Ecuador/ Panorama electoral. ¿¿Dispersión, polarización o repolarización? [Pablo Ospina Peralta]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ene 23 13:53:06 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

23 de enero 2021

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Ecuador



El panorama electoral



¿Dispersión, polarización o repolarización?



El 7 de febrero, Ecuador elegirá al sucesor de Lenín Moreno, un gobierno
marcado por la incompetencia y la corrupción. Las encuestas muestran que
tres opciones pueden llegar a la segunda vuelta: el correísmo, representado
por el joven Andrés Arauz, que promete un futuro ya vivido en el pasado; el
empresario Guillermo Lasso, con un discurso neoliberal; y el dirigente
indígena Yaku Pérez, que de manera sorpresiva tercia entre los otros dos con
un discurso ambientalista y de referencias ancestrales.



Pablo Ospina Peralta *

Nueva Sociedad, enero 2021

https://nuso.org/



Las elecciones locales de marzo de 2019 en Ecuador batieron un récord en el
número de candidatos: los más de 80.000 aspirantes eran casi el triple de
quienes se presentaron en las elecciones locales cinco años antes. Las
presidenciales previstas para el 7 de febrero de 2021 ya tienen su propio
récord: 16 candidaturas, el mayor número desde la formación de la república
en 1830. La dispersión ha sido la marca dominante en el sistema político que
legó la implosión del partido Alianza País, una vez que la descollante
figura de Rafael Correa abandonara el país y dejara tras de sí un reguero de
denuncias, juicios y condenas por corrupción.



La razón es fácil de comprender. El desbande del partido que dominó el
escenario electoral ecuatoriano por una década alienta el cálculo de que
casi cualquiera puede ganar las elecciones en medio de la confusión. Entre
2007 y 2017, el predominio del partido conducido con mano de hierro por
Correa presionaba a la unidad de sus opositores, ya que en los lugares donde
las candidaturas se multiplicaban el partido dominante podía arrasar como
primera minoría. Incluso allí donde las coaliciones eran imposibles, los
votantes tendían a alinearse ampliamente a favor o en contra del gobierno.
Era el conocido escenario de la polarización: las terceras opciones quedaban
marginadas, sea por los políticos, sea por sus seguidores.



Un ejemplo. La coalición de izquierdas opositoras al gobierno de Correa, que
presentó dos candidaturas unitarias en 2013 y 2017, se encuentra ahora
dispersa en cinco candidaturas diferentes: Gustavo Larrea, por Democracia
Sí; Paúl Carrasco, por Juntos Podemos; Xavier Hervas, por Izquierda
Democrática; Yaku Pérez, por Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik;
y César Montúfar, apoyado por el Partido Socialista Ecuatoriano (PSE). El
mismo panorama de dispersión se constata entre los pedazos que todavía se
mueven del antiguo Alianza País: al menos cuatro candidaturas encabezadas o
promovidas por antiguos funcionarios del correísmo.



En ese marco de dispersión política, es claro que hay una poderosa tendencia
que apuesta por recuperar la antigua polarización. Quienes la empujan son
precisamente quienes se beneficiaron de ella al presentarse como los «polos»
de la oposición binaria dominante. Es decir, los dos candidatos que
encabezan las encuestas: el ex ministro Andrés Araúz por  Unión por la
Esperanza, y el banquero Guillermo Lasso por el partido Creando
Oportunidades en alianza con el Partido Social Cristiano (PSC). La fuerza
social subyacente que impulsa esta tendencia a revitalizar la antigua
polarización es un ambiente económico y social crítico. La crisis económica
y fiscal, las políticas de ajuste y austeridad, el desplome económico y
sanitario agudizado por la pandemia de covid-19 y profundizado por la
incompetencia y la corrupción del gobierno de Lenín Moreno son todos
factores que despiertan una intensa indignación social. La tormenta perfecta
en la que se despliegan con más éxito los discursos y las esperanzas
radicales o que se pretenden como tales.



Lasso se presenta a sí mismo como el portaestandarte de un modelo
empresarial alternativo al «estatismo correísta». Nada nuevo bajo el sol.
Iniciativa privada, reducción de impuestos, inversión extranjera que entrará
a raudales por la confianza en un gobierno serio y Estado mínimo. El
petróleo y la minería se presentan esta vez como el corazón de la
recuperación prometida, aderezada con créditos subsidiados para pequeñas
empresas agrícolas al 1% de interés y 30 años plazo. El resultado
publicitado de semejante receta es dos millones de nuevos empleos en lugar
del millón que se propagandizó en las elecciones pasadas con las mismas
medidas.



