Crisis global/ La pandemia y la crisis del petróleo podrían acelerar una segunda primavera árabe [Gilbert Achcar -Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mayo 27 23:25:16 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

27 de mayo 2020

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Crisis global



Entrevista a Gilbert Achcar *



La pandemia y la crisis del petróleo podrían provocar la vuelta de una
segunda primavera árabe con fuerza redoblada



Ashley Smith

Truthout, 6-5-2020

https://truthout.org/

Traducción de Viento Sur

https://www.vientosur.info/



Mientras el mundo confronta la crisis económica global exacerbada por la
pandemia, ¿qué lecciones puede aprender Estados Unidos de quienes están
fuera de sus fronteras? En esta entrevista, Achcar discute cómo la guerra de
precios de los países exportadores de petróleo de Oriente próximo ha
impactado el mundo, las acciones revolucionarias que podrían dar lugar a una
“segunda primavera árabe” y de qué manera la izquierda estadounidense debe
recuperar el verdadero significado del internacionalismo. La entrevista ha
sido editada por motivos de extensión y claridad.



-Ashley Smith: ¿Qué impacto tendrá la pandemia y la recesión global en
Oriente próximo y el norte de África?



Gilbert Achcar: Hay un tipo de impacto que la región compartirá con el resto
del mundo: ese es, sin duda, la gran crisis económica que se está
desplegando y que es ya de mayor dimensión que nada de lo que el mundo haya
visto desde la Gran Depresión de la década de 1930.



Pero hay algo específico de la región, y es el petróleo y el gas natural. La
zona depende económicamente de estos recursos. Su precio ha caído llegando
incluso a valores negativos en Estados Unidos durante un breve tiempo; los
vendedores del crudo pagaron a los compradores para que se lo llevaran,
porque no tenían espacio para almacenarlo.



Los líderes de Arabia Saudí ayudaron a provocar este desastre cuando
lanzaron la llamada guerra de precios del petróleo a principios de Marzo,
justo en el momento en que la crisis del coronavirus empezaba a golpear. La
combinación de superproducción y la contracción de la demanda, en medio de
la pandemia y la recesión, provocó este enorme exceso de petróleo y el
consecuente colapso del precio.



Por supuesto el precio se recuperará con el tiempo de los niveles abismales
que ha alcanzado, pero seguirá siendo bajo porque la demanda se ha reducido
como consecuencia del parón de la economía durante la pandemia. Esto tendrá
un impacto devastador en todos los países de la región. Y será así no sólo
para los países exportadores de petróleo, sino también para otros países de
la zona. Muchos de ellos son también dependientes de los ingresos del crudo
en forma de préstamos e inversiones en sus economías por parte de los países
ricos en petróleo.



Pero el impacto no va a ser igual en todos. Los países ricos en petróleo con
poca población o con altas rentas per cápita, como Arabia Saudí,
implementarán algunas medidas de austeridad, pero tendrán enormes recursos
financieros a los que podrán recurrir.



Los países exportadores de petróleo con poblaciones numerosas, como Irán,
Irak y Argelia afrontarán problemas mucho mayores. Sus economías son mucho
más débiles, tienen menos reservas financieras, y se verán forzados a
aprobar estrictas medidas de austeridad, creando indignación en la gente que
llevó a cabo revueltas a lo largo del último año.



Todos los países de la zona que dependen de los productores de petróleo
pasarán una aguda crisis. Se verán de golpe privados del dinero del Golfo,
que ha ayudado a que economías como la de Egipto se mantenga a flote, y esta
situación aumentará la austeridad y la pobreza. De manera que toda la región
afronta una crisis económica y social más profunda que la que ha atravesado
la última década.



-¿Cuál ha sido hasta el momento el impacto de la pandemia en la región?



No ha sido tan apocalíptico como muchos temían, al menos no de momento.
Algunos países ricos como los Emiratos Árabes y Catar tienen los medios para
hacer frente a la pandemia. Se hacen cargo de algunos sectores de la
población, pero no de otros, especialmente no de los trabajadores manuales
migrantes.



Estos migrantes ya viven en terribles condiciones y podrían acabar
devastados por la pandemia si el virus llega a contagiarlos. Pero el resto
de la población estará más aislada y disfrutará de condiciones similares a
las de los países del Norte Global, si no mejores.



En cambio, si el virus se expande en países como Egipto o Irak, no digamos
Yemen, donde las condiciones para la mayor parte de la población son muy
precarias, tendrá un impacto terrible. Irán ya se ha visto severamente
afectado por el virus, y parece que le toca a Turquía ahora.



