Academia de
Agujas Negras eligieron al general Médici como su mecenas (Emílio Garrastazu
MédicI, general-presidente entre 1969 y 1974). ¿Cómo pueden los jóvenes que
se gradúan tener como patrón lo más siniestro de la dictadura? Esto
significa que no hay ninguna discusión democrática en las Fuerzas Armadas.
Los gobiernos civiles no exigieron que esto se hiciera, para que las Fuerzas
Armadas volvieran a ser lo que eran antes de 1964, Fuerzas Armadas plurales,
donde había una discusión, donde había diferentes tendencias políticas. Pero
la idea era hacerlo como un avestruz: poner la cabeza en el suelo y fingir
que no había ningún proceso altamente perjudicial.



-¿Ignorar el pasado terminó por fortalecer la posición de las Fuerzas
Armadas en el presente?



La GLO (Garantía de la Ley y del Orden), que era un principio autoritario
inscrito en nuestra Constitución y que permite a los presidentes de los
poderes llamar a las Fuerzas Armadas para garantizar la ley y el orden, pues
bien, los gobiernos petistas se cansaron de hacerlo, incluso colaborando con
las Fuerzas Armadas para recuperar un prestigio, visto como esas "fuerzas
impolutas" - que hacen mucho a la ideología de las Fuerzas Armadas
brasileñas desde la proclamación de la República. Los militares siempre se
han visto como vectores de la República, como ángeles guardianes de la
República, y esto es totalmente anti-republicano y anti-democrático. Al
revés que los gobiernos del PSDB y el PT se ocuparan de esto y lo
enfrentaran, mientras tenían la fuerza y mientras los generales de derecha
de las Fuerzas Armadas no tenían fuerza, no se movieron. Esto lo hizo con
mucho valor cívico en Argentina. Kichnner (Néstor Kirchner, presidente
argentino entre 2003 y 2007), cuando asumió el cargo, llamó al ministro de
defensa y le dijo: "Vas a pedir disculpas a la sociedad por las
arbitrariedades, por los asesinatos..." como el ministro se negó, fue
despedido y llegó otro... Y a partir de entonces, cuando llegó el octavo, el
octavo decidió "creo que esto es razonable, no estoy comprometido con estos
asesinatos y creo que las Fuerzas Armadas hicieron mal" y pidió disculpas.
Ahí tienes un proceso de otra naturaleza. No hubo ninguna discusión sobre
estas tendencias autoritarias en Brasil, incluyendo muchos académicos que
hoy en día reconocen estas tendencias dicen que no las vieron antes. No lo
percibieron porque no querían. Dijeron que la democracia se había
consolidado. Lula, Rousseff, los políticos, los académicos seguían diciendo
eso, que -sin darse cuenta de que había células cancerosas autoritarias-,
esperaban un momento que les fuera más favorable y ese momento llegó a
partir de la crisis de 2008.



-¿Creó la crisis de 2008 las condiciones para el regreso del protagonismo
autoritario?



La crisis de 2008 agravó los problemas económicos, el desempleo, la
inseguridad...Todo ello contribuyó gradualmente al retorno de la extrema
derecha a tener voz. Ella, que nunca había desaparecido exactamente, ganó
fuerza.



-¿Y él bolsonarismo?



Para entender al bolsonarismo, precisamos de una tercera dimensión, además
de la de gran coyuntura. Una dimensión más concreta, que es la situación
electoral en 2018. Si se mira de cerca, en agosto de 2018, el bolsonarismo
todavía tenía entre el 15 y el 20% de los votos y mucha gente no creía que
pudiera crecer tanto hasta el punto de ganar, y ahí es donde entra la
necesidad de analizar la corta coyuntura. Tenemos las tradiciones
autoritarias, la coyuntura larga y la coyuntura corta que fue decisiva. En
mi opinión, hay que discutir los errores que ocurrieron en la izquierda y
los éxitos de Bolsonaro para entender su victoria. Realmente tiene ese
núcleo duro de la extrema derecha que las encuestas fijan en 12, 15, algunos
dicen 20%, pero eso es todo. Resulta que ganó las elecciones con más del
50%. El principal error de las izquierdas fue subestimar la fuerza del
bolsonarismo. La insistencia en mantener la candidatura de Lula hizo que
Haddad se convirtiera en un muñeco de Lula en la primera ronda. Todos
pusieron la máscara de Lula en Haddad o en sus propias figuras, y eso
terminó teniendo un efecto negativo. Creo que la incapacidad de las
izquierdas de componer un frente para enfrentar el peligro bolsonarista fue
muy decisiva para explicar el ascenso de la extrema derecha.



