Estados Unidos/ El rescate del Covid-19 como depredación [Robert Brenner]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Sep 20 15:05:16 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

20 de septiembre 2020

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Estados Unidos



El rescate del Covid-19 como depredación



Robert Brenner *

Sin Permiso, 19-9-2020

Traducción de Gustavo Buster

https://www.sinpermiso.info/



La declaración de la Reserva Federal del 23 de marzo de que tenía la
intención de otorgar préstamos a corporaciones no financieras fue decisiva
como señal de que la Fed asumía el liderazgo del rescate corporativo del
gobierno. Apuntaba lo que se esperaba del Congreso y del Tesoro. También
especificó el nivel de apoyo previsto para las grandes empresas en la crisis
económica del coronavirus.



En el momento justo, el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, y
el líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer, anunciaron que la cuestión
central de su proyecto de ley recién aprobado, que pronto se llamaría la Ley
de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica frente al Coronavirus o Ley CARES,
era un rescate gigante de las corporaciones no financieras por valor de
medio billón de dólares.



Esos 500.000 millones de dólares se reservarían en su totalidad para
empresas con al menos 10.000 empleados e ingresos de al menos 2.500 millones
de dólares al año. La ley reservó $ 46 mil millones para ser repartidos
entre aerolíneas de pasajeros ($ 25 mil millones), aerolíneas de carga ($ 4
mil millones) y "empresas necesarias para la seguridad nacional", fórmula en
clave para referirse a Boeing ($ 17 mil millones).



Esto dejó $ 454 mil millones para distribuir a los afortunados beneficiarios
corporativos a ser seleccionados. Sin embargo, incluso esta enorme suma
resultó ser solo la punta del iceberg. Lo que recibirían de verdad las
mayores empresas no financieras del país sería de un orden de magnitud
completamente diferente.



Los 454.000 millones de dólares restantes de la asignación original del
Congreso se acreditaron así en la cuenta de la Fed como un colchón para
cubrir pérdidas potenciales.



Esto abrió el camino para que la Fed pudiera hacer anticipos a las
corporaciones y, en particular, apalancar la asignación original del
Congreso en un factor de 10 - de $ 454 mil millones a aproximadamente $ 4.54
billones - “para préstamos, garantías de préstamos y otras inversiones”.



Unos 4.586 billones de dólares, aproximadamente el 75% del total de los
6.286 billones de dólares provenientes directa e indirectamente del dinero
de la Ley CARES, se destinarían al “cuidado” de las empresas más grandes y
mejor situadas del país. Por el contrario, a medida que el desempleo se
disparó, solo se asignaron $ 603 mil millones para pagos directos en
efectivo a individuos y familias ($ 300 mil millones), seguro de desempleo
adicional ($ 260 mil millones) y préstamos para estudiantes ($ 43 mil
millones).



La Ley CARES detalla un elaborado conjunto de condiciones formales sobre
quién califica para la generosidad de la Fed y el Tesoro, y qué podían y qué
no podían hacer con los anticipos que recibirían. Pero la ley también dejó
la puerta abierta para que el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, quien
inicialmente estaba a cargo de administrar la ley, ignorara esas
condiciones, gracias a su ambigüedad de lenguaje, inconsistencias, lagunas y
calificaciones.



En cualquier caso, la asunción de la responsabilidad por la Fed en relación
al rescate tuvo el resultado de limitar el debate en el Congreso sobre la
cuestión de las reglas que se adoptarían y cómo se aplicarían de manera
efectiva. El Banco Central dejó en claro que tenía poco interés en imponer
condiciones a los destinatarios, y la dirección del Partido Demócrata estuvo
de acuerdo.



Como en el caso del rescate de 2008, la Ley CARES prevé inspectores
generales y varias juntas para supervisar los préstamos. Pero como antes,
estos órganos solo estaban autorizados a denunciar abusos, no a prevenirlos
ni rectificarlos. Cualquier escrutinio público será así aún más difícil al
otorgar a la Fed el derecho de celebrar sus reuniones y guardar sus actas en
secreto.



Se autorizó el libramiento sin otra vigilancia del equivalente de dos veces
y media las ganancias corporativas anuales estadounidenses, o alrededor del
20% del PIB anual de EEUU.



Un reparto corporativo bipartidista



El rescate no debería estar particularmente asociado con la Administración
Trump, aunque el presidente presionó con fuerza para lograrlo. Los máximos
dirigentes de ambos partidos políticos se identificaron fuertemente con el
reparto, y la abrumadora mayoría de sus seguidores en el Congreso les
acompañó con más o menos entusiasmo.



