Colombia/ Condena a la masacre policial en Bogotá. De cómo la gente perdió el miedo [Movimiento Ecosocialista - Víctor de Currea-Lugo]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Sep 11 15:37:13 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

11 de setiembre 2020

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Colombia



Condenamos la masacre realizada por la policía de Bogotá



Movimiento Ecosocialista

Comunicado, Bogotá, 10-9-2020



A la escalada de masacres que en tan solo dos meses llegan a 47 casos en
diversas regiones del país debe sumarse la ocurrida la noche del 9 de
Septiembre, cuando ocho jóvenes, incluyendo un menor de edad, fueron
asesinados por la policía cuando dispararon a quema ropa sobre  centenares
de manifestantes que protestaban frente a las unidades policiales barriales
denominadas Comandos de Acción Inmediata -CAI- por el asesinato del abogado
Javier Ordoñez, quien indefenso  fue detenido y asesinado, a golpes y con
choques eléctricos, por  una patrulla de la policía en las inmediaciones del
CAI de Villaluz horas antes de que se iniciaran las protestas. Los heridos
ya alcanzan la suma de doscientos. Las protestas fueron convocadas por las
redes virtuales una vez se conocieron las grabaciones en las que pudo
observarse la crueldad con la que fue ultimado Javier Ordoñez.



Esta masacre forma parte de una cadena de  asesinatos, agresiones y
violaciones sistemáticas a los derechos humanos por parte del cuerpo
policial en todo el país. La represión a las movilizaciones populares
contabiliza muchos muertos en los distintos puntos de la geografía nacional.
Las denuncias ciudadanas a golpizas y violaciones a mujeres en los mismos
CAI ocurren diariamente. El cuerpo de policía y su comportamiento represivo
hace parte de una institucionalidad vertebrada en torno al terrorismo de
Estado, oficializada en la doctrina del “enemigo interno” que trae como
consecuencia la criminalización de la protesta social y de la propia
movilización cotidiana de los ciudadanos.



El Movimiento Ecosocialista considera que la justificación mediática
diseñada por las elites según la cual la responsabilidad de los hechos
ocurridos en la capital del país  debe atribuirse a “vándalos” condenables
judicialmente es una falacia que intenta escondes la responsabilidad de la
violencia oficial. Nos sumamos a las voces que desde las organizaciones
populares y de derechos humanos proponen la Reforma de la Policía  para
convertirla en una entidad de carácter civil agregando  que una reforma de
esas características debe ser tan sólo un componente de una modificación
integral que apunte a desmontar el terror de Estado y la impunidad judicial
que lo acompaña. Compartimos la propuesta de la renuncia inmediata del
Ministro de Defensa y del Comandante en ejercicio de la Policía de Bogotá.



Las movilizaciones del 9 de Septiembre  fueron mayoritariamente juveniles.
Grafican no tan solo la rabia en contra la represión policial, sino,
igualmente, el repudio a la marginalidad social a la que han sido sometidos
millones de jóvenes que carecen de estudio y trabajo. La forma en la que el
gobierno de Duque ha gestionado la pandemia producida por el Covid 19
aumenta ese rechazo juvenil. La entrega de grandes cantidades de dinero del
presupuesto público a los banqueros y a los grandes empresarios mientras
niega recursos a los hospitales, a los centros de salud y a una población
cada vez más empobrecida por la parálisis económica sintetiza el accionar.
El caso de AVIANCA es emblemático. El gobierno nacional acaba de autorizar
la entrega de US$370 millones a esa empresa de aviación quebrada, con
personería jurídica obtenida en Panamá para evadir impuestos y administrada
por bancos norteamericanos, sacando los recursos del Fondo presupuestal
destinado a mitigar los efectos sociales del Covid 19 mientras la población
experimenta grandes dificultades para conseguir la subsistencia.



El movimiento Ecosocialista comparte la indignación y reconoce la
legitimidad social de las protestas que se presentaron este 9 de Septiembre
en Bogotá y de las que se vienen desarrollando durante las últimas semanas
en todo el país para enfrentar tanta injusticia y barbarie. Consideramos que
es urgente coordinar esfuerzos entre todos los que estamos interesados en
cambiar el actual estado de cosas  para unificar reivindicaciones de
carácter urgente, tales como la renta básica universal, el aumento del gasto
público en salud, impuestos a las grandes fortunas, planes de empleo y
financiamiento a las pequeñas y medianas empresas, el desmonte de  la
represión, entre otros.



