Ecuador/ ¿Un nuevo ciclo político? [Decio Machado]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Feb 10 11:38:42 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

10 de febrero 2021

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Ecuador



¿Un nuevo ciclo político?



El correísmo, representado por Andrés Arauz, venció en la primera vuelta de
las elecciones ecuatorianas pero no logró esquivar el balotaje. El
conservador Guillermo Lasso y el dirigente indígena Yaku Pérez se disputan,
voto a voto, el pasaje a la segunda vuelta del 11 de abril. Derrotado en la
Sierra, donde los sectores populares tienen más densidad organizativa, y con
su bastión electoral en la Costa, Arauz parece tener más posibilidades de
triunfo frente al «banquero del Opus Dei» que al candidato de Pachakutik.



Decio Machado *

Nueva Sociedad, febrero 2021

https://nuso.org/



El 7 de febrero, Ecuador asistió a uno de los procesos electorales más
inusuales de su historia. Inusual por el efecto de la pandemia, inusual por
tener que elegir entre dieciséis binomios electorales a la Presidencia de la
República e inusual también por el permanente ruido de posible fraude
electoral que sobrevoló las redes sociales durante la última semana.



Los tres años y ocho meses de gobierno de Lenín Moreno dejaron al país
agotado. En el sentir general de la sociedad ecuatoriana está el anhelo de
que este período termine cuanto antes y se entregue el listón de mando
gubernamental a un nuevo mandatario. En paralelo, asistimos a una sigilosa
fuga del país de varios de quienes ejercieron la toma de decisiones durante
este período: tanto Richard Martínez, ex-ministro de Finanzas y artífice de
los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI), como María Paula
Romo, ex-ministra de Gobierno y principal responsable de la represión en las
movilizaciones de octubre de 2019, entre otros, residen hoy en Washington.



Ecuador sufre el deterioro generalizado de prácticamente todos sus
indicadores sociales, macro y microeconómicos, así como de la credibilidad
de sus instituciones públicas. En un marco en el que el divorcio entre el
establishment político y la sociedad es cada vez mayor, crece de forma
acelerada la pobreza, la mendicidad infantil, el ausentismo escolar, los
suicidios, el endeudamiento familiar, la inseguridad ciudadana, el deterioro
del mercado de laboral, el desempleo, el endeudamiento externo y el
desprestigio de la institucionalidad. Si bien este proceso ya venía de
antes, las condiciones se volvieron dramáticas a partir del impacto de la
pandemia de covid-19 en el país. Quizás la consecuencia más brutal de todo
esto hayan sido los cerca de 40.000 fallecidos durante el 2020 por encima
del promedio de muertes correspondiente a años anteriores.



Es en ese contexto en el que definieron su estrategia electoral las dos
principales tendencias políticas hasta entonces existentes en el país. Por
un lado, la opción correísta encabezada por Andrés Arauz –al estar impedido
legalmente Rafael Correa de ser candidato–, quien articuló como narrativa
principal que «vuelve la esperanza» al país o llama a «simplemente comparar
el anterior gobierno con este y piensa cuando estábamos mejor». Por otro, el
conservadurismo con Guillermo Lasso a la cabeza –en alianza con el Partido
Social Cristiano (PSC) de Jaime Nebot– intentando posicionar que Lenín
Moreno fue originalmente el candidato avalado por Rafael Correa y por lo
tanto signo de su continuidad. Todo ello pese a que el giro a posiciones
políticas neoliberales del actual gobierno se sostuviese con el apoyo
precisamente de las bancadas de Lasso y Nebot en la Asamblea Nacional. En
resumen, el clivaje político electoral se posicionaba entre las –a priori –
dos grandes tendencias ideológicas del país en correísmo vs. anticorreísmo,
una polarización que beneficiaba a ambas tendencias.



Sin polarización



En este contexto, de los catorce binomios presidenciales que acompañaban a
las dos principales tendencias políticas en disputa hubo dos que fueron
capaces de imponer clivajes alternativos. Por un lado, la candidatura social
liberal de Xavier Hervas al frente de la Izquierda Democrática (ID) un
partido que venía cayendo en picada desde hace años; y por otro el brazo
político del movimiento indígena, el movimiento Pachakutik, con Yaku Pérez,
activista ambientalista y ex prefecto de Azuay, como candidato.



