Estados Unidos/ La polémica sobre el aborto se reducen a una cosa: controlar a las mujeres. [Rebecca Solnit]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Dic 26 23:19:09 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

26 de diciembre 2021

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Estados Unidos



La polémica sobre el aborto en los EE.UU. se reducen a una cosa: controlar a
las mujeres



Rebecca Solnit *

Sin Permiso, 26-12-2021

https://www.sinpermiso.info/

Traducción de Lucas Antón



Hay mucha gente con mucho poder que no ve por qué deberían tener
jurisdicción sobre sus cuerpos las mujeres. Ese es el argumento de los
antiabortistas, que afirman que un feto, o incluso un embrión, o en algunos
casos hasta un óvulo fecundado demasiado pequeño para el ojo humano, tiene
derechos que substituyen a los de la persona dentro de cuyo cuerpo puede
estar ese óvulo, embrión o feto.



Lo que ha quedado claro en lo que respecta a los expertos de la derecha y
los jueces conservadores del Tribunal Supremo que han intervenido durante el
último mes, mientras se escuchaban los argumentos en el caso más importante
sobre el derecho al aborto desde Roe contra Wade, es que, en un país cuya
Constitución se supone que nos concede tantos derechos, están encantados de
despojarnos de un derecho tan fundamental que resultaría algo inimaginable
en otras circunstancias, o que se despojara de él a otras personas, más
concretamente a los hombres. En el caso de Dobbs contra la Jackson Women's
Health Organization, el estado de Misisipi pide al tribunal que se pronuncie
sobre si puede prohibir los abortos después de las quince semanas de
gestación. Piden, dicho de otro modo, el derecho a castigar a las mujeres
por ser mujeres.



El viernes por la mañana [10 de diciembre], el Tribunal Supremo emitió una
sentencia mixta sobre otra ley estatal que restringe el acceso al aborto: la
ley de Texas, diseñada para evadir la supervisión federal. Ocho de los
jueces confirmaron la decisión de un tribunal inferior de que quienes
procuran abortos deben tener derecho a entablar demandas; el juez Thomas no
se sumó a ellos. Los cuatro jueces más liberales votaron a favor de ampliar
el derecho a entablar demandas; los otros cuatro conservadores dictaminaron
que sólo pueden demandar a los funcionarios encargados de conceder las
licencias. La juez Sotomayor, disintiendo de modo apasionado, escribió:
"Esto supone un desvergonzado desafío a nuestra estructura federal. Se hace
eco de la filosofía de John C. Calhoun, un virulento defensor del Sur
esclavista que insistía en que los estados tenían derecho a "vetar" o
"anular" cualquier ley federal con la que no estuvieran de acuerdo". Y
añadió: "El país libró una guerra civil por esa proposición". Antes de la
guerra civil, los EE.UU. se dividían en estados libres y esclavistas; la
nación contemporánea está cada vez más dividida entre estados con acceso a
derechos reproductivos y estados antiabortistas.



El objetivo de los antiabortistas parece consistir en aumentar los
privilegios de los hombres socavando los derechos de las mujeres, haciendo
que estemos separados y seamos desiguales (las personas que no se
identifican como mujeres también se quedan embarazadas y tienen hijos, pero
la animosidad se dirige a mujeres y niñas, así que voy a referirme aquí a
mujeres y niñas). Como reconocer esto minaría los argumentos en contra del
aborto, el énfasis se desplaza a otra persona cuyos derechos se alega que
son superiores a los de las personas embarazadas, los no nacidos. Los no
nacidos son un grupo de conveniencia a a hora de defenderlo, ya que no
tienen voz ni voto y cualquiera puede decir que habla en su nombre.



Los que dicen proteger a los no nacidos son en su mayoría conservadores que
rechazan sistemáticamente el acceso universal a la asistencia sanitaria, por
no hablar de la satisfacción de las necesidades materiales básicas de los
bebés y los niños mediante alimentos, ropa, alojamiento y guarderías.
También suelen oponerse a la educación reproductiva, desfinanciando y
demonizando incluso Planned Parenthood [principal organismo norteamericano
de planificación familiar] (que es donde, cuando era adolescente, conseguí
la atención reproductiva que me protegió de un embarazo no deseado).



