Estados Unidos/ Grietas en el "muro azul" del silencio. Un juicio en su contexto. [Sharon Smith]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Abr 26 23:59:47 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

26 de abril 2021

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Estados Unidos



Grietas en el “muro azul” del silencio. Un juicio en su contexto



Sharon Smith *

A l’encontre, 26-4-2021

http://alencontre.org/ameriques/

Traducción de Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa



Durante las tres semanas que duró el juicio contra el policía de Minneapolis
Derek Chauvin por el asesinato de George Floyd, se calcula que las fuerzas
del orden mataron a 64 personas en los Estados Unidos, lo que representa un
promedio de tres muertes por día.



En esa lista se encuentra Adam Toledo, un adolescente de 13 años, que fue
asesinado a balazos por un agente de policía de Chicago en la madrugada del
29 de marzo. La cámara del policía muestra el disparo en el pecho del menor,
inmediatamente después de que éste levantara las manos vacías, tal y como se
le había ordenado.



Daunte Wright, de 20 años, también murió de un disparo durante un control de
tráfico en Brooklyn Center, a sólo 16 kilómetros del juicio por asesinato de
Chauvin. Wright fue detenido por “delitos” insignificantes, como un pequeño
aromatizador que colgaba del espejo retrovisor y la placa de matrícula
caduca, un atraso habitual debido a las condiciones de la pandemia. Cuando
la policía descubrió que tenía una orden de arresto pendiente por no haber
acudido a una cita en el juzgado por un delito menor, procedió a su
detención. El hombre se asustó y se metió a la fuerza en su coche.



El video de la cámara de la policía Kimberly Potter, una veterana de la
policía con 26 años de experiencia, muestra que ésta realiza el disparo
mortal después de gritar "¡Taser! ¡Taser! Taser!" Potter afirmó que había
confundido su pistola con una pistola eléctrica, aunque ambas son de colores
y pesos muy diferentes (la pistola es negra y el taser es amarillo). Wright
estaba desarmado y no representaba ninguna amenaza para la vida de Potter.
Al día siguiente del asesinato de Wright, el departamento de policía de
Brooklyn Center izó una bandera de la “Thin Blue Line” [Emblema utilizado
para homenajear a los policías muertos o para indicar la importancia de la
policía -con respecto al resto de las personas- en el mantenimiento del
“orden”] para expresar su solidaridad con Potter, que también era presidenta
del sindicato de policía local.



Al igual que Derek Chauvin, Kimberly Potter es una de las pocas policías
acusadas de un delito tras haber cometido un homicidio, aunque en su caso,
fue calificado de homicidio involuntario. Pero Chauvin y Potter tienen algo
más en común: ambos eran oficiales que se encargaban de formar a los
reclutas sobre la práctica del oficio, seguramente porque sus superiores los
apreciaban mucho. Ambos asesinaron a sus víctimas mientras estaban
"enseñando" a sus aprendices.



Por qué fue una sorpresa la condena de Chauvin



El 20 de abril, cuando el juez leyó el veredicto de culpabilidad contra
Derek Chauvin, la multitud que esperaba fuera del juzgado de Minneapolis
estalló en aclamaciones y abrazos llenos de lágrimas, expresando así su
alegría e incredulidad por el resultado. El jurado declaró a Derek Chauvin
culpable de todos los cargos -homicidio en segundo grado, homicidio en
tercer grado y homicidio involuntario en segundo grado- lo que podría
suponer una condena de hasta 40 años de prisión [la sentencia aún no ha sido
dictada].



Los activistas esperaban un resultado adverso, ya que los casos de policías
condenados por asesinatos son extremadamente raros, a pesar de los 1.000
civiles que mueren cada año a manos de las fuerzas del orden. Los jóvenes
negros son las principales víctimas de la policía, les siguen los jóvenes
latinos, los veteranos militares y los enfermos mentales. Los indios
americanos suelen pasar desapercibidos en las estadísticas porque
constituyen una parte mucho más pequeña de la población estadounidense, pero
son asesinados por la policía en mayor proporción que cualquier otro grupo
racial.