-El discurso de Bolsonaro fue más popular que el de las izquierdas.



Fue decisivo subestimar algunos problemas que se convirtieron en centrales y
para los cuales Bolsonaro presentó falsas soluciones, pero dijo que los
resolvería. Dos problemas que afectaron enormemente a las clases
trabajadoras y a las clases medias. La cuestión de la corrupción y la
cuestión de la seguridad. La izquierda siempre subestimó el tema de la
corrupción, diciendo que este tema era un asunto de las elites, una
tradición de la UDN (1), y fue realmente, sólo que fue mucho más allá de las
clases medias para llegar a las clases trabajadoras. Esta idea de que el
sistema político brasileño es corrupto, podrido, es un consenso que se
establece mucho más allá de la clase media. Las izquierdas podrían haber
tenido una crítica y una autocrítica. Es una cuestión de vida o muerte. Aquí
en Río de Janeiro, por ejemplo, desviaron recursos de salud a los bolsillos
de políticos vinculados a Sérgio Cabral (ex gobernador de Río entre 2007 y
2014). En muchos otros lugares de Brasil esto sucedió, así que es un tema
que impacta en la educación, es un tema que impacta en la democracia porque
desmoraliza la democracia. Parece que el sistema político es un sistema
ocupado por ladrones. Bolsonaro aparece - a pesar de todas las pruebas que
lo comprometieron en los procesos de corrupción - como el salvador de la
patria. Desde este punto de vista, reeditó los discursos que habían
pronunciado en el Brasil Collor (Fernando Collor de Melo, presidente entre
1990 y 1992) y Jânio Quadros (presidente elegido en 1960 y que renunció en
1961). Y esto no es sólo un discurso de clase media, es un discurso que
tiene resonancia popular.



-¿Y la cuestión de la seguridad?



La seguridad se ha convertido, en los grandes centros urbanos y no sólo en
ellos, en el gran problema. Si las clases medias y las élites consiguen
poner rejas y vigilantes en los condominios, las clases populares están a
merced de los bandidos y los traficantes de drogas y sufren demasiado por
ello. Estos bandidos también atacan a las clases pobres, cuando entran en
conflicto entre ellos, matando a la gente, interrumpiendo las clases en las
escuelas, cerrando los puestos de salud. No puedes imaginar que un niño y un
joven que deja de ir a la escuela por un tiroteo un día, vuelva a la escuela
al día siguiente como si nada hubiera pasado. Hay un trauma. Las izquierdas
hacían hincapié en los derechos humanos, pero no contemplaban reformas en el
sistema penitenciario ni en el sistema de acción policial. Si se hace una
comparación, los gobiernos de la izquierda no se distinguen de los gobiernos
de la derecha desde el punto de vista de la acción de la Policía Militar, la
lucha contra el narcotráfico. Y Bolsonaro vino con una propuesta
absolutamente absurda - "matamos a los malos" - haciendo ese gesto de
apuntando el arma todo el tiempo, y eso tuvo un gran impacto.



-¿La izquierda ha dejado de tener otros debates importantes?



El tercer elemento que creo que fue muy poco discutido por la izquierda fue
el diálogo con las iglesias evangélicas, que han crecido mucho en el país.
La izquierda hizo lo mismo que con las Fuerzas Armadas. Estos grandes jefes
de las iglesias evangélicas, los Malafaias de la vida (2), conocían los
medios de comunicación. Lula, Dilma y Fernando Henrique Cardoso fueron allí
a besar sus manos, para legitimar el liderazgo de estas personas. En lugar
de entrar en discusión, porque los miles de pastores de estas iglesias no
son necesariamente de derecha y juegan un papel importante. A medida que el
Estado deja de aparecer en algunas regiones, están allí creando redes de
apoyo mutuo de solidaridad que son muy importantes. Y allí borras una
dimensión de la realidad fundamental para quedarte ahí con tus propios
prejuicios. Todos estos errores se han ido acumulando y erosionando las
bases electorales de la izquierda, mientras que Bolsonaro se apresuró a
formar alianzas, tanto desde el punto de vista de la lucha contra la
corrupción como desde el punto de vista de la lucha por la seguridad, y
también articuló el apoyo del capital financiero junto con Paulo Guedes. La
victoria de Bolsonaro no se dio, se construyó, apoyada por las grandes
tradiciones autoritarias, pero también por la progresiva corrosión de la
confianza en el sistema político, en la gran coyuntura, y finalmente en la
coyuntura corta. Es a partir de la unión de estas tres dimensiones que
podemos entender por qué este hombre tosco y absurdo asumió la Presidencia
de la República.



