Venezuela/ Los dilemas de la oposición venezolana [Luis Vicente León - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Sep 16 12:51:04 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

16 de setiembre 2020

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Venezuela



Entrevista a Luis Vicente León



Los dilemas de la oposición venezolana



La oposición venezolana vuelve a dividirse sobre las estrategias para
intentar alejar a Nicolás Maduro del poder. Las negociaciones de Henrique
Capriles con el gobierno y su apuesta a disputar también en la arena
electoral, en un contexto de debilitamiento de Juan Guaidó, movieron las
fichas del tablero político con miras a las elecciones parlamentarias del 6
de diciembre.



Pablo Stefanoni

Nueva Sociedad, setiembre 2020

https://nuso.org/



La decisión de Henrique Capriles de negociar con el gobierno de Nicolás
Maduro la liberación de presos políticos y una posible participación
electoral generó un terremoto en la oposición venezolana. Acusado de
«traidor» o considerado artífice de una jugada estratégica, el ex-candidato
presidencial que perdió por escaso margen en 2013 divide aguas y vuelve al
ruedo, mientras el «presidente encargado» Juan Guaidó se encuentra estancado
y cada vez más debilitado. En esta entrevista con Nueva Sociedad, Luis
Vicente León da algunas claves de lectura de la coyuntura política y, sobre
todo, de los dilemas de la oposición, dividida en tendencias violentamente
enfrentadas, ante las elecciones legislativas del próximo 6 de diciembre.
León es presidente de la consultora Datanálisis y profesor de la Universidad
Católica Andrés Bello (UCAB) y del Instituto de Estudios Superiores de
Administración (IESA).



-¿Cómo analiza la nueva irrupción de Henrique Capriles en la política
venezolana? ¿Hasta dónde su decisión de volver al ruedo dinamitó la
configuración de la oposición de estos últimos años?



Lo primero es entender que la irrupción de Capriles no es realmente lo que
fractura a la oposición venezolana. La oposición ya estaba fracturada, y
desde hace mucho tiempo. Esa fractura opositora es normal porque es un grupo
heterogéneo que tiene un objetivo común, que es la lucha contra Nicolás
Maduro, pero con visiones muy distintas sobre cómo lograr ese objetivo.
Siendo un grupo que lucha por el rescate de la democracia, difícilmente se
pueda exigir a ese grupo que tenga unidad de pensamiento y que acepte que se
criminalice a quienes piensan diferente dentro de la propia oposición.
Durante un tiempo, la popularidad de algunos eventos determinaron una unidad
pegada con chicles pero que al final de cuentas funcionaba. A principios de
2019, quien se enfrentara a Juan Guaidó dentro de la oposición estaba
muerto, porque él era quien corporizaba el rescate de la esperanza, el
outsider, el actor que había logrado el respaldo de la comunidad
internacional. 63% de los venezolanos creía en febrero del año pasado que
Guaidó iba a sacar a Maduro del poder, con 60 países que lo reconocían…. No
había espacio en ese momento para la disidencia. No era que hubiera acuerdo,
sino que la mayoría de la oposición se decantó por apoyar a quien había
logrado un respaldo mayoritario de la población, los aliados, etc. Pero
luego de 20 meses, el resultado de ese proceso está a la vista. De la oferta
triangular de Guaidó –cese de la la usurpación, gobierno de transición y
elecciones libres–, ninguna de las tres cosas se logró ni está cerca de
lograrse. Hoy solo 17% cree que Guaidó puede lograr un cambio en los
siguientes tres a seis meses. La cosa cambió dramáticamente. Las acciones de
la oposición no fueron exitosas. La oferta de apoyo internacional se
mantiene, pero no es eficiente para provocar un cambio de gobierno. La
esperanza de cambio es prácticamente nula.



