Estado español/ Reorganizar el anticapitalismo para avanzar. [Lorena Cabrerizo]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Dic 18 23:03:40 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

18 de diciembre 2021

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Estado español



III Congreso de Anticapitalistas



Reorganizar el anticapitalismo para avanzar



Lorena Cabrerizo *

Viento Sur, 17-12-2021

https://vientosur.info/



“Para que las fuerzas prácticas desatadas en un momento histórico dado sean
eficaces y expansivas es necesario construir sobre la base de una práctica
determinada una teoría que por coincidir e identificarse con los elementos
decisivos de esa misma práctica, acelere el proceso histórico en el acto
mismo, vuelva más homogénea coherente y eficaz en todos sus aspectos aquella
práctica” (Antonio Gramsci)



Bajo el lema “Hacer posible la revolución: organizarse para avanzar”, se
celebró los pasados días 11 y 12 de diciembre el III Congreso de
Anticapitalistas, previsto para 2020 y aplazado a causa de la pandemia. Un
Congreso que, a diferencia del anterior, se enmarca en un cambio de fase
política y social, de temporalidad incierta, y que requiere un profundo
replanteamiento de nuestra estrategia y de las tareas revolucionarias
asociadas a la construcción de un nuevo sujeto político anticapitalista con
capacidad para asumir los enormes retos que enfrentamos.



Caracterizar esta nueva fase no es sencillo. No obstante, se están
produciendo movimientos a escala global, europea y del Estado español que
permiten perfilar, sin riesgo a equivocarnos, los contornos de un sistema
mundo caracterizado por el incremento de las desigualdades y de la
conflictividad, tanto al interior de las sociedades como entre países, fruto
de una mayor explotación por parte del capital.



La situación global en la era de la covid viene marcada por una nueva fase
de crisis económica que acentúa las tendencias depresivas de las tasas de
ganancia que acompañan al capitalismo desde hace décadas, un hecho que
acelerará el proceso de reordenamiento de las potencias y actores mundiales
en una fuerte pelea por redefinir el hegemon de la nueva globalización. Por
eso pensamos que la crisis de la covid, aun siendo contingente, tiene raíces
estructurales asociadas directamente al sistema económico vigente. Se trata
de una nueva carrera por los recursos, con la aparición de nueva formas de
expolio de los países empobrecidos, muy vinculada a la crisis ecosocial por
la finitud de recursos, la sobre-explotación destructiva de la naturaleza y
el bloqueo de las posibilidades de desarrollo del capitalismo, que dividirá
el mundo en zonas de influencia que compitan entre sí y condicionará los
nuevos desarrollos políticos.



El capital ya no tiene dónde desplazarse y necesita reiniciar sus ciclos de
recuperación. A nivel de acumulación interna, hay tres factores claves que
se viene constatando desde la crisis anterior: la mercantilización de los
servicios públicos, el ataque a los salarios y la expulsión fuera del
terreno de los derechos de todo lo relacionado con la reproducción social.
Lejos de haber generado menos estado, el neoliberalismo lo ha reforzado y
convertido en un instrumento clave para financiar al capital y legislar a
favor de sus intereses, al tiempo que retira la intervención genuinamente
estatal para reducir desigualdades y pobreza. Si bien a raíz de la crisis
covid algunos gobiernos están poniendo en marcha planes de expansión del
gasto público para impulsar el consumo y paliar el hundimiento social de
amplios sectores de población mediante mecanismos monetarios (relajamiento
de las normas ordoliberales sobre el déficit, relanzamiento de la deuda
soberana, etc.) éstos no dejan de ser instrumentos para empujar la
recuperación de los beneficios del capital.



En cuanto a la UE, su indiscutible decadencia la vemos reflejada en la
crisis económica, las desigualdades crecientes centro-periferia y la
paralización de su construcción política, a la vez que aumenta el número de
estados gobernados por la extrema derecha que desafían esa arquitectura
institucional y que están demostrando mucha capacidad para marcar agenda
europea. Por su parte, la izquierda se encuentra sumamente debilitada, con
Grecia y la derrota de las esperanzas populares que despertó el oxi como
punto indiscutible de inflexión. Si bien un desmembramiento en clave de
repliegue nacional-estatal liderado por la extrema derecha aceleraría la
recomposición reaccionaria, cualquier gobierno de izquierdas que se precie
como tal tiene que enfrentarse a los límites impuestos por la UE mediante la
desobediencia a los Tratados, avanzando en una ruptura en clave popular
mientras busca alianzas internacionales y extiende su lucha y genera
contradicciones al corazón de los demás países. En términos de construcción
de sujeto político, nuestra propuesta busca una gran alianza de las
trabajadoras europeas frente a sus respectivas burguesías; es decir,
partiendo de la lucha de clases en cada estado, hay que avanzar en formas
supranacionales de colaboración, buscando soluciones en una escala europea y
tratando de construir movimientos sociales y políticos globales pero con
raíces firmes en la realidad local.