-¿Hasta qué punto una derrota de Donald Trump en las elecciones
presidenciales de este año en Estados Unidos puede afectar a los gobiernos
autoritarios de todo el mundo y, en concreto, al gobierno de Bolsonaro en
Brasil?



Desde la década de 1960 hemos pasado por un profundo proceso de
desestructuración general de la economía, la sociedad, la cultura, la
política, la revolución digital, la información. El otro día Márcio Pochmann
(economista, ex presidente del Ipea – Instituto de Pesquisa Econômica
Aplicada) dijo que el Brasil de hace unos 40 años ha cambiado completamente.
Comenzó con el análisis del trabajador de la cuna de Lula, allá en el ABC
Paulista, y que hoy ha desaparecido. Esas empresas han sido casi todas
robotizadas, o han migrado a otros lugares. Esta revolución digital está
desfigurando todo. La gente siente que el suelo tiembla, vacila, y este es
un proceso mundial que está favoreciendo en todas partes el crecimiento de
las tendencias autoritarias porque crecen en estas ocasiones de
desesperación, de desesperanza, de crisis de identidad. Tienes millones y
millones de personas arrojadas a la desesperación, y estas personas tienen
un gran potencial para apoyar a los líderes salvacionistas, que aparecen por
todas partes, a veces incluso culpando al capital financiero, a los
plutócratas, culpando a la riqueza, a los comunistas, a cualquier cosa, para
que tengas un salvavidas allí. El crecimiento del gobierno autoritario es un
fenómeno mundial, y Trump está en ese contexto y, al ganar, mejora
enormemente el contexto debido a la importancia de los Estados Unidos.
Bolsonaro es la expresión radical de este proceso aquí en Brasil y esto se
puede ver en su actitud muy dependiente con Trump. Esto de saludar a la
bandera norteamericana, de estar siempre ahí adulando a Trump, de una manera
que es incluso vergonzosa... Evidentemente, una derrota de Trump tendrá un
impacto muy positivo en las fuerzas democráticas en todas partes, aquí en
América Latina y en Brasil en particular.



-Piensa que las izquierdas todavía viven la "utopía del impasse" como lo
hacían a principios de la dictadura de 1964, cuando apostaron que el régimen
militar no se sostendría, que estaba destinado a caer. Muchos sectores de la
izquierda hoy en día parecen pensar de esa manera sobre el gobierno de
Bolsonaro, como antes pensaban sobre el gobierno de Temer.



Cuando formulé esta idea de la "utopía del impasse" era para entender la
izquierda que teníamos y que se formó justo después del golpe de 1964, y que
era una izquierda que empezó a alimentar un escepticismo muy grande a
cualquier posibilidad de cambio en la dictadura que no fuera la lucha
armada. La idea que teníamos, y yo era un militante en ese momento, era que
la dictadura tendía a empeorar cada vez más. En ese sentido, cuando llegó el
AI-5 (3), incluso nosotros pensamos que teníamos razón y que iba a empeorar.
Pero no vimos dos cosas allí, que ese sistema pudiera evolucionar en otras
circunstancias y, en segundo lugar, que la sociedad, las capas populares,
principalmente, no estaban para acompañarnos en el enfrentamiento armado. No
teníamos esa sensibilidad. La idea que teníamos era que la gente estuviera
con los cascos, lista para acompañarnos si había una acción de vanguardia.
Fue un razonamiento completamente equivocado y por eso lo pagamos caro.



-¿Y el gobierno de Bolsonaro?



