Estados Unidos/ El movimiento por la libertad de expresión de Berkeley, 56 años después [Samuel Farber]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Sep 15 00:33:47 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

15 de setiembre 2020

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Estados Unidos



El movimiento por la libertad de expresión de Berkeley, 56 años después



Samuel Farber *

Jacobin, 3-9-2020

https://jacobinmag.com/

Traducción de Enrique García – Sin Permiso

https://www.sinpermiso.info/



El Movimiento por la Libertad de Expresión (FSM) en Berkeley fue un
acontecimiento decisivo en la organización de los estudiantes en la década
de 1960 en EEUU. Gracias a una movilización sin precedentes, la oposición a
la extensión de las normas inspiradas por los macartistas para estrangular
las actividades políticas en las universidades y el rechazo a los esfuerzos
de la administración para dividir al movimiento, los estudiantes ganaron su
derecho democrático a la libertad de expresión en los campus.



Este ensayo es una recensión de la nueva edición de Berkeley: The Student
Revolt de Hal Draper, con una introducción de Mario Savio (Haymarket Books
2020).



***



A principios del otoño de 1964, un grupo de estudiantes de pregrado y
posgrado de la Universidad de California en Berkeley iniciaron una protesta
contra la administración del campus en defensa de su derecho a la libertad
de expresión. En poco tiempo, la protesta creció hasta involucrar a un gran
número de estudiantes apoyados por sectores importantes de profesores y
personal; y en diciembre, el movimiento había ganado sus principales
reivindicaciones: la posibilidad de realizar actividades políticas en los
límites del campus e, incluso más allá, dentro del propio campus.



El movimiento también politizó y radicalizó a cientos de estudiantes, muchos
de los cuales se unieron a la lucha en curso del Movimiento por los Derechos
Civiles en Oakland, Berkeley y San Francisco, y al movimiento contra la
guerra en Vietnam el semestre siguiente.



Nadie estaba mejor preparado para escribir sobre este movimiento que Hal
Draper, un bibliotecario en la universidad de cincuenta años, que estuvo en
el centro del movimiento del principio al fin, y que desempeñó un papel
extremadamente influyente como mentor político de muchos de los dirigentes y
activistas estudiantiles involucrados.



Su conocido panfleto "La mente de Clark Kerr", sobre Kerr, presidente de la
Universidad de California en ese momento, tuvo un impacto notable en el
movimiento, incluso en la crítica del líder del Movimiento por la Libertad
de Expresión (FSM) Mario Savio a la visión de Kerr de la la universidad como
fábrica productora de conocimiento. Berkeley: The Student Revolt de Draper
es una nueva edición de sus escritos sobre la historia del FSM, publicada
por primera vez en 1965, poco después del triunfo del movimiento.



El libro es un análisis político, basado en una presentación cuidadosa y
metódica de una lucha política, por un autor que enfatiza el equilibrio de
fuerzas en constante cambio entre las fuerzas contendientes sobre el
terreno. Draper analiza esa dinámica en detalle, desde el momento en que se
inicia el movimiento, cuando el poder descansaba en las autoridades del
campus respaldadas por enormes intereses económicos y políticos, hasta su
fin, cuando el poder se había desplazado a favor de los estudiantes, quienes
obtuvieron el apoyo de la gran mayoría de los profesores frente a una
administración universitaria y del campus intransigente y políticamente
sorda.



La historia de Draper del FSM es un ejemplo de cómo es posible desarrollar
un análisis objetivo a partir de un punto de vista político claramente
favorable al FSM. Se basa en la visión política del "Socialismo desde
abajo", que articuló en su "Las dos almas del socialismo", publicado
originalmente como un artículo en 1960, y más tarde como un folleto de
amplia distribución, que defiende que son los propios oprimidos y excluidos
los que deben emprender directamente la lucha por sus intereses y por su
auto-emancipación, en lugar de esperar que luchen por ellos sus gobernantes
o aspirantes a salvadores.



