Argentina/ Cuatro décadas de tomas de tierras [Raúl Zibechi]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Sep 25 00:43:28 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

25 de septiembre 2020

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Argentina



Cuatro décadas de tomas de tierras



Raúl Zibechi

Zur, 22-9-2020

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Las tomas organizadas de tierras urbanas o periurbanas comenzaron bajo la
dictadura militar, como respuesta a la ofensiva para expulsar a las familias
villeras de Buenas Aires, para abrir amplios terrenos céntricos a la
especulación. El sacerdote Raúl Berardo, impulsor de las primeras tomas, me
relató al calor del levantamiento de diciembre de 2001, cómo fue aquel
proceso.



Las primeras tomas de tierras se produjeron en Quilmes y Almirante Brown,
entre setiembre y noviembre de 1981, dando origen a la formación de seis
barrios: La Paz, Santa Rosa de Lima, Santa Lucía, El Tala, San Martín y
Monte de los Curas. En esas tomas participaron unas 4.500 familias y 20.000
personas, ocupando un espacio de 211 hectáreas. «En ese momento le llamamos
‘asentamientos’, como recuerdo del pueblo judío que saliendo de la
esclavitud del faraón, se ‘asentaron’ en el desierto al cruzar el Mar Rojo,
para luego marchar a la Tierra Prometida», sostuvo el padre Berardo en una
larga conversación en su casa en el invierno de 2002.



A diferencia de lo que sucedía en las villas, estas ocupaciones son masivas,
organizadas y planificadas, se buscan terrenos fiscales y se suele ocupar de
noche para disminuir la intensidad del conflicto y resistir mejor la presión
y la represión. Cada familia se asienta en un lote, se realiza el trazado de
las calles (dándole continuidad al trazado urbano) y se dejan libres los
espacios para el equipamiento comunitario.



Esta forma de lucha pudo consolidarse no sólo por el trabajo previo, sino
también por el momento en que se lanzaron las ocupaciones. En 1981 el
régimen militar estaba en retirada y debilitado, cuestionado
internacionalmente por las violaciones a los derechos humanos y contestado
también en el país por las Madres de Plaza de Mayo, que contaban cada vez
con mayor apoyo popular. La represión ya no se manifestaba con la brutalidad
de años atrás, los espacios para la acción colectiva eran mayores.



Antes de llegar a la ocupación, se realizaban talleres de debate y
formación, se hablaba de la “tierra prometida”, en el mismo sentido que lo
hacían en ese momento las comunidades de base en Brasil (donde se realizaban
las primeras ocupaciones de lo que más tarde sería el movimiento sin tierra,
impulsadas por la Pastoral de la Tierra), en las que participó Berardo meses
antes de llegar al conurbano.



En el invierno de 1981 el régimen prohibió la Marcha del Hambre convocada
por las comunidades de base y la CGT de Quilmes (donde sectores críticos
eran mayoritarios), registró un dramático empeoramiento de las condiciones
de vida de los más pobres. El obispo Novak expresó que toda la zona era “una
verdadera ciudad sitiada por el hambre”, como recoge el libro Las tomas de
tierras en el sur del Gran Buenos Aires, de Inés Izaguirre y Zulema
Aristizábal.



El cerco policial, el hostigamiento, las enfermedades, en suma, los enormes
sufrimientos, los convierten por un tiempo en una “comunidad de destino”,
fuertemente cohesionada en un momento en el que no había ningún dispositivo
de cooptación por parte del Estado ni de los partidos políticos, perseguidos
por la dictadura.



Los vecinos estuvieron sitiados por militares y policías unos seis meses.
Vivían en carpas y no se les permitía acarrear agua, comida. El cerco
policial se levantó cuando terminó la guerra de Malvinas y eso llevó a que
el barrio se bautizara como 2 de abril, día en que se convocó una asamblea
de las quinientas familias para definir el nombre.



