Grecia/ Moria y las cenizas de los derechos europeos [Miguel Urbán]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Sep 16 13:29:57 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

16 de setiembre 2020

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Grecia



Moria y las cenizas de los derechos europeos



Miguel Urbán *

Público, 15-9-2020

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Algo más de 13.000 personas, muchas de ellos menores, duermen en arcenes,
aparcamientos y descampados después de que un incendio devastara el
campamento de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos. Sin otra
alternativa habitacional ni mucho más que echarse a la boca, sufren además
recurrentes cargas policiales y el lanzamiento de gases lacrimógenos por
parte de unos antidisturbios que tienen como única función encerrarlos. Pero
nos equivocaríamos si calificásemos, como muchos están haciendo, estos
acontecimientos como un terrible incidente fruto de un hecho accidental.
Este es un capítulo más de una tragedia, que no por anunciada resulta menos
dramática, de una peligrosa deriva autoritaria y vulneradora de derechos en
el conjunto de Europa.



Hagamos un poco de memoria.  A finales de 2015, hace ahora cinco años, las
guerras, el hambre y el cambio climático llevaban ya años expulsando a miles
de personas de sus lugares de residencia. Algunas intentan llegar a Europa.
La Unión Europea (UE) entra en pánico. Esa pretendida superpotencia mundial,
autoerigida en cuna y bastión de los Derechos Humanos y demás valores
solidarios, dice ser incapaz de lidiar con unos cuantos cientos de miles de
personas que huyen de la muerte. De repente, por sus cuatro costados a
Europa le empiezan a sangrar las fronteras y a brotarle las alambradas. Se
suceden las reuniones de alto nivel, las propuestas y las bonitas palabras.
Pero nada llega, solo los muros y el dinero para militarizar el Mediterráneo
y subcontratar policías de fronteras en países alejados de los focos
biempensantes. Tanta velocidad y recursos despliega esta UE para rescatar a
bancos, como lentitud y racanería para rescatar personas. Y así pasan los
años, mientras el mensaje dominante pasa del Refugees welcome a aquel Do not
come to Europe del entonces presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk,
verbalizado precisamente en Grecia poco antes de firmar el "acuerdo" de la
vergüenza entre la UE y Turquía. Los siguientes cinco años de la historia ya
la conocemos, la seguimos sufriendo y de aquellos barros estos lodos.



Volvamos a Lesbos. Ya en 2016 Médicos Sin Fronteras catalogaba el campamento
de Moria como "la vergüenza de Europa" y uno de los peores campamentos de
refugiados en los que habían trabajado nunca. Algo que podemos corroborar
quienes lo hemos visitado en diferentes ocasiones, encontrándonos siempre la
misma imagen: la de un basurero. Solo que lleno de personas que buscan
asilo. O sea, un basurero de derechos.  Y a pesar de las innumerables
denuncias públicas, el tiempo pasaba pero las cosas no mejoraban en Moria,
sino todo lo contrario: en estos años su población fue paulatinamente
aumentando (donde oficialmente solo había sitio para 3.000 terminaron
hacinándose 13.000) y la situación degradándose, sucediéndose los incendios
accidentales o provocados, algunos de ellos con víctimas mortales. Todo ello
ante la mirada impotente de una población local cada vez más hostil, cansada
de ver cómo la UE es incapaz de aportar ninguna solución ni alternativa a la
orfandad entre la solidaridad con quienes llegan del mar y los recortes que
llegan de Atenas.



Hoy ya prácticamente  nadie habla de cuotas de reubicación y el dinero solo
va para comprar más barcos de Frontex y subcontratar a más países de paso
para que violen por nosotros los Derechos Humanos de quienes migran, lejos
de los biempensantes ojos europeos. Solo el pueblo salva al pueblo pero el
pueblo sufre recortes. La solidaridad que no se convierte en derechos, las
promesas que no se traducen en políticas, terminan generando frustración y
cansancio, el caldo de cultivo perfecto para la guerra de los últimos contra
los penúltimos en la pelea por unos recursos cada vez más escasos. Una
terrible estrategia para que las y los de abajo compitan por las migajas
hasta que etiqueten como el enemigo a quienes llegan de fuera con las manos
vacías y no a quienes les expolian desde arriba con las manos llenas. Una
estrategia lenta y fría, pero que termina dando sus frutos. En las últimas
elecciones, Nueva Democracia fue por primera vez en años el partido más
votado en Lesbos mientras no paran de aumentar los ataques racistas de la
población local no solo contra las personas refugiadas, sino también contra
las ONG que intentan ayudarles en el vacío que dejan las autoridades griegas
y europeas.



