Brasil/ Mito de democracia racial se borra con sangre [Mario Osava]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Nov 28 09:52:39 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

28 de noviembre 2020

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Brasil



Mito de democracia racial se borra con sangre



Mario Osava, desde Río de Janeiro

Inter Press Service (IPS), 26-11-2020

http://www.ipsnoticias.net/



El asesinato de João Alberto Freitas el 19 de noviembre podría limitarse a
tan solo otra agresión más contra los negros en Brasil, aunque esta vez de
consecuencias fatales, pero su repercusión lo convierte en un hito que
tiende a ampliar e intensificar la lucha contra el racismo.



La brutalidad con que dos guardias de un supermercado mataron a Freitas,
repetidamente expuesta en imágenes por televisión y redes sociales, conmovió
el país. Esa muerte sigue a otras de gran impacto nacional que evidenciaron
la cuestión racial en la violencia brasileña y provocan crecientes protestas
en el país.



Además ocurrió en medio a una amplia movilización internacional a causa del
asesinato del negro George Floyd por la policía el 25 de mayo, en
Minneapolis, Estados Unidos, que generó el movimiento #Blacklivesmatter
(#LasVidasNegrasImportan).



Freitas, quien tenía 40 años, también fue muerto por asfixia, según la
autopsia inicial, tras sufrir decenas de puñetazos en la cabeza y ser
sujetado algunos minutos de cara al suelo por la rodilla de un guardia del
recinto.



La red de supermercados Carrefour, en cuyo local de la ciudad de Porto
Alegre, en el sur de Brasil, tuvo lugar la tragedia, se convirtió símbolo de
la violencia racista. Otros casos protagonizados por la compañía francesa en
Brasil, de agresiones, torturas e incluso el apaleamiento hasta la muerte de
un perro fueron recordados en los medios y las redes sociales.



La imagen de Carrefour quedó “manchada de sangre”, reconoció el diario
francés Le Monde el 25 de noviembre. Las protestas se repiten ante sus
establecimientos en distintas ciudades brasileñas.



Compone el cuadro de la movilización antirracista en Brasil la amplia
divulgación de datos sobre la situación de los negros en Brasil: son las
víctimas de 75,7 por ciento de los numerosos homicidios, según el más
reciente Atlas de la Violencia, un informe del Foro Brasileño de Seguridad
Pública y el estatal Instituto de Investigación Económica Aplicada, con
datos de 2018.



Es desproporcional, ya que la población afrobrasileña corresponde a 56 por
ciento de los 212 millones de habitantes de este país sudamericano, según
las estadísticas oficiales.



Mientras la tasa de asesinatos de población negra aumentó de 34 a 37,8 por
100 000 habitantes entre 2008 y 2018, la de población blanca bajó de 15,9 a
13,9 por 100 000. Entre los encarcelados, la población negra es muy superior
también respecto a su proporción demográfica.



Sueldos menores aun ejerciendo las mismas funciones, más desempleo y
pobreza, baja escolaridad y representación en las instancias de poder, sean
políticas o empresariales, también sujetan los negros a la inferioridad en
la jerarquía social brasileña.



Eso se refleja actualmente en una mayor incidencia de la covid y su
mortalidad en la población negra.



Se trata de un “racismo estructural”, explica el afrobrasileño Silvio Luiz
de Almeida, profesor universitario  y doctor en filosofía y teoría general
del derecho, cuyo libro con ese título sobre el tema, publicado en 2018, y
sus charlas al respecto obtienen creciente audiencia y lectores.



La difusión del concepto de racismo estructural, que no es episódico ni
“anormal” sino componente funcional, estructurador de las relaciones
sociales del país, contribuye en mucho a la lucha e incluso a ampliar la
respuesta judicial a los delitos de racismo, hasta ahora muy limitada a la
injuria y ofensa racial, evaluó para IPS la socióloga Flavia Rios, profesora
en la Universidad Federal Fluminense.



Ayuda también a deshacer el mito de la democracia racial que ha sido
cultivado históricamente por el poder político y que “genera confusión sobre
el motivo racial de la violencia” y traba las luchas por equidad, lamentó.



