América Latina/ El coronavirus derrumba las remesas de los migrantes [Humberto Márquez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Mayo 17 03:15:27 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

17 de mayo 2020

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América Latina



El coronavirus derrumba las remesas



Humberto Márquez, desde Caracas *

Inter Press Service (IPS), 15-5-2020

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Las remesas que sostienen a millones de hogares en América Latina y el
Caribe se derrumban porque sus familiares pierden empleos e ingresos en los
países de acogida, y el conjunto familiar retrocede hacia la pobreza, al
superponerse la crisis de salud por la covid-19 y la recesión económica
mundial.



La región recibirá este año al menos unos 77 500 millones de dólares en
remesas, 19,3 por ciento menos de los 96 000 millones que recibió en 2019,
según proyecciones provisionales del Banco Mundial.



El daño “se puede entender desde al ángulo del consumo. Seis millones de
hogares, de los 30 millones que reciben remesas, no las tendrán este año, y
otros ocho millones perderán al menos un mes de ese ingreso”, dijo a IPS
desde Washington el experto Manuel Orozco.



Una remesa promedio en la región es de 212 dólares al mes, según estudios
del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).



Las remesas “representan 50 por ciento del ingreso total de los hogares que
reciben dinero de sus familiares, y aumentan la capacidad de ahorro por
encima de la población promedio en más del doble”, indicó Orozco, quien
conduce el programa de migración, remesas y desarrollo en la organización
Diálogo Interamericano.



La caída proyectada, “la más abrupta de la historia reciente, se debe en
gran parte al desplome de los salarios y el empleo de los trabajadores
migrantes, más vulnerables durante las crisis en los países que los
albergan”, asentó un informe del Banco Mundial.



La afectación se origina en el cierre de segmentos enteros de actividad
económica para tratar de contener al nuevo coronavirus, privando a los
migrantes de sus fuentes de empleo e ingresos, lo que hunde su capacidad de
remitir dinero a sus familias.



Es un fenómeno mundial, pues en el conjunto de países de ingresos bajos y
medios las remesas caerían al menos en 19,7 por ciento hasta situarse en 445
000 millones de dólares: 23 por ciento en África subsahariana, 22 por ciento
en Asia meridional, 19,6 por ciento en Medio Oriente y Norte de África, y 13
por ciento en Asia oriental y el Pacífico.



Las remesas “son una fuente de ingresos vital para los países en
desarrollo”, recordó el 22 de abril David Malpass, presidente el Banco
Mundial, quien destacó su papel en aliviar la pobreza, mejorar la nutrición,
elevar el gasto en educación y reducir el trabajo infantil en hogares
desfavorecidos.



Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (Cepal), inscribió la caída de las remesas entre las
causas que deprimirán la economía de la región a un nivel sin precedentes,
-5,3 por ciento, con riesgo de que la pobreza trepe de 186 a 214 millones de
sus habitantes, nada menos que 33 por ciento de su población total.



Angustia que viene del norte



Países muy afectados serán los de América Central y Haití, según Bárcena.
Las remesas constituyen entre 30 y 39 por ciento del producto interno bruto
(PIB) de Haití, y el año pasado representaron 21,8 por ciento en el PIB de
Honduras, 21,2 por ciento en el de El Salvador y 13,8 por ciento en el de
Guatemala.



“Estamos hablando de Estados frágiles, con sistemas de salud colapsados,
gobiernos débiles o corruptos, y con presupuestos que ya eran insuficientes
para atender a las necesidades de la gente y están peor ahora”, dijo a IPS
Victoria Gass, de la división americana de la coalición contra la pobreza
Oxfam desde Nueva York.



Orozco destacó que se afectará la capacidad de consumo de 20 por ciento de
los centroamericanos, que se verán forzados a disponer de sus ahorros, en
promedio un trimestre de remesas, para gastos inmediatos, como comprar
alimentos y medicinas.



En El Salvador, por ejemplo, Gabriela Pleitez, 35 años, residente en la
capital, ya dejó de percibir los 200 dólares mensuales que le enviaban entre
su madre, asistente dental, y su hermano, taxista, residenciados en la
ciudad estadounidense de Los Ángeles y súbitamente desempleados.



Gabriela completaba los 400 dólares que necesitaba para vivir con ingresos
ocasionales como agente inmobiliaria o vendiendo ropa y productos de
belleza. Ahora procura algo de dinero como ayudante en un puesto de comidas
típicas.



“Ya no compro pan, como menos, si uno consigue 10 dólares debe pensar bien
en qué gastarlos, si no pago el agua me la cortan, el dueño de la casa no me
cobrará alquiler por tres meses, según decreto del gobierno, pero después
querrá que me marche”, relató a IPS.



Otra salvadoreña, Rosa Ramírez, 56 años, madre y abuela a cargo aún de una
hija adulta y cuatro niños, recibió con la covid-19 un golpe de gracia a su
pequeño negocio de arreglos florales. “Ya antes la situación era difícil, y
a hora, con hogares y comercios cerrados, quedo sin trabajo”, dijo a IPS
esta residente en Zacatecoluca, en el central departamento de La Paz.