-¿Qué hará la pandemia y el colapso de los precios del petróleo al
equilibrio de poder geopolítico en la región?



Países del Golfo ricos en petróleo como Arabia Saudí cuentan con grandes
reservas financieras y, por lo tanto, no sufrirán un gran revés en su
influencia en la zona. En cambio, Irán verá seriamente afectada su
influencia. Está ya sufriendo las sanciones de EEUU, y éstas han agravado
las consecuencias de la pandemia y el colapso de los precios del petróleo.



La guerra del petróleo saudí ha golpeado la economía de Irán, lo cual era la
primera y principal intención de Riad. La combinación de toda esta situación
es catastrófica para Irán. Su capacidad para consolidar su influencia en la
región a través de sus tropas de apoyo en Irak, Siria y Líbano se verá
seriamente limitada.



Detrás de Arabia Saudí están los Estados Unidos, y su capacidad conjunta de
controlar la región geopolíticamente es mucho mayor que la de Irán y sus
poco entusiastas aliados, Rusia y China, que tienen menor capacidad de
influir el curso de los acontecimientos.



Pero todos los grandes poderes de la región afrontan grandes problemas por
la crisis. Y, si vuelven las luchas cuando amaine la pandemia, la iniciativa
podría ser tomada de nuevo por movimientos populares.



-Hablemos ahora de la situación de las luchas desde abajo. A lo largo del
año pasado hemos sido testigos de una nueva oleada de revueltas que muchos
denominan una “segunda primavera árabe”. ¿Cuál es la situación de esas
luchas actualmente?



El año pasado fuimos testigos de una oleada global de resistencia desde
América Latina a Oriente Próximo, el Norte de África y Hong Kong. Todas
estas luchas se han visto paralizadas por la pandemia.



En Hong Kong, el gobierno y Beijing, que lo apoya, han aprovechado esta
situación para aplicar políticas represivas contra el movimiento. En Oriente
Próximo y Norte de África la historia es la misma. En Argelia, las
manifestaciones masivas que había cada semana han parado, y se han producido
detenciones. En Sudán, Líbano e Irak las luchas se han suspendido también.



La pandemia ha permitido a los estados imponer cierres, y lo hacen no por
razones de salud, sino por razones políticas. Han estado encantados de
hacerlo, y no porque se preocupen por la salud de las personas, sino porque
han aprovechado la oportunidad para poner fin a las protestas.



Una vez que pase la pandemia, deberíamos esperar un resurgir de las luchas
incluso a una escala mayor, dado el empeoramiento de la crisis social. De
hecho ya ha tenido lugar una reanudación del movimiento en Líbano e Irak. La
gente en Líbano se ha visto impulsada a manifestarse por el colapso de la
economía. No pueden hacer frente a necesidades básicas como la comida.



-Sudán ha sido uno de los países clave en este último año de movilizaciones.
¿Cómo te parece que es la situación allí actualmente?



Está en un proceso de cambio constante y lleva así desde julio, cuando el
movimiento alcanzó el compromiso de un acuerdo de transición con el
ejército. Este acuerdo creó lo que yo describiría como una dualidad de poder
entre el movimiento popular y el ejército, coexistiendo ambos en el mismo
Estado. Pero es sólo un estadio provisional y tenso; tendrá que finalizar
con la victoria de uno de los dos bandos, el ejército o el movimiento.



El ejército ha intentado aprovechar el impassede la lucha para bloquear la
implementación de algunas concesiones que habían acordado. Sin duda podrían
intentar algo como un golpe de estado. Pero el movimiento popular plantaría
cara a ese intento, volviendo entonces el país a la confrontación abierta
entre las luchas populares y el ejército.



¿Cuáles son las causas profundas de las oleadas de protesta que persisten en
la región? ¿Qué conexión tienen con el patrón de movilizaciones globales que
hemos venido observando, y qué aspectos estarían relacionados
específicamente con la economía política de Oriente Próximo y el Norte de
África?



El neoliberalismo ha tenido un impacto común a lo largo y ancho del mundo,
pero también hay especificidades nacionales y regionales. De manera global,
la ofensiva neoliberal a base de privatizaciones, la desregulación y la
globalización ha aumentado las desigualdades sociales y ha desmantelado las
mallas de protección social. Todo ello ha provocado un movimiento de
resistencia, irregular, pero de dimensiones mundiales.



