Argentina/ Récord de pobreza y al tope del ranking de contagios de covid [Fernando Gutiérrez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Oct 5 00:11:17 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

5 de octubre 2020

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Argentina



Una pesadilla argentina: récord de pobreza y además al tope del ranking de
contagios de covid



El discurso de Alberto Fernández planteaba que la recesión era el inevitable
precio a pagar para cuidar la salud de la población; hoy sufre el efecto
boomerang y, con malos resultados en ambos rubros, su imagen se desploma.



Fernando Gutiérrez, desde Buenos Aires

El Observador, 3-10-2020

https://www.elobservador.com.uy/



Los números son de una contundencia que asusta: 40,9% de pobres y 10% de
indigentes. Es decir, 18,5 millones de personas viviendo en la pobreza, de
las cuales 4,5 millones no llegan siquiera a tener ingresos para completar
una dieta mínima para la supervivencia sana. Esa es la foto de la situación
social al término del primer semestre del año en Argentina, luego de la
difusión del censo sobre pobreza. Pero no es lo más grave, porque la
proyección a futuro es aun peor. De todos los afectados por el deterioro
social, la mayoría son niños. De hecho, seis niños de cada diez son pobres.



Además, el 40,9% corresponde a un promedio del semestre, que aparece
atenuado por el hecho de que en el arranque del año se mantenía la situación
de 35% de pobreza con la que había concluido el gobierno de Mauricio Macri.
Pero el segundo trimestre, ya con el impacto pleno de la parálisis económica
por la cuarentena, se registró un pico de 47% de pobreza.



Esto lleva a los especialistas a proyectar que en el segundo semestre del
año –la cifra recién se conocerá en marzo de 2021– se podrá superar el 50%.
Para ello se basan en la explosión del desempleo, que podría ser en términos
reales mucho mayor que el 13,1% que mide la estadística.



Ocurre que, para la medición, quien esté sin ingresos pero no esté en una
búsqueda activa de un trabajo asalariado no figura como desocupado, porque
desde el punto de vista técnico no integra la población económicamente
activa. Esto implica que muchos de los 9 millones de argentinos que están
cobrando el subsidio conocido como IFE (Ingreso Familiar de Emergencia)
podrían no ser considerados desempleados para la estadística. Se trata, en
su gran mayoría, de personas que se desempeñan en el sector informal y que
están entre los más afectados por los efectos económicos de la pandemia.



La situación social en Argentina, que tiene problemas estructurales de
marginalidad desde hace décadas, está atravesando un agravamiento ligado a
la recesión. Y, como siempre ocurre, es inevitable la politización del tema.
No solamente por la alta sensibilidad que despierta en la población, sino
porque el propio Alberto Fernández lo había transformado en un tema central
de la campaña electoral y en un eje estratégico de su gestión de gobierno.



Apenas al iniciarse su gestión, el presidente había creado una Mesa Nacional
contra el Hambre conformada por expertos y celebrities de diversa
extracción, donde figuraban desde Marcelo Tinelli (millonario conductor de
farándula televisiva y dirigente de fútbol: NDR) hasta cocineros mediáticos,
y se estableció una política urgente de reparto de alimentos. Hoy esa mesa
está prácticamente inactiva, y el programa alimentario a través de una
tarjeta otorgada por el Estado quedó rápidamente superado por las urgencias
derivadas del desplome económico.



Ante la evidencia de que el deterioro es innegable, el gobierno decidió
asimilar el golpe y tratar de contrarrestar el efecto negativo de los datos
con el anuncio de medidas paliativas y con la salida de los funcionarios a
los medios, para explicar lo que se está haciendo en materia social. Así, la
vicejefa de gabinete, Cecilia Todesca, destacó el esfuerzo fiscal de
asistencia a los que perdieron ingresos durante la pandemia. Midió ese
esfuerzo en 5,5 puntos del PIB, canalizado a través de programas como el
subsidio a la gente sin ingreso y la ayuda a empresas para pagar la mitad
del salario. Además, estimó en otros 2 puntos del PIB el subsidio al crédito
productivo. “Pero un parate como el que se ha generado es imposible de
compensar”, admitió, ya antes de que se confirmara la mala noticia por parte
del Indec.



En tanto, el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, adelantó que ante
el deterioro de la situación, la prioridad oficial será “recuperar a los que
cayeron en la pobreza durante la pandemia”. El funcionario establece una
distinción entre la “pobreza estructural” y otra, que sería de tipo más
circunstancial, ocasionada por los obligados cierres de la cuarentena. E
identificó cinco sectores con capacidad para generar empleo en un lapso
relativamente corto: la construcción, la producción de alimentos, la
industria textil, el cuidado a enfermos y ancianos, y el reciclado de
materiales.



