América Latina/ Necropolítica: "Se trata de dejar morir a la gente y a la naturaleza para mantener viva la economía. [Eduardo Gudynas - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Dic 1 22:56:05 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

1° de diciembre 2021

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América Latina



Entrevista con Eduardo Gudynas



Necropolítica en América Latina: "Se trata de dejar morir a la gente y a la
naturaleza para mantener viva la economía



El investigador analiza las crisis que atraviesan los países
latinoamericanos.



Patricia Fachin/Wagner Fernandes de Azevedo

Revista IHU On-Line, 29-11-2021

http://www.ihu.unisinos.br/

Traducción de Correspondencia de Prensa



La situación social, económica, política y medioambiental de América Latina
es "dramática". Así se refiere a la situación actual Eduardo Gudynas, que
durante más de tres décadas ha seguido los problemas del desarrollo, el
medio ambiente y los movimientos sociales en la región. "Hay más de 22
millones de pobres, lo que eleva la pobreza total en América Latina a 210
millones de personas. Se han perdido al menos 43 millones de empleos, ha
aumentado la informalidad, ha vuelto la inseguridad alimentaria en varios
países, más de 160 millones de estudiantes han sufrido interrupciones en sus
clases y la atención sanitaria, en lugar de mejorar, ha empeorado. Estos y
otros problemas están interconectados", afirma.

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Eduardo Gudynas es investigador del Centro Latinoamericano de Ecología
Social - CLAES. Fue el primer latinoamericano en recibir la Cátedra Arne
Naess de Justicia Global y Medio Ambiente de la Universidad de Oslo
(Noruega). Recientemente se ha incorporado a la Comisión para la
Transformación de la Economía del Club de Roma. Sus últimos libros son sobre
el extractivismo y los derechos de la naturaleza, publicados en Argentina,
Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú. En inglés, su obra más
reciente es "Extractivisms" (Fernwoord, 2021).



- ¿Cuáles son los principales aspectos de las crisis vividas en los países
latinoamericanos?



Es necesario entender que estamos inmersos en múltiples crisis. La
insistencia en que sólo sufrimos de Covid-19 se utiliza para minimizar otras
crisis igualmente graves. Los problemas de la sanidad pública han agravado
las dificultades que ya estaban presentes desde años anteriores. Hay
dificultades económicas, desempleo y aumento de la pobreza. Ninguno de estos
problemas comenzó con la pandemia. Esto explica a su vez que estas crisis
afectan a todas las dimensiones sociales, económicas, políticas y
medioambientales, y que sus componentes están interconectados. No se pueden
tratar por separado.



La situación es dramática: más de 22 millones de personas viven en la
pobreza, lo que eleva la pobreza total en América Latina a 210 millones de
personas. Se han perdido al menos 43 millones de empleos, ha aumentado la
informalidad, ha vuelto la inseguridad alimentaria en varios países, más de
160 millones de estudiantes han sufrido interrupciones en sus clases y la
atención sanitaria, en lugar de mejorar, ha empeorado. Estos y otros
problemas están interconectados.



- ¿Cuáles son las principales expresiones de este conjunto de crisis?



Hay algunos análisis que consideran la situación actual como una etapa o
expresión de la "crisis del capitalismo". Estos planteamientos son a veces
muy simplistas porque no entienden que el capitalismo, en cualquiera de sus
versiones, implica "crisis". Por tanto, el hecho de que existan estas crisis
no significa que el capitalismo esté amenazado, ni que vaya a colapsar
mañana. Por el contrario, el capitalismo se reproduce aprovechando las
crisis y, en algunos aspectos, esto sirve para reforzar sus versiones más
primitivas. Lo que está en marcha en América Latina y en otras regiones son
brutales transferencias de excedentes que se captan como dinero, mientras
que al mismo tiempo se derivan otras como externalidades de todo tipo,
sanitarias, sociales, económicas y culturales.



- Usted propuso la idea de la necropolítica para abordar esta situación.
¿Por qué esta idea nos ayuda a entender estas situaciones?



La pandemia aceleró un cambio más profundo en las formas de entender la
política. Los grupos políticos y los Estados aprovecharon la pandemia para
reforzar los mecanismos de vigilancia, control y disciplina. Utilizaron la
crisis sanitaria para justificar estos altos niveles de pobreza y desempleo.
A su vez, argumentando que necesitan salir de la pandemia de la crisis
económica, aplican medidas de protección a las empresas e inversores que
hasta hace poco eran injustificables.