Según la Constitución, se supone que las medidas fiscales se aprueban en la
Cámara de Representantes, donde el Partido Demócrata tiene actualmente
mayoría. Pero los demócratas se encargaron de que la consideración del
proyecto de ley que se convirtió en la Ley CARES fuera primero al Senado,
donde los republicanos tienen la mayoría.



Allí, Schumer, en colaboración con el secretario del Tesoro de Trump,
Mnuchin, tomó la iniciativa en la redacción de la legislación y, como
admitió Schumer, en los términos de los republicanos. El Senado aprobó el
proyecto de ley 96-0.



El llamado Caucus Progresista de los Demócratas y el Caucus Negro del
Congreso guardaron silencio sobre el asunto; y aunque Bernie Sanders y, en
particular, Elizabeth Warren expresaron objeciones, sus protestas fueron
silenciadas en el mejor de los casos.



Para cuando el proyecto de ley salió del Senado, los líderes demócratas del
Congreso ya le habían dado su aprobación de facto y la Cámara no podía
revocarlo fácilmente, aunque no es que tuvieran la intención de hacerlo.



La dirección del Partido Demócrata pudo proporcionar cobertura política a
los demócratas de la Cámara en general, y al ala izquierda del Partido en
particular, al liberar a los miembros de tener que votar a través del
procedimiento de “voto oral” que exige consenso unánime de la Cámara. Solo
una demócrata, Alexandria Ocasio-Cortez, cuyo distrito en ese momento era el
epicentro nacional de la pandemia, se opuso públicamente al proyecto de ley,
calificándolo como uno de los "mayores rescates corporativos en la historia
de Estados Unidos".



La estrategia de los principales líderes demócratas parece haber sido
permitir que los republicanos se atribuyeran el mérito del rescate, mientras
aseguraban sigilosamente su ratificación, ya que también era una de las
principales prioridades de sus patrocinadores corporativos, y contaba con el
apoyo de la gran mayoría de los miembros electos del partido en el Congreso.



Aparentemente, esperaban que, con las ganancias espectaculares de las
corporaciones acaparando los titulares, podrían obtener concesiones en
compensación de los republicanos para sus restantes bases electorales: para
el seguro de desempleo, equipos médicos y atención médica, y salarios
suplementarios o sustitutivos, así como apoyo para las pequeñas empresas.



Pero el error de partida de este enfoque fue que, al permitir que el Senado
republicano diese forma a la legislación, los demócratas renunciaron a su
principal fuente de influencia política, que residía en la mayoría de la
Cámara. Una vez aprobada la Ley CARES, Schumer y Pelosi se vieron obligados
a admitir, implícitamente, hasta qué punto se habían quedado cortos al
anunciar, inmediatamente después de su ratificación, que pedirían una nueva
versión ampliada.



Para tratar de obtener lo que no habían logrado a través de la Ley CARES,
los demócratas tenían una forma obvia de avanzar: aprobar su propio proyecto
de ley en la Cámara y dejar que los republicanos intentaran enmendarlo en el
Senado. Habría sido bastante simple para los demócratas impulsar una
legislación que abordara las necesidades desesperadas de la población.



Sin embargo, sorprendentemente, el liderazgo del Congreso demócrata permitió
una vez más que el Senado republicano tomara la iniciativa de redactar el
proyecto de ley original y sufrió otra derrota ignominiosa en la llamada Ley
de Financiamiento de Emergencia Provisional del COVID-19, ya que
prácticamente todo su financiación fue, en una de una forma u otra, para las
empresas.



Se suponía que la nueva ley complementaría la asignación inicial de la Ley
para las pequeñas empresas, y la mayor parte de su financiación fue
oficialmente destinada a ese propósito. En realidad, sin embargo, la mayoría
de los de las aparentemente pequeñas empresas destinatarias eran "pequeñas"
sólo en un sentido técnico: empresas que valían más de un millón de dólares,
las empresas medianas e incluso las corporaciones se apoderaron de una parte
de la ayuda financiera prevista.



El único elemento importante que los demócratas lograron fue para los
hospitales. Pero la forma en que se podrían usar estos fondos no estaba
restringida, lo que significa que la mayoría irá a los administradores
acomodados que decidirán cómo se gastará.