Los estudiantes de Berkeley pudieron ganar la batalla por la libertad de
expresión gracias a  una protesta sin precedentes y una movilización radical
que fue mucho más allá del liberalismo habitual. Los estudiantes rechazaron
la extensión de las normas inspiradas en los macartistas de la década de
1950 para estrangular las actividades políticas en el campus, que la
administración adoptó bajo la presión de las empresas del área, las
autoridades locales y estatales y, finalmente se opusieron a las propias
normas. Y el muy democrático movimiento FSM, a través de su creciente
militancia, superó las maniobras de la administración para recortar sus
concesiones iniciales y sus intentos de dividir el movimiento, sacando
partido de la intransigencia y la sordera política de la administración.



Raíces del movimiento por la libertad de expresión



El relato de Draper sobre el FSM comienza con la formación de una coalición
de un gran número de organizaciones políticas y sociales del campus que
rápidamente se unieron para luchar contra una serie de nuevas restricciones
a la actividad política en el campus impuestas por la administración de
Berkeley en septiembre de 1964.



Esto, explica Draper, fue parte de la reacción política conservadora ante el
alto nivel de participación de los estudiantes en las manifestaciones
militantes por los derechos civiles en Berkeley, Oakland y San Francisco,
centradas principalmente en el tema de la discriminación laboral contra la
gente negra.



A la cabeza de esta reacción se encontraban las fuerzas conservadoras de la
comunidad empresarial de Oakland, lideradas por el periódico de derecha
Oakland Tribune, cuyo propietario y editor era el exsenador republicano
William Knowland, un firme partidario del generalísimo chino Chiang
Kai-shek.



Su periódico lideró una campaña contra los "Berkeley Reds" (los Rojos de
Berkeley) que estaban perjudicando los intereses de la comunidad empresarial
de Oakland, como los restaurantes en la plaza Jack London, la principal
atracción turística de Oakland, que eran el objetivo de piquetes para
obligarlos a contratar  trabajadores negros.



Estas presiones de la derecha encontraron un fuerte eco en la Junta de
Regentes de la universidad, que habían sido designados por el gobernador de
California, y que en su mayoría eran empresarios prominentes y partidarios
del status quo.



El entonces gobernador de California, Edmund "Pat" Brown (padre del reciente
gobernador Jerry Brown) era un liberal partidario de la libertad de
expresión siempre que fuera en lugares donde su ejercicio tuviera pocas
posibilidades de tener consecuencias prácticas, como en el caso de un
discurso que pronunció en defensa del concepto general de la libertad de
expresión en la despolitizada Universidad de Santa Clara en 1961. Sin
embargo, cuando se enfrentó a la protesta del FSM, el gobernador Brown
adoptó una estricta línea de ley y orden.



Siguiendo la estrategia triangular característica de muchos liberales, Brown
se acomodó a las fuerzas de la derecha, presentándose como el defensor de la
“ley y el orden” por temor a perder el apoyo electoral de la derecha
política conservadora. (Al final resultó que su adaptación a la derecha fue
en vano y no impidió que perdiera su campaña de reelección ante Ronald
Reagan en 1966, quien prometió mano dura contra los manifestantes).



Las autoridades del campus, encabezadas por el canciller conservador de
Berkeley Edward Strong y por Clark Kerr, un tecnócrata liberal del
establishment, no necesitaron mucha presión para ceder ante las fuerzas
conservadoras externas. Mucho antes del otoño de 1964, las autoridades del
campus habían establecido limitaciones a la actividad política que hacían
casi imposible celebrar una reunión política en el campus, un residuo
importante de la influencia macartista en la política de California de los
años cincuenta. Como resultado, las organizaciones políticas estudiantiles
estaban obligadas a reunirse fuera del campus en espacios alquilados,
principalmente en el Stiles Hall del cercano YMCA.