La necropolítica surge bajo esta condición. Se trata de dejar morir a las
personas y a la naturaleza para mantener viva la economía. Todos estamos más
controlados y vigilados, la pobreza ha aumentado, cientos de miles de
personas han muerto por Covid y el medio ambiente se ha destruido aún más.
Pero de alguna manera esto ha sido aceptado por los políticos y gran parte
de la sociedad.



Es en este cambio donde el concepto de necropolítica pone su énfasis. Se
está produciendo un cambio en la esencia de la forma de entender la
política, lo que hace que se acepten y naturalicen todas estas crisis. Hay
miedo entre varios sectores de la ciudadanía, una creciente resignación
entre otros, y hay quienes exigen aún más control, más facilidades para las
corporaciones, más destrucción ecológica.



La idea de la necropolítica también indica que lo que consideran aceptable o
inaceptable en las políticas públicas está cambiando, en sus demandas a los
gobiernos y en relación con lo que creen que sería vergonzoso tolerar. En el
pasado también hubo crisis económicas, pobreza y violencia, pero al mismo
tiempo hubo grupos de partidos políticos que consideraron esto inaceptable y
buscaron alternativas, y todo esto fue alimentado por fuertes movilizaciones
ciudadanas. El debate político estuvo presente en las diferentes formas de
defender la vida, de intentar superar estas crisis.



Por el contrario, en la necropolítica hay un fatalismo en dejar morir a las
personas y a la Naturaleza, aunque estén obsesionados por mantener vivas las
economías. Parece que no nos damos cuenta de que al menos 1,5 millones de
latinoamericanos han muerto a causa de la pandemia. Es una cifra asombrosa.
Es una ola de muertes que en otros tiempos habría hecho caer a gobiernos y
presidentes, pero que no ocurrió, echando la culpa, una y otra vez, al
Covid-19. El virus se ha convertido en una excusa para reforzar la
necropolítica.



- Algunos componentes de esta necropolítica, como la pobreza y la violencia,
están presentes en América Latina desde hace mucho tiempo.



Correcto. La violencia es un problema muy grave, no sólo hoy, sino que se
arrastra desde la época colonial. Muchas de sus expresiones conocidas se han
reforzado con la pandemia. Por ejemplo, la violencia del Estado al imponer
medidas de cuarentena y confinamiento apelando a la policía y al ejército.
La escala de todo esto era inmensa. Por ejemplo, estimamos que al menos 300
millones de latinoamericanos experimentaron alguna forma de confinamiento.
También se han fortalecido los grupos ilegales, como los que se dedican a la
extracción de oro o a los cultivos para las redes de narcotráfico, que
controlan los territorios mediante la violencia.



La condición necropolítica se apoya en esta difusión de la violencia. Sin
embargo, la necropolítica no se refiere a la violencia en actos concretos,
como en el caso de los grupos armados en Colombia o las maras
centroamericanas. No es una política que ordene la ejecución de personas.
Sin embargo, es una política que permite que mueran, ya sea por Covid-19, o
por estos grupos armados o por la criminalidad tradicional, y se resigna a
ello. Es la inacción. Es una aceptación resignada. Como si asumiera que se
han agotado todas las alternativas para resolver el drama de la violencia.



La vieja política presentaba discursos y medidas para intentar solucionarlo,
independientemente de que pudiéramos estar o no de acuerdo con esas
propuestas. Estas cuestiones fueron objeto de debate político y amplios
sectores de la ciudadanía exigieron soluciones, porque no podían tolerar y
estaban indignados por los asesinatos. Sin embargo, tras la pandemia, se
produce una transformación en la moral pública: esto ya no genera tanta
indignación, ya no produce vergüenza ni angustia, y se acepta cada vez más.
Este es el triunfo de la necropolítica.



Así, la necropolítica es el resultado de una ruptura en el campo de la
moral. Esto se debe a que la opresión opera ahora en este nivel más profundo
y es capaz de anular otras opciones morales. Antes, las condiciones morales
consideraban inaceptable que la gente muriera, las muertes generaban
angustia e indignación. Durante años, todo esto se ha ido erosionando, pero
con la pandemia el proceso se ha acelerado y empeorado. La opresión ha dado
un paso más, actuando ahora en este campo antes que las ideologías
políticas, para modificar los mandatos morales que alimentan todas las
principales corrientes políticas.



- ¿Qué valoración hace de las negociaciones de la convención sobre el cambio
climático que acaban de terminar en Glasgow?