También hubo una pequeña nueva asignación de dinero para las pruebas de
COVID-19. Por otro lado, Schumer y Pelosi no consiguieron ninguna ayuda para
los presupuestos estatales, que se encontraban en situación de crisis debido
al colapso de los ingresos fiscales estatales y su incapacidad de recurrir
al déficit fiscal.



Además, no hubo aumentos para los cupones de alimentos, a pesar de una
crisis de hambre que produjo filas kilométricas para repartir alimentos; y
no hay ayudas adicionales para el alquiler, a pesar de la previsible ola de
desahucios. Aún así, el resultado de la votación final de la Cámara fue 388
a favor y cinco en contra, y Ocasio-Cortez fue nuevamente la única demócrata
de la Cámara que se atrevió a votar no al proyecto de ley, calificándolo de
"insultante".



Héroes y crisis sanitaria



Tres semanas después, Pelosi finalmente hizo alarde de tomar la iniciativa
con su lanzamiento de la Ley de los Héroes de $ 3 mil millones, que ofreció
al Partido Demócrata la oportunidad de presentar un programa completo por el
que podían luchar. Contenía un conjunto sólido de reivindicaciones
liberales, pero Pelosi socavó en gran medida el impulso político del
proyecto de ley al usarlo para indicar a los electores donantes clave que el
Partido los tenía entre sus prioridades.



Peor aún,  Pelosi trató de abordar la desesperada crisis de la atención
médica pidiendo nuevos fondos para el seguro médico a través del plan COBRA,
ridículamente caro, que apoya a las compañías de seguros y descuida por
completo a los millones de personas que habían perdido su cobertura
sanitaria cuando perdieron sus trabajos.



El proyecto de ley de Pelosi hizo que los grupos de presión empresarial de
K-Street fueran elegibles para el Programa de Protección de Cheques de
Salarios, ofreciendo así financiación a organizaciones cuyo propósito
político era apoyar a las grandes empresas y oponerse a iniciativas
políticas como la Ley de los Héroes.



Mientras se desarrollaban estas escaramuzas políticas, la Reserva Federal
procedía sin obstáculos con su histórico rescate de las corporaciones.



Como explicó el secretario del Tesoro Mnuchin, los negociadores habían
"discutido sobre una base bipartidista" la cuestión de si los receptores
corporativos del dinero del rescate podrían usarlos para dividendos,
recompras de acciones y aumentos salariales para los altos directivos, o si
debían mantener los niveles de empleo e inversión de sus compañías.



“Lo que acordamos fue que los préstamos directos implicarían restricciones”,
pero “las transacciones de los mercados de capital no tendrían
restricciones”.



Con respecto a la asignación de $ 46 mil millones de la Ley CARES a
aerolíneas, compañías de carga aérea y Boeing, lo que eso significaba en
concreto es que el Departamento del Tesoro administrará el rescate.



El rescate tomará la forma de préstamos directos y, para ser elegibles para
recibirlos, los beneficiarios tendrían que aceptar ciertas restricciones
bastante estrictas y claramente definidas. No podían repartir dividendos; se
limitaba el en el dinero que podían asignar para recompras de acciones; y se
les exigió retener al 90% de los trabajadores de su empresa.



Pero con respecto al resto del dinero del rescate corporativo, que
potencialmente ascendería a diez veces esa suma, los préstamos tomarán la
forma de compras por parte de la Fed de bonos emitidos por las
corporaciones, y no habrá condiciones sobre cómo gastan este dinero o sobre
sus decisiones económicas en general.



Como explicó Powell, presidente de la Fed, en términos discretos, “muchas
empresas que hubieran tenido que acudir a la Fed ahora han podido
financiarse de forma privada. . . y eso es bueno ". Las iniciativas de la
Fed por sí mismas galvanizaron los mercados, ya que las tasas de interés
cayeron simplemente ante la noticia de que tenía la intención de intervenir.



Más fondos para finanzas



Desde el inicio de la crisis, a medida que la pandemia de COVID-19 comenzó a
extenderse, la Fed había intervenido a una escala cada vez mayor en los
mercados financieros, intentando conseguir más dinero en condiciones más
favorables para el sector financiero de los prestamistas, con el objetivo de
hacer rentable la concesión de préstamos a las sociedades no financieras.



