Myanmar-Birmania/ La orfandad internacional. [David Camroux]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Ago 11 21:35:56 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

11 de agosto 2021

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Myanmar-Birmania



La orfandad internacional



David Camroux *

Alternatives Économiques, 4-8-2021

https://www.alternatives-economiques.fr/

Traducción de Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa

Aunque el ejército birmano se comporte como una fuerza de ocupación en su
propio país, las potencias occidentales y regionales dejan a la población
abandonada a su propia suerte.



El golpe de Estado del 1° de febrero de 2021 en Myanmar (antes Birmania) es
único en muchos sentidos. En primer lugar, no se produjo para derrocar un
orden plenamente democrático, sino un régimen calificado de tutelar, o
híbrido. En virtud de la Constitución de 2008, el ejército birmano
(Tatmadaw) tenía importantes poderes gracias al 25% de los escaños que tiene
asignados en el Parlamento y a los tres ministerios -Defensa, Interior y
Zonas Fronterizas- puestos bajo su control directo. Además, su presupuesto,
al igual que el de los diversos conglomerados empresariales que creó para
asegurarse la riqueza de sus mandos superiores, está por fuera de todo
control civil.



En este contexto, resulta desconcertante que el general Min Aung Hlaing,
comandante en jefe del ejército, se arriesgue a perder esas ventajas
apreciables, para intentar asegurarse el control total del país. La única
explicación plausible es la ambición personal: el golpe se produjo para que
pudiera estar seguro de convertirse en jefe de Estado antes de retirarse
oficialmente del ejército en septiembre de 2021.



Además, y siguiendo el modelo tailandés, los militares dieron el golpe en
nombre de la defensa de la democracia y sobre la base de acusaciones
(infundadas) de fraude electoral en las elecciones parlamentarias de
noviembre pasado. Esta versión birmana de las acusaciones de Donald Trump
sobre la "Gran Mentira" en las elecciones presidenciales de EE.UU. del otoño
pasado fue concebida para contrarrestar la eventual condena internacional
del golpe; así, el pretexto para el golpe lo aportó Trump.



El golpe tuvo su origen el día en que los parlamentarios elegidos en
noviembre se reunían en la capital birmana, Naypyidaw, para prestar
juramento y elegir un presidente. Más del 80% de esos diputados pertenecen a
la Liga Nacional para la Democracia (LND), el partido de Aung San Suu Kyi,
que, al igual que en 2015, ganó por un amplio margen en las urnas.



La población unida contra los golpistas



Esta usurpación de la voluntad de un pueblo que llevaba menos de diez años
de apertura democrática provocó una indignación generalizada en Myanmar.
Hoy, cinco meses después del golpe, la indignación no ha disminuido y aunque
ya no se producen manifestaciones masivas como en los primeros meses de la
protesta, sino algunas manifestaciones esporádicas, el movimiento de
desobediencia civil continúa.



A pesar, o más bien a causa, de los casi 900 muertos y 6.000 detenidos, como
resultado de la represión, la Junta sigue sin poder ganar su guerra de
ocupación contra su propio pueblo. Cuando un poder llega a asesinar a los
poetas y artistas, está verdaderamente desesperado. De hecho, la junta no
hizo sino unir al pueblo en su contra, algo que ningún gobierno birmano
había logrado desde la independencia, hace tres cuartos de siglo.

La alianza objetiva que surgió desde el golpe entre los diferentes grupos
armados de minorías étnicas (unos doce) de larga data (con excepción notoria
del Ejército de Arakan) y la oposición democrática, predominantemente bamar
(el grupo étnico mayoritario de Myanmar) es una prueba de esta unidad.



Gracias a la formación militar proporcionada por algunos de los grupos
étnicos armados hay, ocasionalmente, atentados con bombas en los principales
centros urbanos del país. Si bien los propios militares, aislados e
instalados en los cuarteles con sus familias, no están directamente
amenazados por este tipo de acciones, no ocurre lo mismo en otros casos. Por
ejemplo, los miembros del USDP (Partido de Solidaridad y Desarrollo de la
Unión), el brazo político del ejército, los informadores y los presuntos
colaboradores de la junta son más fáciles de golpear, así como los
funcionarios que son considerados como allegados a los generales en el
poder. Algunas zonas del país están incluso bajo el control de grupos de la
oposición democrática, con milicias locales.