Ni economía ni salud



La controversia política ligada a la pobreza radica, en realidad, en una
decisión del gobierno: la dureza de la cuarentena con la que se inició la
prevención de la pandemia. Durante meses fue motivo de discusión, ya que
sectores del empresariado reclamaban una apertura que permitiera mantener la
actividad, aunque fuera con protocolos sanitarios y con un ritmo reducido.
Pero el gobierno mantuvo la línea de cierre absoluto de actividades no
esenciales, lo que implicó una ola de quiebras de pequeños negocios y de
empresas que debían entrar en concurso de acreedores al no poder hacer
frente a sus obligaciones.



Era un tema que parecía irritar a Alberto Fernández cada vez que se lo
planteaban en las conferencias de prensa sobre la política contra el
coronavirus. El presidente argumentaba que no era cierto que aquellos países
que habían mostrado una actitud más liberal tuvieran menos impacto
económico. En una actitud que le valió reproches y hasta incidentes
diplomáticos, comparaba las estadísticas internacionales para demostrar que
Argentina no solamente estaba mejor en cuanto a las cifras de la pandemia,
sino que no había sufrido una caída económica mayor que la de los países
vecinos e incluso las principales potencias mundiales. Y advertía que si
Argentina hubiese seguido el camino de otros países como Brasil tendría unos
10.000 muertos, sin que por ello la economía estuviera menos grave.



El lema preferido de Alberto era “la culpa no es de la cuarentena, sino de
la pandemia; no hay que enojarse con el remedio, sino con la enfermedad”.
Hoy, esos argumentos le están jugando en contra, en un verdadero efecto
boomerang. Los muertos en Argentina superaron los 20.000, y el país está al
tope de los de peores resultados estadísticos ante la pandemia, a pesar de
la dureza de su política de aislamiento de la población.



Con una tasa de 12.000 contagiados nuevos por día y un total acumulado de
765.000 casos al cierre del jueves, Argentina ya entró al ranking de los
países con peor performance ante la pandemia. La estadística internacional
muestra a Argentina en el puesto 20 en cantidad de casos y el lugar 19 en
fallecidos –medido en términos relativos a la población–. Pero hay un
agravante: el nivel de testeo es muy bajo en la comparación internacional
–ocupa el puesto 122 en hisopados en relación a la población– y, por ende,
el contagio podría ser mayor.



Un boomerang político



El gobierno argentino está sufriendo no solamente una crisis social y
sanitaria. Está acusando un duro golpe político porque quedó devaluada su
principal premisa discursiva: que la recesión económica era el inevitable
precio a pagar para cuidar la salud de la población, y que aquellos países
que no lo hacían terminarían pagando un alto costo. La realidad muestra que
Argentina se encamina a ser uno de los países más afectados por el covid-19,
con el agravante de que la herramienta de la cuarentena se desgastó y ya
resulta difícil su aplicación en varias regiones del país. Pero, además, la
caída de la economía es peor que la de aquellos países con los que el
presidente hacía sus comparaciones. El último dato de actividad marca una
caída interanual de 13%, con el agravante de que cuando se inició la
emergencia sanitaria Argentina ya tenía un acumulado de dos años de
recesión.



Ante la andanada de críticas y con la elocuencia de las estadísticas
negativas, el gobierno empieza a sentir que la estrategia política de hacer
referencia a la “pesada herencia” de la gestión macrista ya deja de ser
redituable en términos políticos. Y así lo reflejan las encuestas, en las
que la imagen de Alberto Fernández sufrió un desplome: según los últimos
sondeos tiene una aprobación del 55%, lo que implica una dura caída después
de haber disfrutado una imagen positiva de 76% en abril, cuando la
cuarentena estaba en el centro de la agenda nacional.



En ese marco de debilidad política, el gobierno decidió echar mano a lo poco
que tiene para mostrar en este momento: la asistencia social a los más
afectados por la cuarentena. Contrariando la postura inicial del presidente,
que había dicho que las medidas serían transitorias, se aceptó que no hay
condiciones sociales como para suspenderlas. De manera que, en contra de los
anuncios que marcaban una moderación del gasto fiscal para 2021, ya se
admite que los subsidios continuarán, aunque cambiando de denominación: se
intentará transformar la asistencia en planes de empleo supervisados por el
Estado.

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