Los Nuestros/ Juan Berterretche, militante de una apuesta incierta [Ernesto Herrera]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Ene 14 16:59:51 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

14 de enero 2021

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Los Nuestros



Juan Berterretche, militante de una apuesta incierta



Ernesto Herrera



Profunda tristeza. Ayer, 13 de enero, murió el compañero Juan Luis
Berterretche Viñas. Tenía 79 años. El cáncer que le agredía resultó
insanable. Sus familiares más queridos lo acompañaron hasta el final, en la
ciudad de Florianópolis, donde residía.



Ensayemos un repaso de memoria. Su aventura militante comenzó por los años
’60, en las filas de una generación temeraria, dotada de un coraje feroz,
esperanzada en el cambio social radical, permanente. Que había borrado de su
diccionario de vida revoltosa la palabra prohibido.



En 1968, junto a un pequeño núcleo de activistas del Magisterio y jóvenes
sindicalistas combativos, organizó el Partido Revolucionario de los
Trabajadores (años después Partido Socialista de los Trabajadores), que en
1971, estuvo entre los fundadores del Frente Amplio.



Ya por entonces se peleaba con los aparatos estalinistas y las bandas
fascistas. Sin ofrecer ni reclamar tregua. Sostenía activamente las luchas
del proletariado cañero. Mientras que polemizaba sin titubeos con la
guerrilla tupamara y su opción de “lucha armada”.



Recorría fábricas y asambleas estudiantiles divulgando “Tendencia
Revolucionaria”, el mensuario del partido hecho a mimeógrafo. Dialogaba,
buscaba convencer. Esgrimía razones. En un piquete mañanero, en la puerta de
Benas, la compañía metalúrgica fabricante de tubos de oxígeno y garrafas de
gas, fue que nos conocimos.



Eran tiempos “pre-revolucionarios”. Violentos, insurgentes, represivos,
peligrosos, de “todo o nada”. Sin embargo, no dudó un segundo cuando tuvo
que acoger, en su casa de la época, en la calle Nueva Palmira, en
Montevideo, a Roberto Mario Santucho, el legendario dirigente del Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP), en un viaje clandestino a Uruguay. Nunca se
vanaglorió de tal actitud. Al revés, la consideró como “una tarea más”,
sencilla y habitual. En todo, asociada “al deber” solidario de un
revolucionario internacionalista. Por encima de cualquier divergencia
táctica y estratégica.



El golpe de Estado de 1973, lo encontró en la trinchera de la resistencia
popular a la dictadura militar. Así continuó hasta 1974, cuando por una
resolución política colectiva, pasó a residir en Argentina. No se fue a un
exilio de refugio. Se integró de inmediato al Partido Socialista de los
Trabajadores (PST), la principal organización trotskista de ese país. Fue
miembro de su dirección central poco después. Vivió en la ciudad de Rosario,
anduvo por Villa Constitución, en la célebre huelga de los trabajadores
metalúrgicos.  Salteó muros, atravesó matorrales, evadió ratoneras
policiales. Volvió a Buenos Aires, montó “oficinas” clandestinas para el
funcionamiento del partido, gestionó campañas financieras, distribuyó en
fábricas y centros de estudio el periódico Opción Socialista, bajo el
régimen genocida de los militares.



Pero no solo eso. Desde la otra orilla del Río de la Plata, junto a otros
compañeros uruguayos, también militantes del PST argentino, aseguró el apoyo
a las familias de los presos políticos del PST uruguayo, detenidos en
cuarteles primero y en los penales de Libertad y Punta Rieles después. De
igual manera, fue parte de un equipo que dio un apoyo político y material
decisivo al puñado de militantes que, en condiciones de extrema
clandestinidad, reconstruían el partido en Uruguay, y resistían junto a
otras fuerzas de la izquierda.



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En 1980, retornó al país. Lo hizo desde Colombia, donde había estado en una
conferencia internacional. Munido de su pasaporte argentino falso, al que
bautizó irónicamente “libreta de almacén” (por su precariedad técnica),
desafió aduanas siniestras: en cada cruce de frontera, solía decir,
“envejecía diez años”. Se reintegró a la dirección del partido y a la
redacción de Unidad Socialista, el órgano clandestino de prensa.

A principios de 1982, la represión volvió a golpear. Varios compañeros y
compañeras cayeron presos. Otros tuvieron que exiliarse en Brasil. Allí
recibieron la solidaridad de la corriente Democracia Socialista (DS),
integrante del Partido de los Trabajadores (PT), y vinculada por entonces a
la Cuarta Internacional-Secretariado Unificado.



De nuevo el apoyo a los camaradas que se mantuvieron en Uruguay, en su
mayoría jóvenes trabajadores y estudiantes. Otra vez la militancia en un
país extranjero, vuelta a los viajes impredecibles con su gastada “libreta
de almacén”, muchas veces hacía Argentina, cuando la guerra de Malvinas y la
restauración democrática. En San Pablo organizó “cursos de formación” y
reuniones, elaboró documentos, hizo de conferencista. Mientras, hacía
changas como pintor de brocha gruesa en distintos locales sindicales.



A mediados de 1984, poco antes de las elecciones presidenciales que
marcarían el fin de la dictadura militar, pudo regresar a Uruguay. Se
reintegró al secretariado de un PST renovado en su composición militante,
fogueado en la lucha contra la dictadura y en el proceso de reorganización
sindical y estudiantil. Pasó a dirigir La Unidad, publicación mensual del
partido.



En febrero de 1985, representó como delegado al PST en el Congreso Mundial
de la Cuarta Internacional- Secretariado Unificado. En 1987, asistió a uno
de los seminarios anuales del Instituto Ernest Mandel en Ámsterdam y a otras
actividades.



