Trabajo/ La mujeres inmigrantes mantienen unida a la sociedad durante la pandemia. [Taroa Zuñiga Silva]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Abr 22 12:46:35 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

22 de abril 2021

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Trabajo



Las mujeres inmigrantes mantienen unida a la sociedad durante esta pandemia



Taroa Zuñiga Silva *

Viento Sur, 21-4-2021

https://vientosur.info/

Traducción de Javier Maestro



El año pasado se produjeron varios confinamientos como resultado de la
pandemia, lo que repercutió profundamente en la educación, el empleo y la
forma en que trabajamos a nivel mundial. Estos factores han tenido un efecto
especialmente marcado para las mujeres.



Las escuelas, para más de 168 millones de niños en todo el mundo, estuvieron
cerradas durante casi todo un año, lo que según UNICEF les obligó recurrir
al aprendizaje a distancia desde casa. Durante los confinamientos, en la
mayoría de los hogares, las mujeres han sido las que han soportado la mayor
parte de la carga de la educación en el hogar.



Mientras tanto, incluso cuando trabajar desde casa se ha convertido en la
nueva normalidad, la pandemia ha provocado la pérdida de 24,7 millones de
puestos de trabajo, según una estimación de la Organización Internacional
del Trabajo (OIT). Es probable que la desigualdad económica empeore,
advierte la OIT, ya que la crisis del empleo afecta de manera
desproporcionada a las mujeres y a los inmigrantes. En América Latina las
frecuentes restricciones y confinamientos han marcado la vida durante la
pandemia, cuyo impacto social ha recaído de manera desigual sobre las
mujeres. Esto ha llevado a muchas mujeres a dejar la vida laboral debido a
la creciente presión ejercida sobre ellas para cuidar a sus familias,
especialmente porque la brecha salarial de género significaba que era
posible que no fueran las principales aportadoras del hogar.



En los casos en los que las mujeres intentan conservar sus empleos, al
tiempo que asumen la mayor carga de las tareas domésticas en comparación con
los hombres, a veces, la única opción disponible, si pueden permitírsela, es
contratar a un trabajador del hogar para que realice los diversos tipos de
cuidados como cocinar, limpiar, cuidar a niños o a los ancianos, algo que no
puede ser realizado fácilmente por una mujer que trabaje. Según datos
proporcionados por la ONU en Mujeres en 2016, una de cada seis trabajadoras
del hogar es una inmigrante; de estos trabajadores, el 73,4 por ciento son
mujeres. Así que el trabajador del hogar es casi por norma una mujer
inmigrante.



Debido a la naturaleza precaria de los trabajos del hogar y al insuficiente
poder político de las empleadas del hogar, sus condiciones laborales son
espantosas. Según datos proporcionados por Alliance for Solidarity, el 57%
de quienes se dedican al trabajo doméstico carece de un horario laboral
fijo. Eso significa que estas empleadas del hogar no controlan cuánto tiempo
trabajan al día ni cuándo pueden salir de sus lugares de trabajo, tampoco
controlan sus descansos ni el horario de sus comidas.



Empleadas del hogar



Durante la pandemia empeoró la situación de las trabajadoras del hogar. Y
tuvieron que afrontar decisiones difíciles: o se quedaban en la casa de su
empleador mientras durara el confinamiento y descuidaban por ello a sus
propias familias, o elegían viajar y arriesgarse a perder sus trabajos
porque sus empleadores temían que pudieran llevar el virus a sus hogares.
Los sindicatos de las trabajadoras del hogar han protestado contra esta
terrible disyuntiva. Pero sus voces no aparecen en los medios de
comunicación, en gran parte porque estas mujeres se encuentran marginadas y
son tratadas como partes invisibles de la sociedad. Las trabajadoras
domésticas forman parte de una gran comunidad de trabajadoras informales,
muchas de las cuales han mantenido unida a la sociedad durante esta
pandemia. Son estas trabajadoras informales las que han estado atendiendo la
distribución de alimentos, limpiando espacios públicos y trabajando en
pequeñas tiendas de alimentación y otros comercios. Corren un alto riesgo de
infectarse no solo por la naturaleza de su trabajo, sino también por sus
largos desplazamientos en transporte público. En América del Sur, estos
trabajos están en gran parte ocupados por mujeres migrantes, muchas de las
cuales tienen un estatus de residencia inseguro.



