Colombia/ La represión de Duque. ¿Quién dio la orden? [Nicolás Rocha Cortés]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Sep 13 00:09:43 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

13 de setiembre 2020

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Colombia



¿Quién dio la orden?



El 9 y 10 de septiembre la Policía Nacional de Colombia abrió fuego contra
manifestantes durante las protestas por la muerte de Javier Ordoñez a manos
de agentes de la institución. El país suma otra masacre y ya son 56 en lo
que va del año



Nicolás Rocha Cortés

Ctxt, 12-9-2020

https://ctxt.es/es/



Bogotá arde. Mientras, policías, el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) y
guardias de seguridad armados con pistolas, palos y motos protagonizan una
imagen que antes se entendía como aislada. Al caer la noche, miembros de la
Policía Nacional se convierten en verdugos. Disparan contra el pueblo y,
como lo registran decenas de videos en todo el país, asesinan
indiscriminadamente.



Los gritos, disparos y sirenas se mezclan en el aire. Agentes apuntan y
disparan por las angostas calles bogotanas en contra de quien tengan en
frente. ”Quiubo, gonorrea”, “apague eso”, “¿se va a hacer matar?”, son
algunas de las consignas que se desprenden de las gargantas excitadas de
policías en toda la ciudad. El sonido de los balazos es seco. Las motos
aceleran sobre los cuerpos de manifestantes. La gente corre y responde con
piedras, patadas, insultos.



Van al menos once muertos y 403 heridos. 72 con heridas de bala. Claudia
López, alcaldesa de la ciudad de Bogotá, afirma que las autoridades
“desobedecieron instrucciones expresas y públicas de la Alcaldía” y cierra
con la pregunta que ronda a esta masacre: “¿Entonces a quién obedecen?”



Algunos culpan a vándalos. Hablan de violencia como si el Estado no tuviera
responsabilidad. Lloran por buses y hormigón. Se pasan la pelota entre
instituciones mientras la sangre de la noche anterior se seca en el adoquín
cubierto de escombros y casquillos.



Las protestas comenzaron tras el asesinato de Javier Ordoñez, un hombre de
43 años que, acusado de violar la cuarentena, fue sometido por miembros de
la Policía con constantes descargas eléctricas. A pesar de esto, los
forenses encontraron nueve fracturas craneales y golpes en el pómulo, el
cuello, los hombros y el tórax que desembocaron en su muerte. La golpiza le
fue propinada dentro de un Centro de Atención Inmediata (CAI).



“Por favor, no más”, fueron las palabras del abogado que suplicaba por su
vida. Una vez difundida la noticia de su muerte, el coronel Alexander Amaya
declaró ante medios nacionales que durante el procedimiento una persona
“presenta molestias en su salud física y de inmediato es trasladada al
centro médico más cercano. Lastimosamente llega sin signos vitales”. 



Bogotá arde y en las calles agentes persiguen a manifestantes para
golpearlos entre varios. Los patean en el piso. “¡Asesinos!” gritan los
testigos.



Durante dos noches los Centros de Atención Inmediata son abrazados por las
llamas. No sólo por el caso de Javier. La lista es interminable. 1. En el
CAI de Bosa Laureles policías abusaron de una mujer. 2. En el CAI de Codito
policías torturaron y obligaron a detenidos a jugar ruleta rusa. 3. En el
CAI de Soledad los policías torturaron y robaron a defensores de derechos
humanos. 4. En el CAI de La Gaitana se denunció que secuestraron y
torturaron a un joven. 5. En el CAI de Britalia doce policías fueron
vinculados con microtráfico de drogas. 6. En el CAI de Oneida policías
extorsionaban a los residentes. 7. En el CAI de Las Américas cuatro policías
violaron a una niña de 13 años que fue a usar el baño. 8. En el CAI de San
Diego, dos mujeres de 22 y 23 años denunciaron abuso sexual por parte de
uniformados durante las protestas del 10 de septiembre.



Bogotá arde y la gente se pregunta: ¿quién nos cuida?



Son las diez de la noche del 10 de septiembre y mientras el fuego se atiza,
el miedo crece. Los videos son contundentes y no dejan espacio para
supuestos: La Policía está disparando contra manifestantes. Lo hacen
apuntando a la cabeza, al corazón y a las piernas. No son balas perdidas, no
son errores de procedimiento. Nos están matando.



Los videos inundan las redes. En Twitter se habla de muertos. Cuerpos
tirados en el piso sobre charcos de sangre son iluminados por las llamas.
“¡Lo mataron, lo mataron!, tombos hijueputas. No lo dejemos ahí. Lo
mataron”— se puede escuchar en un video en el que un manifestante con un
disparo en la cabeza es rodeado por otras personas.



Luego de dos noches de masacre a manos del Estado el ministro de Defensa
Carlos Holmes Trujillo afirma que todo es orquestado a través de las redes
sociales. Saltan las siglas ACAB, el término antifa, y una declaración: “Se
reforzará el dispositivo de policía en Bogotá con 750 uniformados, más 850
que llegan de otras regiones del país. 300 soldados de la brigada 13 del
ejército apoyarán la labor de la Policía Nacional en la capital de
Colombia”. A la par, la senadora del partido Centro Democrático María
Fernanda Cabal afirma, en un medio de amplia difusión nacional, que el
expresidente Juan Manuel Santos está detrás de todo.