Esta vez, sin embargo, las autoridades del campus decidieron ir mucho más
lejos en la limitación de la actividad política aprovechando un tecnicismo
legal: el "descubrimiento" de que parte de una acera era en realidad
propiedad del campus en vez de la ciudad y, por lo tanto, no podía haber en
ella actividades políticas no autorizadas. Es decir, se prohibía a los
estudiantes distribuir folletos y poner puestos de libros en la esquina más
concurrida del campus de Bancroft Way y Telegraph Avenue.



Inicialmente, la administración del campus adoptó una línea dura, rechazando
las reivindicaciones de la naciente coalición del FSM de continuar usando la
ahora famosa franja de acera para la difusión de literatura política. Más
tarde, obligados por la creciente militancia de los activistas y el apoyo de
los estudiantes de posgrado y pregrado que se produjo en respuesta a la
prohibición de la administración, las autoridades de la Universidad de
California y las de su campus de Berkeley se embarcaron en una serie de
negociaciones, haciendo concesiones y luego retirándolas cuando creían que
los manifestantes habían perdido fuerzas.



Como señala Draper, las recalcitrantes maniobras de las administraciones del
campus y de la universidad fueron en parte influenciadas por la creciente
presión de las fuerzas conservadoras externas, pero también por la
desmesurada confianza de la administración, basada en la incuestionada
suposición de que podría superar las protestas estudiantiles sin mucha
dificultad. No es sorprendente que esta confianza en sí misma condujera a
respuestas poco sofisticadas y políticamente sordas que socavaron en gran
medida la confianza que la administración aún conservaba entre una parte de
los estudiantes y profesores.



Sin embargo, aunque el crecimiento del FSM fue impulsado por las maniobras y
zig-zags de la administración, que deslegitimaron progresivamente su
autoridad, el liderazgo del movimiento jugó un papel clave en la
construcción y consolidación del apoyo de los estudiantes y profesores al
FSM.



Como muestra Draper, este liderazgo, constituido en su mayor parte por
estudiantes de pregrado y posgrado radicales y socialistas con considerable
experiencia y formación políticas, pudo mantener una estrategia clara que
evitó, por un lado, las tendencias liberales y socialdemócratas entre los
estudiantes y profesores que amenazaban con renunciar a los principales
objetivos del movimiento, y por otro lado, cualquier ultra-izquierdismo que
hubiera desacreditado al movimiento a los ojos de la gran mayoría de sus
simpatizantes, que habrían rechazado cualquier provocación innecesaria a las
autoridades del campus ajena a sus propios problemas.



Como señala Draper, este liderazgo no solo tuvo que lidiar con las
autoridades universitarias, sino también con divisiones internas dentro de
sus propias filas de quienes no estaban especialmente preocupados por la
reivindicación de la libertad de expresión en sí misma, enfocada
principalmente a restablecer los derechos de los estudiantes a distribuir
libremente literatura política en la acera en disputa y dentro del propio
campus, sino por los medios cada vez más militantes que la dirección del
movimiento adoptó para contrarrestar las tácticas arbitrarias y
manipuladoras de las autoridades universitarias, medidas que eran defendidas
principalmente por los socialistas y radicales que participaban en el FSM .



La más importante de estas posibles divisiones internas, escribe Draper, se
planteó a partir de una iniciativa del destacado sociólogo de Berkeley,
Seymour Martin Lipset. Junto con los dirigentes de los Jóvenes Demócratas de
América y de la Liga de Jóvenes Socialistas, una organización de la derecha
socialdemócrata, Lipset organizó una reunión en su casa con Clark Kerr. En
esa reunión, Kerr instó a los sectores moderados a separarse del FSM para
constituir un grupo con el que las autoridades universitarias pudieran
negociar. Habiendo acordado hacerlo a cambio de las concesiones prometidas
por Kerr en relación con la libertad de expresión, los moderados abandonaron
la reunión convencidos de que Kerr cumpliría sus promesas.