Mientras Hervas, joven empresario del agronegocio, se posicionó como el
candidato outsider de esta contienda representando «lo nuevo» con una
estrategia comunicacional muy creativa y desenfadada que consiguió conectar
con targets de jóvenes urbanos y sectores ilustrados de clase media, Pérez
capitalizó el acumulado de las movilizaciones de octubre del 2019 –episodio
de lucha social brutalmente reprimido por los aparatos de seguridad del
Estado– y la defensa de la Pachamama, sumado al rechazo al correísmo en
varias zonas andinas, mediante su oposición a las políticas extractivas y la
defensa del agua. Con ello, el candidato indígena sintonizó también con
sectores juveniles, en este caso con sensibilidad ambiental, y con sectores
urbanos marginales que se movilizaron especialmente en Quito junto a los
sectores indígenas. «Yaku es pueblo» fue el arquetipo construido en torno a
la figura del referente indígena durante la campaña.



Estas estrategias alternativas fueron poco a poco calando en la sociedad
ecuatoriana y generando un sostenido y silencioso crecimiento de apoyo a
estos nuevos liderazgos. Todo ello mientras un «banquero del Opus Dei y del
feriado bancario [de 1999]» como Guillermo Lasso disputaba la contienda en
un plano superior con Andrés Arauz, el «candidato del bolivarianismo
chavista apoyado por grupos terroristas colombianos como las FARC [Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia] y el ELN [Ejército de Liberación
Nacional]». Así se desprestigiaban los unos a los otros entre estas dos
principales tiendas políticas en disputa.



El correísmo tendrá, sin duda, que hacer su ajuste de cuentas interno tras
esta primera vuelta. Toda estrategia electoral parte de un análisis del
contexto. La práctica demuestra que la campaña de Arauz manejó encuestas
equivocadas, insistiendo en los últimos quince días en que ganarían en una
sola vuelta, para lo cual necesitaba llegar al 40% y obtener diez puntos de
diferencia sobre el segundo. Y, fruto de lo anterior, se posicionó
públicamente con la habitual prepotencia que suele dar sentirse
anticipadamente ganador, sin hacerle guiños políticos a ningún sector más
allá de su «barra brava».



En paralelo y teniendo en cuenta que el mensaje es el 50% de una estrategia
electoral, la campaña de Lasso no pudo ser más confusa y desesperadamente
desorganizada. Comenzó prometiendo un millón de puestos de trabajo para
terminar comprometiéndose a duplicar su propuesta inicial, incorporando en
la última semana de campaña dos de sus principales promesas electorales:
vacunar a nueve millones de ecuatorianos en los primeros cien días de su
gobierno y subir el salario mínimo –que en los últimos siete años no dejó de
considerarlo excesivo– en un 20%. Ninguna de estas propuestas formaba parte
de su plan de campaña inicial.



Resultados y perspectivas



Al momento de escribir este artículo, el conteo oficial señala que la opción
con mayor apoyo popular en esta primera vuelta ha sido la candidatura
correísta. Arauz cuenta con un respaldo de alrededor de 32% de los votos
válidos. El segundo lugar, lo pelean voto a voto Pérez y Lasso, ambos con
alrededor de 19% y con una diferencia de apenas unas décimas inicialmente a
favor del candidato indígena. Por último, en el cuarto lugar quedaría Hervas
con un sorpresivo 16%.



Pese a que el conteo esta muy avanzado, existe un 14% ciento de actas con
inconsistencias técnicas cuyo origen mayoritario está situado en mesas
electorales de la Costa, territorio donde Lasso tiene mayor apoyo que Pérez.
Aquí un paréntesis: tanto el populismo progresista como el populismo
conservador tienen históricamente mayor entrada en la región costeña del
país que en los territorios de Sierra y amazónicos, caracterizados por una
mayor presencia indígena, mayor densidad organizativa popular y una
cosmovisión más alejada del clientelismo político. En todo caso, esto hace
presuponer que al final de cuentas, Lasso pueda imponerse sobre Yaku Pérez y
disputar la segunda vuelta, la alternativa sin duda preferida por el
correísmo, que busca presentar la contienda en el clivaje clásico pueblos
vs. oligarquía, lo que no podría hacer con el referente de Pachakutik.



