Grecia/ El incendio de Moria o la condena de las políticas gubernamentales sobre migraciones y derecho de asilo [A l´encontre - François Gemenne]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Sep 13 15:08:11 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

13 de setiembre 2020

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Grecia



El incendio de Moria o la condena de las políticas gubernamentales sobre
migraciones y derecho de asilo



A l’encontre, 12-9-2020

http://alencontre.org/

Traducción de Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa



En la madrugada del miércoles 9 de septiembre, el campo de refugiados más
grande de Grecia, Moria, en la isla de Lesbos, fue devastado por un
incendio. No era el primero en ese campamento superpoblado. Ya se habían
producido dos incendios desde principios de 2020, las causas fueron tanto el
estado lamentable del sistema eléctrico -que se limita a lo estrictamente
mínimo- como las condiciones de vida en el mismo. El gobierno griego se
atrevió a afirmar que el fuego había sido causado por un motín de refugiados
que querían escapar del estricto control sanitario relacionado con la
reciente proliferación de casos de Covid-19. La hipocresía de este discurso
llega al punto más alto, ya que desde hace años, las espantosas condiciones
sanitarias y diversas enfermedades hacen estragos en este campamento en el
que están encerrados los refugiados, en su mayoría sirios y afganos, junto
con sus familias. De hecho, los trámites para la obtención del
reconocimiento del derecho de asilo casi nunca llegan a buen puerto. La
destrucción de gran parte de los archivos en el incendio corre el riesgo de
acentuar aún más la arbitrariedad y la desesperación de miles de refugiados,
errantes en los caminos y carreteras de Lesbos, sin ningún recurso legal ni
material.

Con la misma dosis de duplicidad e hipocresía, los países de la Unión
Europea acaban de anunciar la intención de "acoger" a 400 menores no
acompañados: de 100 a 150 para Francia y Alemania. Y Helvecia se despertó.
Garantizó el envío de ayuda humanitaria, en momentos en que las ONG que
trabajan en Lesbos se enfrentan a la mayor dificultad para prestar ayuda
concreta, ya que la policía bloquea caminos y carreteras y la extrema
derecha local reacciona, en un contexto marcado por la exasperación de la
población de la isla que, a su manera, ha sido abandonada durante años.

Este incendio nos plantea una vez más la urgencia de un amplio debate
público sobre una de las dimensiones de la crisis de la civilización que
tiende a ser reprimida, a veces por puro despecho. Pero esa dimensión está
estrechamente entrelazada con la permanencia de las guerras, con las
diversas facetas de la crisis climática y con la función de un ejército de
reserva mundializado de trabajadores y trabajadoras.

La redacción de A l'encontre reproduce a continuación la intervención de
François Gemenne, investigador de la Universidad de Lieja, profesor de
Sciences-Po y miembro del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre
el Cambio Climático), realizada este viernes 11 de septiembre en la radio
pública francesa France Culture.
(https://www.franceculture.fr/emissions/linvitee-des-matins/les-migrations-a
u-carrefour-des-crises)
<https://www.franceculture.fr/emissions/linvitee-des-matins/les-migrations-a
u-carrefour-des-crises>  François Gemenne es el autor de "On a tous un ami
noir: Pour en finir avec les polémiques stériles sur les migrations" (Todos
tenemos un amigo negro. Para acabar con los debates estériles sobre las
migraciones), que será publicado por la Editorial Fayard el 30 de
septiembre. El libro desarrolla temas ya presentados en varios artículos
anteriores y esbozados en esta transcripción de la entrevista que Guillaume
Erner le hizo en la radio mencionada, con los métodos  propios de un
ejercicio oral, sujeto además a la limitación de tiempo del programa radial.
Aquellos que entienden francés, podrán escuchar los temas desarrollados por
François Gemenne y leer luego su libro. (Redacción de A l'encontre)



***

"Lo que ocurrió en Lesbos, en el campo de Moria, es el resultado inevitable
de cinco años, e incluso más, de inacción completa en materia de asilo e
inmigración por parte de la Unión Europea. Era inevitable que ocurriera una
tragedia en campamentos casi abandonados a su propia suerte y superpoblados,
en los que la gente debe vivir en condiciones sanitarias indignas. Hay que
recordar que en Moria había cerca de 13.000 personas, cuatro veces más que
las que el campamento puede albergar (en marzo de 2020, se concentraban unas
22.000 personas; la gente tenía que esperar durante horas todos los días
para conseguir una bandeja de comida; docenas y a veces, cientos de personas
compartían los mismos baños y duchas). Las autoridades griegas y europeas
dejaron que la situación se pudriera durante años y años.