¿Cómo se ve una dictadura? Hace una semana Transparencia Internacional
alertó sobre la concentración de poder del presidente Iván Duque. Resaltó el
hecho de que el Gobierno se “convirtió en legislador transitorio” y que la
Fiscalía, Procuraduría y Defensoría están en manos de allegados y
exfuncionarios del gobierno. Todo esto poco después de que se dio a conocer
que el ejecutivo pagó a la firma Du Brands para perfilar a los
influenciadores que hablaban bien o mal del gobierno, misma compañía que
firmó un contrato de más de $3.000 millones de pesos, de recursos para la
paz, con el fin de mejorar la imagen del mandatario.



A esto se le suman las 55 masacres ocurridas en Colombia durante lo corrido
de 2020. Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz
(Indepaz), en nueve meses ha habido doce masacres en Antioquia, ocho en
Cauca, Nariño y Norte de Santander, cinco en Putumayo, cuatro en Chocó, dos
en Córdoba, Valle del Cauca y Bolívar, tres en Atlántico, una en Arauca,
Huila, Magdalena, Tolima, Caldas, Cundinamarca, Meta y Cesar. Y a pesar de
que Iván Duque insista en llamarlos “homicidios colectivos”, la lengua no
tiene medias tintas. La matanza de personas, por lo general indefensas,
producida por ataque armado o causa parecida es una masacre.



Bogotá arde y todos son culpables menos los que disparan.



Los disturbios crecen. Los proyectiles se incrustan en rejas, postes, muros
y carne —“¡Socio, no se vaya. No se vaya, perro!” se puede escuchar en otro
video mientras jóvenes intentan mantener a un manifestante con vida después
de recibir un disparo.



Cabe resaltar que la brutalidad policial no es nueva en Colombia. Hace poco
más de dos meses Anderson Arboleda, un joven de 24 años, murió en Puerto
Tejada después de que un policía lo golpeara en la cabeza por violar la
cuarentena. Al igual que en noviembre de 2019 Dylan Cruz fue asesinado por
el ESMAD con una escopeta calibre 12 durante el Paro Nacional. En Colombia
la muerte no envejece.



¿Dios y Patria? El lema institucional de la Policía Nacional de Colombia
habla de amor perfecto, generosidad absoluta y justicia plena. Pero el
accionar de sus miembros durante décadas no deja más que rabia y
frustración. Las manifestaciones siguen, así como los disparos y el fuego.
El ritmo febril de la violencia se toma la capital del país.



En la mañana del 11 de septiembre, entre las cenizas de los CAI, se erigen
bibliotecas comunitarias en respuesta a la brutalidad policial. Los
ciudadanos las bautizan en honor a los muertos. Se pintan murales, decenas
de libros son donados y la música aparece. En la noche las protestas serán
pacíficas aunque la Policía seguirá persiguiendo y atacando.



El gobierno ofrece recompensas y las calles siguen tibias. Los testimonios
de personas agredidas por agentes aumentan. Incluso gente que estaba en su
casa, como Alexis Valencia Conto, relata el momento en el que desde la misma
dirección en la que estaba la Policía empezaron a llover balas calibre 9mm.
Una de ellas se alojó en el pecho de su hermano, Robert.



Agentes con chaquetas al revés para que no puedan ser identificados,
amenazas a periodistas, golpizas deliberadas en grupo, persecución,
perfilamiento, ataques a residencias y nombres que no deben ser olvidados:
Andrés Felipe Rodríguez, 23 años; Julieth Ramírez Mesa, 18 años; Alexander
Fonseca, 17 años; Fredy Alexander Mahecha, 20 años; Germán Fuentes, 25 años;
Angie Paola Baquero, 29 años; Jaider Alexander Fonseca, 17 años; Christian
Andrés Hurtado, 27 años; Larwan Estiben Mendoza, 26 años; Gabriel Estrada
Espinosa, 31 años y Julián Mauricio González, 27 años.



Son las nueve y treinta y siete de la mañana del 12 de septiembre de 2020 y
anoche, durante una alocución presidencial, Iván Duque habló de que la
Policía tuvo una actitud gallarda durante la masacre, mencionó deportaciones
e invitó a tener confianza en las instituciones. Se sabe, también, que el
mandatario rechazó la reforma estructural de la Policía. Por ahora, mientras
la sangre ya es una mancha seca, los políticos le “ofrecen el perdón a las
víctimas”, los actos simbólicos continúan y la cúpula de la institución
sigue intacta después de que, en palabras de la alcaldesa, ocurriera el
hecho “más grave que ha pasado en Bogotá desde la toma del Palacio de
Justicia”, el 6 de noviembre de 1985.



Mientras Bogotá arde Colombia es manejada desde una finca.

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