-Y ahí vuelve a aparecer Capriles…



Era natural, en este marco, que salieran a la luz las diferencias y otros
actores que piensan distinto a Guaidó internamente, aunque tengan el mismo
objetivo –la salida de Maduro del poder y el rescate de la democracia–,
aparecieran retando a Guaidó. No tiene nada de malo que eso ocurra. Yo parto
de la premisa de que votar o no votar, en estas circunstancias, es un dilema
falso; los dos van al barranco. Pero sí creo que era obvio que iba a ocurrir
una fractura que se iba a poner sobre la mesa. Y también creo que Capriles
tenía el derecho a plantearlo. Como también lo tiene María Corina Machado a
expresar su planteamiento extremo y radical de que no hay nada que hacer,
excepto pedirle a los marines que resuelvan el problema. A mí me parece un
planteamiento éticamente cuestionable pero también estéril, ya que la propia
respuesta de Estados Unidos, en boca de Elliott Abrams, fue que eso es
realismo mágico. Pero ella plantea las cosas como si Guaidó fuera el
culpable de que los marines no hubieran venido; como si él tuviera una app
en su celular donde aprieta «marines» y ellos nos bombardean y sacan a
Maduro. Eso es absurdo. Pero no se puede imponer el consenso a los
«coñazos», como decimos en Venezuela. Yo rechazo la idea de que cualquiera
que plantee algo distinto a Guaidó entonces sea un traidor o esté comprado
por el gobierno. Esto no es un tema de buenos o malos. Es un tema de
estrategias, y lo que vemos es que la estrategia de estos últimos meses
condujo a la «ere paralizada», como denominamos a un juego en Venezuela; nos
paramos todos y nadie puede hacer nada diferente a quienes están congelados
sin límite de tiempo: nadie puede votar, nadie puede negociar, nadie puede
luchar. No hacemos nada: Guaidó se queda donde está, los diputados
anteriores se quedan donde están… y Maduro se queda como está.



Como no hay una elección competitiva, el «presidente encargado» sigue siendo
Guaidó bajo la figura de la «continuidad administrativa», que es un
planteamiento apoyado por Estados Unidos. Eso es como decirles a los
venezolanos que tú estás nombrando un emperador, un Carlos V que no tiene
que validarse ni ir a ningún proceso electoral, que no importa si es popular
o no, que no importa si aglutina o no a las fuerzas opositoras y se queda
per saecula saeculorum porque el «fin de la usurpación» no está a la vista.



-Usted dice que no cree ni en la posibilidad electoral ni en la no electoral
hoy, ¿entonces?



El tema fundamental es que, si tú lo analizas desde la perspectiva de la
abstención, el problema es que Maduro va a tener igual su elección y además
les colocas un problema nuevo a tus aliados internacionales. A Estados
Unidos no tanto porque ya dijo que va a reconocer a Guaidó, pero sí a
Europa. Para Alemania o España, sostener a alguien a quien se le vence el
mandato no es una opción. Pero incluso en Estados Unidos el tiempo va a
jugar en contra de Guaidó por el «efecto Aristide». [El ex presidente
haitiano] Jean-Bertrand Aristide era reconocido, al igual que el sha de
Irán, ¿pero qué pasa cuando pasa el tiempo y no puedes cambiar el gobierno?
¿Cuánto tiempo pasa antes de que te vuelvas irrelevante? La oposición por
continuidad está condenada a la irrelevancia.



Ahora, ¿votar es la solución? Tampoco. Y ahí está el problema. Es claro que
en Venezuela no hay un evento electoral competitivo, ya que no cumple con
las condiciones democráticas mínimas. Con ninguna. Ahora bien, ¿cuándo vale
la pena votar? Teóricamente, siempre será preferible una acción que una
inacción. Es más probable provocar un momentum de ruptura votando que
absteniéndose. La abstención es normalmente desastrosa. La participación es
entonces una búsqueda que no reconoce la legitimidad del gobierno ni intenta
ganar formalmente, lo que intenta es construir un momentum de tensión, que
se convierta en una especie de evento nacional que, como en una corrida,
pica al toro, y busca un momento de lucha y de fractura, una épica.



