Análisis/ La crisis de una Sudáfrica que se rebela. [Busi Sibeko]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Ago 13 15:53:50 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

13 de agosto 2021

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Análisis



La crisis de una Sudáfrica que se rebela



Desde el encarcelamiento del ex-presidente Jacob Zuma, ocurrido el 7 de
julio, una nueva ola de violentas protestas sacude a Sudáfrica. La crisis
actual es el punto culminante de un proceso socioeconómico y político de
despojo que se extendió durante dos décadas en Sudáfrica y que ha creado un
terreno fértil para la rebelión de numerosos actores sociales.



Busi Sibeko *

Nueva Sociedad, agosto 2021

https://nuso.org/

Traducción de Carlos Díaz Rocca



Desde el encarcelamiento del ex-presidente Jacob Zuma, ocurrido el 7 de
julio, una nueva ola de violentas protestas sacudió a Sudáfrica. Como
consecuencia de ellas, han muerto hasta ahora más de 200 personas y han sido
detenidas casi 2.600. Es posible que el detonante haya sido la detención de
Zuma, pero no es la única causa y tampoco es lo que realmente preocupa a la
población.



La crisis actual es el punto culminante de un proceso socioeconómico y
político de despojo que se extendió durante dos décadas en Sudáfrica y que
ha creado un terreno fértil para la rebelión de los desposeídos, de
instigadores con motivaciones políticas o de oportunistas. La crisis debe
evaluarse en el contexto de este despojo y de la desigualdad que prevalecen
ignorando clases y divisiones étnicas y de género, y que han creado un
profundo desequilibrio de poder. Estos factores –agravados por el desempleo
y la pobreza– impiden que la democracia se desarrolle plenamente en
Sudáfrica, e incluso amenazan con desestabilizarla.



Después de casi tres décadas de democracia, Sudáfrica se enfrenta a varias
crisis. El modelo sudafricano de sociedad no funciona para la mayoría de la
población. En cuanto a la distribución del ingreso, el país tiene un
coeficiente de Gini de 0,7, lo que lo convierte en uno de los países con
mayor desigualdad. La distribución de la riqueza es aún más desequilibrada y
tiene un índice de Gini de 0,95. Se estima que la mitad de la riqueza total
está en manos del porcentaje más rico de la población; el 10% más rico posee
por lo menos entre 90% y 95% por ciento de la riqueza.



Como consecuencia de la falta de cambios estructurales, la situación
económica de Sudáfrica era precaria aun antes de la pandemia. La tasa de
desempleo se mantuvo siempre alta; en el cuarto trimestre de 2019 fue de
29,1%. La pobreza está muy extendida. En 2015, 30,4 millones de personas,
55,5% de la población, vivían por debajo del umbral oficial de pobreza. En
los hogares manejados por mujeres, la proporción era significativamente
mayor que en las familias con un hombre como jefe de hogar. Una cuarta parte
de la población, 13,8 millones de personas, vivían en la pobreza extrema y
no podía permitirse alimentos suficientes para satisfacer sus necesidades
materiales básicas.



La curva de crecimiento de Sudáfrica ha sido descendente durante más de diez
años. Entre 2011 y 2018, el crecimiento económico promedió apenas 1,7%. En
2019, el país entró en recesión por tercera vez desde 1994. Varios factores
fueron responsables de esto, incluida la recesión mundial posterior a la
crisis financiera mundial, la caída de los precios de las materias primas,
la desindustrialización, la captura del Estado (léase: la corrupción
sistémica), los recortes presupuestarios, una política macroeconómica
restrictiva y la caída de la inversión como resultado del estancamiento
económico y el poco confiable suministro eléctrico.



Cada vez más personas encuentran en el Estado un instrumento para el
enriquecimiento propio despiadado. Las instituciones estatales son saqueadas
y vaciadas. Esta realidad es el caldo de cultivo de la aguda crisis de
gobernabilidad en Sudáfrica. La combinación de crisis económicas y políticas
está provocando que la confianza en el orden constitucional disminuya cada
vez más.



