Inequidad global/ Las vacunas de covid-19 que nunca llegaron a los países pobres. [Eduardo Febbro]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Dic 27 00:22:52 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

27 de diciembre 2021

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Inequidad global



Mientras la quinta ola de coronavirus sacude el continente europeo




Las vacunas de covid-19 que nunca llegaron a los países pobres



Se incumplieron los compromisos internacionales previstos para que las
sociedades del mundo contaran con el antídoto. Todo sigue igual que antes de
la pandemia.



Eduardo Febbro, desde París

Página/12, 26-12-2021

https://www.pagina12.com.ar/



Geopolítica, egoísmo y estupidez se levantaron como un muro infranqueable
que cerró el paso a la cooperación y la solidaridad internacional para
facilitar un reparto equitativo de la vacuna contra el Covid. La mayor
crisis que haya conocido la humanidad después de la Segunda Guerra Mundial
se fue prolongando con el mismo esquema: monopolio de la vacuna por parte de
los países más poderosos, solidaridad por el suelo e incumplimiento de las
promesas y los compromisos internacionales previstos para que las sociedades
del mundo contaran con el antídoto. Todo sigue igual, inclusive los estragos
que han vuelto a provocar las mutaciones del virus. Más de cien mil nuevos
casos, 16 mil personas hospitalizadas y 169 muertos en apenas 24 horas en
Francia, 2021 termina muy lejos de las esperanzas con las que empezó el año.
La variante Ómicron, más contagiosa y resistente a las vacunas, y la
variante Delta ya presente desde el mes de abril incrementaron el impacto de
la quinta ola de la pandemia. Las campañas de vacunación masivas llevadas a
cabo en los países occidentales a partir de marzo de 2021 permitieron al
inicio frenar los estragos de la variante inglesa y luego enfrentar la
variante Delta del virus con una condición que acarreará un legítimo debate:
el pase sanitario. Sin él, o sea, sin el certificado de un esquema de
vacunación completo o un test negativo, el acceso a muchos lugares públicos
estaba restringido.



En noviembre de este año, sin embargo, la aparición en África Austral de una
versión del virus preñada de mutaciones diluyó las esperanzas: Ómicron es
capaz de pasar las barreras de la vacuna y torna necesaria la inyección de
una tercera dosis. Con esta variante, la vacuna dejó de ser el arma
absoluta, incluso en los países ricos donde el 70 por ciento de la población
ya fue vacunada contra 7,5 en África para un total de 56 por ciento de
personas vacunadas en todo el mundo. Este rápido esquema solo es válido para
los pudientes del mundo que acapararon la mayor parte de las vacunas
producidas por los laboratorios occidentales: Pfizer-BioNTech, Moderna,
Janssen, Astra Zeneca y Novax (los cinco autorizados por la Unión Europea).
La vacuna dividió al mundo no sólo entre ricos y pobres sino, también, entre
vacunas legítimas, las occidentales, y las ilegítimas, entiéndase, las
producidas por Rusia (Sputnik 5) y China (Sinopharm, Sinovac). Ello ha
creado tres tipos de poblaciones diferentes: las que tienen pleno acceso a
las vacunas occidentales, las que acceden parcialmente y cuentan sobre todo
con las vacunas rusas y chinas, y las que han obtenido migajas. Las vacunas
rusa y china fueron descalificadas por razones geopolíticas y no sanitarias.
De lo contrario, los países que, como la Argentina y otras 70 naciones,
accedieron a ambas vacunas no habrían aminorado el ritmo de las infecciones
y de los decesos. La guerra comercial con China y las represalias contra el
presidente ruso Vladimir Putin por su respaldo, durante la guerra, al
régimen sirio de Bachar el Assad, su apoyo a los separatistas de Ucrania y
luego el arresto de los disidentes sustentan el boicot de esas vacunas.



Los porcentajes de la distribución mundial de las vacunas disponibles
constituyen un argumento que expone por si solo la fractura planetaria.
Mientras en las naciones con poder adquisitivo el suministro de la tercera
dosis de la vacuna está muy avanzado, en las zonas pobres del mundo apenas
se va por la primera. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la
Organización Mundial de la Salud, explicó hace unas semanas que en los
países con ingresos elevados se inyectan seis veces más dosis de la tercera
vacunación que primeras dosis en los países de ingresos débiles.