Si bien, tal y como vengo argumentando, desde las primaveras árabes de 2011,
la región de Oriente Próximo y el Norte de África está en una coyuntura
específica, distinta, y revolucionaria por la interacción entre el
neoliberalismo global, los regímenes de carácter absolutista de muchos de
sus estados, y su dependencia económica del petróleo.



Esta combinación ha producido un bloqueo del desarrollo económico en la
zona. Los regímenes niegan libertades a sus pueblos, se apoyan en las rentas
del petróleo y del gas y el dinero de empresas privadas fluye no hacia el
desarrollo económico sino hacia inversiones especulativas.



Todo esto ha hecho que el impacto del neoliberalismo sea mucho más severo
aquí que en cualquier otro lugar. Por ejemplo, la región ha tenido las tasas
más altas de desempleo juvenil del mundo. Las posibles vías de cambiar esta
difícil situación a través de elecciones democráticas están descartadas.



No puedes votar para echar a un gobierno, cambiar el equipo de la
administración, y alterar la política de la manera que lo puedes hacer en
Europa o en Estados Unidos. Esa es la razón por la que las movilizaciones
fueron mucho más allá de las protestas que hubo en países como Chile,
España, o Grecia.



Oriente Próximo y el Norte del África han entrado en un largo proceso
revolucionario. A falta de una transformación radical del conjunto de la
estructura social, económica y política, el área seguirá en una profunda
crisis.



-Han pasado dos oleadas de movilizaciones en la zona. ¿Qué balance podemos
hacer hasta aquí? Y ¿qué podemos aprender del proceso revolucionario?



En este período diez países de la región han vivido amplias movilizaciones.
Seis en 2011, cuatro más en 2019: casi la mitad de los países de la zona ha
experimentado movilizaciones masivas y sostenidas en el tiempo.



Esto significa una oleada revolucionaria de importante impacto en la región,
comparable a lo que Europa vio al final de la Segunda Guerra Mundial. Esta
escala del proceso demuestra que estas movilizaciones no son sólo las formas
de resistencia habituales frente al neoliberalismo.



El movimiento ha madurado políticamente desde la primera oleada de protestas
a estas segundas movilizaciones. Esto es característico de los procesos
revolucionarios a largo plazo, como otros muchos que hemos visto en la
historia. Experimentan una curva de aprendizaje: tanto el movimiento popular
como las clases dominantes aprenden durante el proceso.



En las primaveras árabes de 2011, las fuerzas fundamentalistas islámicas
fueron actores clave. Formaron una de las mayores fuerzas de oposición a las
dictaduras, y cuando las movilizaciones comenzaron, se subieron al carro e
intentaron apropiarse de ellas para sus fines reaccionarios.



Lamentablemente lo consiguieron en varios países, marginalizando a las
fuerzas progresistas que no eran lo suficientemente independientes, ni
estaban lo suficientemente organizadas como para ofrecer una alternativa
política. Como resultado presenciamos un enfrentamiento entre dos polos
contrarrevolucionarios: los viejos regímenes, por un lado, y los
fundamentalistas islámicos por el otro.



En algunos países este conflicto adoptó la forma de trágicas y sangrientas
guerras civiles. A nivel de la región, la fase inicial revolucionaria se
transformó en una fase contrarrevolucionaria desde 2013. Desde entonces, los
viejos regímenes han logrado restaurar su poder en la zona, como es el caso
de Siria y Egipto, y en parte Túnez.



-¿Cómo resurgió el movimiento? ¿En qué se diferencia esta nueva oleada de
movilizaciones de la anterior?



El movimiento nunca se apagó por completo. Pese a las complicaciones que se
dieron a partir de 2013, el proceso revolucionario continuó con explosiones
ocasionales por toda la región, de Marruecos a Túnez, Sudán, Irak y
Jordania. Después, una nueva oleada de protestas comenzó en diciembre de
2018 en Sudán, y se extendió por Argelia, Irak y Líbano. Los medios de
comunicación han denominado a este proceso la segunda primavera árabe.



En esta nueva fase, las fuerzas fundamentalistas islámicas que tanto habían
destacado en la primera fase, apenas jugaron ningún papel. En Sudán se
aliaron inicialmente con la dictadura. En Irak y el Líbano, las fuerzas
fundamentalistas aliadas con Irán fueron el principal objetivo de las
movilizaciones.



En Argelia, parte de las fuerzas fundamentalistas colaboraron con el
régimen, y el movimiento no les dejó jugar ningún papel. Sin embargo,
lamentablemente ninguna fuerza progresista tuvo la capacidad de ofrecer una
salida nacional.