La Fed redujo la tasa política para los fondos federales de referencia al
0–0,25% y, en su “orientación futura”, se comprometió a mantenerla en un
futuro previsible; flexibilizó las regulaciones bancarias para facilitar la
concesión de préstamos, reduciendo sus requisitos de capital y liquidez;
realizó compras masivas de bonos del Tesoro para ayudar a las reservas
bancarias; y, en última instancia, aplicó una flexibilización cuantitativa
ilimitada.



Pero estos pasos tuvieron poco efecto en un momento en que los bancos y los
prestamistas no bancarios, que podrían haberse beneficiado de la generosidad
de la Fed, no tenían interés en proporcionar crédito a prestatarios no
financieros que ya estaban endeudados. Era obvio que hacerlo habría sido
demasiado arriesgado. Si la Fed quería que aumentaran los préstamos a las
sociedades no financieras, tendría que desafiar a los mercados y hacer que
esto sucediera.



Cuando la Fed señaló su intención de respaldar el mercado de bonos
corporativos mediante el establecimiento de su serie de líneas de crédito,
redujo repentina y cualitativamente el riesgo de que los prestamistas
privados compren bonos corporativos, dándoles la confianza para volver al
mercado. Por supuesto, esto es lo que hicieron en masa, abriendo el camino a
una ola gigante de préstamos para las corporaciones no financieras.



La compra renovada de los prestamistas en realidad representó una
continuación de su ola anterior de inversión en deuda corporativa, que había
provocado un endeudamiento corporativo récord y una burbuja en el mercado de
bonos corporativos, que la noticia de la propagación global del coronavirus
en febrero de 2020 amenazó con pinchar.



Así, cuando la Fed intervino para reactivar el endeudamiento corporativo no
financiero, afirmando que compraría bonos en la cantidad necesaria para
mantener su valor, en realidad estaba alentando y alimentando la burbuja del
mercado de bonos corporativos.



Aunque los titulares lo ha acaparado el éxito de tantas sociedades no
financieras conocidas a la hora de obtener préstamos a precios reducidos
artificialmente,  en realidad son los prestamistas, los financieros, los que
se han beneficiado de manera más decisiva, de dos maneras.



En primer lugar, si los mercados de bonos hubieran permanecido congelados,
muchas sociedades no financieras pronto no hubieran tenido más remedio que
declararse en quiebra, atrapadas en un circulo vicioso por la incapacidad de
pagar sus deudas debido a la pérdida de ingresos causada por la pandemia,
por un lado, y la incapacidad de refinanciar su deuda excepto a tasas de
interés increíblemente altas.



Los prestamistas de estas sociedades no financieras, incluidos bancos
comerciales, fondos de inversión, fondos de mutualidades, bancos de
inversión, fondos de pensiones y otras empresas de inversión que constituyen
la “banca en la sombra”, habrían enfrentado pérdidas significativas en el
proceso de quiebras.



En cambio, al evitar una serie de quiebras, la reactivación del mercado de
bonos por parte de la Fed rescató a los prestamistas y protegió sus activos.



En segundo lugar, cuando la economía comenzó a confinarse, los inversores
comenzaron a considerar los niveles récord de deuda corporativa no
financiera, acumulados en el período anterior a la crisis del coronavirus,
con mucho más riesgo en secreto que antes. Comenzaron a exigir tasas de
interés más altas para la nueva deuda y comenzaron a vender la deuda
anterior.



Con las sociedades no financieras atrapadas en ese circulo vicioso, se pudo
emitir poca deuda nueva y el valor de la deuda anterior colapsó, dejando a
los tenedores de deuda en una posición perdedora. Una vez más, cuando la Fed
reactivó el mercado de bonos prometiendo proteger el valor de la deuda
corporativa no financiera, el valor de los bonos repuntó y los inversores
evitaron grandes pérdidas.



La Fed había inducido efectivamente a los prestamistas privados a volver al
mercado de bonos actuando como prestamista de último recurso, o mejor, como
prestamista de primer recurso, socializando sus pérdidas potenciales
mientras se aseguraba de que pudieran privatizar sus ganancias potenciales.



Al hacerlo, la Fed estaba permitiendo a las corporaciones no financieras
asumir una deuda mayor de la que hubiera sido posible de otra manera. Pero
esto no fue en ningún caso para resolver las dificultades que habían
impulsado a esas empresas a asumir esa deuda en primer lugar; fue más bien
para posponerla en el futuro, a pesar de que puede volverse aún más difícil
de gestionar.



La Fed ha evitado un colapso económico por el momento, pero probablemente se
enfrentará una crisis aún mayor en el futuro.