A veces me impresiona mucho esta obsesión con Bolsonaro. Es una imposición
de las circunstancias, pero a veces la izquierda está muy a remolque de eso,
siempre comentando lo último de Bolsonaro, cuando en verdad hay que invertir
en la recomposición de las fuerzas democráticas, en la recomposición de las
alianzas y en la formulación de un programa alternativo a Bolsonaro. Todo el
mundo habla de derribar a Bolsonaro, pero ¿para hacer exactamente qué? ¿Para
volver al lulismo? ¿Volver a esa política de amplia conciliación de clases
de la izquierda petista? ¿Para volver a esas alianzas con las fuerzas del
atraso? Las fuerzas democráticas deben presentar un programa que seduzca a
la población. La población de hoy está atrapada allí con la pandemia, pero
todavía así es impresionante cómo Bolsonaro mantiene un 30% de apoyo de la
población. Tienes que presentar una alternativa. Bien, tienes que denunciar
a Bolsonaro, pero ¿qué tenemos que decir de nuevo, como alternativa?



-¿Usted cree en la capacidad de los partidos de izquierda para formular esta
alternativa?



Me pregunto si los partidos políticos de izquierda serán capaces de eso.
Pienso cada vez más que es de la llamada izquierda social que debemos
esperar un movimiento decisivo. Mi esperanza es más que la sociedad civil,
los foros, las articulaciones de la sociedad civil, empiecen a formarse,
porque tendrán una credibilidad mucho mayor que los partidos de izquierda,
que están muy involucrados en el calendario electoral, en esos conchabos. Mi
esperanza es que lleguen articulaciones para defender la educación pública,
para defender la ciencia, políticas alternativas para enfrentar las
desigualdades. Ese es el desafío de la izquierda y soy escéptico de las
posibilidades de los partidos, la llamada izquierda de Estado. O la
izquierda social formula y aplica estas alternativas o nos equivocamos. Esa
es mi esperanza para las izquierdas.



-¿Qué piensa del modus operandi de Bolsonaro? Siempre está tensionando las
instituciones, promoviendo una retórica de que el Ejecutivo está teniendo
sus preceptos constitucionales invadidos por la Corte Suprema y el Congreso
Nacional. Incluso ha dicho que él es la Constitución y que tiene el apoyo de
las Fuerzas Armadas. ¿Hay un autogolpe en marcha? En el molde de un estado
de derecho autoritario, como usted señaló en el primer momento del régimen
militar de 1964, antes de la fase de la dictadura descarada?



Se ve esa perspectiva en muchos lugares del mundo. En Rusia, en Hungría...
Los dirigentes autoritarios, sin golpear la Constitución, a veces cambian
las cosas... Ya ves que el Primer Ministro de Hungría (Viktor Orbán)
consiguió aprobar en el Parlamento, donde tiene mayoría, un decreto que
extiende los plenos poderes indefinidamente. No ha cambiado la constitución,
pero ha aprobado medidas que terminan concentrando mucho poder en sus manos.
Creo que estamos realmente en riesgo de vivir con eso. La democracia en
Brasil está en riesgo. Bolsonaro está haciendo muchas cosas en este sentido,
para acorralar a las demás instituciones, siempre con este argumento, que es
el que utilizará en la campaña electoral de 2022, que "quería hacerlo pero
no me dejaron". Los líderes salvacionistas siempre recurren a esto. Como son
elegidos en base a un programa muy simplista, que no funciona, cuando se ven
acorralados, tienden a este discurso. Sucedió con Jânio Quadros, con
Collor... Así que Bolsonaro usará ese tipo de discurso intensamente en 2022,
si llegamos allí. "No me dejarán gobernar, me darán un voto de confianza" y,
por supuesto, propondrán que tenga una concentración de poderes para aprobar
lo que sea necesario en el Parlamento.



-¿Ve la posibilidad de un autogolpe antes de las elecciones?



Creo que, para la situación actual, un golpe de estado o un autogolpe no es
muy viable, pero si hay una conflagración social, sí, esta hipótesis puede
ser actualizada. Pero en este momento no lo creo. Incluso me sorprende eso.
Me imaginé que Bolsonaro arrastraría al Congreso y a la Corte Suprema. Y lo
contrario está sucediendo, ves que, muy tímidamente, tanto el Congreso como
la Corte Suprema le han cortado las alas para evitar que vaya más lejos.
Naturalmente, lo usará más tarde: "Quería hacerlo y no me dejaron". Para
derrotar este discurso, las izquierdas están desafiadas a presentar un
programa alternativo y no sólo a denunciar el bolsonarismo.