El presidente Jair Bolsonaro y su vicepresidente, el general retirado
Hamilton Mourão, mantienen la prédica de la dictadura militar de 1964-1985
en que se formaron. “No hay racismo en Brasil”, sostienen. Las protestas por
el asesinato de Freitas son “intentos de importar tensiones ajenas a nuestra
historia”, acusó el mandatario ultraderechista.



Los que se reconocen como “pardos” (mulatos) en Brasil constituyen una
mayoría de 46,8 por ciento, según las estadísticas oficiales, y ese gran
mestizaje es la base de la supuesta ausencia de racismo.



Pero la opinión presidencial discrepa de la casi unanimidad nacional. Existe
si racismo en Brasil, contestaron 90,6 por ciento de los 1764 entrevistados
por Atlas Intelligence, consultora de São Paulo que ofrece información y
análisis para empresas. Solo 5,7 por ciento discrepó.



Lo más curioso es que 97,5 por ciento dijo “no considerarse racista” en la
encuesta denominada Atlas Político.



¿El racismo sería una práctica de solo 2,5 por ciento de los brasileños o se
trata de un país de hipócritas?



Actitudes racistas, sin embargo, son frecuentes en todas partes, según
Ricardo Lopes, actor y profesor negro que siempre vivió en los barrios
pobres del centro de Río de Janeiro.



“Un día estaba en el cumpleaños de mi prima en el Aterro (una playa céntrica
de Río de Janeiro), un hombre rubio apareció detrás de un árbol, con el pene
al descubierto y llamando a las niñas. Cuando lo vimos, él huyó en
bicicleta”, contó en diálogo telefónico con IPS.



“Lo perseguí a los gritos de ‘tarado’, pero cuando lo alcanzaba un policía
militar me echó al suelo de un golpe, me aplastó la cabeza bajo su bota y
dejó escapar al tarado. Solo me liberó cuando intervino mi madre”, acotó.



“En el siglo XIX surgió en Brasil el mito del ‘paraíso racial’, basado en
observaciones de visitantes europeos sobre la convivencia entre blancos y
sus esclavos negros, más amena que en Estados Unidos”, apuntó Rios, por
teléfono desde Niterói, una ciudad vecina a Río de Janeiro y sede de su
universidad.



En el siglo XX se difundió la creencia en la “democracia racial”, que se
adoptó como “narrativa del Estado a partir de los años de 1940”, con
adhesión incluso de intelectuales negros, aunque como un anhelo, una
necesidad a perseguir, recordó la socióloga.



Pero ya en las décadas siguientes estudios sociológicos, especialmente en la
Universidad de São Paulo, refutaron esa visión ideológica. La
desmitificación en los medios intelectuales y universitarios, sin embargo,
no impidió que la dictadura militar reafirmara la democracia racial, incluso
como base del nacionalismo político, señaló.



La redemocratización de Brasil, en 1985, puso fin a esa narrativa oficial,
pero para destacar el país como “pluriétnico”, como América Latina en
general, acotó Rios.



Pero los datos estadísticos, las investigaciones y las informaciones
periodísticas acumularon tantas evidencias de desequilibrios y conflictos,
que hacen más que evidente la existencia del racismo estructural.



“El aumento de la violencia racial, como la ocurrida en el supermercado
Carrefour, es reflejo de la militarización de la sociedad, con la
proliferación de guardias para la defensa del patrimonio privado, en
desmedro de las vidas”, según Walmyr Junior, un activista del movimiento
negro, que dirige una escuela de fútbol para niños en la Maré, un conjunto
de favelas cerca del centro de Río de Janeiro.



“El empresariado sostiene esa militarización” y la devaluación de las vidas
negras. Eso se comprueba una vez más durante la pandemia, en que “vale
mantener abierto el comercio, no importa que los negros sean los que más
mueran”, señaló en diálogo telefónico con IPS.



Pero él no cree en protestas masivas a partir del caso Carrefour, porque ve
el movimiento negro dividido en una gran “diversidad” de orientaciones. En
su caso, defiende las denuncias y el boicot al supermercado, pero rechaza
actos violentos.



“Es un negro que limpiará los vidrios rotos”, argumentó.

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