Ahora, existe un imperativo humanitario para reubicar a estas personas, en
principio dentro de los países de la UE, empezando por los niños y las
niñas. Sin embargo, hay toda una serie de iniciativas que se toman a nivel
local o regional (por ejemplo, algunos Länders en Alemania) que afirman que
cuentan con los medios para organizar la recepción inmediata de los niños y
niñas. A medio plazo, necesitamos con urgencia una verdadera política
europea en materia de inmigración y asilo para evitar que las personas
queden encerradas en campamentos ubicados en las fronteras de Europa, porque
no las queremos ni ver ni acoger. Eso supone también una carga excesiva
impuesta a unas islas que son puertas de entrada a la UE, como Lesbos,
Lampedusa o Malta, por dar algunos ejemplos. Son situaciones que no son
sostenibles en un continente que quiere estar a la altura del proyecto
político que proclama.

Yo diría que la situación en Lesbos es relativamente similar a la que
vivimos en Francia con la llamada ‘jungla’ de Calais. Preferimos cerrar los
ojos a lo que está sucediendo allí en lugar de abordar el problema de
frente. Hay gobiernos paralizados que temen brindar una recepción digna a
esas personas. Parece surrealista decirlo, pero hay gobiernos que se niegan
a ofrecer una recepción digna porque están contaminados por las tesis y el
vocabulario de la extrema derecha, en particular en torno al supuesto
‘efecto de atracción’. Se imaginan que si les proporcionan un recibimiento
digno, atraerán a más migrantes. Pero el hecho de imaginarse que las
personas van a arriesgar su vida y ‘darán’ miles de euros a los traficantes
para, simplemente, tomar una ducha en buenas condiciones, poder acceder a
baños que no estén superpoblados o para poder vivir de manera decente, es
ignorar profundamente la realidad de las migraciones.

Todavía existe entre los gobiernos y en la mentalidad de la gente, la teoría
tenaz de que las fronteras son la variable de ajuste de los flujos
migratorios globales. O sea que si se abren las fronteras, todo el mundo
vendrá. Por el contrario, si se cierran, se evitarán las migraciones. Pero
en realidad, eso no funciona así. La gente no va a tomar la decisión de
abandonar su país porque se ha abierto una frontera allá muy lejos. Y la
gente nunca se quedará en su país porque una frontera, muy lejana, está
cerrada. Lo podemos ver en Europa. Las fronteras exteriores están cerradas
herméticamente. Ese es el único punto de acuerdo entre los gobiernos
europeos y sin embargo, la gente viene, de todos modos. Una frontera cerrada
nunca evitará que una persona migrante cruce. El único efecto de las
fronteras cerradas es hacer más peligrosas, más costosas y desgraciadamente
más mortíferas las migraciones: ya van alrededor de 600 muertes en el
Mediterráneo desde comienzos de año.



La lucha contra los traficantes parece ser la prioridad absoluta de todos
los gobiernos europeos. Pero la paradoja es que cuando se cierran las
fronteras, uno se convierte en cómplice de los traficantes. Lo que hace
prosperar el negocio de quienes trafican con personas es el hecho de que las
fronteras están cerradas y que, a al mismo tiempo, hay personas que
necesitan absolutamente cruzarlas. Por lo tanto, quedan a merced de las
mafias, que pueden aumentar sus precios hasta varios miles de euros. Y ahora
son, de facto, los traficantes quienes deciden la política migratoria de los
países de la UE. Son quienes deciden quién llega, a dónde, cuándo y en qué
condiciones. En cierto modo, la política de cierre de fronteras es, en
realidad, lo mejor que le puede pasar ese negocio mafioso, negocio que se ha
convertido en el tercer tráfico ilegal rentable del mundo, después del
tráfico de armas y de drogas. La peculiaridad cínica de este tráfico, que lo
hace tan atractivo, es que cuando pierden la ‘mercadería’, a diferencia de
las armas y las drogas, no hay nadie que venga a reclamarla. Por lo tanto,
los gobiernos son cómplices de esta gente que trafica con personas.