Cuando comenzó la crisis provocada por el coronavirus, Sudáfrica ya estaba
en recesión. En abril de 2020, el presidente Cyril Ramaphosa anunció un
paquete de rescate concebido para ayudar a trabajadores, empresas y hogares
durante la pandemia. El paquete, dotado de fondos superiores a los 30.000
millones de dólares, fue una luz de esperanza para el país, pero esta se
apagó rápidamente. Hubo una serie de problemas con la puesta en práctica del
programa y para julio de 2021 solo se había ejecutado 41% de las partidas.
Es que el presupuesto anual no contemplaba esas erogaciones. El presupuesto
complementario de 2020 solo cubrió una parte. La mayoría del paquete de
rescate se financió con recursos existentes o fondos extrapresupuestarios.
No obstante, el hecho de que se hiciera creer a la ciudadanía que se
inyectarían en la economía los 30.000 millones de dólares como dinero en
efectivo avivó las violentas protestas. El público tuvo la impresión de que
el «estímulo» fue en gran parte saqueado.



En la actualidad, Sudáfrica vive la tercera ola de la pandemia. La mayor
parte de las medidas de ayuda ya se han implementado. Mientras el gobierno
está apenas comenzando su programa de vacunación, la cantidad de personas
infectadas con coronavirus va en aumento. La tercera ola y los
confinamientos asociados a esta afectaron a Sudáfrica en un momento en que
los sectores más frágiles de la población han sufrido pérdida de ingresos y
están sometidos a un enorme agotamiento. En enero de 2021, según una
encuesta reciente, 39% de los hogares se quedó sin dinero para comprar
alimentos y 17% sufrió hambre con el paso de las semanas. El programa de
ayuda pandémica Alivio Social del Sufrimiento (Social Relief of Distress,
SRD), una asignación de dinero en efectivo introducida como parte del primer
paquete de alivio para adultos desempleados que no reciben ningún otro
beneficio social, ha finalizado. Los precios de los alimentos muestran una
creciente inflación. Se han interrumpido los programas de alimentación
escolar de los que dependen muchos niños y niñas. Debido a los disturbios,
los alimentos escasean en algunas zonas.



Se cree que la tercera ola, reforzada por las protestas, provocará una merma
de la actividad económica. Después de que el PIB se redujera 7% en 2020, la
economía continúa recortando empleos. La tasa de desempleo alcanzó un nivel
récord de 32,6%. Es un círculo vicioso: los disturbios generan más crisis, y
las crisis, más disturbios.



Para peor, el Ministerio de Finanzas de Sudáfrica insiste en su política de
austeridad, defendida por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y gran
parte de la prensa empresarial. La sociedad civil critica las duras medidas
de austeridad a las que el gobierno sudafricano recurre desde hace varios
años para intentar reducir la deuda externa y calmar a las agencias
calificadoras de riesgo. Esto se hace fundamentalmente a expensas de los
beneficios sociales esenciales y la implementación de los derechos
económicos y sociales.



Es probable que el gobierno de Sudáfrica insista en sus planes de
consolidación y –como se anunció en febrero de 2021– reduzca el gasto no
requerido para el servicio de la deuda en un promedio de 5,2% en términos
reales cada año. Los recortes presupuestarios tienen como resultado un menor
gasto per cápita y recortes reales en servicios públicos, tales como la
atención médica, la educación y la cultura. El presidente declaró hace poco
que cualquier nueva medida de emergencia se incluiría dentro del presupuesto
existente. En vista de la apremiante necesidad social, que se ve enormemente
agravada por la pandemia y ahora también por las violentas protestas, esto
es de una enorme irresponsabilidad.



El gobierno sudafricano está pasando de una crisis a otra, pero no está
yendo al fondo de las causas políticas y económicas que subyacen a estas
crisis. Las disputas internas del partido gobernante, el Congreso Nacional
Africano (ANC, por sus siglas en inglés), por ejemplo, son una pesada carga
para el país y deben resolverse con determinación. En este contexto, también
es necesario un compromiso renovado con la Carta de la Libertad de 1955 y la
Constitución de Sudáfrica, que consideran un orden económico más justo como
un factor decisivo en la liberación política.



En el corto plazo, el gobierno de Sudáfrica debe garantizar los medios de
subsistencia y apoyar la economía. Las medidas de ayuda a empresas,
empleados y particulares que han llegado a su fin deben ser renovadas y
reajustarse para que estén a la altura de la pandemia y la crisis actual en
el país.



Tales medidas no son posibles con la actual política de austeridad. Las
políticas de austeridad deben terminar y se deben priorizar los derechos
sociales y económicos. Esto debe estar vinculado a una transformación
económica efectiva que beneficie a la mayoría de la población. El statu quo
de Sudáfrica no puede ser tomado, ni remotamente, como una forma de
liberación política.



* Busi Sibeko, es economista en el Instituto para la Justicia Económica
(IEJ) en Johannesburgo y realiza investigaciones macroeconómicas.

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