-¿Ve alguna otra amenaza al orden democrático?



Sí. Creo que Bolsonaro ha creado un dispositivo militar, que es la milicia y
los paramilitares dentro de la Policía Militar y tiene un apoyo muy
importante allí. Estoy seguro de que ese dispositivo no aceptará
pacíficamente una alternancia en el poder. Tengo la impresión de que si
Bolsonaro pierde las elecciones de 2022, esta gente irá hacia el
desconocimiento. Creo que este dispositivo militar, que no es exactamente el
dispositivo de las Fuerzas Armadas legales, es un dispositivo informal muy
poderoso, muy extremo, muy agresivo y no dudará en ir por la violencia. Las
fuerzas democráticas necesitan prepararse para enfrentar esto porque si no
se preparan corremos el riesgo de ver a muchos de nuestros líderes atacados,
asesinados, porque no tuvieron la sabiduría de tomar precauciones. A menudo
se ven los discursos de estas personas en las redes sociales. Son
truculentos, agresivos y muy seguros de sí mismos. Tienen armas en la mano,
y probablemente las usarán si no se les disuade.



-¿Cree en la reelección de Bolsonaro?



Tal y como van las cosas, no creo en la reelección. Creo que Bolsonaro está
ahí con su núcleo duro, pero está perdiendo poco a poco sus bases, en la
derecha democrática y en el centro, que le fueron muy favorables por su
antipetismo. Pero las fuerzas que lo rodean no aceptarán una transición
democrática tranquila.



¿Qué hay de las Fuerzas Armadas? Hoy en día hay nueve militares de primera
fila y más de 2.000 militares de segunda y tercera fila en el gobierno de
Bolsonaro. En una situación de enfrentamiento abierto y posible ruptura
institucional, ¿de qué lado se pondrán?



Siento cierta perplejidad en los propios especialistas de las Fuerzas
Armadas. Como esos pilotos que están en un vuelo a ciegas. Esta
característica que usted mencionó allí es cierta, cientos de oficiales del
Ejército han migrado a los órganos de poder, pero ¿significa esto que las
instituciones estarán del lado del Bolsonaro, por ejemplo, en un golpe de
estado? En las circunstancias actuales, me resulta difícil. Ahora, también
tengo mucha información detallada y más clara sobre cómo van los ánimos,
sobre las tendencias de las Fuerzas Armadas. La verdad es que la gran
mayoría de los militares votaron por Bolsonaro, pero mucho más animados por
el antipetismo que con la expectativa de domar al hombre. Esa perspectiva
hoy está completamente superada. Bolsonaro ya ha demostrado que es
incontrolable. ¿Ahora las Fuerzas Armadas estarán a su remolque? ¿Hasta
cuándo? ¿Qué tan lejos? Es un signo de interrogación el que pusiste ahí.
Algunos argumentan que aunque se mantengan neutrales, puede haber un golpe
de la milicia. En el modelo boliviano. Allí, las Fuerzas Armadas se quedaron
en los cuarteles, al igual que la policía. Y las milicias entraron en
acción.



-¿Crees que esta postura es posible en Brasil?



Creo que Brasil es un país muy complejo para eso. Si las milicias actúan,
entonces querrán tener una fuerza correspondiente y este es un nudo que
tiene allí entre las fuerzas que apoyan a Bolsonaro, porque las Fuerzas
Armadas son las que tienen formalmente el monopolio de las armas y están
viendo, estamos viendo, como crece este poder paralelo de las milicias, que
también es un poder armado y que está empezando a determinar la vida de
innumerables comunidades en todo Brasil. Así que creo que es una
contradicción que podría agrietar el frente bolsonarista.



-¿Hay también diferencias desde el punto de vista de la economía en el campo
bolsonarista?



