Estados Unidos/ "La pobreza extrema (y la degradación que puede acompañarla) es un crimen social" [Frances Fox Piven - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mayo 27 23:29:18 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

27 de mayo 2020

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Estados Unidos



Entrevista a Frances Fox Piven, profesora de Ciencias Políticas de la
Universidad Ciudad de Nueva York



“La pobreza extrema (y la degradación que puede acompañarla) es un crimen
social”



Maya Adereth / Jack Gross

Phenomenal World,  24-5-2020

https://phenomenalworld.org/

Traducción de Álvaro San José – CTXT

https://ctxt.es/



Hay pocos teóricos de los movimientos sociales que sean capaces de influir
en los eventos que analizan. Frances Fox Piven, profesora de Ciencias
Políticas y Sociología en la Universidad de la Ciudad de Nueva York y una de
las pocas que lo ha conseguido, lleva estudiando y agitando los movimientos
sociales estadounidenses desde la década de 1960.



En 1966, Piven y Richard Cloward publicaron “El peso de los pobres” en la
revista The Nation. Ese ensayo desarrollaba lo que desde entonces se ha
conocido como la “estrategia Cloward-Piven”: una inscripción en masa de
pobres en los programas de asistencia social. Si todos los que tuvieran
derecho a prestaciones públicas las solicitaran, rezaba su argumento, el
sistema cedería y se pondría de manifiesto la magnitud de la pobreza en
Estados Unidos y la insuficiencia de su red de protección social. La
subsiguiente crisis política brindaría una oportunidad para introducir
políticas amplias y duraderas con el objetivo de combatir la pobreza.
Cloward y Piven publicaron el artículo en medio de un intenso período de
acciones populares por parte de los receptores de ayudas. Ese mismo año, los
grupos antipobreza de todo el país formaron una amplia coalición que se
convirtió en la Organización Nacional por el Derecho al Bienestar (NWRO, por
sus siglas en inglés), de la que Piven era miembro fundadora. El número de
miembros que constituía la base de la NWRO aumentó drásticamente a finales
de los 60 y llegó a alcanzar los 20.000 afiliados activos y los 540 grupos
comunitarios a finales de la década, lo que les permitió ganar capacidad de
influencia en la política nacional de la asistencia pública.



A medida que la NWRO iba creciendo, en 1971, Cloward y Piven publicaron el
libro Regular a los pobres, un relato histórico y sociológico de los
movimientos sociales en Estados Unidos a lo largo del siglo XX. El libro
intentaba explicar el raquitismo de las prestaciones sociales en Estados
Unidos y alegaba que el bienestar social en EE.UU. era cíclico: se distendía
para lidiar con los desórdenes sociales en situaciones de desempleo
generalizado y se contraía, aunque reteniendo las prestaciones necesarias
para fomentar el empleo. Seis años más tarde, y después de que la NWRO se
disolviera, el libro Los movimientos de los pobres de Piven y Cloward
exploró los movimientos de los pobres desde la Gran Depresión hasta los años
de posguerra “para comprender las características de la política económica
estadounidense que explican por qué esos brotes se producían cuando lo
hacían, por qué los brotes adoptaban la forma que adoptaban y por qué las
élites respondían de la manera en que lo hacían”. Su argumento, que fue
polémico no solo entre las organizaciones que analizaba, sostenía que, a lo
largo de la historia de Estados Unidos, la disrupción, y no la organización
en masa, había sido el principal mecanismo por el que los movimientos
sociales habían conseguido avances.



Este pasado invierno hablamos por teléfono con Piven.



-Jack Gross: Regular a los pobres articula un marco teórico para explicar la
función del bienestar en Estados Unidos, ¿cómo desarrolló ese enfoque hacia
el bienestar estadounidense, y cómo aplicó ese marco al caso práctico de los
Movimientos de los pobres?



El argumento central de ambos libros era la amenaza de los desórdenes: el
poder de la desobediencia colectiva. Sosteníamos que cuando la gente se
sublevaba y desobedecía las normas que normalmente rigen su comportamiento
(como pagar el alquiler o someterse a las condiciones de la asistencia
social) podían producir un impacto en la política social. Cuando
argumentamos esto por primera vez en la década de 1960, parecía una verdad
evidente: miraras donde miraras, la gente estaba organizando marchas,
manifestándose e interrumpiendo el sistema en el que estaban involucrados.
Era una especie de huelga a gran escala y con esto me refiero a una huelga
en el sentido más amplio. Incluso la gente que no tenía trabajo fijo, que no
podía hacer lo que normalmente se considera una huelga laboral, podía
organizar una sentada frente a la oficina de servicios sociales y coordinar
una solicitud en masa de prestaciones sociales. También disponían de la
capacidad para obstruir el sistema.



-Maya Adereth: Uno de los elementos distintivos que todavía caracteriza a su
libro es la utilización de la gente pobre como un agente político, en lugar
de utilizar a la clase obrera. ¿Qué motivó ese cambio de énfasis?