El problema en Venezuela es que eso es difícil de hacer con la oposición
unida, y con una dividida ya no tienes opción. Con una oposición fracturada
en la que incluso el líder máximo te dice que no vayas, una parte de la
comunidad internacional te dice que no votes, y muchos dicen que quienes
voten son unos traidores, para Capriles convertir su llamado al voto en un
río rebelde es demasiado cuesta arriba. Él lucha a contracorriente porque la
gente está muy decepcionada de todo: de la elección, de la protesta, de la
marcha, de la negociación, de las luchas, de los marines, hasta de los
mercenarios, porque es que acá ha habido de todo. Y todo ha fracasado. Y sin
esperanza esa conversión es muy difícil. Por eso no creo que ninguna de las
dos estrategias tal como están planteadas vaya a ningún lado. O sea, en mi
opinión, el gobierno ganó esta batalla. Pero rescato que el planteamiento de
Capriles no es simplemente votar; Capriles ha dicho que hay que usar el voto
como un instrumento de lucha. Eso es diferente al planteamiento de la Mesa
de Diálogo Nacional, que sostiene que hay que votar y tratar de ganar en la
elección controlada. Carriles ni siquiera ha dicho que se va a presentar en
estas condiciones. Él colocó sobre la mesa una negociación que terminó con
la liberación de 100presos políticos y termina también con una invitación
del gobierno venezolano a la observación internacional europea por primera
vez en 16 años.



¿Esto es suficiente? Claramente, no. Para el propio Capriles tampoco es
suficiente. Obviamente, el gobierno está interesado, incluso desesperado por
lograr que él participe, por mostrar la fractura opositora, por pincelar de
legitimidad la elección. Y Capriles lo sabe y juega rudo para tratar de
conseguir condiciones. Si tú miras la historia de una revolución, ¿cuándo
han colapsado los gobiernos? Cuando se equivocaron, cuando hicieron un
miscalculation en el proceso electoral. Y lo que Capriles piensa es: «todo
el mundo cree que vamos a contracorriente, pero si yo logro unas condiciones
electorales significativamente mejores que incluyan la observación electoral
europea, con las condiciones que exige Europa para una observación, es
posible que nosotros consigamos algún clic que llame a la gente al voto y en
ese proceso construir el momentum». No es fácil, pero lo otro es una
propuesta de inacción para paralizar un juego que está perdido. Es una
opción sí y solo sí él logra lo que yo crea que él quiere lograr la
postergación de las elecciones y tratar, mientras tanto, de convencer a la
gente de participar. Es complicado, pero al menos le doy el beneficio de la
duda, porque es una acción y no una inacción.



-Como analista de opinión pública, ¿cuál es hoy la popularidad de Maduro?
Eso siempre parece un enigma.



Maduro tiene alrededor de 13% de apoyo popular. Eso es bastante estable en
los últimos 16 meses. Pero eso no quiere decir que vaya a sacar 13% en una
elección. Porque al final, el porcentaje de la elección depende también de
la abstención. Y la mayoría de la abstención es opositora. Si le restas eso,
el porcentaje se dispara hacia arriba y hasta podría ganar. Además, él en
una campaña también crece, sobre todo si consideras que 51% de los
venezolanos sigue apoyando la gestión de Hugo Chávez. Ven un cortocircuito
entre Maduro y el legado de Chávez, pero no son opositores convencionales.
Entonces, seguimos teniendo un país dividido. Pero claro, la gestión de
Maduro es tan mala que le es difícil reconectarse con esa parte de la
población y el rechazo es mayoritario en todos los estratos socioeconómicos.
La oposición crece simplemente porque es oposición, pero mucha gente
preferiría a Chávez, solo que Chávez ya no existe. El peor enemigo para
Maduro es el mismo Chávez, como una especie de espejo que muestra una
diferencia brutal entre ambos.



¿Qué pasa con la oposición? Que Guaidó, que es su líder máximo, tiene 26%.
Es el doble que Maduro, sí, pero es 26%. Y eso, con abstención, es
demoledor. Por eso creo que Guaidó tiene razón en abstenerse.



Pese a todo, Maduro ¿puede rescatar algo? Puede. Yo recuerdo a Chávez venir
de abajo y volver a subir en una campaña. Yo no creo que Maduro pueda
ganarle a una oposición unida, pero le puede ganar perfectamente a una
oposición polifracturada. Porque la fractura no es solo
Capriles-Guaidó-María Corina. Es Capriles, Guaidó, María Corina, Mesa de
Unidad, votar o no votar, líderes en el exterior y líderes en Venezuela,
deseo de invasión militar extranjera versus negociación. Todo eso es
simplemente un pastel que complica la interpretación simple de que Maduro es
minoritario. Claro que es minoritario, en un país normal perdería. Pero en
Venezuela no es tan simple.

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