Su tabla de salvación es su hijo Luis V., de 27 años, quien encontró trabajo
en 2018  como carpintero en la ciudad estadounidense de Stafford, a donde
huyó de pandillas que le exigían dinero para no atentar contra su hijita,
entonces de tres años.



Luis le enviaba entre 350 y 400 dólares cada mes “para pagar recibos, la
casa, y medicinas, porque soy hipertensa desde hace muchos años y la
medicina no me puede faltar”, pero ahora el hijo apenas le ha enviado la
mitad porque  “trabaja menos horas, un día consigue trabajo y otro no”.



La hija de Rosa accedió a una ayuda temporal de 300 dólares que dispuso el
gobierno para los más vulnerables, y con eso cubrieron gastos básicos, pero
ahora ella está angustiada por cómo resolverá la falta de ingresos. Gabriela
quisiera emigrar a Estados Unidos, pero le han dicho que ese trámite legal
puede demorar ocho años.



Otro país muy impactado es México, de 130 millones de habitantes y con 42
por ciento de ellos en situación de pobreza. En 2019 ingresaron 36 000
millones de dólares en remesas, sobre todo desde la comunidad de 37 millones
de personas de origen mexicano que viven en Estados Unidos.



Siete millones de hogares recibieron remesas en 2019, pero este año dejarán
de llegar a 1,7 millones, calculó Orozco, por la ola de desempleo que azota
al vecino del norte.



Migración intrarregional en el sur



América del Sur tiene más repartida la migración que le provee remesas,
entre América del Norte, España y otros países de Europa, y la propia
subregión, muy incrementada por millones de venezolanos que llegaron a
países vecinos en los últimos seis años debido a la hecatombe económica,
política y humanitaria de su país.



Es por ejemplo el caso de Laura (quien pidió reservar su apellido), 26 años,
trabajadora en una instalación veterinaria en Lima, “que se ha quedado
prácticamente sin clientes por la inmovilización obligatoria que impuso el
gobierno peruano. Mi esposo, que hacía trabajos varios, tampoco está
produciendo”, contó a IPS desde la capital del país andino.



Laura enviaba regularmente 100 dólares mensuales a su madre, viuda, con
otros dos hijos adolescentes, maestra de escuela en Barquisimeto, una ciudad
del centro-oeste de Venezuela, con un salario equivalente a cinco dólares
mensuales.



Con cada remesa, la madre “podía comprar algunas medicinas, algo de carne,
leche y huevos para completar el Clap (acrónimo de la bolsa con algunos
alimentos básicos que el gobierno entrega mensualmente a precios subsidiados
a familias pobres), pero ahora no puedo enviarle casi nada, intentamos
sobrevivir en Lima”, dijo Laura.



De los trabajadores venezolanos en Perú, 46 por ciento se ocupaban en el
comercio ambulante, 15 por ciento eran empleados de comercio y seis por
ciento de restaurantes, todas actividades restringidas en el marco de la
covid-19, de acuerdo a una investigación de Cécile Blouin de la Pontifica
Universidad Católica en Lima.



Los venezolanos protagonizaron en los últimos cinco años un gigantesco
movimiento migratorio, que llevó a 1,6 millones de sus ciudadanos a
Colombia, 880 000 a Perú, 385 000 a Ecuador, 370 000 a Chile, 250 000 a
Brasil y 145 000 a Argentina, según la plataforma de agencias de las
Naciones Unidas y oenegés que sigue el fenómeno.



Se sumaron a otros flujos más tradiciones, como el de los paraguayos en
Argentina, 550 000 migrantes que enviaron a su país unos 70 millones de
dólares en 2019, una cifra que ya en descenso por los controles de cambio
establecidos en Buenos Aires.



Un tercio de los 1300 millones de dólares que Bolivia recibió en remesas
durante 2019 provino de sus ciudadanos migrantes en Argentina, Brasil y
Chile, pero la cifra se desinfló desde marzo con las medidas de contención
impuestas ante la covid-19.



En Perú, con tres millones de sus ciudadanos fuera del país, una cuarta
parte de los 3300 millones de dólares que recibió en remesas durante 2019
provino de los 350 000 peruanos que viven en Argentina y de los  250 000
localizados en Chile.



Hasta esta convulsión mundial, las remesas eran anticíclicas: los
trabajadores enviaban más dinero a sus hogares cuando sus países de origen
experimentaban crisis y penurias, lo que esta vez no pueden hacer porque la
pandemia y la recesión afectaron a todos los países.



Hay un buen augurio. Según el Fondo Monetario Internacional, luego de caer
-3,0 por ciento en 2020, la economía mundial crecerá 5,8 por ciento en 2021
(América Latina 3,4 por ciento) y las remesas también crecerán en proporción
similar. En los países de ingresos bajos y medios totalizarán 470 000
millones de dólares.



Pero para millones de familias latinoamericanas, como las de las
salvadoreñas Gabriela y Rosa o la venezolana Laura, esa resulta una espera
demasiado larga.



* Con el aporte de Edgardo Ayala desde San Salvador.

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