Bonanza multimillonaria del coronavirus



A partir de esta coyuntura, los diferenciales de los bonos se invirtieron y
comenzaron a disminuir. El diferencial para las empresas con calificación
BBB, que había alcanzado un máximo de 4.88% el 23 de marzo de 2020, había
caído a 2.83% el 1 de mayo. En el mismo intervalo, el diferencial de alto
rendimiento (bonos basura) cayó del 10,87% al 7,7%.



El índice de costes de endeudamiento de alto grado de Bloomberg, que se
había disparado a 4.5%, a principios de junio de 2020 había caído a 2.4%,
cerca de los mínimos previos a la pandemia alcanzados a principios de marzo
de 2020.



Las emisiones de bonos con grado de inversión se dispararon, y la emisión
rompió el récord mensual anterior dos veces. El volumen de marzo de 2020 de
$ 262 mil millones rompió el récord anterior de $ 168 mil millones en mayo
de 2016, y el volumen de abril de 2020 de $ 285 mil millones rompió el
récord de marzo.



El impacto de la declaración de intenciones de la Fed fue poderoso, como se
evidencia en un estudio de investigación conjunto realizado por American
Prospect y The Intercept poco después. Localizaron informes publicados de
ventas de bonos de 49 corporaciones por un valor de al menos 190.000
millones de dólares.



Muchos de los que aprovecharon la reducción en el coste de los préstamos
otorgados por la Fed pertenecen a la flor y nata de la América industrial:
Oracle, Disney, Exxon, Apple, Coca-Cola, McDonald's, etc. Puede que no
estuvieran desesperados por recibir la limosna, pero no pudieron resistirse
a sacar provecho de ella.



Indicativo de la coyuntura, Amazon obtuvo algunos de los costes de préstamos
más bajos jamás conocidos en el mercado de bonos corporativos de EEUU.
Recaudó $ 10 mil millones con un bono a tres años a una tasa del 0,4%.



Esto es, menos de dos décimas de punto porcentual por encima de la tasa que
los inversionistas cobraron al gobierno de los EEUU. Cuando recientemente
emitió deuda con un vencimiento similar, también estableció nuevos mínimos
en los bonos corporativos ya existentes de Amazon que vencen a siete, diez y
cuarenta años.



Antes de la declaración de la Fed del 23 de marzo, no estaba claro si
ciertas corporaciones importantes con balances débiles y / o perspectivas
reducidas, entre ellas Boeing, Southwest, Hyatt Hotels, podrían obtener
préstamos en el mercado de bonos.



Pero tan pronto como la Fed anunció sus intenciones, muchos de ellas
obtuvieron acceso inmediato a la financiación. Los recientes “ángeles
caídos” como Ford y Kraft Heinz, que habían tenido bonos cotizando a niveles
difíciles solo unas semanas antes, llevaron a cabo rápidamente sus ofertas
con exito.



La oferta de Boeing del 30 de abril recaudó $ 25 mil millones y fue muy
suscrita. Su éxito permitió a Boeing evitar tener que aceptar el préstamo
ofrecido por el rescate corporativo que, como se señaló, habría venido con
condiciones bastante estrictas para retener empleados, así como limitaciones
en la recompra de acciones y el reparto de dividendos.



Boeing no dejó de explotar su nueva ventaja, anunciando de inmediato que
eliminaría 16.000 puestos de trabajo. GE Aviation, otra compañía elegible
para un préstamo con la Ley CARES, tomó la misma vía, flotando un préstamo
de $ 6 mil millones en el mercado abierto y despidiendo a 13.000 empleados
poco después.



Finalmente, el mercado de valores -tranquilizado por el rápido
refinanciamiento de gran parte del sector corporativo no financiero y la
promesa implícita de la Fed de mantener bajas las tasas de interés, y sin
tener que preocuparse, como lo ha estado durante mucho tiempo, por  las
ganancias subyacentes, y mucho menos por la productividad-, siguió el mismo
camino que el mercado de bonos corporativos.



El S&P 500 tocó fondo el 23 de marzo en 2.237 puntos, habiendo caído desde
su pico del 19 de febrero de 2020 de 3.386, pero luego se disparó a 3.139 el
4 de junio -un aumento del 40% en el intervalo mientras la economía real se
hundía-, y su mejor resultado de 50 días desde que comenzaron registros
comparables en 1952.