Creo que la pobreza extrema, y la degradación que puede acompañarla, es un
crimen social. El sufrimiento que experimenta la gente cuando se les
presiona hacia abajo y hacia fuera de los márgenes de la sociedad es un
delito. Y en la década de 1960 muchas personas sentían lo mismo, entre
ellas, lógicamente, los propios pobres. Proliferaban las formas de protesta
colectiva, sobre todo en las grandes ciudades y sobre todo entre la gente de
color. Se desató un escándalo moral generalizado por la pobreza colectiva
que una sociedad rica imponía sobre algunos de sus miembros.



Yo estaba estrechamente relacionada con un grupo de mujeres del Lower East
Side y de Harlem, que vivía de las ayudas sociales y que estaba organizando
la resistencia al departamento de servicios sociales de Nueva York. Estaba
teniendo cada vez más experiencias directas con la acción colectiva que
llevaban a cabo algunas personas pobres que eran víctimas de la próspera
sociedad estadounidense.



-JP: En El peso de los pobres, uno de los elementos más sorprendentes de la
tristemente célebre estrategia Cloward-Piven es su teoría de la coalición.
Usted vincula las crisis (en este caso la crisis fabricada de la sobrecarga
de los sistemas de asistencia social) con períodos de reestructuración, y
pone como ejemplos la Gran Depresión y los movimientos por los derechos
civiles. ¿Cuál es la relación entre crisis y coalición, y qué significa eso
para la estrategia de los movimientos sociales actuales?



La estrategia que propusimos en ese ensayo y que hemos propuesto en multitud
de contextos adicionales, como por ejemplo en huelgas de alquileres, es una
de disrupción. Para poder comprender la relevancia que tiene en la
actualidad, hay que dar un paso atrás y observar la vida social en un
sentido más amplio: en el complejo sistema de cooperación y respeto a las
leyes que sustentan algunas de las funciones sociales clave. La sociedad es
un esquema de cooperación, aunque eso significa que casi todo el mundo tiene
que desempeñar su papel, no solo en las fábricas, sino también en nuestras
escuelas, en nuestro sistema de salud y en nuestros sistemas habitacionales.
A la inversa, todo el mundo tiene asimismo el poder para dejar de cooperar.
La protesta es eficaz cuando la gente se da cuenta de que representa un
papel crucial en los grandes modelos sociales y en las instituciones. Creo
que eso sigue siendo plenamente relevante hoy en día.



Una de las maneras en que la gente, la gente pobre, ha sido silenciada en la
sociedad estadounidense contemporánea es a través de su humillación
sistemática por parte de los líderes políticos estadounidenses. Ciertamente
eso lleva siendo así desde mucho antes de la década de 1970, pero no puede
durar para siempre. Antes o después, la gente se da cuenta de que el papel
que desempeña puede convertirse en una palanca con la que influir en las
políticas públicas.



-MA: Algunas de sus obras hacen hincapié en retirar el apoyo, pero otros
aspectos hacen hincapié en una mayor participación: la inscripción en masa
para recibir ayudas sociales aparece en ambos casos, pero el empadronamiento
de votantes con más claridad en el segundo. ¿Hay momentos en los que un
método es más eficaz que el otro?



Creo que es más fácil que la protesta surja en un contexto electoral, cuando
los líderes electos se preocupan más por la adhesión de un gran número de
personas de entre lo más bajo del escalafón social. Durante mucho tiempo, la
tendencia entre los activistas ha sido pensar que la labor electoral
imposibilita la protesta, aunque en realidad, en la historia de EE.UU., la
protesta en sí ha sido más factible cuando hemos tenido una especie de
asidero en el sistema electoral a través de los propios grupos que conforman
los potenciales constituyentes del movimiento.



Por lo tanto, creo que es más exacto e iluminador pensar en las maneras en
que la protesta y la política electoral se potencian la una a la otra. La
protesta tiene más posibilidades de tener éxito cuando al menos uno de los
cargos públicos expresa su solidaridad por el sufrimiento de los
disconformes y los desposeídos. Si se les ignora, o escupe, o insulta, es
probable que eso les subyugue y acabe con sus aspiraciones. Por ejemplo,
creo que eso se puede observar en el movimiento por los derechos civiles y
también en el movimiento obrero. El movimiento por los derechos civiles
contaba con aliados políticos en Washington D.C., senadores y congresistas
que eran responsables ante circunscripciones electorales negras o hispanas.
Por eso creo que también existe una relación de complementariedad entre el
poder electoral y el poder de la protesta.



-JG: Teniendo en cuenta ese tipo de complementariedad entre poderes, me
pregunto si podría hablarnos un poco sobre la Alianza Obrera de Estados
Unidos (WAA, por sus siglas en inglés) y la Organización Nacional por el
Derecho al Bienestar, y las relativas virtudes o debilidades de ambas
organizaciones.