Puede haber una larga guerra civil



Actualmente, Myanmar vive tanto la euforia de una situación revolucionaria
como la tragedia de una guerra civil. La población, que detesta al ejército
probablemente más incompetente de Asia desde el punto de vista político y
económico, hace ya varios meses que no pide otra cosa que el
restablecimiento del status quo anterior. Ahora, el objetivo es el
establecimiento de un sistema federal de gobierno, que proteja a las
minorías y ofrezca derechos civiles a todos, incluidos los rohingya, una
minoría musulmana anteriormente vilipendiada como no birmana y víctima de
masacres cometidas por las fuerzas armadas en 2017.



Lo que es más preocupante para la Junta, que se retiró a sus búnkeres en la
capital, es que hay una clara sensación de revolución social en el aire. Los
jóvenes activistas de la Generación Z, al frente de las protestas, en
primera línea, exigen que la vieja generación de líderes, incluidos los de
la LND de Aung San Suu Kyi, dejen sus puestos.



Por su parte, las mujeres también mostraron su rechazo al orden patriarcal a
través de la "revolución del pareo", las coloridas faldas tendidas para
ahuyentar a los supersticiosos militares que temen pasar por debajo de ellas
para no perder su hombría. Lo mismo ocurre con la comunidad LGBT de Myanmar.
Los militares, como máxima representación de una sociedad ultra machista,
carecen de amigos en el país.



Sin embargo, no se puede descartar una guerra civil a largo plazo, aunque el
propio término "guerra civil" sea inapropiado. Myanmar se parece hoy a la
Europa de la ocupación nazi. La única diferencia es que el ejército de
ocupación es el propio ejército nacional del país, que funcionó siempre y
desde su creación, como un Estado autónomo dentro del Estado.



La inacción occidental



Incluso si observamos la situación birmana a través del paradigma habitual
de los golpes militares que desplazan a un gobierno elegido
democráticamente, la reacción de la comunidad internacional, y especialmente
de "Occidente", ante el golpe del 1 de febrero es decepcionante. Y si
cambiamos la perspectiva para ver a Myanmar como un país ocupado, la
respuesta de la comunidad internacional es simplemente irresponsable.
Utilizando una metáfora, Myanmar es ahora un huérfano internacional. Esto no
significa, siguiendo con la analogía, que no tenga familia. Pero esa
"familia" puede dividirse en tres: las tías bien intencionadas que no se
comprometen, los tíos egoístas y los primos incapaces.



El primer grupo, compuesto por las tías que no se comprometen, es una
caricatura de Estados Unidos, de la Unión Europea y del Reino Unido, así
como de otros países, en particular los tres miembros del Quad (Diálogo
Cuadrilateral de Seguridad) junto con los Estados Unidos: Australia, India y
Japón. Estos países condenaron inmediatamente el golpe e impusieron
sanciones específicas contra los generales y sus familiares. Estas medidas
fueron reforzadas posteriormente para incluir a los conglomerados
empresariales vinculados al ejército. Pero en los últimos años, los líderes
de esos países habían anunciado un giro de su diplomacia hacia la región
Indo-Pacífico con el objetivo declarado de promover la democracia y luchar
contra la autocracia. Pero, como no trazan u una línea roja en Myanmar,
revelaron el grado de vacuidad de esas bonitas declaraciones. ¿Hay alguna
situación postgolpe de Estado en el mundo actual que sea moralmente menos
clara que la de Myanmar?