Muchos líderes ofrecieron discursos y promesas radicales para hacer frente
al cambio climático. Por ejemplo, Iván Duque, de Colombia, prometió la
neutralidad en las emisiones netas de carbono para 2050, y el gobierno de
Jair Bolsonaro firmó un acuerdo para detener la deforestación. Pero sus
prácticas concretas, dentro de cada país, están lejos de cumplir estas
promesas; al contrario, empeoran las emisiones de gases de efecto
invernadero. Así es como Duque promueve la exploración de petróleo y gas
mediante el fracking y defiende la minería del carbón, y en Brasil se acaba
de confirmar un aumento del 22% de la deforestación en la Amazonia,
alcanzando el nivel más alto en 15 años.



Brasil, junto con países como Argentina y Uruguay, ha firmado incluso un
compromiso para reducir las emisiones de metano, que es un potente gas de
efecto invernadero que se origina, por ejemplo, en la agricultura y la
ganadería. Si realmente actuaran así, golpearían a la poderosa agroindustria
de esos países. Pero firmaron ese acuerdo en Glasgow porque no impone
medidas para garantizar su cumplimiento. Son sólo declaraciones de
intenciones que sirven para la publicidad y para calmar las demandas de los
ciudadanos, pero no garantizan una reducción de las emisiones de gases de
efecto invernadero.



Todos los gobiernos son responsables. Es cierto que algunos son más
responsables que otros, pero en este momento, todos tienen algunas
responsabilidades. Por otro lado, los países industrializados evitan
asumirlas en todos sus aspectos, especialmente en la ayuda financiera. Pero
al mismo tiempo, muchas naciones del Sur aprovechan su baja proporción de
emisiones de gases de efecto invernadero para seguir contaminando y
continuar exportando combustibles fósiles, como es el caso de Colombia,
Bolivia y Venezuela. O utilizan la excusa de la necesidad de desarrollarse
para ser aún más contaminantes, como India y México.



Así llegamos al documento final firmado por todos los gobiernos, el Pacto de
Glasgow, en el que reconocen que el objetivo debe ser reducir las emisiones
de CO2 en un 45% para 2030, y a cero para 2050. Pero en el mismo pacto, unos
párrafos después, confiesan que las acciones de los gobiernos no conducen a
estas reducciones, sino que actúan en sentido contrario, aumentando los
gases de efecto invernadero en un 13,7% para 2030.



Esto hace que el documento firmado en Glasgow sea llamativo porque es una
confesión escrita de su fracaso. Y no pasa nada. No hay ningún cataclismo
político, ningún ministro de medio ambiente ha dimitido. Gran parte de la
prensa internacional ni siquiera entiende el contenido de este pacto, y hay
organizaciones que incluso lo han apoyado. Esto es necropolítica. El Pacto
de Glasgow muestra claramente que la naturaleza y las personas pueden morir.



- ¿La situación política de los distintos países permite afrontar esta
crisis? Por ejemplo, los cambios de gobierno en Ecuador y Perú, o las
recientes elecciones legislativas en Argentina y presidenciales en Chile,
¿ofrecen oportunidades o son retrocesos?



Por un lado, hay muchos cambios en marcha, pero por otro lado hay que tener
cuidado en el análisis para no caer en simplificaciones. En Ecuador, el
banquero Guillermo Lasso ganó la presidencia, aplicando un programa muy
conservador. Sin embargo, sigue activo el progresismo, que tiene similitudes
con la agenda política del "lulismo" en Brasil y que en Ecuador se inspira
en Rafael Correa. Pero al mismo tiempo, hay una renovación de la izquierda
que busca dejar atrás las limitaciones progresistas y explora una plataforma
comunitaria, territorial, ambientalista, feminista e indígena, liderada por
Yaku Pérez. –



Se dice que Perú ha girado hacia lo que algunos llaman progresismo o
izquierda, tras la victoria del profesor Pedro Castillo. Pero, de hecho, el
progresismo retrocedió mucho, ya que el partido Nuevo Perú, liderado por
Verónika Mendoza, perdió buena parte de sus votantes. La renovación del ala
izquierda del Frente Amplio, con Marco Arana, se redujo aún más. Perú Libre,
el partido que llevó a Castillo como candidato presidencial, defiende un
programa dogmático del siglo pasado, ideológicamente anterior al
progresismo, e incluso se ha distanciado del gobierno.



Por lo tanto, se puede ver que los sectores conservadores mantienen una
presencia y un poder en estos países. Esto alimenta la necropolítica y, a
medida que se extiende, refuerza aún más el conservadurismo.