El video de 9 minutos y 29 segundos con la cara impasible de Derek Chauvin
mientras, con todo su peso, asfixiaba a George Floyd apretándole el cuello
con la rodilla -e incluso siguió dos minutos más, cuando el pulso de George
Floyd ya no latía- no deja ninguna duda sobre la culpabilidad de Derek
Chauvin para cualquier persona con una pizca de humanidad. El verano pasado,
el video del asesinato de George Floyd desencadenó un movimiento de protesta
en todo el mundo, porque la brutalidad policial es una característica común
de la aplicación de la ley bajo el capitalismo en todas partes, junto con el
racismo que constituye un elemento esencial para justificarla.



A partir de una decisión de la Corte Suprema de 1989, la policía puede
alegar legalmente que si hace uso de la fuerza letal, lo hace porque teme
por su vida, incluso si a posteriori se puede determinar que tal peligro no
existió. Ese fallo hizo jurisprudencia e impide, en general, que haya
condena incluso cuando los disparos de la policía son grabados en video y
dan lugar a protestas masivas -incluyendo el asesinato de Michael Brown en
2014 en Ferguson, Missouri, y el asesinato de Philando Castile en 2016 en
Minneapolis.



El equipo de la defensa de Derek Chauvin se apoyó, como era de esperar, en
la representación del “miedo” que sintió el inexpresivo Chauvin ante la
“muchedumbre enfurecida” (menos de doce transeúntes, en su mayoría negros y
morenos, que desde la acera le suplicaban a la policía que no matara a
Floyd). Los abogados de Chauvin también alegaron que el consumo de drogas de
George Floyd hizo que presentara un cuadro de “delirio agitado” y que
tuviera una “fuerza sobrehumana”, lo que podría haber hecho que se levantara
y dominara a Chauvin, ¡incluso cuando Floyd estaba inconsciente! También
argumentó que las pequeñas cantidades de fentanilo y metanfetamina, o los
antecedentes cardíacos de George Floyd, o incluso el hecho de haber estado
enfermo de Covid-19 podrían haber causado su muerte, en lugar del acto
homicida de Derek Chauvin.



Esos tropos racistas son reciclados prácticamente después de cada asesinato
policial de personas negras y morenas con la finalidad de hacer que las
víctimas sean responsables de sus propias muertes.



La estrategia de la acusación: “la oveja descarriada”



Durante el juicio de Chauvin, los fiscales siguieron una estrategia que
presentaba a Derek Chauvin como una “oveja descarriada” en un cuerpo de
policía mayoritariamente honesto y respetuoso de la ética. En su alegato
final, el fiscal fue muy claro cuando dijo: "Este no es un juicio anti
policial. Es un juicio a favor de la policía".



La acusación llamó como testigos a un policía tras otro, el más importante
de ellos fue el jefe de la policía de Minneapolis, Medaria Arradondo, quien
declaró categóricamente: "Seguir aplicando ese nivel de fuerza a una persona
inmovilizada, esposada por la espalda... eso no es en absoluto nuestra
política", y añadió que el comportamiento de Derek Chauvin "no forma parte
de nuestro formación. Y desde luego, no forma parte de nuestra ética ni de
nuestros valores".



Sin embargo, Derek Chauvin -responsable de formación a los policías
novicios- había recibido al menos 22 denuncias o investigaciones internas
(mucho más que la mayoría de los policías) durante sus 19 años de carrera en
el Departamento de Policía de Minneapolis, la mayoría de ellas por uso
excesivo de la fuerza. Sólo una, al principio de su carrera, le costó una
amonestación. Después, Chauvin no recibió más reproches, sino dos medallas
de honor y dos medallas al coraje por su desempeño en el cumplimiento de sus
funciones, además de haber sido designado como instructor de campo.