La capitalización del mercado alcanzó su mínimo de 21,8 billones de dólares,
o el 103% del PIB, el 23 de marzo. Pero para el 30 de abril había vuelto a
subir a 28,9 billones de dólares, o 136,3% del PIB. No había habido otras
buenas noticias relevantes en el ínterin, pero la relación precio-beneficio
del S&P 500, que había retrocedido a medida que la economía se desplomaba,
volvió a subir cuando los precios de las acciones despegaron aunque caían
los beneficios.



Simplemente en virtud de sus promesas, la Fed fue responsable de poner 7,1
billones de dólares de riqueza en manos de los inversores en acciones, en un
momento en el que la economía real habría producido el resultado contrario.



Aproximadamente en el mismo período, entre el 18 de marzo y el 4 de junio,
la riqueza de los multimillonarios estadounidenses aumentó en 565.000
millones de dólares, alcanzando el nivel de 3,5 billones de dólares, un
aumento del 19%. Como era de esperar, Jeff Bezos ayudó a liderar el camino,
su riqueza aumentó en $ 34.6 mil millones, un asombroso 31%, mientras que
Mark Zuckerberg ganó $ 25 mil millones adicionales.



Beneficios por depredación



El resultado de los esfuerzos de la Fed ha cambiado las reglas del juego. Ha
rehecho el mercado de bonos corporativos y ha transformado la posición
económica de las principales corporaciones no financieras, al menos por
ahora.



Lo que ha hecho el sistema bipartidista es proporcionar las condiciones, en
la medida de lo posible, para permitir que los líderes corporativos y los
accionistas persiguieran sus propios intereses de la manera que creyeran
mejor, sin que tuvieran que responder a las preguntas.



En sus mentes, a este respecto, estaba que perseguir el egoísmo económico ya
no significaba necesariamente mejorar la capacidad de decisión de los
directivos corporativos en la búsqueda de como aumentar la inversión o el
empleo con beneficios, o para maximizar las ganancias con el mínimo de
acumulación de capital exprimiendo a sus trabajadores, o incluso simplemente
para reproducir y mantener sus propias empresas.



Han comprendido hasta qué punto la creación de dinero se ha desvinculado de
la producción rentable, especialmente en una economía débil, y por esa razón
fueron tan explícitos e insistentes a la hora de proteger la capacidad de
los administradores y propietarios de empresas no financieras para perseguir
sus propios intereses: recomprando acciones, pagando dividendos, aumentando
el salario de los ejecutivos o incluso liquidando parte o la totalidad de
sus activos.



Han reconocido, en particular, la omnipresencia de los propietarios
corporativos que se aprovechan de sus propias empresas con un riesgo mínimo,
como lo ejemplifica tan dramáticamente la deuda privada, y la necesidad de
garantizar la obtención de ingresos de esta manera haciendo que los
préstamos sean más baratos y seguros, a veces como un medio, inevitablemente
indirecto, para fomentar la inversión y el empleo reales.



Con la economía de Estados Unidos funcionando tan mal, como lo ha estado
haciendo durante un período tan largo, el régimen político bipartidista y
sus principales responsables políticos han llegado a la dura conclusión,
consciente o inconscientemente, de que la única forma en que pueden asegurar
la reproducción de las sociedades no financieras y financieras, sus máximos
directivos y accionistas --y de hecho los máximos dirigentes de los
principales partidos, estrechamente vinculados con ellos-- deben intervenir
políticamente en los mercados de activos y en toda la economía, a fin de
respaldar la redistribución hacia arriba de la riqueza a su favor por medios
directamente políticos.



Esto, en resumen, es la depredación como condición previa para la
producción. De hecho, es lo que el Congreso y la Fed han logrado con su
rescate corporativo a gran escala frente a la caída de la producción, el
empleo y las ganancias.



Nota: Agradezco a Aaron Brenner por su detallada lectura crítica y
orientación indispensable sobre los problemas financieros en juego, así como
a Ryan Lee por su destacada ayuda en la investigación.



* Robert Brenner, miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso, es director
del Center for Social Theory and Comparative History en la Universidad de
California-Los Ángeles. Es autor de The Boom and the Bubble (Verso, Londres,
2002), hay una edición en castellano, La expansión económica y la burbuja
bursátil (Akal, Madrid, 2003). Este artículo es una adaptación del publicado
en la New Left Review de mayo/junio, parte I de un artículo de dos sobre la
economía. Para facilitar la lectura, se han excluido las notas a pie de
página. Fuente: Against The Current:
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