Pero en una segunda reunión al día siguiente con Kerr y el vicepresidente de
la Universidad de California, Earl Bolton, y la inclusión de representantes
estudiantiles de los conservadores Jóvenes Republicanos, descubrieron con
gran desilusión que Kerr no estaba dispuesto a hacer ninguna concesión.
Draper cita el comentario indignado de uno de los socialdemócratas presentes
después de la reunión: "Quería que nos vendiéramos sin ni siquiera ofrecer
nada a cambio" (p. 79). Fue esta maniobra de Kerr, como director de la
universidad, la que impulsó a muchas de estas fuerzas moderadas a apoyar las
acciones militantes propuestas por la dirección del movimiento, que
incluyeron varias manifestaciones masivas, sentadas y la convocatoria de una
huelga en diciembre de 1964.



Las divisiones en las filas del movimiento no  desaparecieron, señala
Draper. A medida que el movimiento se acercaba a su clímax, cuando su
dirección convocó la huelga, algunas personas y grupos de estudiantes se
opusieron activamente. No lograron ningún apoyo significativo, incluso entre
los estudiantes a los que no les gustaba la idea de ir a la huelga o eran
ambivalentes. Como escribe Draper:



“En un conflicto dinámico, no hay simplemente una mayoría y una minoría: la
oposición no es un todo homogéneo. Una parte puede ser neutralizada,
abandonando su oposición por completo, sin que se pase al lado más activo.
Otro sector, aunque permanece en la oposición, puede estar tan corroido por
la incertidumbre - tan tácitamente impresionado por el atractivo de la
posición a la que se opone formalmente - que su oposición se debilita en la
práctica. Así como una fuerza dada ejerce una potencia de palanca
proporcional a su distancia del fulcro, una fuerza de combate ejerce una
influencia en el conflicto que es proporcional no simplemente a su número
sino también a la fuerza de sus convicciones y la firmeza de sus
seguidores”. (pp. 131)



Esa fue la correlación de fuerzas que, como Draper describe, terminó
moviendo a los profesores, que inicialmente había ocupado una posición
intermedia, moderadora, en el conflicto, a apoyar al FSM. Unos doscientos
profesores habían apoyado inicialmente el movimiento en otoño, pero en
diciembre, ante la masiva huelga estudiantil, el claustro de la facultad
adoptó una resolución claramente favorable a las reivindicaciones del
movimiento estudiantil con una impresionante votación de 824 contra 115, que
apoyaba implícitamente la huelga estudiantil.



Pero Draper señala que, en contraste con un estudiantado cada vez más
militante y políticamente radicalizado, la victoria de los simpatizantes del
FSM en el claustro fue meramente coyuntural. Es decir, no reflejó una
radicalización real del cuerpo docente. Así lo indicaron los resultados de
unas elecciones convocadas por el claustro de la facultad para formar un
Comité Ejecutivo de Emergencia. Para hacer frente a los “problemas derivados
de la crisis actual”, una mayoría de “moderados” que no habían formado parte
del grupo de los doscientos terminaron siendo elegidos. (p.152)



Al final, el FSM obtuvo todas sus reivindicaciones más importantes
relacionadas con la libertad de expresión, lo que hizo posible que las
organizaciones estudiantiles reconocidas se reunieran no solo en el tramo de
acera en disputa sino en cualquier lugar del campus, y celebraran eventos
políticos de forma gratuita y sujetos solo a limitaciones relativamente
mínimas. Además, los activistas graduados del FSM formaron uno de los
primeros sindicatos de asistentes de enseñanza e investigación en el país
(AFT Local 1570), del cual fui miembro fundador como asistente de
investigación graduado en Berkeley.



Y, por primera vez en el campus de Berkeley, una lista compuesta por
activistas de pregrado del FSM ganó las elecciones de la Asociación de
Estudiantes de la Universidad de California (ASUC) oficial, de la que los
estudiantes graduados habían sido excluidos años antes por una
administración que consideraba que esta privación de sus derechos permitiría
limitar la influencia de la izquierda en la asociación de estudiantes.