Andrés Aráuz es un joven funcionario de segunda línea, y de perfil técnico,
del correísmo, casi desconocido hasta ahora. Precisamente por esas razones
fue escogido: se puede presentar como «nuevo» y «fresco», al tiempo que
reivindica sin atenuantes, ni la sombra de una autocrítica, a la revolución
Ciudadana. El discurso de Aráuz pone el acento en que sus promesas son
viables porque ya se vivieron en el gobierno de su mentor, que aparece,
desde Bruselas, como la figura omnipresente de sus materiales de campaña.
«Recuperar el futuro», el eslogan electoral, representa bien su mensaje: un
futuro ya vivido en el pasado. Ha prometido que en la primera semana de
gobierno entregará mil dólares a un millón de familias y que repatriará los
capitales transferidos al extranjero, mientras su estrategia electoral lo
presenta como el enemigo de todos los partidos, la prensa y los banqueros
coligados en su contra. Una clara repetición de la fórmula ganadora de 2006.
Todos son atacados como los cómplices de un gobierno descompuesto e inútil
cuya bancarrota aparece como la mejor prueba de la bondad del pasado. El
correísmo tiene un piso de votos importante que oscila entre el 20 y el 30%
del electorado. Suficiente para llegar a la segunda vuelta.



La novedad del momento es que por primera vez desde 2006 una tercera
candidatura disputa ese escenario de polarización. La candidatura de Yaku
Pérez, por Pachakutik, es una suerte de alternativa de «re-polarización»
debido a la agenda económica, social y ambiental que impulsa.
Re-polarización porque reordena las polaridades alrededor de otro polo, el
movimiento indígena y sus aliados, en lugar de los dos tradicionales
anteriores, el caudillismo correísta y el proyecto empresarial. La base de
su agenda económica se asienta en el programa elaborado en desordenadas y
multitudinarias asambleas luego de la masiva rebelión popular de octubre de
2019, que propone aumentar impuestos directos a las grandes fortunas y
grupos económicos. El protagonismo indiscutido de la Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) en ese levantamiento, de la
cual Pérez fue dirigente hasta marzo de 2019, cuando fue elegido prefecto de
la provincia del Azuay, en el sur andino, es lo que explica esta inédita
oportunidad de una victoria electoral nacional de un candidato indígena.
Pérez ha insistido en una estrategia de campaña basada en un discurso
ambientalista, con acentos sentimentales, que insiste en la armonía y los
valores ancestrales. Es un discurso nuevo, que en sus formas elude lo que
entendemos usualmente por «polarización». Sin embargo, su programa de
gobierno, en caso de aplicarse, reorganizaría la polarización pero no la
eliminaría.



Solo estos tres candidatos tienen oportunidades de ganar. Si venciera
cualquiera de los otros 13 candidatos sería el resultado de una sorpresa
monumental. Si gana Lasso, su programa económico y su absoluta falta de
carisma personal, hace muy poco probable que construya una hegemonía
electoral estable por un período prolongado. Es más probable que el
liderazgo de la oposición a su agenda conservadora se dispute arduamente
entre los indígenas y el correísmo. Si vence Aráuz, la antigua polarización
podría reeditarse, pero su gobierno carecerá de una base social organizada,
del escenario de bonanza económica que presidió sus éxitos pasados y de
cualquier mayoría parlamentaria. Con todos los partidos y movimientos
sociales en contra, es probable un escenario político de nueva Asamblea
Constituyente, en un intento de reconstruir su hegemonía electoral y algún
tipo de acuerdo con los sectores empresariales. Un gobierno de Yaku Pérez es
quizá el más incierto de los tres. Su única fuente de poder inicial sería el
poderoso movimiento indígena, el más organizado movimiento social (en
estricto rigor, el único) con que cuenta el país. No alcanza, pero es una
base menos maleable que la voluntad y el carisma personal de Correa, que es
el principal activo político con que cuenta el partido de Andrés Aráuz.



Sin Pérez, la Conaie seguiría siendo más o menos lo que siempre ha sido; si
mañana desapareciera Correa, todo su movimiento quedaría huérfano, sin
conducción y sin oportunidad creíble de reinventarse. Dispersión,
polarización, re-polarización. Una agenda neoliberal, una reedición del
caudillismo personalista, un movimiento social auténtico, heterogéneo y
vital, urgido por inventar una difícil e incierta hegemonía política. En las
elecciones de febrero de 2021 las alternativas son auténticas. Y no son dos
sino tres.



* Historiador. Es docente de la Universidad Andina Simón Bolívar,
investigador del Instituto de Estudios Ecuatorianos y militante de la
Comisión de Vivencia, Fe y Política.

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