"No tenemos derechos laborales, solo condiciones laborales"



Angélica Venega se fue de Perú a Chile para ganar más dinero y poder
sufragar la educación de su hija. Un familiar la puso en contacto con
Sinducap, un sindicato de trabajadores del hogar y de empleados en
actividades afines. Sinducap, fundada en 1988, forma parte de la
Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar.
Sinducap, me dijo Venega, le permitió negociar las condiciones de trabajo
claramente definidas para el hogar donde trabaja. Estos términos de empleo
incluían las horas de trabajo, el suministro de comidas y dinero para el
transporte, el pago de la seguridad social, el requisito o no de llevar
uniforme así como la especificación de las labores a realizar durante las
horas de trabajo.



Emilia Solís Vivano, presidenta de Sinducap, me dijo que hay más de 300
personas en el sindicato. Los miembros del sindicato no son solo
trabajadores del hogar, sino que también tienen cabida los limpiadores,
proveedores de catering, jardineros y limpiadores de ventanas. Estos
trabajadores ayudan a mantener una mejor forma de vida para sus empleadores.
Desafortunadamente, no es aplicable lo mismo para ellos. La situación de las
trabajadoras, ya de por sí precaria antes de la pandemia, ha empeorado en
los últimos meses. “Debido a la estigmatización de las trabajadoras del
hogar como posibles [portadoras] del virus”, me dijo Venega, “muchos
empleadores nos piden que vivamos en su casa para evitar usar el transporte
público. Ésta no es exactamente una oferta. Si no aceptas esta oferta quedas
despedido. Te despiden, pero como te hacen una oferta que rechazas lo llaman
renuncia. Si renuncias [no] hay beneficios legales. En una pandemia no
tenemos derechos laborales. Solo tenemos condiciones". La exigencia de que
los trabajadoras del hogar vivan en su lugar de trabajo, dijo Venega, no es
solo por la pandemia, el miedo a las enfermedades y los protocolos de salud.
La pandemia, dijo, está siendo utilizada por los empleadores para extender
la jornada laboral a cambio de un salario menor. Cuando vives en la misma
casa donde trabajas la jornada laboral puede terminar siendo dictada por la
conveniencia y las condiciones laborales fijadas por los empleadores,
quienes pueden exigir más atención una vez que llegan a casa del trabajo,
durante los fines de semana al recibir visitas, o a tenor del horario de sus
hijos. Estas son condiciones, me dijo Venega, que los empleadores de los
trabajadores del hogar no tolerarían en sus propios lugares de trabajo donde
están empleados, pero no dudan en imponer condiciones tan terribles a los
propios trabajadores del hogar.



Los empleadores a menudo reducen los salarios de los trabajadores del hogar
alegando que sus propios salarios se han visto reducidos debido a la
pandemia. Si una trabajadora está infectada por la covid-19, es despedida de
forma fulminante. Y en ese caso las propias trabajadoras son las
responsables de pagar por su tratamiento médico y donde pasan el período de
cuarentena. Esto es aún más terrible para una inmigrante que tal vez no
tenga una casa a la que ir o una familia donde refugiarse. Ser despedida
podría significar la deportación.



La nueva normalidad, me dijo Venega, no es tan nueva. Es parte integral de
cómo eran las cosas incluso antes de la pandemia. "Lo que se está volviendo
normal, dijo, es la codicia".



* Taroa Zuñiga Silva es coeditora con Giordana García Sojo de Venezuela de
Vórtice de la Guerra del Siglo XXI (2020). Es miembro de la Secretaría de
Mujeres Inmigrantes en Chile. También es miembro de la Mecha Cooperativa, un
proyecto del Ejército Comunicacional de Liberación. (Este artículo fue
elaborado por Globetrotter: https://socialistproject.ca/)

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