En 1989, estuvo entre los fundadores del Movimiento de Participación Popular
(MPP), un frente político integrado entonces por el Movimiento de Liberación
Nacional-Tupamaros (MLN), el Partido Por la Victoria del Pueblo (PVP), el
Movimiento Revolucionario Oriental (MRO), el propio PST, y militantes
independientes. Formó parte del equipo que elaboró los documentos centrales
para el primer congreso, hizo de orador en varios actos públicos, y hasta
1992, fue una referencia política ineludible en la dirección del MPP.



Sentía un orgullo militante por el PST, aunque en pocas ocasiones lo
trascendiera. Reivindicaba su papel de “vanguardia” en temas decisivos de la
lucha socialista: el feminismo, la cuestión homosexual, la legalización de
la marihuana. Cuando el resto de la izquierda, miedosa y retrógrada, los
consideraba asuntos tabúes o inocultables “operaciones distorsivas” montadas
por la derecha y el imperialismo.



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A finales de 1990, comenzó a replegarse. Sin estridencias. Sin inventar
diferencias artificiales. Daba por cerrada una larga etapa de su vida
política. Dejó de ser un “cuadro profesional”. Volvió por un tiempo al
trabajo asalariado. Para luego lanzarse en un desafío que lo motivaba:
investigador-militante. Con rasgos de periodista y escritor. Pasó meses
estudiando y consultando archivos en la Biblioteca Nacional. Escribió un
libro referencial, fuente insoslayable para militantes, historiadores y
documentalistas: “El comisario va en coche al muere”. Una magnífica novela
histórica sobre los anarquistas “expropiadores” en los años 1920-1930,
editada por Banda Oriental y prologada por Omar Prego Gadea.



A inicios del 2000, decidió radicarse en la ciudad de Florianópolis, donde
ya vivían dos de sus hijos: Gabriel y Cristian. Estuvo en los primeros
intentos de organizar el PSOL (Partido Socialismo y Libertad) en el estado
de Santa Catarina. Se hartó de los burócratas y de sus burdas maniobras
fraccionales. En 2007, participó en la creación del portal Desacato, se
volvió uno de sus principales animadores. Lo asumió con alegría, volvió a
sentirse cómodo y útil, desarrollando actividades socio-culturales,
colaborando con entidades barriales y sindicales.



Sus innumerables notas, reportajes y análisis han tenido amplia difusión.
Los temas abarcan política, economía, luchas sociales, medioambiente,
historia, cultura. Diversas publicaciones y portales alternativos (Desacato,
Infoposta, La Haine, Rebelión, Sin Permiso, Viento Sur, A l´encontre,
Correspondencia de Prensa, entre muchos otros), han reproducido cantidad de
sus trabajos.



Aunque si diera para elegir, serían, justamente, los dos menos conocidos.
“La dictadura financiera. Economía del Uruguay 1973-1983”, un riguroso
estudio -insuperado hasta hoy- de la política económica durante el régimen
dictatorial: “hecho desde el campo de los trabajadores y para los
trabajadores”. Lo firmaron Juan Robles (su nombre de guerra) y Jorge Vedia
(seudónimo de Aldo Gili); fue escrito en las catacumbas e impreso por una
fantasmal “editorial Letro” (en alusión de León Trotsky). Y el todavía
inédito “Vale Todo. El Uruguay de la posmodernidad”, una fenomenal mirada
antropológica de la sociedad de los años ‘90, en el contexto socio-político
de la contrarrevolución neoliberal y el derrumbe de la estafa estalinista.



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Culto, insaciable lector de la obra de Jorge Luis Borges, fanático de la
novela policial. Sabedor de arte, música, cine. Apasionado de los museos.
Refinado en gustos de gastronomía.



Estudioso sistemático de Marx, logró entenderlo en su esencia misma: la de
un científico “predictivo” y no como profeta doctrinario de una religión
salvadora. Fue un crítico mordaz del inútil “determinismo vulgar” que
alimenta a buena parte de la izquierda.



En los últimos años, (re)pensó antiguas certezas. “Descubrió” nuevos
autores: lván Meszaros, Robert Brenner, Zygmunt Bauman. Slavoj Zizek.



Se distanció de los posicionamientos más radicales, “vanguardistas y
sectarios” según él. Arrimándose más al llamado “campo antiimperialista”,
sobre todo a las experiencias “nacional-populares” de Venezuela y Bolivia.
Aunque, simultáneamente, condenó sin vacilaciones al régimen terrorista de
Ortega-Murillo en Nicaragua.



Sin descartar el horizonte anticapitalista, agudizó los cuestionamientos
teóricos al leninismo. En su agenda, ya no estaban el “partido de
vanguardia” ni el clásico “programa revolucionario”. Fue poniendo el énfasis
en los “movimientos sociales-políticos” como vectores de la transformación
social.



Su transitar fue vigoroso, pedagógico, interpelante. Con los mismos chanfles
humanos de cada uno de nosotros. Como militante e intelectual marxista de
fuste, fue un diferente, con sobrados argumentos.

Nadie, cualquiera hayan sido las divergencias cercanas y lejanas con él,
podría borrarlo de la foto. Recordaremos su coraje sin límites y su opción
de vida: la apuesta incierta (y riesgosa) de los socialistas
revolucionarios.

A sus hijos e hijas, las condolencias y el abrazo fraterno en este doloroso
momento.



No lo despedimos con el litúrgico “hasta la victoria siempre”, porque le
molestaría. Sabido es: Juan detestaba los rituales fetichistas, tanto como
los relatos épicos. Lo divertía mofarse del “determinismo histórico”.



En todo caso, por donde andes, sigues con nosotros.



Montevideo, 14 de enero 2021.

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