De este modo sabemos que los fetos no son en esto la verdadera cuestión. Los
abortos espontáneos no suelen considerarlos los antiabortistas como pérdida
de vidas humanas, a no ser que se trate de criminalizar a las mujeres,
algunas de las cuales han acabado en la cárcel por abortos espontáneos tras
haber puesto supuestamente en peligro al feto con sus acciones. El consumo
de substancias durante el embarazo se considera maltrato infantil en 23
estados de EE.UU., pero nadie irá a la cárcel por poner en peligro a la
madre y al niño al negarles las necesidades básicas. Los informes sugieren
que la mayoría de las mujeres castigadas por estas leyes son mujeres de
color. Es de sobra sabido que las restricciones al aborto castigan sobre
todo a los pobres y a las minorías étnicas.



Los embarazos deseados son a menudo la ocasión para que se acicalen sus
responsables y se les felicite, pero los embarazos no deseados se tratan
como algo perverso que las mujeres hacen por su cuenta y riesgo. La ley no
castiga a ningún hombre por un embarazo no deseado, aunque un porcentaje
importante de esos embarazos sean resultado de una coacción sexual y de
negarse a cooperar en el control de la natalidad. Luego está el riesgo de
homicidio -un estudio ha demostrado que el 8.4% de la mortalidad materna
registrada eran asesinatos-, y las mujeres afroamericanas tienen siete veces
más probabilidades de morir de esta manera que las blancas. La mayor
proporción de estos casos se produce a manos de la pareja.



No hay ninguna otra experiencia que pueda ser tan brutal física y
psicológicamente, que pueda incapacitar durante meses o provocar
discapacidades y lesiones permanentes, o incluso la muerte, a la que alguien
diga que un individuo debe someterse cuando existe una alternativa clara y
comparativamente segura (quizá sea el reclutamiento obligatorio en tiempos
de guerra sea el equivalente más cercano en cuanto a riesgo y pérdida de
autodeterminación, y también estoy en contra de ello).



Los embarazos y partos deseados pueden ser tan maravillosos como intensos, y
conozco a muchas personas que así lo han vivido. Pero el embarazo y el parto
pueden ser también, como dice una de mis amigas que es madre de dos
adolescentes, angustiosos. Recuerdo el primer embarazo de una amiga en el
que no podía dejar de vomitar, conozco a personas que estuvieron postradas
en cama durante meses, he oído hablar de huesos de la pelvis que se rompen,
de caderas descoyuntadas, de dolores crónicos, de casos de eclampsia que han
puesto la vida en peligro la vida o resultaron mortales, de abortos
espontáneos que provocaron hemorragias. "Las mujeres de nuestro país siguen
muriendo, antes, durante y después del parto", declaró esta semana [la
vicepresidenta] Kamala Harris al anunciar una importante inversión en salud
materna. "En los Estados Unidos de América del siglo XXI, estar embarazada y
dar a luz no debería conllevar un riesgo tan grande". Todos conocemos la
incomodidad de personas que se encuentran en el tercer trimestre de
embarazo, muy agobiadas, a menudo agotadas, en un cuerpo tan transformado en
tamaño y función que ya no lo sienten como propio. Hacer que alguien se
someta a eso involuntariamente resulta punitivo.



Argumentar que un embarazo no altera realmente la vida es ridículo, pero es
lo que deafirmó [la juez] Amy Coney Barrett, del Tribunal Supremo, cuando,
durante la vista, preguntó por qué el hecho de que los bebés pudieran ser
entregados al nacer no aliviaba a las mujeres de esa carga, arguyendo que si
"la crianza forzada, la maternidad forzada, obstaculizan el acceso de las
mujeres al trabajo y a la igualdad de oportunidades... ¿por qué no se ocupan
de ese problema las leyes de refugio seguro [que permiten la instalación de
cubículos para depositar niños abandomados]?". ¿Se imaginan decirle a una
mujer que trabaja de conserje, bailarina o agricultora, o que trata de
llegar a socia de un bufete o de competir en su deporte, que no se ve
perjudicada por un cuerpo visiblemente cambiante -y por las repercusiones
físicas y psicológicas del mismo- porque puede dar en adopción al bebé al
nacer sin verse criminalizada por ello? También resultó pasmoso que Barrett
reconociera que la cuestión era la "maternidad forzada".