El movimiento Ecosocialista hace un llamado a la solidaridad internacional.
Consideramos urgente declarar a Colombia en emergencia humanitaria, dada la
escalada de masacres que viene presentándose en el país en la absoluta
impunidad, y la  represión indiscriminada que practica la Fuerza Pública
como parte del terror de Estado. Las declaraciones de funcionarios de
Naciones Unidas o de las Instituciones internacionales responsables del
seguimiento de violaciones a los derechos humanos, condenando  estos hechos,
no son suficientes. Requerimos medidas urgentes. Llamamos a las
organizaciones sociales,  democráticas y a los ciudadanos, que en cualquier
parte del mundo entiendan la gravedad de la tragedia humanitaria que padece
la población colombiana, a manifestar su solidaridad y a exigir a la llamada
“comunidad internacional” que  tome las medidas que la gravedad de los
hechos que vienen ocurriendo en el país requiere.



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De cómo la gente le perdió el miedo al abuso policial



Víctor de Currea-Lugo

Blog, 10-9-2020

http://victordecurrealugo.com/



Bogotá ardió, bueno, no la ciudad pero sí decenas de puestos de policía
llamados CAI. La sociedad está “mamada” de la policía, así de simple. A
comienzos de los años noventa, la Personería de Bogotá sugirió que una
medida para disminuir la delincuencia en la ciudad sería dejar a la policía
en sus cuarteles, que no saliera a la calle. En parte por esas cosas
decidieron modernizarla. Y cambiaron los grados, crearon siglas y nuevas
estrategias de comunicación, pero no se tocó su esencia, esa de ser parte
del Ministerio de Defensa, y de ser formados en la lógica de la Guerra Fría,
del enemigo interno y de la seguridad nacional.



Esos cambios cosméticos no solucionaron nada. A la lista de viejas quejas,
se suma una rabia creciente por la arrogancia policial cuando los graban en
un procedimiento, por su persecución contra el porte de la dosis personal
como si acaso estuvieran desarmando un cartel de drogas, o cómo se
“enamoran” de los que tienen tatuajes, de los de pelo largo o de las de
faldas cortas. Es decir, además de los grandes crímenes, es constante su
ejercicio del micro-poder, su agresión contra poblaciones específicas, su
racismo y clasismo.



A las lógicas doctrinales de la Guerra Fría ya citadas, se suma la lógica
neoliberal de evaluar el trabajo por resultados, por indicadores: número de
detenidos y otras torpezas similares (ver:
http://victordecurrealugo.com/de-policias-e-indicadores/), en la misma
lógica que alimentó los llamados falsos positivos.



Ya teníamos una larga lista de casos dolorosos. Por ejemplo el de Nicolás
Neira, de 15 años, asesinado por el Esmad el 1 de Mayo de 2005; el caso
sigue abierto. En septiembre de 2018, Julián Hernando Balcero, murió
precisamente dentro de un CAI, el del barrio 20 de julio. La policía dijo
que se suicidó, pero su mamá sostuvo que “Si él estaba esposado y en un
cuarto que es bien pequeño ¿cómo se iba a ahorcar? Además él no tenía
motivos, ni instintos suicidas, a él lo mataron en el CAI”. En noviembre de
2019, Dilan Cruz fue asesinado por la policía, con armas no permitidas, en
las marchas contra las políticas del gobierno. Pero estos son solo tres
casos de los muchos que la sociedad conoce.



Luego vino la cuarentena por la pandemia. Y las autoridades confundieron
medidas de control de salud pública con medidas policivas de abuso. Vimos
los comparendos porque al policía no le valió la carta de trabajo que le
mostró un empleado de una droguería para transitar, porque le pareció que
esa no era hora de hacer mercado, porque una señora llevaba de la mano a su
niña de 9 años, y una larga lista de hechos por demás estúpidos. A esto hay
que sumar, los violentos desalojos en plena cuarentena, con destrucción de
sus casas, a personas en zonas muy pobres de las afueras de Bogotá, con
acompañamiento de funcionarios de la Alcaldía.



Esta violencia policial directa es sistemática y conocida por la sociedad.
Está el caso de Néstor Novoa, un vendedor ambulante de 70 años, reducido por
la policía como si se tratara de un peligroso delincuente en mayo pasado. Y
ese mismo mes, Anderson Arboleda fue asesinado a golpes por la policía,
supuestamente por violar la cuarentena. Pero fue el asesinado de Javier
Ordoñez, documentado hasta el cansancio, el que despertó a una sociedad por
demás cansada de un gobierno inepto.



La gente se dio cita frente a los CAI con un claro sentir social: ¡No más!
De manera espontánea, hubo cacerolazos y protestas frente a prácticamente
todos los CAI de Bogotá. Y en muchos de esos CAI ha habido casos de
violaciones sexuales, detenciones arbitrarias, torturas. Un muchacho increpó
con mucha rabia, genuina, a los policías del CAI donde estaban vinculados
los policías responsables por la muerte de Javier. Él encarnaba una rabia
común y un sentimiento colectivo. Duque, el presidente, se dedicó a
felicitar “la gallardía policial” o algo así.