La Alianza Obrera de Estados Unidos era una organización comunista de los
años 30 que intentó tender una mano a los receptores de beneficencia. En
nuestra sección sobre la WAA en Los movimientos de los pobres, fuimos
críticos con sus organizadores porque su intención fue desarrollar una
organización formal sumamente articulada utilizando la disconformidad de los
pobres en los años 30. Nosotros creímos que las manifestaciones, las
revueltas y las protestas eran más eficaces que los clubs que organizaba la
WAA. Y en la misma línea, creímos que durante los años 60 aquellos que
pretendían organizar a los beneficiarios de ayudas sociales y que estaban
decididos a constituir una organización formal terminaron ignorando las
protestas que servían para desestabilizar las políticas municipales y la
organización asimétrica que ya existía. En Regular a los pobres, criticamos
el modelo organizativo de la NWRO en la década de 1960, aunque nosotros
estábamos entre los organizadores.



-MA: Usted defiende que las organizaciones jerárquicas son menos eficaces
porque es más fácil infiltrarse en ellas y apropiarse de ellas. Si no se
cuenta con una organización de ese tipo, ¿cómo concibe una estrategia
política a largo plazo?



Es a través de la movilización continuada que se consigue el cambio a largo
plazo. Cuando nos movilizamos de forma continuada, nos beneficiamos de la
experiencia de anteriores movilizaciones. Adquirimos un conocimiento de los
incentivos de las élites y del potencial que tienen las élites para
apropiarse o suprimir el descontento que ha surgido.



Cuando constituimos organizaciones que cooperan con los gobiernos
municipales, también nos ponemos en la situación de perder el impulso y la
conciencia de nuestro propio rol en el conjunto del sistema, pero eso se
vuelve a conseguir; la política continúa y la relación entre grupos
dominantes y subordinados sigue desarrollándose. La gente redescubre una y
otra vez el poder de la disrupción.



-JG: Varias décadas después del libro Regular a los pobres, ¿cómo teoriza la
situación de las ayudas sociales en Estados Unidos, en relación con el resto
del norte global?



Solíamos pensar que la situación en Estados Unidos era diferente a la
situación en Europa, donde se presentó un exhaustivo sistema de bienestar
como un compromiso de clase. Aquí no teníamos eso, y en los años 60 el tipo
de movimientos que se sublevaba no era forzosamente el de una clase obrera
organizada, sino más bien el de las minorías raciales y los pobres.
Sencillamente, nuestros movimientos tenían una composición diferente y no se
ajustaban exactamente al modelo del estado de bienestar europeo.



-MA: Estamos experimentando desde hace ya algunas décadas un proceso de
desindustrialización y de densidad sindical en decadencia en todo el mundo.
¿Cómo afecta a las políticas de bienestar social esta cambiante composición
del mercado laboral? ¿Cómo afecta, por ejemplo, a la relativa importancia de
las exigencias que se plantean a las empresas si las confrontamos con las
que se plantean directamente al Estado?



No hay forma de generalizar en estos casos. Cada grupo tendrá poder de
influencia sobre diferentes sectores sociales. Cuando se piensa en un grupo
social concreto, lo que hay que preguntarse es: ¿qué instituciones sociales
tiene la capacidad de alterar?



Uno de los elementos que ha conseguido cambiar profundamente el panorama de
la acción social en la actualidad es que ya no podemos hablar de disrupción
institucional sin pensar en el cambio climático. Para poder desarrollar
políticas públicas que controlen eficazmente el comportamiento de los
actores que están destruyendo el clima dependemos del Estado. Necesitamos un
poder estatal fuerte y centralizado del lado del movimiento. Esta crisis es
demasiado grande. Para derrotar a la industria de los combustibles fósiles
hará falta contar con el apoyo de las autoridades municipales y estatales.



-JG: Existe un debate en la actualidad sobre las ventajas de una política de
empleo garantizado en contraposición con unos programas universales de
transferencias económicas. ¿Qué opinión le merece este debate y el renovado
interés de una opción política bastante diferente a la suya y a la de la
NWRO?



Una forma de describir el objetivo clásico de la izquierda es pleno empleo y
salarios dignos. El problema que plantea eso es que fracasa rotundamente en
cuanto al tipo de políticas que hacen falta para prevenir el cambio
climático. Ese objetivo se basaba en la idea de que la economía podía crecer
indefinidamente, pero hoy en día ya no necesitamos más crecimiento. Lo que
tendríamos que estar pensando es en la relación entre producción y
contaminación.



Así que la idea de que todo el mundo trabaje 40 horas a la semana, con el
rumor de las máquinas de fondo y más y más artilugios fabricándose es una
utopía muy limitada. Tendríamos que estar imaginando nuevas formas de vivir
una buena vida que no impliquen fabricar automóviles, utilizar combustibles
fósiles, ensuciar el planeta, etc.



-MA: ¿De dónde cree que provendrá el movimiento en los años venideros? ¿Qué
es lo que le genera esperanza?



Hay muchas movimientos esperanzadores que se están produciendo. Por ejemplo,
en el sector servicios, o lo que ahora se llama el sector de los cuidados,
se han producido movilizaciones increíblemente exitosas entre los
profesores, enfermeros y trabajadores del comercio. Estas son personas que
hacen cosas que todo el mundo puede ver y valorar. No es ningún misterio que
los necesitamos. En la medida en que el trabajo se considera una fuerza de
cambio, tendríamos que estar pensando en los cuidadores y en lo que pueden
hacer.

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