Así que ya basta de repetir machaconamente titulares falaces: Moria no es
una trágica excepción europea sino otra pieza más en el puzle de
excepcionalidad permanente que lleva años armando la Unión Europea para
convertir la mal llamada crisis de refugio, que en realidad es una crisis de
derechos,  en una situación de desborde políticamente construida con la
intención de poder así justificar medidas excepcionales como la suspensión
de los derechos más básicos y la violación de los tratados internacionales
firmados por los países europeos. Sirva de ejemplo práctico lo que estamos
viendo estos días: el incendio de Moria está siendo utilizado como pretexto
para construir un nuevo campamento igual de precario e inhumano, pero esta
vez cerrado. Las cenizas de las antiguas tiendas de campaña abonan un viejo
sueño reaccionario: convertir los campamentos de refugiados en cárceles. Una
aspiración del ultraconservador Gobierno griego desde que llegó al poder
hace más de un año, pero que solo ahora encuentra la "ventana de
oportunidad" para materializarlo al calor de la excepcionalidad de una
dramática situación para algunos que se convierte en excusa perfecta para
una nueva vuelta de tuerca en sus políticas de xenofobia institucional ante
el silencio cómplice de las instituciones europeas.



Una UE que ya hasta ha renunciado a su juego hipócrita de bonitas palabras
que luego se traducen en acciones opuestas. Cuando en marzo de este año
aumentaron de nuevo las llegadas a Europa a través de la ruta migratoria
greco-turca, Bruselas no se lanzó, como en otras ocasiones, a invocar la
supuesta tradición europea garante de derechos para toda la galaxia. Justo
al contrario: los presidentes del Consejo, el Parlamento y la Comisión
Europea se plantaron en Grecia como muestra de apoyo a la reacción policial
de su gobierno al que catalogaron como el "escudo de Europa". Un gobierno
que estaba anulando temporalmente de facto el derecho al asilo, gaseando y
disparando a quienes intentaban cruzar su frontera, familias y menores
incluidos; negándose a rescatar a quienes flotaban a la deriva, e incluso
acosando y provocando naufragios mortales; y amparando a grupos fascistas
que desde hace meses hostigan a refugiados, organizaciones sociales y
activistas. Pero todo vale, porque  hace tiempo que se cayeron las caretas y
desde Bruselas ya no esconden que la prioridad absoluta y única es "defender
las fronteras europeas". Al menos ya nadie podrá llevarse gratuitamente a
engaños euro-reformistas de esos que tanto abundan también entre nuestras
filas.



Las cenizas del campamento de Moria son la hoguera donde Europa quema los
derechos de todas y de todos. Una muestra palpable, otra más, de la deriva
reaccionaria europea, que no solo se traduce en nuevos discursos de odio,
sino en acciones concretas donde ese odio se convierte en políticas
públicas. Porque si hasta hace poco hablábamos de la "lepenización de los
espíritus" como esa peligrosa capacidad creciente de la ultraderecha para
marcar la agenda social y política, hoy Europa vive una lepenización
acelerada en toda regla. Y la barbarie de Lesbos, el sumidero de derechos de
Moria, las muertes en el Egeo o las patrullas fascistas en Mitilene solo son
su cara más visible. Pero no nos equivoquemos de ámbito: más allá de la
evidente urgencia humanitaria, la situación de Moria y de las y los
refugiados en Lesbos no es solo ni principalmente una cuestión de
solidaridad, sino una disputa política de primer orden que nos interpela a
todos y a todas. Moria es un síntoma, no una excepción. Y la normalización
de la excepcionalidad es el sumidero del derecho y la puerta de entrada a la
verdadera barbarie autoritaria.



Lesbos nos enseña también cómo la pausada y cruda estrategia de abandono
oficial no solo quiebra voluntades solidarias populares, sino que poco a
poco va cultivando la lucha xenófoba de los últimos contra los penúltimos.
Por ello, integrar en la solución de esta crisis de derechos a las
comunidades locales de las zonas de llegada de migrantes forma parte también
de los desafíos pendientes, especialmente para las izquierdas.



Las imágenes de familias viviendo al raso o sufriendo los gases de los
antidisturbios son el espectro más visible de los viejos fantasmas que
recorren de nuevo Europa. Y la UE que los crio, ahora los abraza ya sin
miramientos. Nos estamos jugando el presente y el futuro. La crisis política
y de derechos que se vive en las fronteras y en los CIEs solo son la punta
del iceberg. La pelea por determinar quién tiene derecho a tener derechos ha
entrado en una fase determinante y nos interpela a cada uno de nosotros. Más
vale que lo veamos a tiempo antes de que sea demasiado tarde.



* Eurodiputado, militante de Anticapitalistas y miembro del consejo asesor
de la Revista Viento Sur.

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