Estados Unidos/ El complejo industrial-militar en el gabinete de Biden [Sarah Lazare]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Nov 28 09:54:41 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

28 de noviembre 2020

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Estados Unidos



El complejo industrial-militar en el gabinete de Biden



Banda de halcones



El presidente electo de Estados Unidos nombró esta semana a algunos de sus
candidatos para puestos clave en defensa y política exterior. Detrás de los
anuncios se esconde un mundo de puertas giratorias y lobbies belicistas con
ropaje académico, financiados por la industria armamentística y de la
seguridad global.



Sarah Lazare

Brecha, 27-11-2020

https://brecha.com.uy/



No había razón alguna para creer que un gobierno de Joe Biden estaría a la
izquierda de los gobiernos de Barack Obama en lo que a política exterior se
refiere. Biden tiene una larga carrera de respaldo a las guerras de Estados
Unidos y aliados: desde la invasión a Irak en 2003, pasando por la agresión
israelí contra los palestinos, hasta la larga ocupación de Afganistán. Y
cualesquiera hayan sido sus limitadas concesiones a la izquierda demócrata
durante la campaña electoral, los lineamientos en política exterior no
fueron parte de ellas, como lo demuestra la completa exclusión del tema de
la agenda del grupo de trabajo unitario que Biden formó con la gente de
Bernie Sanders.



Quizás su toma de posición más distintiva durante la campaña fueron sus
imprecaciones belicosas contra China, no tan racistas como las de su rival
Donald Trump, pero lo suficientemente fuera de tono como para que uno de sus
anuncios de propaganda fuera condenado por grupos asiático-estadounidenses
por su contenido xenofóbico. El ahora presidente electo dijo, sí, en los
últimos meses, que quiere poner fin a las guerras «interminables» de Estados
Unidos (a pesar de que él ayudó a iniciar varias de ellas) y que está en
contra del conflicto en Yemen (una postura que sólo dio a conocer luego de
servir en el gobierno de Obama, que auspició esa carnicería), pero no puso
estos temas en el centro de su plataforma ni acompañó sus declaraciones con
propuestas concretas. Los recientes anuncios sobre su futuro gabinete van,
por lo tanto, en consonancia con su larga trayectoria en Washington.



En el ala de un Dron



Antony Blinken, quien será nominado secretario de Estado, tal como se reveló
este lunes 23, ha atraído considerables críticas por su historial de apoyo a
las llamadas «intervenciones humanitarias». Blinken fue uno de los
principales consejeros de Biden cuando el entonces senador por Delaware votó
a favor de la invasión estadounidense a Irak en 2003. Lo ayudó luego, entre
otras cosas, a desarrollar una propuesta para partir ese país en tres
regiones separadas de acuerdo a identidades étnicas y sectarias. Como asesor
de seguridad nacional del vicepresidente de Estados Unidos (2009-2013),
secundó, además, la desastrosa intervención militar en Libia.



En 2018 Blinken ayudó a lanzar Westexec Advisors, una «firma de asesoría
estratégica» que se ha negado sistemáticamente a revelar quiénes son sus
clientes. Una de sus socias en ese emprendimiento es Michèle Flournoy, otra
funcionaria que viene de la cantera de los gobiernos de Obama (y probable
candidata de Biden a secretaria de Defensa). El periodista Jonathan Guyer
escribió en The American Prospect que «Blinken y Flournoy han usado su red
de contactos para construir una gran base de clientes allí donde se cruzan
la tecnología de punta y la defensa. Una empresa israelí de vigilancia ha
recurrido a ellos, así como también una importante empresa de defensa de
Estados Unidos, el multimillonario de Google Eric Schmidt y algunas empresas
de la lista Fortune 100» (23-XI-20).



Otros elementos de las épocas de Obama, menos conocidos que Blinken,
merecen, sin embargo, un mayor escrutinio. Avril Haines, por ejemplo, ha
sido nombrada en estos días directora de Inteligencia Nacional para el
futuro gobierno de Biden. Haines fue una de las coautoras de la llamada Guía
de Política Presidencial de la era Obama, el infame manual para el uso de
drones en asesinatos selectivos. Así es como Newsweek describió a Haines en
2013: «Desde que se convirtió en asesora legal del Consejo de Seguridad
Nacional en 2011, estuvo trabajando en una amplia gama de temas sumamente
complicados y legalmente sensibles –por lo general hasta la 1 o las 2 de la
mañana, a veces hasta más tarde– que tocan el núcleo de los intereses de
seguridad de Estados Unidos. Entre ellos, se encontraban los requisitos
legales que rigen la intervención estadounidense en Siria y las opciones
disponibles, altamente clasificadas, para frustrar el programa nuclear de
Irán. A veces se llamaba a Haines en medio de la noche para evaluar si un
supuesto terrorista podía ser legalmente incinerado por un dron» (26-VI-13).



Durante la campaña presidencial de Biden hubo un esfuerzo concertado por
parte de algunos exayudantes de Obama para presentar retroactivamente a
Haines como la voz de la moderación y de las garantías a los civiles, un
intento que registró en su momento el corresponsal del Daily Beast Spencer
Ackerman (7-VII-20). Este revisionismo es difícil de vender: las medidas de
protección de civiles que Haines habría incluido en la «ley de drones»
claramente no funcionaron, como lo demuestra el devastador costo en vidas
civiles de las guerras de drones estadounidenses. Si bien la administración
de Trump intensificó este programa de asesinatos selectivos y acotó las
restricciones referidas a la matanza de civiles, fue la administración de
Obama, con la ayuda de Haines, la que lo normalizó en el paisaje político
estadounidense y permitió así convertir al mundo entero en un campo de
batalla de Washington.



