Análisis/ ¿Cómo podemos hacer revivir la "inmunidad de rebaño" frente al fascismo? [Gilbert Achcar]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Feb 27 01:00:51 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

27 de febrero 2021

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Análisis

 

¿Cómo podemos hacer revivir la "inmunidad de rebaño" frente al fascismo?

 

Gilbert Achcar *  

The Nation, 18-2-2021

https://www.thenation.com/

Traducción de Javier Maestro

Viento Sur

 

El concepto de inmunidad de rebaño, es decir, la inmunización de toda una
población como resultado de que un alto porcentaje adquiere resistencia a
una enfermedad, ha ganado mucha aceptación desde el inicio de la pandemia
covid-19. Durante mucho tiempo una tradición de las ciencias sociales ha
sido tomar prestados términos y conceptos de las ciencias médicas, y la
actual situación mundial  induce a más de lo mismo. Por lo tanto, existen
motivos razonables para describir metafóricamente como una pandemia la
propagación mundial de los movimientos de extrema derecha en los últimos
años, incluidos los gobiernos dirigidos o co-dirigidos por fuerzas políticas
que reproducen algunos de los principios ideológicos clave del fascismo en
países tan variados como Brasil, Hungría, India, Italia, Filipinas, Rusia y
EE.UU.

 

El inicio de esta pandemia de extrema derecha se remonta a la década de los
años 80 y se vio fuertemente impulsada en la década siguiente como
reconocían en 2004 los editores del libro colectivo Fascismo y Neofascismo:
“Si bien se dio en la década de los años 80 un resurgir de la actividad
extremista en Europa Occidental, el colapso del comunismo provocó un auge de
la extrema derecha en todo el continente. Durante la década de los años 90
el fascismo, o algo parecido, reapareció repentina e inesperadamente". Como
el fascismo clásico de las tres décadas posteriores a la Primera Guerra
mundial, este neofascismo (posiblemente sea ésta la mejor denominación ya
que se refiere tanto a las afinidades históricas como a la renovación de
formas en sintonía con nuestro tiempo) adquiere diferentes formas según los
países en los que se desarrolla.

 

Karl Polanyi dedicó varias páginas en su  obra clásica de 1944 La gran
transformación para subrayar la gran variedad de fascismos e ideologías
fascistas. “De hecho”, comentó, “no hubo ningún tipo de trasfondo religioso,
cultural o de tradición nacional que hiciera a un país inmune al fascismo
una vez que se dieran las condiciones para su surgimiento”. Afirmó que
incluso "la existencia de un movimiento fascista propiamente dicho" no tenía
necesariamente que reunir parte de los síntomas de lo que llamó una
"situación fascista". Tan importantes eran  señales como la difusión de
ideas irracionales, puntos de vista racistas y el odio al sistema
democrático.

 

Leído a la luz de los acontecimientos en curso en EE UU, el siguiente
comentario de Polanyi suena escalofriante: “La fuerza potencial del
fascismo, aunque generalmente se basa en un seguimiento masivo, éste no se
detectó por el número de sus seguidores sino por la influencia de las
personas en posiciones elevadas con cuya buena voluntad podían apoyarse los
líderes fascistas y con cuya influencia en la sociedad podían contar para
protegerse de las consecuencias de una revuelta fallida". Para el pensador
húngaro-estadounidense, el fascismo era sobre todo una "solución al impasse
alcanzado por el capitalismo liberal" con el objetivo de emprender "una
reforma de la economía de mercado que se alcanzaría al precio de extirpar
todas las instituciones democráticas". En este sentido la inmunidad de
rebaño al fascismo, lograda en la mayoría de los países occidentales después
de 1945, no solo fue el resultado de la derrota de las potencias del Eje,
sino también y sobre todo consecuencia de una solución alternativa al
impasse del capitalismo liberal: la solución democrática keynesiana que
descartaba la idea del “mercado autorregulado", al que Polanyi calificó de
"una utopía manifiesta".