Dadas esas victorias y los miles de estudiantes que se involucraron en el
movimiento (incluidos unos ochocientos que fueron arrestados en una sentada
en Sproul Hall, el edificio de la administración), Hal Draper puede reclamar
legítimamente, como lo hace en su libro, que el FSM "fue probablemente el
movimiento más poderoso y con más éxito jamás protagonizado por los
estudiantes de Estados Unidos en conflicto con la autoridad" (pp. 135–36).



Sus efectos se sintieron incluso después que terminase: la radicalización de
cientos de estudiantes y su victoria sobre la administración universitaria,
alimentaron el crecimiento y desarrollo del movimiento radical contra la
guerra de Vietnam en el Área de la Bahía de San Francisco el siguiente
semestre en la primavera de 1965.



El giro hacia el radicalismo en Berkeley



Cuando llegué al campus en el otoño de 1963 para unirme al Departamento de
Sociología como estudiante recien graduado, solo había unos doscientos
estudiantes militantes activos en todo el campus. Al ser un número
relativamente pequeño, llegué a conocer a la mayoría de ellos de vista,
cuando no por su nombre, y comencé a participar en los mítines,
manifestaciones y reparto de folletos sobre los derechos civiles en la
posteriormente disputada acera de la esquina de Bancroft y Telegraph. A
fines del otoño de 1964, sin embargo, ya no podía reconocer a la mayoría de
ellos: su número probablemente se había multiplicado por diez.



Un proceso similar tuvo lugar en mi propio departamento, donde al comienzo
era solo uno de una docena de estudiantes graduados radicales, socialistas y
políticamente activos, aunque terminé rodeado por un número
significativamente mayor de ellos gracias al FSM y los debates y eventos
relacionados con él organizados por el Club de Sociología de los estudiantes
graduados durante el otoño de 1964.



También fui testigo de cómo muchos estudiantes moderados de mi departamento,
que a principios del semestre se habían resistido y cuestionado activamente
las iniciativas y propuestas de los radicales, se radicalizaron también bajo
el impacto de los acontecimientos y se pusieron de nuestro lado.



Esta es la razón por la que las interpretaciones contemporáneas del FSM,
como el libro de Robert Cohen, The Free Speech Movement, que lo define como
un movimiento fundamentalmente liberal, en pos de un objetivo liberal, están
equivocadas. Pudiera ser así a principios del semestre del otoño de 1964,
cuando comenzó la protesta. Pero a medida que se desarrolló la lucha con las
autoridades, cientos de activistas del FSM se radicalizaron al recurrir a
acciones cada vez más militantes que iban más allá de los límites de la
legalidad del campus.



Esto incluyó la desobediencia civil para resistir a la policía y el
cuestionamiento radical de las políticas del campus de Berkeley, de las
autoridades universitarias, de los Regentes de la Universidad y de los
poderosos intereses empresariales que se opusieron al movimiento estudiantil
y a la lucha por los derechos civiles que lo provocó. Tras comenzar como un
movimiento compuesto en su mayoría por estudiantes liberales, a fines del
semestre de 1964 se había convertido en un movimiento democrático radical
que iba mucho más allá de la política y los métodos del liberalismo
estadounidense.



Es incuestionable que el movimiento fue liderado desde el principio
mayoritariamente por radicales y socialistas que, como Mario Savio, habían
adquirido sus dotes políticos en otras luchas, como el Movimiento por los
Derechos Civiles, con anterioridad al FSM. En particular, Savio y muchos
otros se habían radicalizado hacia poco por sus experiencias en el
movimiento Mississippi Freedom Summer, que tuvo lugar durante las vacaciones
de verano anteriores al otoño de 1964.



A la cabeza de una federación de grupos muy democrática del FSM, estos
experimentados dirigentes, a través de sus numerosos mítines, folletos y
discusiones informales en las clases y otras actividades escolares,
convencieron y alentaron con exito a los estudiantes a emprender acciones
cada vez más radicales.