Algo similar ocurrió con la renovación legislativa argentina, donde el
progresismo que corresponde al actual presidente Alberto Fernández y a la
vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner ha retrocedido. Los partidos
clásicos de izquierda han aumentado su presencia, pero los sectores
conservadores vinculados a la anterior presidencia de Mauricio Macri han
aumentado aún más. No sólo eso, también ha surgido una extrema derecha,
similar a la bolsonarista, que ha ganado votos para entrar en el congreso.



El miedo ante la extrema derecha es aún más evidente en las elecciones de
Chile. El candidato de extrema derecha, José Antonio Kast, obtuvo la mayoría
en la primera vuelta para presidente. Pero lo más alarmante es que la
derecha controlará la mitad del Senado y, en la práctica, también la Cámara
de Diputados.



Este resultado sorprendió a muchos, porque desde el estallido social de
finales de 2019, todo indicaba un giro a la izquierda. Además, en la
elección de los miembros de la Convención Constituyente, el progresismo
obtuvo una buena votación, pero aún más esperanzadora fue la elección de
muchos miembros que representaban una renovación de la izquierda más allá
del progresismo. Entre ellos se encontraban reconocidos activistas
territoriales, indígenas, ecologistas y feministas. El segundo puesto en la
carrera presidencial fue para el candidato de centro-izquierda, Gabriel
Boric, procedente del progresismo. Se genera una situación muy tensa, ya que
nadie quiere un presidente de extrema derecha, pero al mismo tiempo Boric
representa un progresismo que la renovación de la izquierda desea dejar
atrás.



En resumen, se puede decir que estamos viendo diferentes tensiones entre al
menos tres perspectivas. Hay corrientes de derecha, que pueden ser más
moderadas, como en Uruguay, o extremistas, como Bolsonaro y Kast. Ahí se
alimenta la necropolítica. Los progresistas gobiernan en Argentina y
Bolivia, pero su actuación es aún más criticada, sin avanzar en una
renovación de ideas, como ocurriría también en Perú y Chile.



En la dimensión política, siguen atascados con el caudillismo, en la
dimensión económica, con el extractivismo, y todavía hay obstáculos, según
el caso, con demandas como las feministas, indigenistas y ambientales.



Por lo tanto, no son antídotos eficaces contra la necropolítica.



Por último, se mantienen los intentos de renovar una izquierda plural
decolonial y, por tanto, intercultural, ecologista y, de esta manera,
postextractivista, feminista y democrática. Son alternativas que trascienden
el progresismo, que se enfrentan a la necropolítica, y su avance más
reciente se ha producido en Ecuador y Chile, pero ha retrocedido en Perú y
es marginal en países como Brasil y Argentina.



- En la última entrevista que nos concedió, dijo que las "alternativas" para
América Latina "van más allá del desarrollo capitalista, y para ello
contamos con la inspiración del Buen Vivir". En la práctica, ¿qué significa
eso en tiempos de necropolítica?



En concreto, el punto en común de estas renovaciones de la izquierda es que
tienen componentes que se corresponden con el Buen Vivir. Son de izquierdas
porque defienden, por ejemplo, la justicia social y rechazan las aventuras
de la derecha y la extrema derecha. Pero también reconocen las limitaciones
de progresismos como los de Lula da Silva, con su "nuevo desarrollo". De
este modo, el Buen Vivir y otras propuestas similares son alternativas al
desarrollo en todas sus variedades. Aparecen de vez en cuando, y el ejemplo
más llamativo se da en la Convención Constituyente de Chile. Allí, la
comisión de medio ambiente se llama incluso "derechos de la naturaleza y
modelo económico". Esto deja claro que apuntan a los derechos de la
Naturaleza, que es un componente crucial del Buen Vivir y que, a su vez,
corresponde a un cambio en la forma de entender el valor y, por tanto, la
asociación con los modelos económicos.



Por lo tanto, no se trata de una discusión filosófica, sino de una izquierda
que quiere repensar todas las estrategias económicas desde otros puntos de
partida. Los componentes pueden ser muy concretos, como nuevos
procedimientos de evaluación de costes y beneficios, herramientas para hacer
valoraciones explícitas que no sean utilitarias, otra organización del gasto
estatal e incluso propuestas alternativas de integración entre países.

Estos son los antídotos contra la necropolítica. Necesitamos una
reconstrucción de la política que proteja la vida, que considere inaceptable
que las personas mueran y también la Naturaleza. Este es precisamente el
mandato de la Buena Vida. Y, por así decirlo, una política de la vida que
parte de la valoración de la vida, no sólo por su utilidad, sino también por
su belleza, sus historias e incluso por sus propiedades intrínsecas. Este
aprecio alimenta el compromiso moral de defenderla. La política de la vida
en la Buena Vida está en la forma en que la practicamos.

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