Dentro de la UE, y dentro de los gobiernos, hay un absoluto rechazo a mirar
las cosas de manera ‘pragmática’y racional. Son capaces de implementar
políticas absurdas y criminales en nombre de consideraciones ideológicas por
miedo a que la extrema derecha gane terreno, por temor a avivar ciertas
tensiones políticas, a asustar al electorado, sin que eso logre frenar a la
extrema derecha, la derecha extrema, incluso en su forma gubernamental. Por
eso,  permanecen constantemente en esa narrativa de crisis. Todas las
imágenes de la inmigración difundidas en los medios son siempre imágenes de
crisis. Y esas crisis sólo benefician a los extremos, los que buscarán
imponer su narrativa en el debate público con la esperanza de extraer
dividendos electorales. En el trabajo que voy a publicar intento proponer
soluciones que rompen con esa narrativa de crisis.

El Estado francés decidió prohibir la distribución de comidas a los
migrantes en la región de Calais. Hace meses, incluso años, que el Estado
viene poniendo todo tipo de obstáculos a las asociaciones y a los
voluntarios que intentan ayudar a las y los migrantes en Calais. El Estado
no sólo se niega a brindar a estas personas condiciones de vida dignas
-instalaciones sanitarias, comida-, sino que también trata de impedir que lo
hagan quienes intentan, pese a todas las trabas, brindar ayuda alimentaria a
los migrantes. Calais en Francia como Moria en Grecia, viven una situación
que la UE deja pudrir. Y así como Moria existe porque Lesbos se encuentra a
pocos kilómetros de la costa turca, Calais seguirá existiendo como punto de
partida para las y los migrantes porque se encuentra a 35 km de las costas
inglesas. Emmanuel Macron elabora proyectos de ley sobre el ‘separatismo’,
cuando el verdadero separatismo está en negarse a reconocer que la gente que
está en Calais o Moria forma parte también de nuestra sociedad.

Por lo tanto, si hacemos un balance de la política europea, podemos decir
que es nulo. Nada ha cambiado, ni las reubicaciones de migrantes, ni las
cuestiones del puerto de desembarque (como lo ilustran las tragedias de los
barcos de rescate de varias ONG, lo que equivale a negar por completo el
derecho a proteger las vidas humanas en el mar), ni la reforma de los
convenios de Dublín (Dublín III data de 2013: el reglamento delega la
responsabilidad de examinar la solicitud de asilo de una o un refugiado al
primer país al que llegó, lo que implica su regreso al primer país de
entrada si el demandante presenta su solicitud en otro lugar; el refugiado
es ‘dublinado’). Todo está en punto muerto. A fines de setiembre, la
Comisión Europea debe presentar un nuevo pacto de asilo e inmigración. La
propuesta corre el riesgo de ser rechazada por los gobiernos. A menudo,
algunos gobiernos acusan a la UE de lo que está sucediendo, pero hay que
recordar que son esos mismos gobiernos los que se oponen en primer lugar a
las propuestas relativamente constructivas de la UE. Por ejemplo, si tomamos
el plan de reubicación, que había sido propuesto a finales de 2015. Hay un
acuerdo sobre el impasse de las convenciones de Dublín, pero se consolida la
paradoja siguiente: nadie está de acuerdo sobre el establecimiento de un
sistema alternativo, ya que todo el mundo trata de acoger al menor número
posible de personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo.

Además, las propuestas de subcontratación del asilo son catastróficas. La UE
y los gobiernos confían cada vez más a terceros países y a regímenes más que
dudosos la tarea de poner en práctica las políticas de asilo en su lugar (e
incluso colaborar en la represión de las personas refugiadas en, por
ejemplo, el caso concreto de las relaciones entre el gobierno italiano y el
poder en Libia).

La crisis humanitaria también se manifiesta en la modificación de las rutas
de la emigración. A medida que las fronteras se cierran de manera policial y
militar, las rutas migratorias cambian. Traficantes y migrantes crean nuevas
rutas, reactivan las antiguas. Esas rutas suelen ser más largas y
peligrosas. Y el flujo de llegadas está cambiando. Así, España es
actualmente la primera puerta de entrada a Europa, después de Grecia y
después de Italia. Hay una constante que se cumple: siguen siendo los países
del sur de Europa los que constituyen los principales puntos de entrada y
esto nos conduce al problema del contenido de los convenios de Dublín. Eso
es lo que alimenta las corrientes de derecha extrema y de extrema derecha en
esos países.

El debate sobre la acogida y la integración resulta, además, confiscado -con
respecto a las reacciones sobre la acogida, por parte de sectores de la
sociedad que existen realmente- por los gobiernos que no escuchan las voces
de las autoridades locales, de los municipios o de los diferentes grupos de
personas. Mi experiencia me demuestra que hay una disponibilidad para el
recibimiento de las personas migrantes mucho mayor que esa de la que nos
hablan durante todo el día los políticos que desfilan en las emisoras de
radio y en la televisión".

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