Es una actitud que puede entenderse en el caso del primer ministro de la
India, Narendra Modi, cuyo programa es etno-nacionalista y autocrático. Pero
lo es mucho tratándose del presidente Joe Biden, sobre todo porque su
predecesor utilizó la misma retórica engañosa empleada por el ejército
birmano para justificar su golpe de Estado del 1 de febrero. En Europa, los
representantes políticos prefieren hacer declaraciones sobre los uigures y
Hong Kong, en lugar de acudir en ayuda del pueblo birmano que pide a gritos
su apoyo. Es un pueblo, además, que ha organizado un cuasi-gobierno en el
exilio, el gobierno de unidad nacional. Y sin embargo, Occidente opta por
delegar la resolución de la crisis de Myanmar a los primos incompetentes de
la Asean (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), de los que
hablaremos más adelante.



Los tortuosos juegos de Pekín y de Moscú



La segunda parte de la familia está formada por los tíos interesados, es
decir, China y Rusia. El hecho de que Pekín alentara el golpe es discutible.
En cambio, no se puede negar que, desde el 1 de febrero, al reconocerla,
China se muestra muy complaciente con la junta.



La República popular tiene intereses legítimos de seguridad en su vecino
birmano y de seguridad energética en particular. La paradoja es que esos
intereses estarían mucho mejor protegidos bajo una administración civil
apoyada por el pueblo de Myanmar que por una junta que no sólo es
incompetente, sino que es realmente sinofóbica, pero Pekín mantuvo buenas
con el gobierno dirigido por Aung San Suu Kyi.



Si comparamos el comportamiento de Rusia en Myanmar con el de China, el ruso
es más pérfido: Moscú quiere sencillamente asegurarse la venta de armas y
promover el programa autocrático de Putin en el mundo.

La sociedad civil, uno de los pocos apoyos efectivos



Por último, el tercer grupo es el de los primos incompetentes, el de los
vecinos de Myanmar que forman parte de la Asean, a los que, por desgracia,
la comunidad internacional subcontrató para resolver la crisis. Esta
subcontratación se basa en el vago concepto de "centralidad de la Asean" en
la región, un concepto que la organización proclama de forma ritual.



Pero una cosa es que las grandes potencias utilicen este concepto como
cortesía diplomática ante la Asean, y otra muy distinta es que crean
realmente que puede producir resultados... Es que la Asociación tardó casi
tres meses después del golpe en convocar una cumbre sobre Myanmar. Una
cumbre a la que el líder de la junta, y sólo él, fue invitado por Myanmar. Y
cinco meses después del golpe, todavía no ha sido nombrado el enviado
especial prometido por la Asean. Todo lo que la organización ha logrado
hasta ahora es darle legitimidad de facto a la junta y permitirle ganar
tiempo.



En realidad, durante los últimos cincuenta años, la Asean ha conseguido
mantener la paz entre sus miembros. Pero no tiene ni las estímulos ni cuenta
con las herramientas necesarias para lograr un cambio significativo en
ninguno de ellos. Su principio rector de no injerencia siempre estará por
encima de un principio que aparece recién en séptimo lugar en su Carta, que
es el de la promoción de la democracia y de los derechos humanos.



Además, no se trata sólo de un problema de principios. Es obvia la falta de
voluntad política de la Asociación para promover el restablecimiento de la
democracia en Myanmar: la mayoría de sus miembros son a su vez regímenes
autoritarios o semiautoritarios.



Cuando la extensa familia de un huérfano falla, queda aún otra alternativa,
recurrir a los amigos. En los parlamentos occidentales -el Senado francés,
el Congreso de Estados Unidos y el Parlamento australiano, por ejemplo- se
están tomando medidas para conseguir una acción más firme por parte de sus
respectivos gobiernos. Y las organizaciones de la sociedad civil del sudeste
asiático ven cada vez más como propia la lucha por la democracia en Myanmar.
En Occidente, grupos de presión, académicos y otras personas, apoyados en
algunos lugares por una activa diáspora birmana, también presionan para que
el huérfano no caiga en el olvido.



* David Camroux es investigador honorario en el CERI
(https://www.sciencespo.fr/ceri/) y profesor en Ciencias Políticas, en
París.

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