Las espadas están cruzadas y el movimiento indígena se mantiene alerta y
expectante. Es muy posible que asistamos a movilizaciones importantes de
este sector en defensa del voto, cuyo resultado supone un hito histórico sin
precedentes en la política ecuatoriana. Sin embargo, el conflicto interno
está asegurado en el interior del indigenismo si es Lasso la opción que
disputara el balotaje del 11 de abril. De hecho Pérez, difícilmente
clasificable desde una visión ideológica clásica pese a provenir de una
militancia maoísta en su juventud, apoyó a Guillermo Lasso en la segunda
vuelta de las presidenciales del 2017 frente la candidatura de Lenín Moreno,
que entonces se presumía identificada con Correa. Su justificación fue: «es
preferible un banquero que una dictadura, que nos ha despojado de nuestros
territorios, que ha declarado el estado de excepción...».



Con Yaku Pérez en segunda vuelta y sin necesidad de tener que negociar nada
con los sectores conservadores –la mayor parte del voto no correísta se iría
hacia esa opción electoral sin necesidad de tranzas, y el propio Lasso dijo
que lo votaría–, Arauz tendría más dificultades para sumar votos a los ya
obtenidos el domingo pasado. En paralelo, la bancada legislativa principal
será de tendencia correísta, ocupando posiblemente unos 49 curules de los
137 en la Asamblea Nacional, es decir sin mayoría absoluta. En un hipotético
gobierno de Arauz, su movimiento no tendría mayoría y tendría que negociar
con las otras dos principales fuerzas en el legislativo: Pachakutik, con
unos 27 curules, e Izquierda Democrática con otros 18, ambas tendencias
políticas no conservadoras.



En resumen, el gran derrotado de este domingo electoral ha sido la derecha y
las elites sociales y económicas ecuatorianas. Pero a su vez, el pueblo
expresó su deseo de romper la dicotomía correísmo/anticorreísmo que ha
marcado los últimos catorce años de la política nacional. La sociedad
ecuatoriana exige una regeneración en sus liderazgos y representaciones, así
como una narrativa política diferente para los próximos años.



La hipótesis de un triunfo de Lasso en una segunda vuelta parece poco
probable. Ni la juventud mayoritaria en el censo electoral ni el mundo rural
se sienten identificados con este candidato que se presenta por tercer vez
las elecciones presidenciales. A su vez, la tendencia conservadora con
predominio en la región de la Costa, el PSC, obtuvo los peores resultados de
su historia en varios de los que han sido considerados hasta ahora su feudos
territoriales. Ni Lasso ni Nebot tienen condiciones ya para seguir liderando
a la derecha ecuatoriana.



En paralelo, se hace difícil entender la pervivencia del correísmo sin la
figura de Rafael Correa ejerciendo el poder o al menos algún cargo de
representación popular. Lo más probable es que el progresismo ecuatoriano
entre en un proceso de renovación, posiblemente encabezado por Arauz –un
joven de 36 años recién cumplidos y ex ministro de Correa–, más vinculado a
posiciones ideológicas que a la alabanza a la figura de su líder
carismático. De ocurrir, esto generaría inevitablemente fuertes tensiones
internas, las cuales de una u otra forma ya se perfilaron durante la actual
campaña. En ella, el tema de la lealtad y la traición estuvo siempre
presente. En todo caso, hoy Arauz depende de Correa para ganar las
elecciones de igual manera que mañana será Correa quien dependerá de Arauz
para solventar los procesos judiciales a los que ha sometido, en muchos
casos de forma extremadamente forzada, durante estos casi cuatro de
residencia fuera del país. Pendientes aun de ver quien disputará el 11 de
abril la segunda vuelta y cual será su resultado, las votaciones del 7 de
febrero posiblemente signifiquen un punto de inflexión respecto a la
historia reciente del Ecuador. Asistiremos a la conformación de una nueva
cartografía política nacional que se desarrollará en los próximos dos años,
demanda social que quedó claramente expresada en las urnas.



Por último, habrá que ver cómo se desempeña en movimiento indígena en roles
institucionales. Su historia reciente, conformada a partir del levantamiento
indígena del Inty Raymi en 1990, nos demuestra que su potencial tiene más
que ver con el mundo de los movimientos sociales y organización comunitaria
que con la representación electoral. La última vez que el Pachakutik
participó como aliado de un gobierno nacional, en el gobierno de Lucio
Gutiérrez, entró en una seria crisis de la que le ha costado años
recuperarse.



* Decio Machado, sociólogo, consultor político y cofundador de varios
proyectos editoriales alternativos. Miembro de la Universidad Nómada del Sur
y coordinador de sus seminarios de geopolítica crítica en América Latina.

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