Como otros estudiosos del FSM, Cohen también subestima el papel clave que
jugaron los socialistas de diversas tendencias en el movimiento. A
diferencia del resto de los campus estadounidenses, donde los Estudiantes
por una Sociedad Democrática (SDS), de tendencia radical, se habían
convertido en la organización de izquierda predominante a mediados de los
sesenta, la presencia de la izquierda organizada en el campus de Berkeley
era predominantemente socialista. El SDS de Berkeley jugó un papel muy
secundario en el FSM, y principalmente como una actividad individual de los
miembros del SDS, no como grupo organizado.



Tres grupos socialistas formaban la izquierda organizada en Berkeley. El
primero, el Club Socialista Independiente (Socialistas Internacionales, o IS
después de 1969) bajo el liderazgo ideológico de Hal Draper. Defendían una
política revolucionaria socialista de izquierda de "tercer campo",
históricamente arraigada en el movimiento trotskista, del que se había
apartado casi veinticinco años antes, al defender que la URSS era una nueva
forma de sociedad de clases en lugar de que un "estado obrero degenerado",
como había sostenido Trotsky.



El segundo grupo socialista era la Alianza de Jóvenes Socialistas (YSA), la
organización juvenil del Partido Socialista de los Trabajadores (SWP),
trotskista “ortodoxo”. El tercer grupo fue el Club W.E.B. Du Bois con
estrechos vínculos con el Partido Comunista de EEUU. Juntos, estos tres
grupos tenían aproximadamente un centenar miembros activos entre los
estudiantes.



Aunque muchos de ellos eran jóvenes y todavía carecían de experiencia
política, estaban organizados y dirigidos por cuadros de gran experiencia
política en cada uno de esos grupos. Los dirigentes de estos tres grupos
también se convirtieron en líderes del FSM, y se les unieron otros líderes,
como Mario Savio, que también eran socialistas aunque no estaban afiliados a
ningún grupo. Por lo tanto, el peso político de los líderes del FSM que eran
socialistas, organizados o no, fue fundamental a la hora de inyectar
militancia, experiencia táctica y astucia al movimiento.



Cohen presta aún menos atención a los numerosos estudiantes, en su mayoría
graduados que preparaban sus maestrías y doctorados, que, como Savio, no
eran miembros de ninguno de los tres grupos socialistas organizados en el
campus, pero que sin embargo eran socialistas con experiencia política.
Estos estudiantes eran muy activos en el movimiento y desempeñaron papeles
importantes en el FSM como cuadros activistas y organizadores,
particularmente en departamentos académicos como sociología, historia y
matemáticas, así como en el sindicato local AFT recién fundado y el
movimiento contra la guerra que creció enormemente en el campus a partir de
la primavera de 1965.



Ellos, junto con muchos de los estudiantes de pregrado y especialmente los
de posgrado que pertenecían a los tres grupos socialistas, se habían
matriculado deliberadamente en Berkeley por su reputación política, además
de académica y la generosa financiación proporcionada por el gobierno
estatal y el federal, y por numerosos fundaciones, en un momento en que la
educación superior pública estaba en auge en California y en otros lugares.
En la década de 1960, la combinación de política radical y socialista, alto
nivel académico, abundante apoyo financiero y el excelente clima de Berkeley
era difícil de resistir.



Hubo otros factores que contribuyeron a hacer de Berkeley un polo de
atracción en la década de 1960. En aquella época, la gran mayoría de los
estudiantes de pregrado de Berkeley provenían de California, mientras que
los estudiantes de posgrado eran originarios de otras partes de los Estados
Unidos y de muchos países extranjeros. La admisión de pregrado estaba
reservada a quienes habían obtenido un promedio de B + o superior en la
escuela secundaria. Pero, el coste de la matrícula para los estudiantes de
pregrado y posgrado era muy baja para aquellos con residencia en California
(que los ciudadanos estadounidenses y los inmigrantes con “tarjetas verdes”
podían obtener tras vivir un año en el estado). Esto hizo que Berkeley fuera
accesible para los estudiantes de pregrado de clase trabajadora y de clase
media baja (en ese momento, la mayoría de los estudiantes de posgrado se
financiaban a través de becas o ayudas a la enseñanza y la investigación).