Dado que la mayoría de los abortos son de mujeres que ya tienen hijos,
imaginemos la repercusión que tiene en los demás niños ver a su madre pasar
por un embarazo y un parto no deseados. Muchas mujeres eligen el aborto por
amor a sus hijos y por el deseo de criarlos lo mejor posible. La literatura
de los primeros defensores del control de la natalidad está llena de la
desesperación de aquellas mujeres que no podían hacer frente al impacto
físico de otro embarazo y otro nacimiento ni a la carga económica y de
trabajo de otro hijo al que cuidar. Conozco a gente que presta servicios
médicos y que trabajó en una zona remota del Himalaya que me hablaba de
mujeres que acudían a ellos para demandar control de natalidad, jurando que
preferían morir antes que tener otro hijo. Con los abortos ilegales muere un
alarmante porcentaje de mujeres.



La madre de otra amiga mía murió al dar a luz a la hermana menor de esa
amiga, y sé de la brutalidad de las cesáreas, de los partos de 36 horas, de
los desgarros del parto vaginal que pueden causar incontinencia, fístulas y
otras lesiones permanentes. Los cambios hormonales son cambios de
conciencia, y para personas cuyo bienestar ya es frágil, la experiencia
puede ser demoledora, y cuando se trata de un embarazo no deseado puede ser
algo más que eso. La experiencia de traer una nueva vida humana al mundo es
profunda, y hacerla involuntaria resulta monstruoso.



Negar el aborto sin excepciones es decir que está bien que una niña
embarazada por su padre tenga que seguir hasta el final. No obligamos a
nadie a que le done un riñón a alguien que se está muriendo de insuficiencia
renal; obligar a alguien a donar su cuerpo como incubadora también es una
barbaridad. Los abortos tardíos, que tanta atención reciben, son raros y
normalmente se deben a que el feto está muerto, no es viable, o la vida de
la madre está en peligro. Los votantes irlandeses legalizaron el aborto
después de que una dentista de Galway que sufrió un aborto espontáneo no
pudiera someterse al aborto que la habría salvado de la muerte.



El abogado que defendió ante el Tribunal Supremo el caso de los derechos
reproductivos de las mujeres respondió así a la jovial tontería de Barrett:
"El embarazo en sí mismo es algo único. Impone unas exigencias físicas y
unos riesgos únicos a las mujeres y, de hecho, repercute en todas sus vidas,
en su capacidad para cuidar de otros niños, de otros miembros de la familia,
en su capacidad para trabajar. Y, en particular, en Misisipi, esos riesgos
son alarmantemente elevados. Es 75 veces más peligroso dar a luz en
Misisipi... que abortar antes de la viabilidad, y esos riesgos amenazan
desproporcionadamente la vida de las mujeres de color".



O como dijo la juez del Tribunal Supremo Sonia Sotomayor: "Entonces, ¿cuándo
entran en los cálculos la vida de una mujer y el hecho de ponerla en
riesgo?". Sabía ella, sabemos nosotras que para quienes están comprometidos
con la violencia punitiva del parto a la fuerza la respuesta es que nunca.
(Artículo publicado en The Guardian, 10 de diciembre de 2021)



* Rebecca Solnit, es editora colaboradora de Harper's Magazine, autora de
varios libros sobre el medioambiente, el feminismo, la política y el arte.
Entre ellos, Wanderlust. Una historia del caminar, Capitán Swing, 2015, y
Esperanza en la Oscuridad. La historia jamás contada del poder de la gente,
Capitán Swing, 2017. (Redacción Correspondencia de Prensa)

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