La alianza de Bolsonaro con los ultraliberales es muy impresionante porque
la tradición de las Fuerzas Armadas es nacionalista. Hablé el otro día con
un investigador, que tiene un estudio sobre las Fuerzas Armadas, y me dijo
que esto ha cambiado gradualmente. Señaló el ejemplo de Chile, donde las
Fuerzas Armadas cerraron los ojos ante un proceso ultraliberal porque se les
concedió un estatus particular en la sociedad: su propio sistema de salud,
sus propios salarios, gratificaciones. Hoy en día, la Constitución chilena
reserva a las Fuerzas Armadas un porcentaje fijo obtenido con las
exportaciones de cobre, que es la principal riqueza chilena, y con ello
mantienen un sistema que las diferencia radicalmente del conjunto de la
administración pública. ¿Podría ocurrir este proceso en Brasil? La reforma
del sistema de seguridad social dio una indicación al respecto. Los cambios
que afectaron a la administración pública han preservado a las Fuerzas
Armadas, que incluso tuvieron reajustes salariales. Lo cierto es que el
ultraliberalismo de Guedes todavía no se ha puesto en práctica, hubo la
aprobación de la reforma de la Previsión Social, a la que tuvo que hacer una
serie de concesiones, y las privatizaciones y los avances en la reforma
tributaria que quiere hacer todavía no se han llevado a cabo, así como la
reforma administrativa.



-Y con la pandemia esta agenda podría verse comprometida, ¿verdad?



La resistencia a ella es muy grande. Y ha sido muy impresionante ahora, en
el contexto de la pandemia, llegar a este plan Pro-Brasil, que es un plan
que tiene que ver con la tradición nacional estatista de las Fuerzas
Armadas. Recuerdo cuando Bolsonaro nombró a Guedes y Moro para su ministerio
y voces experimentadas en la política brasileña dijeron que era un error
nombrar a un ministro que no se puede despedir. Ambos fueron vistos como
indemnes. Moro ya fue. Y el otro ya está siendo considerado para el despido
en caso de que esta política ultraliberal no funcione. Y no parece funcionar
en absoluto porque la post-pandemia favorece a los nacionalistas y no a los
ultraliberales. Guedes se encontrará entonces, repentinamente, en una
situación anacrónica porque su programa encaja en el contexto de la
globalización y la globalización puede verse fuertemente afectada por la
pandemia.



-¿Cree que el centro-derecha construirá una candidatura para enfrentar al
bolsonarismo en 2022?



Creo que sí. Están maniobrando en esa dirección. Y tienen dos candidatos
potenciales, Moro y Dória (João Dória, gobernador de São Paulo). Los dos ya
han estado trabajando en esa dirección. Pero el hecho es que no tenemos una
imagen clara de la post-pandemia. Están anunciando una gran crisis económica
internacional, con impactos evidentes en Brasil, y esto va a aumentar una
demanda muy grande para el Estado. Por supuesto, los liberales van a decir
que no están en contra del Estado, siempre y cuando el Estado sirva a la
educación, a la seguridad, y dirán que están en contra de que el Estado se
inmiscuya en la economía, pero esto va a ser una exigencia para hacer frente
a la post-pandemia. Hay muchas variables allí que no dominamos, pero la
tendencia es que el Estado crezca y eso es contra Guedes, contra la línea
liberal de Guedes. Creo que el centro-derecha, especialmente si Bolsonaro se
inclina hacia estas políticas estatistas, tratará efectivamente de jugar una
alternativa. Hay fuerzas muy considerables entre las élites que están
descontentas con Bolsonaro. De hecho, los últimos sondeos dan una caída muy
grande en la aprobación del gobierno precisamente en las elites sociales,
entre los que reciben más de 10 salarios mínimos. Moro se quedará allí como
reserva moral para ser activado y puede tener resultados muy expresivos.
Así, Bolsonaro puede ser empujado de nuevo a ese nicho del 12, 15 y 20%, que
es la extrema derecha en Brasil.



Notas de Correspondencia de Prensa



1) Unión Democrática Nacional, partido conservador fundado en 1945 opositor
a las políticas de Getúlio Vargas. Fue disuelto en 1965.

2) Alude a Silas Malafaia Lima, pastor y escritor, jefe del ministerio
pentecostal "Victoria en Cristo" vinculado a la Asamblea de Dios. Malafaia
también es tele-evangelista, y conocido por sus posiciones reaccionarias
contra la homosexualidad y el aborto.

3) AI-5 (Acto Institucional) emitido bajo la dictadura militar, entró a
regir en setiembre de 1968, durante la presidencia del general Artur da
Costa e Silva. Ilegalizaba partidos políticos, instauraba la censura de
prensa y proscribía todos los derechos democráticos y sindicales. Se mantuvo
vigente hasta 1978.

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