Como Berkeley aún no se había gentrificado, la gran mayoría de los
estudiantes, tanto de pregrado como de posgrado, vivían a poca distancia del
campus, pagaban alquileres relativamente moderados y estaban rodeados de una
densa red cooperativista de cafeterías, librerías, restaurantes y
residencias. Un par de años más tarde también contaban con un periódico
semanal radical, Barb, dirigido principalmente hacia la comunidad
universitaria, todo lo cual facilitó enormemente la comunicación y la
organización del movimiento estudiantil.



Por ejemplo, yo era parte de un “árbol telefónico” que me informaba de las
acciones de emergencia organizadas por el FSM. Como vivía a solo siete
cuadras del campus, podía llegar en muy poco tiempo, como miles de otros
estudiantes.



Evidentemente, había grandes lagunas en el universo radical de Berkeley.
Como ocurría generalmente en la educación superior en California y en el
resto de los Estados Unidos, con la excepción de muchos college locales, su
composición era casi completamente blanca en su profesorado y estudiantes,
con la importante excepción de un número significativo de estudiantes
japoneses- estadounidenses que eran hijos de los internados en campamentos
durante la Segunda Guerra Mundial, y por lo tanto constituían la tercera
generación “Sansei” de ese grupo.



No se conocía de verdad ni el término ni la substancia  de "acción
afirmativa", aunque yo era miembro activo del capítulo universitario del
Congreso de la Igualdad Racial (CORE) que había comenzado a organizar
acciones estudiantiles basadas en esa noción en 1963 y 1964, a formar
comités de estudiantes (en los que participé) para visitar las tiendas de
Berkeley y Oakland y pedirles que firmasen acuerdos comprometiéndose a
contratar a un trabajador negro de cada dos. El entendimiento tácito era que
sufrirían la acción de los piquetes si no firmaban o no cumplían su promesa.
Por lo tanto, practicábamos la política de "acción afirmativa" (de hecho, de
cuotas) incluso antes de conocer el propio término.



Para algunos líderes del FSM, como Michael Rossman, no fue principalmente la
política, sino el descontento y la alienación con las prácticas educativas a
nivel de pregrado de Berkeley lo que inspiró y alimentó el FSM. La
alienación estudiantil de la que hablaba Rossman era real. Gran parte de la
educación universitaria en Berkeley, al menos en humanidades y ciencias
sociales, adoptaba la forma de largas e impersonales conferencias.



A excepción de algunas estrellas como Carl Schorske en el Departamento de
Historia, muchos de los profesores famosos, que eran los imanes que atraían
a muchos estudiantes, con frecuencia no estaban disponibles para enseñar y
dejaban la enseñanza en manos de miembros desconocidos de la facultad.
Además de las clases masivas también había grupos de discusión más pequeños,
pero eran responsabilidad de estudiantes graduados que actuaban como
asistentes de enseñanza (TA), por lo general solo un poco mayores que los
estudiantes universitarios.



Los estudiantes también tenían que lidiar con una administración asfixiante.
En ese momento, Berkeley tenía cerca de treinta mil estudiantes, más de mil
profesores y un número aún mayor de personal administrativo o de servicio.
Todos ellos estaban sometidos a una burocracia relativamente grande, a
menudo muy frustrante y difícil de superar. Había que rellenar muchos
documentos y los procesos eran tan complicados que a menudo era difícil
discernir quién estaba a cargo de qué.



Esta realidad burocrática se prestó a la crítica y el desprecio de los
estudiantes, que se expresó con el lema popular “No doblar, girar ni
mutilar” [a los estudiantes], que satirizaba las instrucciones que se pedía
seguir a los estudiantes a la hora de proorcionar su información personal y
académica en tarjetas rectangulares, como requería la tecnología de IBM
utilizada entonces para fines administrativos.