Hay, además, otros aspectos preocupantes en el historial de Haines. «En el
pasado, supo describirse a sí misma como exconsultora de la controvertida
empresa de minería de datos Palantir», escribe el periodista Murtaza Hussain
para The Intercept (26-VI-20). Palantir fue cofundada por un donante
multimillonario de las campañas de Trump y está implicada en algunas de las
peores irregularidades de la administración republicana, incluidas la
vigilancia masiva y la detención de inmigrantes. Como informa Hussain, poco
es sabido sobre el papel de Haines en la firma y ella misma se encargó de
eliminar de su currículum cualquier mención a Palantir cuando se incorporó
al equipo de asesores de Biden (de acuerdo a Guyer, Haines también trabajó
para Westexec). En 2018, Haines enfureció a los sectores de izquierda cuando
apoyó el nombramiento de Gina Haspel como directora de la CIA. En aquel
momento, Haspel era duramente criticada por su papel previo al frente de
cárceles de la agencia secreta donde se practicaba la tortura de forma
sistemática.



Olor a pólvora



Luego está Linda Thomas-Greenfield. Elegida por Biden para servir como
embajadora de Estados Unidos ante la Organización de las Naciones Unidas,
Thomas-Greenfield presenta como su empleo más reciente el que tuvo en
Albright Stonebridge Group, una opaca consultora estratégica global
presidida por Madeleine Albright, secretaria de Estado de la era Clinton.
Albright Stonebridge Group es un agujero negro: ha sido casi imposible para
el periodismo obtener información sobre quiénes son sus clientes. La empresa
afirma que no ejerce lobby sobre el gobierno estadounidense ni realiza
trabajos comprendidos bajo la Ley de Registro de Agentes Extranjeros, pero
muchos de sus empleados también figuraban o figuran en roles que,
ciertamente, les permiten ejercer influencia a nivel oficial.



No hay nada extraordinario en que Biden designe para un papel poderoso a
alguien que proviene de una consultora de estrategia global poco dada a la
transparencia, pero ese es precisamente el problema. Jake Sullivan, quien
será el asesor de seguridad nacional de Biden, comenzó a trabajar para Macro
Advisory Partners en 2017. «Dirigida por exjefes de espionaje británicos,
Macro Advisory Partners tiene alrededor de 30 empleados a tiempo completo y
reportó ingresos por 37 millones de dólares el año pasado», señala Guyer. La
firma «ha utilizado la participación de Sullivan como parte de su estrategia
de marketing a la hora de ofrecer “asesoría confiable en un mundo
turbulento” […]. Pero, cuando Sullivan publica un artículo sobre la política
exterior de Estados Unidos o da conferencias universitarias, casi siempre
omite de su currículum este trabajo».



Por su parte, Flournoy, la presunta favorita para liderar el Pentágono en
los próximos cuatro años, no sólo está en la junta directiva del contratista
de defensa Booz Allen Hamilton, sino que también cofundó el think tank
Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense (CNAS, por sus siglas en
inglés), que recibe importantes fondos de los gigantes de la industria
armamentística, como General Dynamics Corporation, Raytheon, Northrop
Grumman Corporation y Lockheed Martin Corporation. Flournoy se desempeñó en
la administración de Obama como subsecretaria de Defensa para la política
militar (2009-2012) y luego jugó un papel importante al influenciar al
gobierno desde el CNAS. Fue una de las principales patrocinadoras de la
intervención militar de 2011 en Libia, una defensora de la ocupación de
Afganistán y una firme opositora de la retirada total de Irak de las tropas
estadounidenses.



Académicos y traficantes



En los próximos días y semanas, se conocerán más nombramientos de Biden.
Tenemos todas las razones para esperar más de lo mismo: su equipo de
transición para el Pentágono así lo indica. Al menos un tercio de los
integrantes de este ha señalado como sus empleadores más recientes a think
tanks, organizaciones y compañías que o bien son financiadas por la
industria de las armas o bien son directamente parte de dicha industria.
Muchas de estas entidades, fundamentalmente los think tanks, son bien
conocidas e incluso respetadas. Sus empleados no suelen recibir las mismas
críticas que reciben los miembros de algunos lobbies, pero deberían: a
través de sus papers sobre políticas públicas, su llegada a los medios
masivos de comunicación y sus relaciones con el estamento político, estos
funcionarios hacen efectivamente lo mismo que los lobbistas, pero revestidos
de una apariencia más académica. Los think tanks de los que Biden está
tomando a su gente tienen probados antecedentes como impulsores de la compra
de determinados sistemas de armamento por el gobierno estadounidense. Y
luego, por fuera de ese tercio, están, además, los varios asesores del
presidente electo que no revelan sus patrocinadores, incluidos los cuatro
miembros del equipo de transición que provienen del Albright Stonebridge
Group.



Existe la tentación en el progresismo estadounidense de tomarse un momento
para respirar, celebrar que el gobierno de Trump ha sido repudiado por el
voto popular y aferrarse a la esperanza de que Biden marque un cambio en
algunos de los peores impulsos del presidente en funciones. Pero un valioso
aprendizaje de los primeros días de la era Obama es que lo que se requiere
en momentos como este es una evaluación sobria más que una proyección.
Obama, con Biden a su lado, supervisó la intervención en Libia, el
desastroso involucramiento en la guerra de Yemen, la ocupación aún en curso
de Afganistán, el apoyo al golpe en Honduras y mucho más. Biden cuenta ahora
con el mismo equipo de asesores y traficantes de influencias que colaboraron
para que todo eso sucediera.(Artículo publicado originalmente en In These
Times con el título «Biden’s Foreign Policy Picks Are From the Hawkish
National Security Blob. That Is a Bad Sign». Traducción y titulación en
español de Brecha.)

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