Ese primer asentamiento de miles de personas, en plena dictadura militar,
tuvo un profundo impacto en los sectores populares. Esta acción masiva fue
pronto imitada y se extendió en forma explosiva. Militantes sociales de La
Matanza, por ejemplo, llevaron a los ocupantes de Quilmes para que relataran
sus experiencias y facilitaran la organización.



Ya en 1990, menos de una década después, había en todo el conurbano 109
asentamientos, habitados por unas 173.000 personas, de los cuales el 71%
estaban en el conurbano Sur.



A partir de esta apretada síntesis, quisiera hacer algunas consideraciones
vinculando aquellas tomas iniciales con la oleada actual.



1.- La dictadura había expulsado violentamente a los habitantes de las
villas de la Capital Federal hacia el conurbano, para facilitar el control
estratégico de los sectores populares, dispersarlos y romper sus redes de
sobrevivencia. Los sectores dominantes intentaron modificar una relación de
fuerzas que les resultaba desfavorable, como quedó demostrado en las luchas
sociales desde el 17 de octubre de 1945.



En la actualidad, esa acción de dispersión y control la hacen, a dos manos,
el mercado y el Estado. El primero encareciendo el precio del suelo,
acaparando espacios para barrios privados y especulando con la tierra. El
Estado tiene dos manos: con una reprime, amenaza, desparece, viola y
violenta. Con la otra ofrece planes sociales que “ablandan” a los más
pobres, los disuaden de organizarse para otra cosa que no sea depender de
esos planes (y de los punteros que los gestionan) y busca cooptar todo lo
organizado que no controla. Con respecto a la dictadura, la “democracia“
está mostrando mucha más eficiencia y la misma indiferencia respecto a la
vida.



2.- Por lo menos en la diócesis de Quilmes, desde 1976 los sectores
populares encontraron posibilidades de organizarse. La forma fue la
comunidad eclesial de base (CEB). La primera comunidad la creó el sacerdote
Berardo, de la parroquia de San Juan Bautista, en San Francisco Solano, en
octubre de 1976; en menos de un año ya eran 20 las comunidades y en 1980
llegaban a 60. Eran pequeños grupos de entre 10 y 30 personas, tenían un
coordinador elegido por la asamblea, se reunían semanalmente en la parroquia
o en casas particulares.



Las organizaciones actualmente existentes, me refiero a la inmensa mayoría
de las territoriales, son mucho menos democráticas que las CEBs (aunque
quien esto escribe no comulga, ni va a misa). Me refiero a que lazos como la
confianza mutua y la camaradería, han descendido varios peldaños en el mundo
de las organizaciones populares.



3.- La necesidad es la misma que en la década de 1980. Un informe del
Registro Nacional de Barrios Populares, asegura que existen 4.416 “barrios
populares” en los que viven cuatro millones de personas, casi el 10% de la
población, que han sido mapeados hasta diciembre de 2016. La mitad están en
la provincia de Buenos Aires, que sigue siendo el epicentro de las tomas,
pero la modalidad se ha extendido a todo el país.



Lo que ha cambiado, aunque no nos guste reconocerlo, es la cultura política
y la experiencia vivida por los sectores populares. En cuatro décadas
pasaron por la dictadura y la democracia, por gobiernos peronistas,
progresistas, radicales y de la derecha. Siguen en el mismo lugar, aunque
cada vez más lejos del centro de la ciudad, como lo demuestra la toma de
Guernica. En el primer cinturón se agotó la tierra disponible, por el
aumento de la población y de los barrios privados.



Cada vez hay más planes sociales, que llegan a más gente, como el IFE
(Ingreso Familiar de Emergencia). Cada vez hay más pobreza estructural. Cada
vez hay más extractivismo y más neoliberalismo, más monocultivos y más
minería. Por este camino, no hay arreglo.



Las clases medias altas y altas, la derecha y afines, son cada vez más
reaccionarias, más antipopulares y están dispuestas a matar para seguir
disfrutando la enorme desigualdad que han generado. Ellos saben lo que
quieren.



No es un panorama agradable. Pero es necesario mirar la realidad de frente
para saber por dónde caminar. Y con quienes.

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