La gente está cobrando en las calles desde el miedo que nos quisieron meter
en las venas en noviembre pasado hasta cada abuso policial que conoce la
sociedad por décadas; el rechazo a todos esos abusos nacidos del micro-poder
le pasaron factura la noche del 9 de septiembre a la Policía. Algunos
recordaron cómo un presunto ladrón, esposado y reducido, era quemado por la
policía en julio pasado, como lo mostró un video en las redes sociales.



Los casos de periodistas golpeados por la policía, vendedores ambulantes a
quienes les robaron sus pocos bienes, habitantes de la calle humillados,
mujeres abusadas en carros de la Policía, transexuales víctimas de
violencia, muchachos golpeados, son casos explican el miedo creciente de la
sociedad hacia la policía. Según el informe «Bolillo, Dios y Patria» de la
ONG Temblores, en el período 2017-2019, hubo 639 homicidios, 40.481 casos de
violencia física y 241 de violencia sexual, en los que, basados en informes
de Medicina Legal, hay un presunto miembro de la fuerza pública involucrado.
Solo en el primer trimestre de este año se abrieron este año por abuso
policial, ocho procesos al día. En el primer semestre la policía abrió 3.674
casos, 1.474 por presunto abuso de autoridad. ¿Y los no denunciados? De este
número de casos, solo 10 policías han sido destituidos.



En estos momentos de crisis, uno no puede irse a ver ballenas. O estamos con
los manifestantes o estamos con la policía. Es así de simple. El acumulado
de violencia policial y militar es tan grande, la impunidad tan obvia y la
complacencia de las instituciones tan vergonzosa, que jugar al neutral es
por lo menos timorato. Varios tuiteros decían “que arda todo”. No, no es un
acto de vandalismo donde unos pocos se enfrentan, sin causa ni motivo, a las
fuerzas policiales. El lenguaje políticamente correcto es un desfase.
Grafitis versus cadáveres, no es un análisis muy “académico” para insinuar
que toda violencia es igual. Las paredes se pintan, los muertos no
resucitan.



No sé qué dirían a las familias de Dilan, Néstor y Julián; ¿les proponemos
un “abrazatón”? Los abrazos y las flores a la policía tuvieron un momento,
pero ya lo único viable es su reforma estructural. Esto implicaría tocar la
estructura de un sistema que no ve la protesta como un derecho, pero sí a
los civiles como enemigos. Por eso, no se trata de que ahora cambien el
color de  los uniformes del Esmad, pongan otra sigla o juzguen a unos pocos.
Hay que entender que, en el fondo, la Policía sirve para cuidar bancos y
poderosos. En suma, la pregunta por la democratización de la Policía está en
saber si están dispuestos a “cuidar la polis” o solo a un puñado de
privilegiados.



La conducta de la Policía el 9 de septiembre, día de los derechos humanos,
dejó claro que su comportamiento es colectivo, su mandato de violencia es
institucional, su lenguaje anti-ciudadano es una constante. No son manzanas
podridas, es el árbol. Vimos policías poniéndose la chaqueta al revés para
evitar la identificación, dando armas a personas de civiles para que
dispararan contra manifestantes, rupturas de botellas en la cara de las
personas, golpes con palos a los ciudadanos que grababan sus procedimientos,
detenciones arbitrarias y más personas asesinadas. ¿Necesitamos más
ejemplos? Un informe preliminar habla de 24 heridos, 19 de ellos con arma de
fuego, y 5 posibles casos de homicidio por parte de la policía. En uno de
los casos, la Policía no permitió el ingreso de una ambulancia.



No me sumo a los que dicen a los manifestantes: “bruscos no”. Hoy no. Como
dijo Ricardo Quevedo en Twitter: “La impotencia y la falta de soluciones
reales generan ganas de quemarlo todo. Hay gente que siente que cambia el
mundo a punta de cacerolazo, pero pues en la calle las cosas funcionan
distinto”. No caigamos en el juego tramposo de sugerir que la no condena de
las protestas es complicidad. Complicidad es quedarnos callados cuando el
Estado policial manda en las calles y agrede cotidiana y sistemáticamente a
las personas. Fin del comunicado.



PD: Sin entender nada de lo sucedido, el Ministerio de Defensa hace el
siguiente anuncio: «Desde este momento se reforzará dispositivo de Policía
Bogotá con 750 uniformados, más 850 que llegan de otras regiones del país.
Asimismo, 300 soldados de la Brigada 13 del Ejército apoyarán la labor de
seguridad en la capital del país». La ciudad amanece militarizada. Eso se
llama: echarle leña al fuego.



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