Tendencias y contrapesos en la crisis del neoliberalismo



Las principales expresiones políticas que se han derivado de esta
reconfiguración del escenario mundial son, principalmente, el auge de la
extrema derecha y crisis orgánicas y revueltas. Caracterizar bien los nuevos
autoritarismos, definiendo sus diferencias con los fascismos clásicos pero
también sus líneas de continuidad, es importante para combatir frivolidades
e instrumentalizaciones que justifiquen alianzas con las élites en torno a
una defensa abstracta de unos regímenes constitucionales en los cuales los
derechos democráticos están cada vez más degradados. Nuestra propuesta
antifascista no es el frentepopulismo (que renuncia a la ruptura socialista
al ligar la defensa de la democracia a la renuncia a la lucha de clases,
mediante un pacto con la burguesía y sus representaciones políticas) ni
tampoco el antifascismo defensivo e identitario. Bien al contrario,
proponemos la recomposición de la unidad de la clase trabajadora en un
sentido amplio, primero entendiendo que la clase trabajadora actual es
diversa y, por tanto, que la clase trabajadora migrante es parte del
movimiento obrero, y segundo, que no solo se trata de mejorar sus
condiciones sino también de llevar a cabo reformas que favorezcan su
posición estructural en la sociedad y su capacidad de lucha. Para recomponer
un movimiento emancipatorio de clase debemos contar con todos los
movimientos (sindical, ecologista, feminista, lgtbiq, antirracista, etc.)
porque son consustanciales a la lucha trabajo-capital e imprescindibles para
acabar con todas las formas de opresión y con instituciones como el
patriarcado, y evitar así el colapso ecológico. Por ello es importante
dirigir todos los esfuerzos hacia la construcción de una alianza de los
movimientos emancipatorios y desarrollar fórmulas organizativas que
identifiquen dónde están los nodos de poder estructural de la clase
trabajadora capaces de atacar al capital en el terreno de la producción
(¿qué huelga y en qué sectores es más eficaz hoy?) y de la reproducción
(huelga feminista).



La cara b del auge de la extrema derecha y de las debilidades de la
izquierda son las crisis orgánicas y su forma revuelta, con el proceso
chileno como evidencia, que expresan un alto grado de malestar y que, sin
embargo, carecen en sus inicios de proyecto y armazón política. En términos
destituyentes, el éxito de estos estallidos sociales de naturaleza
espontánea dependerá del tejido vivo que exista en las sociedades donde
ocurren, y de su capacidad para dar soporte organizativo y dirección
política al movimiento. Es urgente, por tanto, prepararse desde la izquierda
para estos acontecimientos y poder defendernos ante procesos de restauración
del consenso, avanzando así hacia la reorganización política. No nos cabe
duda de que, a medida que la grieta de la desigualdad se haga más profunda,
estos episodios serán cada vez más frecuentes e intensos, y no podemos
permitir que se suturen a fuerza de represión.



Estas tendencias descritas también tienen su correlato en el Estado español.
Tras un ciclo político intenso de ascenso de la izquierda que se inició con
la crisis del 2008 y dio paso a la irrupción de expresiones políticas
partidarias y sociales (15M, Podemos, referéndum catalán, etc.), más de una
década después, éstas han desembocado en dique seco, hundiendo en la
desafección política a amplios sectores de la sociedad y, lo que es más
preocupante, acelerando una desmovilización que es ya generalizada. Un
repliegue que se extiende incluso a los movimientos sociales y sindicales
que han adoptado una lógica de apoyo y negociación con el gobierno y que van
perdiendo progresivamente espacios y poder social, capacidad de combate y
autonomía.



Considerando que la crisis actual está golpeando de forma profusa a nuestra
clase (especialmente a mujeres, jóvenes y población migrante), por la
condición semiperiférica de la economía español dentro de la división
internacional del trabajo (turismo, industria desmantelada y con bajo valor
añadido, etc.), el actual gobierno de coalición es un gobierno incapaz de
llevar a cabo reformas contundentes que reviertan la precaria situación de
cada vez más capas de la sociedad. Si bien está consiguiendo pasivizar
momentáneamente las posibilidades de la protesta, no está obteniendo los
logros mínimos programáticos que constituían sus de por sí modestas promesas
electorales, demostrando su incapacidad para enfrentarse a las grandes
empresas, como las energéticas o los fondos buitre, ni tampoco interviniendo
favorablemente hacia la población en el terreno de las libertades y derechos
civiles. Más bien al contrario, tal y como estamos observando en Cádiz con
la feroz represión contra quienes ejercen legítimamente su derecho a huelga
o la salvaje sentencia contra los seis chavales de Zaragoza.