A escala mundial, 30 por ciento de las vacunas contra el SARS-Cov 2 fue
administrado en los países con ingresos medios y bajos. Esas naciones
representan sin embargo 51 por ciento de la población mundial. A su vez, 68
por ciento de todas las dosis disponibles se distribuyeron exclusivamente en
10 países. El mismo informe de la OCDE destaca que entre los Estados que
llegaron a vacunar al 40 por ciento de la población no figura ninguno pobre.
Hacia arriba o hacia abajo, todos los trabajos realizados por distintos
organismos internacionales, expertos o universidades son categóricos: una
gran parte del mundo se quedó a la intemperie, expuesto a las inclemencias
del virus. Según una estadística de la Universidad de Oxford, sólo 3 de cada
100 personas cuenta con un esquema de vacunación completo en los países más
pobres. En ciertos países de África la vacuna es un bien más exclusivo que
el oro: 0,42 por ciento en Chad, 0,06, en República Democratica del Congo,
0,0025 en Burundi. Y estas cifras, así como las proyecciones sobre las
contaminaciones, son de escasa exactitud. La Organización Mundial de la
Salud estima que, en África, apenas se detecta y se contabiliza uno de cada
siete casos.



Una promesa y una iniciativa lanzada por India y África del Sur y respaldada
por la Argentina quedaron en papel mojado. La iniciativa consistió en pedir
que se suspendieran temporalmente los acuerdos comerciales (ADPIC) sobre
propiedad intelectual de las patentes y los tratamientos contra el virus.
Pese a los compromisos de unos y otros y las expresiones encendidas en torno
a la imperiosa necesidad de esa medida, nada ha avanzado. El tema sigue
bloqueado en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC) debido a
la oposición de la Unión Europea, Reino Unido, Suiza y Noruega. En cuanto a
las promesas, su aterrizaje en la realidad dista de estar a la altura. Los
países ricos se comprometieron a donar 2.000 millones de dosis por medio del
dispositivo Covax. La cantidad es una lagrima ante la urgencia de vacunar
completamente al 70 por ciento de la población mundial sin protección.
Estados Unidos ofreció 1.100 millones dosis, la Unión Europea 500 millones
mientras que China y Reino Unido 100 millones respectivamente. Sin embargo,
cuando se contabilizan las dosis donadas se está muy lejos de las
prometidas: apenas llegaron a destino una de cada cinco de las dosis
propuestas.



La iniciativa Covax fue, al principio de la pandemia, una de las más
ambiciosas. Se trataba de garantizar el acceso equilibrado a la vacuna en
todos los puntos de planeta y, por añadidura, distribuir la vacuna
gratuitamente en los países pobres. El objetivo inmediato buscaba vacunar al
20 por ciento de la población de 92 países pobres o de ingreso intermedio
mientras que las otras 51 naciones con ingresos medios o alto que integraran
la plataforma debían pagar las vacunas. 19 meses después, los objetivos no
han sido alcanzados. Covax suministró 5 por ciento de las vacunas repartidas
a través del mundo y, según reconocen los miembros de la iniciativa, la
cifra de 2.000 millones prevista para 2021 no podrá ser alcanzada. Hasta el
momento, Covax ha entregado 350 millones. En 2021, las vacunas llegaron con
atraso y a veces con fechas de vencimientos muy próximas como para poder
llevar a cabo una campaña racional de vacunación. Para muchas naciones, la
única alternativa consistió en golpear la puerta de los laboratorios
privados líderes en la fabricación de la vacuna y esperar mucho tiempo hasta
que alguien respondiera.



Allí donde se mire, la desigualdad es la monarquía reinante. El Comité de
expertos sobre políticas de vacunación de la OMS (SAGE) indicó que 120
países iniciaron una campaña destinada a promover o suministrar una dosis
suplementaria de la vacuna. El Comité aclara que se “trata en su gran
mayoría de países ricos o de ingresos medios” y que “ningún país pobre
introdujo programas de dosis suplementarias”. En este contexto y con las
mutaciones del Covid acechando en todas partes, las dosis adicionales
equivalen a producir el mismo desequilibrio mundial. Lo que se da aquí se
quita allá. Es una política semejante a un perro que se muerde su propia
cola dando vueltas infinitas. El pasado 22 de diciembre, el director general
de la OMS recordó que “los programas de repetición de las vacunas sin
discernimiento tienen todas las posibilidades de prolongar la pandemia en
vez de poner un término a ella. Al desviar las dosis disponibles hacia los
países que ya cuentan con un porcentaje de vacunación elevado se le ofrece
al virus muchas más posibilidades de expandirse y mutar”. Todo vuelve a su
inicio, como un eterno retorno de la tragedia: los suministros globales de
la vacuna (lo disponible) irán hacia los países ricos quienes, asfixiados
por la variante Ómicron, volverán a monopolizar las vacunas. Los otros
vivirán en ese espacio persistente de la lenta agonía y la indiferencia.

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