El verano pasado, el departamento de policía de Minneapolis prohibió las
llaves de estrangulamiento y las presiones en el cuello tras el asesinato de
George Floyd. Pero hasta entonces, como declaró Medaria Arredondo, "las
sujeciones de cuello se definían como una opción de fuerza no letal". ¿En
qué momento Chauvin empezó a violar las políticas policiales de Minneapolis,
que eran ya inhumanas?



El código de silencio de la policía y el sistema que lo fomenta



Antes de la condena de Derek Chauvin, sólo siete agentes de policía habían
sido condenados por asesinato desde 2005; sólo el 1,1% de los agentes de
policía son acusados cada año por un asesinato relacionado con la policía.
Eso se debe en gran medida a lo que se conoce como el “muro del silencio”
entre los policías. Se niegan a investigar o a cooperar con las
investigaciones sobre los presuntos delitos de sus colegas. Por lo general,
los fiscales no presentan cargos contra los agentes de policía, que son sus
más cercanos colaboradores en la aplicación de la ley vigente en la
actualidad. Algunos policías tratan de contradecir ese código de silencio,
pero por lo general se ven obligados a someterse a él.



Andrew Rodríguez es uno de los pocos nuevos policías que se negó a ceder a
las presiones de los agentes del sheriff con más antigüedad que él. Presentó
una denuncia contra el condado de Los Ángeles. Un jurado le concedió 8,1
millones de dólares por “acoso laboral” en 2020. El Proyecto Marshall lo
describió así:



“Andrew Rodríguez acababa de salir de la escuela de patrulla, con muchas
ganas de aplicar lo aprendido en la academia en el mundo real, con
verdaderos ayudantes del sheriff del condado de Los Ángeles.”



Pero lo que sus instructores trataron de enseñarle, según declaró en
septiembre de 2020, fue a ser un mal policía: a mentir diciendo que había
encontrado una pipa de metanfetamina en el bolsillo de un sospechoso, a
acosar a los negros sin motivo, a amenazar a las mujeres para que dieran
informaciones. Cuando se negaba a hacerlo, los instructores lo intimidaban,
según Andrew Rodríguez.



Los instructores de campo “son los guardianes de esa fraternidad en la que
se fomenta y se recompensa la mentira y las detenciones ilegales”, dijo Alan
Romero, un abogado de derechos civiles que defendió a Andrew Rodríguez.



Los cargos electos y los tribunales también intervienen en todo ese proceso.
Los funcionarios electos de la mayoría de los estados han aprobado leyes que
penalizan todo, desde los vidrios ahumados de los coches, un faro roto o un
simple objeto que cuelga del espejo retrovisor y que justifican legalmente
los controles de tráfico de la policía. La policía utiliza habitualmente
esos controles de tráfico y esas infracciones menores como pretexto para
buscar en los registros si los conductores tienen alguna orden judicial de
arresto, para registrar los coches en busca de drogas y armas, o para
comprobar si hay o no presencia de algún inmigrante legal o no. Los
investigadores del Open Policing Project de la Universidad de Stanford, que
examinaron más de 100 millones de controles de tráfico en todo el país,
descubrieron que los conductores negros tenían más probabilidades de ser
controlados que los de cualquier otra raza.



La Corte Suprema de Estados Unidos dictaminó en 1996 que los controles de
tráfico “basados en pretextos” son constitucionales siempre que los agentes
de policía constaten una infracción real -incluso leve- de las leyes de
tráfico durante el control.



Las personas de color de la clase trabajadora que son víctimas de este trato
se encuentran en un círculo vicioso: las infracciones leves permiten a la
policía realizar controles de tráfico, poner multas que generan ingresos
para los gobiernos locales y llevan a un número desproporcionado de personas
negras, morenas y de la clase trabajadora ante el sistema de justicia penal:
por faltar a las citas en el tribunal, por multas no pagadas por
insolvencia, sobre todo después de haber perdido el empleo por haber estado
en la cárcel.