Respecto a esta cuestión de una alternativa progresista, Sudán está siendo
un ejemplo para el resto de la región. Ha conseguido las conquistas más
avanzadas de los diez países que han tenido levantamientos.



-¿Qué podemos resaltar de lo que han hecho las fuerzas progresistas en
Sudán?



Han construido un movimiento organizado que opera a varios niveles. En la
base están las organizaciones de barrio. Incluyen a miles de personas,
principalmente jóvenes, la mayor parte de los cuales no están afiliados a
ningún partido, pero se han radicalizado a través del proceso
revolucionario, y son su principal fuerza impulsora. Son su conciencia
crítica, lo que explica por qué quieren conservar su autonomía local y
rechazan el centralismo.



Estos comités delegaron el derecho de representación del movimiento popular
en una coalición de asociaciones profesionales, que se había formado de
manera clandestina antes del levantamiento, y que está formada por médicos,
abogados, periodistas, maestros y profesores.



La Asociación Profesional Sudanesa ha jugado el papel de coordinar y
centralizar las luchas a niel nacional. Ha entrado en una coalición con los
partidos políticos para formar un frente único de oposición a la dictadura,
forzándola a un acuerdo de transición consistente en un reparto de poder.
Esa es la situación de poder dual que he descrito anteriormente.



Así pues Sudán ejemplifica el tipo de organización que se necesita para que
un movimiento popular progresista pueda obtener mayores logros. Eso no
significa que el movimiento haya conseguido una victoria final; sigue
habiendo una situación de tenso bloqueo entre el movimiento y la dictadura.



-Por último ¿Cuáles son las principales enseñanzas de estas experiencias
para la izquierda de la región? ¿Y cuál debería ser la postura de la
izquierda internacional en relación a estas luchas?



Hay dos tipos de enseñanzas. Primero, todos los movimientos de izquierdas
del mundo pueden aprender de las experiencias en esta zona. El ejemplo de
Sudán de construcción de movimientos de base que ha dado lugar a un frente
de lucha progresista es útil en cualquier lugar del mundo. ¡Imagina si
hubiera nacido un movimiento así en torno al Senador! Bernie Sanders hubiera
podido ser entonces un amplio movimiento social con comités activos en
barrios por todo el país, tal y como hemos visto en Sudán.



La segunda enseñanza tiene que ver con el internacionalismo. La primavera
árabe puso a la izquierda internacional en la tesitura de si apoyarían los
regímenes o los movimientos populares en aquellos países cuyos gobiernos
estaban en conflicto con Washington. Esto supuso un reto para muchas
secciones de la izquierda que están acostumbradas a mirar el mundo a través
de la simple oposición binaria imperialismo/anti-imperialismo.



Los levantamientos en la región pusieron en cuestión este marco. Se han
producido contra regímenes apoyados por EEUU, como Egipto, Túnez o Bharain,
y también contra otros enfrentados a EEUU, como Libia o Siria; estos últimos
han sido apoyados por Rusia, otro poder imperialista.



Muchas personas que se consideran de izquierdas en EEUU apoyaron el régimen
sirio porque estaba enfrentado a EEUU, y no quisieron solidarizarse con la
revolución siria, ni siquiera en su fase inicial popular. Siguieron
defendiendo el régimen, pese a todas las atrocidades que había cometido. Lo
que es irónico es que lo hicieron en nombre del anti-imperialismo, cuando en
realidad el régimen sirio estaba siendo apoyado por otro poder imperialista,
como es Rusia, que participó activamente en las masacres en Siria.



Esa postura no tiene nada que ver con el internacionalismo, que significa
sobre todo la solidaridad de los explotados y los oprimidos. La izquierda
debería estar en todas las luchas del lado de los oprimidos y explotados,
porque sólo esa puede ser la lucha por la democracia y la justicia social,
independientemente de si el Estado al que se enfrentan es un aliado o un
enemigo de Washington.



El internacionalismo nunca ha sido apoyar un poder imperialista frente a
otro; se trata de la solidaridad entre los oprimidos y las clases
trabajadoras más allá de las fronteras. Es muy importante que recuperemos
este sentido profundo del internacionalismo.



* Gilbert Achcar es profesor de estudios del desarrollo y relaciones
internacionales en SOAS, Londres. Sus libros más recientes son Marxism,
Orientalism, Cosmopolitanism(2013), The People Want (2013) y Morbid
Symptoms: Relapse in the Arab Spring Uprising (2016).

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