Nos dirigimos, así, hacia la perpetuación de un modelo en declive
(precarización, bajos salarios, debilitamiento estructural y saqueo de
servicios públicos) que, paradójicamente, convive con una débil tendencia a
la recuperación macroeconómica en marcha. Una relación dialéctica entre
desigualdad social muy profunda y deterioro ecológico a medio y largo plazo,
y una recuperación parcial a corto, basada en el dopaje de la industria, las
ayudas a las empresas con dinero público que más pronto que tarde se
convertirá en más deuda y recortes, o medidas cosméticas como el Ingreso
Mínimo Vital (IMV). Una relación dialéctica que generará formas de lucha en
el terreno del antagonismo de clases, pero también con repercusiones
internas en la conformación del estado y su estructura nacional territorial
(“la España vaciada”), emergiendo nuevos descontentos y tensiones
territoriales que pueden adoptar diferentes formas, no necesariamente de
izquierdas.



Nuevas tareas ante difíciles retos



Considerando este nuevo escenario en el que nos encontramos, muy diferente
al anterior, estático y embarrado aunque con posibles irrupciones
inesperadas, necesitamos readaptar del sentido de la organización,
profundizando en la construcción de un partido activo y militante,
radicalmente democrático hacia la sociedad y en su organización interna e
independiente de los poderes económicos y estatales. Un partido que ponga en
marcha nuevas ideas y un proyecto de sociedad ecosocialista alternativo al
capitalismo basado en la activa participación pluralista de la ciudadanía en
las decisiones mediante la planificación democrática. Ello implica también,
mientras seguimos interviniendo en las coyunturas concretas y en la
construcción leal de los movimientos, impulsar tareas de corte
propagandístico en defensa de la independencia de clase, alternativas
programáticas, así como la búsqueda intransigente de mayor cohesión y
coherencia en los planteamientos que se formulen. Y abordar una tarea
ineludible: sentar los hitos de una estrategia que posibilite ese cambio
social de raíz.



Si en la fase del 15M tratábamos de que toda la ofensiva e indignación se
tradujera en organización, ahora hay que traducirla en consignas, en ideas y
propuestas fuertes que amplíen la conciencia de las mayorías trabajadoras y
populares sobre la necesidad de frenar en seco esta deriva y plantear el
antagonismo de clase como eje central en esa nueva fase. Contribuir en el
seno de los movimientos sociales a la consolidación de su autonomía con
respecto al estado desde un punto de vista rupturista y de clase, así como
convencer de la necesidad de poner en práctica la unidad de acción y las
alianzas programáticas como única vía para resistir, recomponer el
movimiento popular y tomar el impulso necesario para hacer frente al
neoliberalismo autoritario que gobierna el mundo.



También se trata de pensar una propuesta constituyente que, como queda claro
una y otra vez en la historia del Estado español, tendrá que basarse en una
alianza entre los movimientos emancipatorios y las naciones sin Estado,
defendiendo el derecho de autodeterminación de forma coherente, para así
pensar nuevos modelos confederales y republicanos basados en la libertad los
pueblos. En este régimen eso no es posible; tampoco lo es bajo la dirección
de las élites que dirigen los movimientos nacional-populares de las naciones
sin estado. En ese sentido, no renunciamos a hacer apuestas
político-electorales que luchen por mantener la brecha rupturista abierta,
como es el caso de Adelante Andalucía.



Recordando a Bensaïd, somos conscientes que no debemos caer en una especie
de movimientismo abstracto. La recomposición y fortalecimiento en lo social
es fundamental y precondición para la construcción de un proyecto
socialista, ecologista y feminista que combine la masividad con la
radicalidad. Sabemos que esto tiene sus ritmos, y que la historia es un
péndulo en donde hay que saber moverse con las oportunidades abiertas y con
las oportunidades cerradas. Por eso apostamos claramente por construir una
fuerza política capaz de implantarse en el movimiento real, pero que aspire
a crear una dirección estratégica que dispute a largo plazo la cuestión del
poder: es decir, qué clase gobierna. Lejos de toda veleidad sectaria (el
gran riesgo de los proyectos revolucionarios en épocas de reflujo, más
preocupados por marcar su minúsculo territorio y robarle algún militante a
quién tienen al lado) y de toda impaciencia politicista, asumimos que el
ritmo no lo marca simplemente el deseo, aunque nos volcaremos en generar una
voluntad colectiva.



* Lorena Cabrerizo es una de las portavoces de Anticapitalistas.

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