La mentalidad de “guerra” de la policía



La “guerra contra las drogas”, en vigor desde la década de 1980, se centra
explícitamente en la posesión de drogas y el tráfico a pequeña escala,
utilizando equipos SWAT (armas y tácticas especiales) militarizados y otros
agentes de policía fuertemente armados que ejecutan órdenes de tipo
“no-knock” (sin llamar) o “quick-knock” (sin previo aviso, sin tener que
identificarse). En marzo de 2020, la policía de Louisville disparó y mató a
Breonna Taylor, de 26 años, mientras dormía en su casa, durante una
operación de búsqueda de drogas en una dirección equivocada. Ningún agente
de policía fue acusado por su muerte, lo que desencadenó meses de
manifestaciones Black Lives Matter en todo el país y que volvieron a tomar
fuerza después del asesinato de George Floyd.



Esos operativos policiales se consideran necesarios para evitar que los
traficantes de drogas destruyan las pruebas antes de que la policía pueda
entrar en los domicilios, y la mayoría de ellos se realizan por la noche
para mantener el efecto sorpresa. En los años 1990, la Corte Suprema de
Estados Unidos autorizó a la policía a entrar sin golpear en un domicilio si
tenía “sospechas razonables” de que la persona podría ser capaz de destruir
pruebas o en el caso de que sus propias vidas corrieran peligro. Mientras
que a principios de la década de 1980 fueron efectuados unos 1.500
operativos de este tipo, en 2010 la cantidad había aumentado a 60.000 e
incluso 70.000 por año, en general, en busca de marihuana.



En 2014, la Unión Americana por las Libertades Civiles (ACLU) analizó los
datos de los operativos de los escuadrones SWAT y constató que en el 36 por
ciento de los casos se encontraron drogas, mientras que en el 35 por ciento
no las había. En el 29%, la información no fue comunicada. La “guerra contra
las drogas” también ha tenido un impacto significativo en las tasas de
encarcelamiento, especialmente entre las personas de color condenadas por
delitos no violentos. El Centro Internacional de Estudios Penitenciarios
informó en 2018:



- En 2016 hubo más de 1,5 millones de arrestos vinculados a las drogas en
Estados Unidos. La inmensa mayoría -más del 80%- fueron únicamente por
posesión.



- Las personas de color se enfrentan a la discriminación en todas las fases
del sistema judicial y tienen más probabilidades de ser detenidas,
cacheadas, arrestadas, condenadas, sentenciadas severamente, teniendo que
acarrear antecedentes penales de por vida. Eso es cierto sobre todo en el
caso de los delitos de drogas.



- Las investigaciones muestran que la probabilidad de que los fiscales
impongan una sentencia mínima obligatoria a los negros que a los blancos
acusados del mismo delito es 100% más elevada. Entre las personas que
recibieron una pena mínima obligatoria en 2011, el 38% eran latinos y el 31%
eran negros.



Otra causa del alto índice de asesinatos policiales es que los agentes de
policía van armados con una pistola eléctrica de un lado y una pistola del
otro, incluso durante los controles de tráfico más corrientes que, en su
gran mayoría, no suponen ninguna amenaza para su seguridad. Sin embargo, la
mentalidad de los agentes de policía es que cada control de tráfico es un
riesgo para sus vidas, lo que contribuye en gran medida a la percepción de
que los agentes de policía están en guerra contra la población local, sobre
todo cuando ésta es mayoritariamente negra o morena.



Es cierto que la población estadounidense es la que más armas posee en el
mundo: entre un tercio y la mitad de los hogares posee al menos un arma. Con
sólo el 4% de la población mundial, los estadounidenses -civiles- acumulan
cerca del 40% de las armas de fuego del mundo.