Sin embargo, Draper contradice a Rossman citando las conclusiones de dos
encuestas realizadas en aquella época por el profesor Robert Somers del
Departamento de Sociología. Estas encuestas mostraban que, si bien podía
existir un descontento latente con la calidad de la educación que brindaba
la universidad, fue la indignación de los estudiantes por haber sido
privados de su derecho a la actividad política lo que claramente motivó su
participación en el FSM (pp. 179–180).



El FSM y la nueva izquierda



A pesar del importante papel que jugaron los socialistas de distintas
tendencias en el FSM, solo una minoría de estudiantes activistas del mismo
podrían ser considerados, o se consideraban a sí mismos, socialistas. Pero
la dirección del FSM si contaba con una mayor proporción de socialistas.
Como Draper describe con precisión, los activistas y líderes no socialistas
eran, en su mayor parte, radicales politizados hacía poco en campañas
concretas, reacios a relacionar varios temas para adoptar una visión global
de la sociedad. Eso es lo que consideraban un enfoque “pragmático” no
ideológico.



Para ilustrar este enfoque, Draper cita a un estudiante radical que describe
su política como la suma total de las posiciones que había adoptado sobre
una serie de cuestiones concretas, como los derechos civiles y la guerra de
Vietnam (p.184). En su excelente análisis y debate sobre este nuevo
radicalismo, Draper señala que, en vez de rechazar la ideología y la teoría
como tales, este radicalismo "pragmático" rechazaba específicamente las
"viejas" ideologías y teorías radicales como el comunismo y, en mucho menor
medida, la social-democracia. (pp.184–87)



Agrega que esto sucedía como reacción al “fracaso de todas las corrientes
pasadas del radicalismo estadounidense a la hora de transformarse en
movimientos de masas” (p. 185), particularmente entre los muchos estudiantes
radicales nacidos en antiguas familias comunistas. Este es el núcleo de lo
que se denominó la "Nueva Izquierda".



Para estos nuevos izquierdistas, rechazar la ideología comunista, sin caer
por ello en la rutina del anticomunismo dominante era rechazar la ideología
de sus padres, no porque fuera comunista, sino porque era una ideología. Su
posicionamiento no ideológico también respondía a su preocupación de que las
diferencias ideológicas pudieran afectar a la unidad del movimiento.



Y de hecho, el FSM, que se formó originalmente como una coalición de
organizaciones, evitó sacar demasiadas conclusiones generales sobre lo que
estaba haciendo, y correspondió a grupos socialistas como el ISC asumir esa
tarea. Por otro lado, eso limitó y restringió el desarrollo político del
movimiento (en el sentido de relacionarse con otras luchas en curso) y
redujo su alcance. Por lo tanto, como Draper resume, "el FSM pudo desempeñar
un papel en la acción, pero no ideológico". (p. 186)



Mi experiencia en el FSM influyó en mi desarrollo político mientras vivía y
presenciaba la politización y radicalización de los estudiantes, el personal
del campus e incluso de algunos profesores a través de sus experiencias en
la lucha contra la administración y contra la policía que arrojó sobre
nosotros el gobernador demócrata Pat Brown.



Aprendí en la práctica que, a diferencia de los izquierdistas que creen que
es más probable que las personas luchen y se rebelen cuando han sido
derrotadas y machacadas, ganar - y especialmente ganar a lo grande -
empodera a la gente, aumenta sus expectativas y abre su apetito político. La
derrota, en cambio, y hubo derrotas temporales en el transcurso de esta
lucha, tiende a desmoralizar a la gente, a limitar sus expectativas y las
influye a querer conservar lo que tienen en lugar de luchar por su
emancipación y a aumentar su poder político.



* Samuel Farber :nació en Marianao, Cuba. Profesor emérito de Ciencia
Política en el Brooklyn College, New York. Entre otros muchos libros,
recientemente ha publicado The Politics of Che Guevara (Haymarket Books,
2016) y una nueva edición del fundamental libro Before Stalinism. The Rise
and Fall of Soviet Democracy (Verso, 1990, 2018).

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