 

Otro clásico muy anterior en las ciencias sociales, Émile Durkheim, el
fundador de la sociología, ya se lamentaba en su libro Suicidio de 1897del
hecho de que “durante todo un siglo el progreso económico haya consistido
principalmente en liberar las relaciones laborales de toda regulación. El
gobierno, en lugar de regular la vida económica, se ha convertido en su
instrumento y servidor”. Para el sociólogo francés esta desregulación
económica fue la principal causante de lo que llamó "anomia", es decir, "un
estado de exasperación y un frustrante cansancio" como resultado de la
pérdida de seguridad económica y la quiebra de los moldes sociales. La
anomia lleva a los individuos a buscar refugio en algún tipo de grupo
identitario -a menos que sea orientado hacia adentro (suicidio)-, donde
despliegan su exasperación contra otras identidades consideradas
responsables de la creciente precariedad de su condición social,
principalmente por medio de la lógica racista y/o xenófoba.  Así, el
surgimiento de ideologías y movimientos de tipo fascista a partir de la
década de los años 80 fue acompañado del surgimiento de otros grupos de
identidad exclusivos, de los cuales el fundamentalismo religioso es el más
evidente.

 

Esto coincide plenamente con la observación hecha por Eric Weitz y Angelica
Fenner, los editores del libro antes mencionado, sobre la reaparición del
fascismo: “Los resurgimientos derechistas fueron en gran medida una
respuesta a las dislocaciones políticas y sociales de la década de los años
90, incluido el masivo desempleo, la erosión de la red de seguridad que
habían tejido los Estados del bienestar tanto en Europa occidental como en
Europa del Este, así como el deterioro de los entornos urbanos. También
fueron una respuesta a las migraciones de población a gran escala que
tuvieron lugar desde 1945 en Europa a lo largo de los ejes norte / sur así
como este / oeste”.

 

De hecho, existe una clara e innegable correlación entre el asalto
neoliberal iniciado en la década de los años 80, liderado por Margaret
Thatcher y Ronald Reagan, un asalto que hizo de la desregulación uno de sus
principales objetivos junto con la privatización, la reducción del gasto
social y la bajada de los impuestos para los ricos, acompañado del
surgimiento tras décadas de marginación de fenómenos como el neofascismo y
el fundamentalismo religioso. Al igual que la Gran Recesión, desencadenada
en 2007, dio un gran impulso a las fuerzas neofascistas, unido a la gran
oleada de refugiados, en su mayoría sirios, que llegó a Europa en 2015. Los
hechos resultantes de ambas crisis siguen afectando mucho a nuestro mundo. Y
la enorme  crisis económica que se está gestando actualmente, como
consecuencia de la pandemia de covid-19, solo puede agravar enormemente las
condiciones de anomía a nivel mundial (la explotación por la extrema derecha
de los movimientos contra los cierres patronales es un indicador), a menos
que sean contrarrestadas por políticas económicas similares a las adoptadas
después de 1945.

 

Añádase a esto el hecho de que, por importante que haya sido la derrota de
Donald Trump en las últimas elecciones presidenciales de EE UU, ciertamente
no fue de un alcance comparable a la derrota de las potencias fascistas en
la Segunda Guerra mundial. Su derrota se produjo no por el descontento de
sus partidarios sino que iba unida aún enorme incremento de sus adeptos (11
millones más de votantes) en un momento en el que, a diferencia de 2016, no
había una posible ilusión sobre lo que representaba Trump y, por lo tanto,
apenas había ambigüedad en el sentido del voto. Asimismo, a nivel mundial,
por ahora no hay signos de que el  neofascismo esté menguando: la continuada
popularidad de figuras como Jair Bolsonaro (al menos hasta hace muy poco),
Narendra Modi o Viktor Orbán no presagia ninguna desaparición de la pandemia
de la extrema derecha en un futuro predecible.

 

Lograr de nuevo  un estado de inmunidad colectiva al fascismo, como el de
los años de la posguerra, requiere no solo una derrota política de los
movimientos neofascistas más destacados y una lucha intransigente contra sus
ideologías. También requiere, lo que es más crucial, un giro global alejado
del paradigma neoliberal que ha sido dominante durante las últimas cuatro
décadas. 

 

* Gilbert Achcar es profesor en SOAS, Universidad de Londres y autor de
numerosos libros, entre ellos, The Clash of Barbarisms (2002, 2006);
Perilous Power: The Middle East and US Foreign Policy, co-authored with Noam
Chomsky (2007); The Arabs and the Holocaust: The Arab-Israeli War of
Narratives (2010); The People Want: A Radical Exploration of the Arab
Uprising (2013); and Morbid Symptoms: Relapse in the Arab Uprising (2016).

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