Pese a ese elevado porcentaje, la profesión más peligrosa en Estados Unidos
es, de lejos, la de leñador, con un porcentaje de mortalidad de 33% superior
a la media. La policía ocupa el puesto 22, por debajo de los repartidores
(7º puesto) y de los diversos controladores de tráfico (12º puesto). Los
policías tienen un riesgo laboral similar al de los mecánicos de vehículos
pesados (20º puesto) y los jardineros (21º puesto).

En 2020, la principal causa de muerte de los policías fue el Covid-19
contraído en el trabajo, por encima de todas las otras causas de muertes
policiales combinadas, 145 en un total de 264, o sea más de la mitad de
todas las muertes policiales, según el National Law Enforcement Officers
Memorial Fund. La segunda causa de muerte fue por haber recibido un disparo
en el trabajo, con 48 víctimas. Luego vienen los accidentes de tráfico, con
44 fallecidos. Cada una de estas causas representa menos de una quinta parte
de las muertes policiales.



¿Se está “desmoronando” el muro azul?



Una vez pronunciado el veredicto de culpabilidad contra Derek Chauvin, la
mayoría de los liberales y demócratas aplaudieron a la fiscalía por haber
presentado a una serie de agentes de la policía como testigos contra
Chauvin. El ex presidente y director general de la National Association for
the Advancement of Colored People (NAACP), Cornell Brooks, dijo: "El muro
azul se está desmoronando. La base de la policía en este país nos dice
simplemente que 'ya basta". El presidente Biden se hizo eco de ese
sentimiento en una declaración televisada tras el veredicto: "Tenemos que
felicitar a los agentes que dan la cara y testifican contra un compañero en
lugar de cerrar filas...".



La estrategia "pro-policía" de la fiscalía buscaba que el voto de
culpabilidad del jurado fuera más fácilmente aceptable para ellos. Y los
policías que rompieron el código de silencio con sus declaraciones en el
juicio, tenían probablemente como objetivo no sólo el de salvar sus
carreras, sino también la credibilidad de las instituciones policiales de
todo el país. Y lo cierto es que la policía y los fiscales eran muy
conscientes de la gran posibilidad de que se produjera una nueva ola de
indignación popular en caso de absolución de Chauvin, después de que la
muerte de George Floyd desencadenara el mayor y más prolongado movimiento de
protesta por los derechos civiles desde hace décadas.



Pero el asesinato de George Floyd, al igual que el linchamiento de Emmett
Till, de 14 años, en 1955, ha quedado grabado para siempre en la conciencia
nacional. La madre de Emmett Till insistió en que se abriera su ataúd
durante su funeral para mostrar las mutilaciones corporales que había
sufrido, las que fueron fotografiadas. Exactamente 100 días después del
asesinato de Emmet Till, Rosa Parks se negó a ceder su asiento a un pasajero
blanco en un autobús de Alabama, lo que desencadenó el boicot a los
autobuses de Montgomery.



Si bien es cierto que no hay manera de predecir el futuro de la lucha, sería
un error desestimar la condena de Derek Chauvin como algo sin importancia,
independientemente de la intención de los fiscales o de los testigos de la
policía. El asesinato de George Floyd y la condena de Derek Chauvin sacaron
a la luz del día las diferentes formas en que la policía resulta
indispensable para mantener todas las desigualdades producidas por el
capitalismo. La policía dice que su papel consiste en “servir y proteger”,
pero el carácter del sistema que protegen nunca ha sido tan evidente como lo
es hoy. (Artículo publicado en International Socialism Project, 24-4-2021
https://internationalsocialism.net/cracks-in-the-blue-wall-of-silence/)



* Sharon Smith es autora de Subterranean Fire: A History of Working-Class
Radicalism in the United States (Haymarket, 2006) y de Women and Socialism:
Class, Race, and Capital (edición revisada y actualizada, Haymarket, 2015).

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